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sábado, 14 de enero de 2012

LA VOCACIÓN DE CADA UNO


Por Fray Marcos
II Domingo del T.O - Ciclo B (Jn 1,35-42)

CONTEXTO

No tengo claro por qué inserta la liturgia este evangelio de Juan, cuando ya hemos comenzado la lectura de Marcos. Sobre todo viendo que el próximo domingo nos narrará el mismo Marcos el llamamiento de los primeros discípulos por parte de Jesús. Tal vez pretenda que apreciemos el contraste entre un comienzo y otro. Pero a continuación de lo que hemos leído, Jesús mismo llama a Felipe, como hará con todos en el relato de Marcos.
Debemos recordar que el evangelio de Juan es un escrito esotérico, críptico, cifrado, que dice mucho más de lo que aparentemente dice, siempre que manejemos las claves.

· En los versículos anteriores a lo que hemos leído, acaba de presentar a Jesús como el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” e Hijo de Dios.
· En lo que hemos leído, comienza recordando el cordero de Dios, pero sigue poniendo en boca de los distintos personajes otros títulos de Jesús: “Rabí”, “Mesías”.
· En los que siguen y no hemos leído, se refiriere a “aquel de quien han hablado la Ley y los Profetas”, para terminar diciendo Natanael: “Tú eres el ‘Hijo de Dios’, tú eres el ‘Rey’ de Israel”. Por fin, el mismo Jesús habla del “Hijo de Hombre”.

Juan hace un despliegue de títulos cristológicos al principio de su evangelio, para que nadie se llame a engaño sobre la idea que tiene de Jesús. Naturalmente es una reflexión pospascual de una comunidad de finales del siglo I.

EXPLICACIÓN

“Este es el cordero de Dios”. El cordero pascual no tenía valor sacrificial ni expiatorio. Era símbolo de la liberación de la esclavitud, al recordar la liberación de Egipto.

El que quita el pecado del mundo no es el que carga con nuestros crímenes, sino el que vine a eliminar la injusticia del mundo. No viene sólo a impedir que se cometa, sino a evitar que el que la sufra, sea anulado como persona, que es lo que persigue el opresor.

En el evangelio de Juan, el único pecado es la opresión. Hay que estar muy atento para descubrir que no solo condena al que oprime, sino que denuncia también la postura del que se deja oprimir. Esto último no lo hemos tenido muy claro los cristianos, que incluso hemos predicado el conformismo y la sumisión, apelando a un más allá donde se cambiarán las tornas.

Jesús exige una actitud beligerante (no violenta) contra el opresor y contra la pasividad del oprimido que permite su anulación como persona. Siempre del lado del oprimido, ayudándole a salir de su opresión, aunque siga ahí el opresor.

La frase del Bautista no es suficiente para justificar la decisión de los dos discípulos. Para entenderla tenemos que pensar en un conocimiento más profundo de lo que Jesús es. Antes había dicho que Jesús venía hacia Juan. Ahora nos dice que Jesús pasaba. Nos está indicando que le adelanta, que pasa por delante de él. “El que viene detrás de mí...”

“Siguieron a Jesús” indica mucho más que ir detrás de él, como hace un perro siguiendo a su dueño. “Seguirle” es un término técnico en el evangelio de Juan. Significa el seguimiento de un discípulo, que va tras las huellas de su maestro, es decir, que quiere vivir como él vive. “Quiero que también ellos... estén conmigo donde estoy yo” (17,24). Es la manera de vivir de Jesús lo que les interesa y es eso lo que él les invita a descubrir.

¿Qué buscáis? La verdadera relación no puede comenzar hasta que Jesús se da la vuelta y les interpela. La pregunta tiene mucha miga. Juan quiere dejar claro que hay maneras de seguir a Jesús que no son las adecuadas.

La pregunta “¿Dónde vives?” aclara la situación; porque no significa el lugar o la casa donde habita Jesús, sino la actitud vital de éste. ¿En qué marco vital te desenvuelves? Porque nosotros queremos entrar en ese ámbito. Jesús está en la zona de la vida, en la esfera de lo divino.

Tampoco le preguntan por su doctrina sino por su vida. No responde con un discurso, sino con una invitación a la experiencia. A esa pregunta no se puede responder con una dirección de correos. Hay que experimentar lo que Jesús es.

¿Dónde moras? Es la pregunta fundamental que todo cristiano debía de hacerse. ¿Qué puede significar Jesús para mí hoy? Nunca será suficiente la respuesta que otro haya dado a través de los veinte siglos de cristianismo. Jesús es algo único e irrepetible para mí, porque le tengo que ver desde una perspectiva única e irrepetible, la mía. La respuesta dependerá de lo que busque en Jesús.

“Venid y lo veréis”. Así podemos entender la frase siguiente: “Vieron dónde (cómo) vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él” (como él).

No tiene mucho sentido la traducción oficial (y se quedaron con él aquel día), porque el día estaba terminando (eran las cuatro de la tarde).

Los dos primeros discípulos todavía no tienen nombre: representan a todos los que intentan pasar al ámbito de lo divino, a la esfera donde está Jesús.

