Por Josetxu Canibe
Baden Powell, fundador del movimiento Scout encargó, a modo de testamento, a sus muchachos el siguiente recado: “intentad dejar este mundo un poco mejor de cómo lo encontrasteis”. Teresa de Calcuta, en una de sus más bellas oraciones-reflexiones, dice: “ la vida es una oportunidad, aprovéchala; la vida es un sueño, hazlo realidad; la vida es un reto, afróntalo”.
Ya solo queda una semana para que finalice un año litúrgico más. Y toda terminación de año es una invitación a hacer un balance, un examinarse, un preguntarse cómo va uno enfocando la vida. Así como a los tres empleados de la parábola del evangelio –tres historias distintas- el Señor les toma cuentas, de la misma manera a nosotros también se nos preguntará qué hemos hecho con los talentos recibidos. Pues todos hemos recibido talentos, es decir, dones, bienes, carismas. El salmo 8, que curiosamente lo recitó y lo dejó en el año 1969 el astronauta Buzz Aldrin sobre el suelo lunar, en un escenario sobrecogedor, dijo: “Cuando contemplo el cielo, la obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que te ocupes de él?. Le hiciste poco menos que un dios, le coronaste de gloria y dignidad; todo lo sometiste bajo sus pies”. Dios, ese Dios inmenso y desbordante, ha entregado al hombre diversos talentos. A unos más, a otros menos, pero a todos alguno. En la parábola del evangelio a uno cinco, a otro dos y al tercero uno. ¿Cómo casar que Dios es todopoderoso, que dios es bueno, que Dios es libre, y que el hombre posee un gran poder y es también libre?. Porque Dios ha entregado al ser humano una parte de la naturaleza. De ahí nuestra responsabilidad ecológica. Dios ha entregado al hombre de alguna forma el poder sobre sus semejantes. Dios ha entregado a las personas diversos talentos, como la inteligencia, la simpatía, el dinero, la fe, la creatividad, el tiempo, la cultura, etc. etc.
La parábola de hoy es una canto a la libertad y a la responsabilidad, pues en nosotros está el hacer un mundo más justo y humano, en nosotros está el hacer realidad que otro mundo sea posible. Por ello, Dios nos llama a la responsabilidad, al trabajo, al esfuerzo, a la creatividad, a la esperanza. Alaba, elogia el comportamiento de los dos empleados fieles y cumplidores. En cambio se muestra disgustado con el tercero, que demostró no estar motivado, ni encariñado con el Señor, ni con el proyecto. Nosotros apenas nos detenemos en los pecados de omisión. Parece que sólo nos preocupan -¿nos preocupan?- los de comisión. Sin embargo, el tercer empleado no hizo nada malo, simplemente permaneció ocioso. Pecó de omisión. Por eso nosotros nos tenemos que preguntar en más de una ocasión no tanto qué mal he hecho, sino que acción buena he dejado de realizar. Es peligroso contentarse con conservar, con ser buenos para nosotros mismos. El tercer empleado no malgastó, ni perdió el talento recibido. Simplemente se arrugó, se encogió, tuvo miedo para abrirse al otro, para abrirse a la vida. Sin embargo, el dueño le llamó ”negligente y holgazán”.
Por otro lado, en este domingo celebramos el día de la Iglesia diocesana. Nosotros formamos parte de la Iglesia universal a través de las diócesis y de las parroquias. Nuestra diócesis de Bilbao cuenta con 298 parroquias, a las cuales hay que añadir numerosas capillas, ermitas y una multitud de actividades y organizaciones. En el aspecto económico, el apoyo mayor llega desde los fieles a través de las parroquias principalmente. Muchos creen que es el Gobierno el subvencionador principal. No es así. Más del 85 por ciento de los ingresos llegan a través de los católicos practicantes. Añadiendo que el capítulo de gastos más importante es el dedicado a misiones y a Cáritas: sobre todo a Cáritas.
Como he apuntado más arriba, nosotros participamos de la vida de la diócesis a través de las parroquias. Por eso es bueno que aumente nuestra autoestima de cristianos, que sospecho la tenemos bastante baja, que busquemos la forma de colaborar con la parroquia o con algún grupo o movimiento, dedicando algo de nuestro tiempo, quizá algo de nuestro dinero y algo de nuestras capacidades y, sobre todo queriendo tanto a la parroquia, como a la diócesis, como a la Iglesia universal. Lo cual no significa que digamos a todo “amen”, pero tampoco que nos manifestemos como unos críticos agresivos.
