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sábado, 15 de octubre de 2011

XXIX Domingo del T.O. (Mt 22, 15-21) - Ciclo A: DAD AL MERCADO LO QUE ES DEL MERCADO



“Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Una frase que la hemos oído muchas veces y que probablemente la hemos empleado, citado, en más de una ocasión. Pero que, si nos preguntan por su significado, nos pondrían en un aprieto. Una primera duda sería ¿qué hay que dar al Cesar? Fue una pregunta-trampa, una pregunta capciosa que le hicieron dos grupos enemigos de Jesús, quien, por una parte, se escurrió hábilmente y, por otra, dio más profundidad, fue más allá de la pregunta que le formularon. Era capciosa, comprometida porque, si respondía que había que entregar el tributo, le acusaban de colaborador de los romanos, que en aquel entonces dominaban Israel. Si contestaba que no había que pagar, aparecía como rebelde, como subversivo ante las autoridades romanas.

Históricamente esta frase ha sido una de la más comentada del evangelio. Es una afirmación que ha generado, suscitado polémicas, controversias, discusiones múltiples en el pasado y en el presente.¿Hay que retirar los crucifijos de los lugares públicos, de las escuelas públicas o pueden permanecer?. ¿El Gobierno hizo bien en colaborar en las jornadas de JMJ celebradas en Madrid en agosto pasado ante la llegada y la estancia durante cinco días de un millón y medio de jóvenes provenientes de casi todos los países del mundo?. Actualmente creo que la mayoría de la ciudadanía coincide en la separación de la Iglesia y el Estado. Se desea que el Estado sea laico, aconfesional. Pero ello no significa enfrentamiento, continuas tensiones, hostilidad. El bien de la sociedad y el sentido común exigen en determinadas circunstancias una colaboración leal, porque hay asuntos cosas entreveradas, que afectan a los dos poderes. Lo cual no significa que el poder civil invada el religioso o el religioso el civil. Si bien para el creyente todo es de Dios, también lo del Cesar. Pues el Cesar también tiene que someterse a la ética o a la moral.

Hoy podríamos decir “dad al mercado lo que es del mercado y a Dios lo que es de Dios”. Al mercado le corresponde organizar una parte de la sociedad, pero no toda. Por eso el mercado debe ser regulado (algo que actualmente se echa de menos), sometido a la ley, para que no suceda lo que está ocurriendo: que en esta selva se imponen los tiburones, es decir las grandes fortunas y los directivos inmorales. Por encima de los mercados están las personas y la moral y las leyes y la justicia y la defensa del más débil y Dios. A un porcentaje de la sociedad –no sé si muchos o pocos- le gustaría que la religión se encerrara en las sacristías y poder actuar sin ningún control. No obstante, se necesitan voces que denuncien, por ejemplo, los abusos de los poderosos. El obispo Helder Cámara solía repetir una observación muy inteligente: “cuando doy pan a los pobres, me llaman santo. Pero cuando reclamo los derechos de los pobres, me llaman subversivo”. En otras palabras, lo que la autoridad no admite, cuando actúa con opacidad, es la publicidad, que trascienda al exterior, le preocupa que se sepa. Si permanece en privado, sin saltar las paredes del despacho, no preocupa o preocupa menos.

No puedo menos de detenerme brevemente en la carta de San Pablo a sus cristianos de Tesalónica, recogida en la segunda lectura de hoy. San Pablo se manifiesta emocionado, orgulloso de su trabajo, de su gente –diríamos de una de sus parroquias-: de cómo aceptan el evangelio. Escribe San Pablo en su carta: es justo ”dar gracias, pues vuestra fe crece vigorosamente y vuestro amor … Esto hace que nos mostremos orgullosos de vosotros por la constancia de vuestra fe. Cuando se proclamó el evaEnlacengelio entre vosotros, no hubo solo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda”. Un retrato envidiable. Sería una bendición que de nuestras parroquias, de nuestras comunidades cristianas se pudiera afirmar algo semejante.

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