“Serían las cuatro de la tarde”, no es una referencia cronológica, no tendría la menor importancia. Se trata de la hora en que terminaba un día y comenzaba otro. Es la hora en que se mataba el cordero pascual y la hora de la muerte de Jesús. Nos está diciendo que algo está a punto de terminar y algo muy importante está a punto de comenzar. Se pone en marcha la nueva comunidad, el nuevo pueblo de Dios que permite la realización cabal de hombre. Son modelo del itinerario que debe seguir todo discípulo de Jesús.

Lo que “vieron” es tan importante, que les obliga a comunicarlo a los demás. Andrés llama a su hermano Simón para que descubra lo mismo. Hablándole del “Mesías” (Ungido) hace referencia a la bajada y permanencia de Espíritu sobre Jesús en el bautismo.

“Fijando la vista en él”. Lo mismo que Juan había fijado la vista en Jesús. Indica una visión penetrante de la persona. Manifiesta mucho más que una simple visión. Se trata de un conocimiento profundo e interior. Pedro no dice nada. No ve clara esa opción que han tomado los otros dos, pero muy pronto va a hacer honor al apodo que le pone Jesús: “Cefas”, piedra, “testarudo”; que se convertirá en fortaleza, una vez que se convenza.

APLICACIÓN

Hacíamos hincapié el domingo pasado en la búsqueda, como actitud irrenunciable para poder encontrar a Dios, que es un Dios escondido. Hoy vemos desarrollada esa idea en la actitud de los dos discípulos que siguen a Jesús.

En la Biblia, se describen, de una manera aparatosa, distintas vocaciones de personajes famosos. Eso nos puede llevar a pensar que, si Dios no actúa de esa manera, no hay vocación.

En los relatos bíblicos se nos intenta enseñar, no cómo actúa Dios, sino cómo respondieron ellos y cómo tenemos que responder nosotros. El joven Samuel no tiene idea de cómo se manifiesta Dios, ni siquiera sabe que es Él quien le llama, pero cuando lo descubre se abre totalmente a su discurso. Lo mismo los dos discípulos, buscan en Jesús la manifestación de Dios y la encuentran. Inmediatamente comunican a los demás su descubrimiento.

Muy interesantes son también las posturas de Elí y Juan. Saben quedarse al margen y conducir con suavidad a los demás hacia la experiencia de Dios. El verdadero maestro evita todo protagonismo; deja a Dios ser Dios sin mediatizarlo y deja a cada ser humano que responda personalmente a la manifestación de Dios.

El encuentro sólo se produce cuando no hay intermediarios. El intermediario me llevará siempre al ídolo, no a Dios. Aquí tienes la clave para distinguir el verdadero, del falso director espiritual.

Dios no llama nunca desde fuera. La vocación de Dios no es nada distinto de mi propio ser; desde el instante mismo en que empiezo a existir, soy llamado por Dios para ser lo que mi propio ser me exige.

En lo hondo de mi ser, tengo que buscar los planos para la construcción de mi existencia. Dios no nos llama en primer lugar a desempeñar una tarea determinada, sino a una plenitud de ser. No somos más por hacer esto o aquello.

Es una pena que el término “vocación” haya quedado restringido a la vida sacerdotal o religiosa. Todos estamos llamados a desplegar lo mejor de nosotros mismos. Aquel estado para el que tengo mejores aptitudes personales, es el que Dios quiere para mí.

La vocación última es la misma para todos. Es un disparate decir que uno tiene vocación si con ello damos a entender que otro no la tiene. La singularidad de cada uno, obliga a que el camino que tenemos que recorrer sea distinto. Todos debemos llegar a la cima de la montaña, pero cada uno desde el punto de la ladera en que se encuentra.

Cuando se trata de elegir un género de vida, no tengo que esperar que Dios me diga lo que quiere de mí. Tengo que examinar mi propio ser y descubrir qué camino será para mí más adecuado. Descubrir el camino por el que yo puedo llegar más lejos en dirección a mi plenitud, es descubrir mi vocación.

Para descubrirlo seguramente que necesitaré ayuda. Cualquier camino que emprendamos tiene limitaciones, pero salvo excepciones, siempre será más práctico seguir adelante por él, que volver a empezar para caminar por otro.

No existe el camino perfecto, ni falta que hace, porque lo importante es que me vaya acercando a la cumbre. Si no he acertado con el camino, me costará más, pero puedo seguir avanzando. Solo ante un obstáculo insalvable, tendré que retroceder y rectificar.



Meditación-contemplación

¿Qué buscáis?
El primer paso en la vida espiritual está en saber lo que busco.
Aunque no puedes saber lo que vas a encontrar,
tienes que tener bien clara la dirección en la que debes ir.
No busques seguridades, ni tranquilizar tu conciencia.
…………………

¿Dónde moras?
Descubre el ámbito donde Jesús desplegó su humanidad.
Cómo armonizó en una sola realidad, lo humano y lo divino.
Cómo se identificó plenamente con Dios y con el hombre
…………….

Venid y lo veréis.
Lo que es Jesús no se puede aprender intelectualmente.
Sólo lo descubrirás por la experiencia interior.
Viviendo lo que él vivió y amando lo que él amó.
Pasando de la materia al Espíritu,
de la tiniebla a la luz, de la muerte a la Vida.


Fray Marcos

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