“Ciertos dictados están implícitos en la sociedad. Tienes que hacer esto o tienes que hacer aquello. Si haces estas cosas eres feliz. Si no las haces, eres desdichado, eres un fracasado, eres malo, eres rechazado. Nunca antes de ahora ha estado esto tan sistematizado. Los vagabundos dicen: Si haces esto, haces aquello, no eres feliz. Sólo dices que lo eres. Yo voy a hacer otras cosas que nada tienen que ver con estas Y voy a ser feliz. Eso es lo que estamos haciendo nosotros. Hay un algo en nosotros que, si no es eso lo que estamos haciendo, nunca nos da la paz. Pero viene entonces la estructura de la Iglesia y nos dice: Si haces esto, serás feliz, estarás complaciendo a Dios, serás un buen religioso, serás un santo. Y ese algo en nosotros dice: Eso no es verdad. Para ser feliz y para ser santo tengo que seguir mi conciencia, Tengo que seguir al Espíritu Santo. Esta es la raíz de nuestra vocación profética. Tenemos que verla bajo esa luz. Nadie excepto Dios va a decirnos lo que tenemos que hacer, Dios y nuestra conciencia y nuestros hermanos y hermanas. Nadie va a determinar nuestras vidas.
La protesta simbólica no es suficiente. Tenemos que vivir, realmente vivir. Y esto puede ser mucho menos espectacular que protestar. Es posible que nadie tome en cuenta nuestras vidas. Pero nosotros sabemos lo que estamos haciendo. Cada uno de nosotros debe responder a su vocación, debemos ser nosotros mismos. Podemos no tener que responder al programa de uno u otro monasterio, una u otra orden, pero sí tenemos que vivir nuestra propia vida. Si no lo hacemos, no seremos útiles a nadie”.
(Thomas Merton, Los manantiales de la contemplación, 136-137)
La protesta simbólica no es suficiente. Tenemos que vivir, realmente vivir. Y esto puede ser mucho menos espectacular que protestar. Es posible que nadie tome en cuenta nuestras vidas. Pero nosotros sabemos lo que estamos haciendo. Cada uno de nosotros debe responder a su vocación, debemos ser nosotros mismos. Podemos no tener que responder al programa de uno u otro monasterio, una u otra orden, pero sí tenemos que vivir nuestra propia vida. Si no lo hacemos, no seremos útiles a nadie”.
(Thomas Merton, Los manantiales de la contemplación, 136-137)
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