Ya solo queda una semana para que finalice un año litúrgico más. Y toda terminación de año es una invitación a hacer un balance, un examinarse, un preguntarse cómo va uno enfocando la vida. Así como a los tres empleados de la parábola del evangelio –tres historias distintas- el Señor les toma cuentas, de la misma manera a nosotros también se nos preguntará qué hemos hecho con los talentos recibidos. Pues todos hemos recibido talentos, es decir, dones, bienes, carismas. El salmo 8, que curiosamente lo recitó y lo dejó en el año 1969 el astronauta Buzz Aldrin sobre el suelo lunar, en un escenario sobrecogedor, dijo: “Cuando contemplo el cielo, la obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que te ocupes de él?. Le hiciste poco menos que un dios, le coronaste de gloria y dignidad; todo lo sometiste bajo sus pies”. Dios, ese Dios inmenso y desbordante, ha entregado al hombre diversos talentos. A unos más, a otros menos, pero a todos alguno. En la parábola del evangelio a uno cinco, a otro dos y al tercero uno. ¿Cómo casar que Dios es todopoderoso, que dios es bueno, que Dios es libre, y que el hombre posee un gran poder y es también libre?. Porque Dios ha entregado al ser humano una parte de la naturaleza. De ahí nuestra responsabilidad ecológica. Dios ha entregado al hombre de alguna forma el poder sobre sus semejantes. Dios ha entregado a las personas diversos talentos, como la inteligencia, la simpatía, el dinero, la fe, la creatividad, el tiempo, la cultura, etc. etc.
La parábola de hoy es una canto a la libertad y a la responsabilidad, pues en nosotros está el hacer un mundo más justo y humano, en nosotros está el hacer realidad que otro mundo sea posible. Por ello, Dios nos llama a la responsabilidad, al trabajo, al esfuerzo, a la creatividad, a la esperanza. Alaba, elogia el comportamiento de los dos empleados fieles y cumplidores. En cambio se muestra disgustado con el tercero, que demostró no estar motivado, ni encariñado con el Señor, ni con el proyecto. Nosotros apenas nos detenemos en los pecados de omisión. Parece que sólo nos preocupan -¿nos preocupan?- los de comisión. Sin embargo, el tercer empleado no hizo nada malo, simplemente permaneció ocioso. Pecó de omisión. Por eso nosotros nos tenemos que preguntar en más de una ocasión no tanto qué mal he hecho, sino que acción buena he dejado de realizar. Es peligroso contentarse con conservar, con ser buenos para nosotros mismos. El tercer empleado no malgastó, ni perdió el talento recibido. Simplemente se arrugó, se encogió, tuvo miedo para abrirse al otro, para abrirse a la vida. Sin embargo, el dueño le llamó ”negligente y holgazán”.
Por otro lado, en este domingo celebramos el día de la Iglesia diocesana. Nosotros formamos parte de la Iglesia universal a través de las diócesis y de las parroquias. Nuestra diócesis de Bilbao cuenta con 298 parroquias, a las cuales hay que añadir numerosas capillas, ermitas y una multitud de actividades y organizaciones. En el aspecto económico, el apoyo mayor llega desde los fieles a través de las parroquias principalmente. Muchos creen que es el Gobierno el subvencionador principal. No es así. Más del 85 por ciento de los ingresos llegan a través de los católicos practicantes. Añadiendo que el capítulo de gastos más importante es el dedicado a misiones y a Cáritas: sobre todo a Cáritas.
Como he apuntado más arriba, nosotros participamos de la vida de la diócesis a través de las parroquias. Por eso es bueno que aumente nuestra autoestima de cristianos, que sospecho la tenemos bastante baja, que busquemos la forma de colaborar con la parroquia o con algún grupo o movimiento, dedicando algo de nuestro tiempo, quizá algo de nuestro dinero y algo de nuestras capacidades y, sobre todo queriendo tanto a la parroquia, como a la diócesis, como a la Iglesia universal. Lo cual no significa que digamos a todo “amen”, pero tampoco que nos manifestemos como unos críticos agresivos.
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