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sábado, 15 de octubre de 2011

XXIX Domingo del T.O. (Mt 22, 15-21) - Ciclo A: Me encantan los 0000. Sí, los ceros


Dad a cada uno según la imagen que lleva inscrita.
El denario es del César, porque lleva su imagen. El hombre es de Dios porque también lleva impresa su imagen: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra. A imagen suya los creó, hombre y mujer”.

Las monedas valen según la imagen que llevan y el valor que les da el Banco Central.
Los hombres valen según la imagen que llevan y el valor que Dios les da.
El valor de las monedas depende del Banco Central de Reserva.
Por eso puede devaluarse o revaluarse.
El valor de los hombres y mujeres depende únicamente de Dios.
Por eso nadie puede devaluarlo.
Sólo nos queda reconocer su verdadero valor.

- Cuando era estudiante me encantaban los ceros. Siempre anduve mal en matemáticas. Y los ceros me gustaban tanto para multiplicar como para sumar. Eran maravillosos, ni necesitaba de los dedos para contar.
- y ahora me siguen gustando los ceros. Pero por otros motivos distintos.
- los ceros no tienen valor de por sí, como tampoco el papel moneda.
- necesitan siempre de alguien para tener valor, en el caso del hombre Dios.
- además son los números del pobre que no tiene nada.
- y son los números que ansían los ricos porque hacen millonaria a la gente.
- el cero es poco, casi nada, y es mucho.

Me encantan los ceros porque en su pobreza son toda una posibilidad. Es el número que aumenta de valor cuando se sabe arrimar a otro número. Me encantan los ceros cuando son humildes y se aceptan a sí mismos como son, ceros. Y dan preferencia a otro número delante de ellos.
En cambio, me dan pena cuando llevados de su orgullo ocupan el primer lugar. ¿Ponemos unos ejemplos?

El 0 del orgullo El 0 que se acepta en su pobreza
01 10
001 100
0001 1000
00000001 1000000

Fíjate, cómo cuando el cero se pone en primer lugar empobrece a los demás. Pero cuando sabe aceptar su propio lugar enriquece. Lo que es 01 lo hace 10 y lo que es 0 de millón, lo convierte en un millonario.

- Me encantan los ceros porque son una imagen viva y real de cada hombre, tuya y mía.
El vaso de barro que somos tú y yo, puesto en manos de otro es obra de arte.
Cuando a ese 0 personal que te crees le pones por delante el UNO de Cristo, lo eres todo.
Aceptarse en las propias limitaciones, pero a la vez descubriendo las propias ilimitaciones. Aceptándose en su pobreza, pero dejándose enriquecer por quien todo lo puede en ti.
San Pablo lo entendió muy bien: “ya no soy yo sino que es Cristo quien vive en mí”.
Si renuncias a ser hombre para sentirte Dios, como Adán, terminas no siendo ni hombre ni Dios.
Terminas siendo “denario del César”.
Pero si te aceptas como hombre y, en tus limitaciones, aceptas a Dios en ti, entonces Dios te realiza en tu plenitud de hombre.

- Y ese es el misterio de la gracia. Y el misterio de la salvación.
El dejarse “renacer” de nuevo.
El dejarse hacer como el mármol o la piedra en manos del artista.
Dios no destruye el hombre que hay en ti.
Dios construye tu ser de hombre.
El mármol de la estatua sigue siendo el mismo mármol de la cantera.
Sólo que ahora ese mármol adquiere nueva riqueza, nueva forma de ser.
El hombre que hay en ti no se destruye ni por el Bautismo, ni por la Eucaristía, ni por la Penitencia, ni por el Matrimonio, ni por el Sacerdocio.
Sigue siendo el mismo hombre. Pero esta vez, un mejor hombre, más hombre, perfecto hombre, inacabado hasta entonces.

Aceptarte y amarte a ti mismo es aceptarte como eres y con las posibilidades de gracia que hay en ti.
Es aceptarte en tu humanidad.
Pero es aceptarte también en tus dimensiones espirituales, sobrenaturales, divinas.
Cuando tu orgullo te hace ser el cero que ocupa el primer lugar te devalúas.
Cuando aceptando tu debilidad, tu fragilidad, tu pobreza, permites la acción de la gracia en tu corazón, eres el hombre millonario de Dios.

Por eso me encantan los ceros…
Los ceros capaces de dejarse enriquecer por el uno de Dios.
Deja que al César le den su denario.
Pero tú seguirás siendo portador de la imagen de Dios que nadie debiera atreverse a devaluar.
No tengas complejo del 0 de tu barro.
Siente el orgullo de la imagen que llevas en ti mismo.

Clemente Sobrado C. P.
www.iglesiaquecamina.com

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