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miércoles, 29 de febrero de 2012

Ayuno se escribe con “h”


Por Darío Pérez*
Publicado por FAST

Acaba de arrancar la cuaresma y con ella un tiempo caracterizado por la oración y la conversión, por el perdón y la reconciliación, por el ayuno y la limosna. Hace unos días tuve una reunión sobre el tema y me correspondió compartir –como ahora quiero hacer contigo- el sentido de las dos últimas palabras.

El objetivo no es ser exhaustivo ni ortodoxo -para eso seguro que hay materiales mucho más ricos y documentados- sino más bien proponerte un modo sencillo de tener presente el sentido de la cuaresma para que puedas profundizar en él durante estos cuarenta días.

Para empezar, imagínate que estamos jugando al Scrabble (Intelect o como quiera que lo llaméis en tu casa) y que tienes contigo cinco fichas, las cinco letras que componen la palabra AYUNO. Yo no sé tú, pero a mí lo primero que se me ocurre cuando oigo esta palabra (o la de abstinencia) es quitarle la “U” y exclamar “¡AY, NO!” ¡Ay, no! porque ya toca sacrificarse, quitarse de cosas, hacer un esfuerzo por algo a lo que, más que no encontrarle sentido, no quiero encontrárselo. ¿De qué sirve no comer tal cosa o tal otra? ¿De qué sirve pasar hambre? ¿De qué sirve prescindir de ciertas comodidades, objetos o hábitos? ¿De qué sirve renunciar a todo eso por un tiempo? Aquí es donde decimos siempre lo de “¿qué sacrificio es comerse una mariscada para no tomar carne? Lo podían cambiar”. Pues bien, sin meterme en el jardín de sugerirte que lo cambies a tu gusto, te diré que le añadas algo a lo que ya hay. Que le añadas o que le quites, según se mire. Quítate de lo que sí te cueste, de lo que sí suponga sacrificio. Renuncia a comidas, a bebidas, a lujos, a caprichos. Renuncia a móviles, a twitters, a redes sociales, a ataduras. Quítate de lo que sí suponga conversión, quítate de aquello que crees poseer pero que más bien te posee. El ayuno es un intento por salir de la escalada consumista en la que nos vemos inmersos y, ya que no es en la carne, tú sabrás dónde puede estar instalada.

Superadas mis perezosas reservas de antes, afirmaré que el ayuno no es un gesto inútil. Abogaré por recordarte sus cinco letras y animarte a que cojas las dos últimas para que sepas decir que “NO” a cuanto sea preciso. Y si te fijas en las letras que te quedan, caerás en la cuenta de que no es una renuncia estéril, que nuestro ayuno –y no es error ortográfico- empieza por un “no” que permite la disponibilidad de aquello (“AYU”) que será la base de nuestra ayuda. Sólo faltará dar para poder “AYU-DAR”. Dicho de otro modo, de la renuncia que supone nuestro ayuno nace la limosna que podemos ofrecer. Igual no viene al caso, pero cómo me recuerda esto a “misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9,13).

La limosna son siete letras y siete fichas que vienen a representar todo aquello que se entrega a las personas necesitadas. Para los no iniciados, podría parecer que hablamos de unas monedillas para callar conciencias, pero nosotros ya no somos principiantes y nos hemos quitado la “L”. Con eso, nos quedan 6 fichas que -reordenadas- convierten la limosna en “ánimos”. Puede que sean ánimos monetarios para el que anda achuchado (o más que eso) pero los ánimos amplían el abanico de la limosna; verás lo que contienen sus letras.

En la limosna puede haber ánimo para la gente que se siente “SOLA” porque no tiene a nadie o porque está rodeada de mucha gente y pocas personas. En la limosna puede haber aliento para los que se han metido en “LÍOS”, del tipo que sean: embrollos afectivos, problemas económicos, dependencias, espiral de mentiras… En la limosna cabe un soplo de aire a los enfermos (“MALOS”) porque eso cura más que los medicamentos y multiplica sus efectos. En la limosna se incluye lo material: sosegar las dificultades de los que “MINOS” tienen (perdón por la licencia lingüística) y rescatar de su infructuosa búsqueda a los que quieren “MÁS” y más y más y ni con eso les llega.

El ayuno que nos propone la cuaresma es un ahorro de dinero, objetos y tiempo (sobre todo, tiempo) del que saldrán nuestras limosnas. Las preguntas son ¿a qué le vas a decir que no? y ¿quiénes se beneficiarán de ello, aparte de ti? Y termino la pregunta con el “aparte de ti” porque el máximo beneficiado de la conversión cuaresmal eres sin duda tú. Otros disfrutarán de los bienes y horas que tú no malgastes, pero el mayor dividendo es para ti. Tu renuncia te hará caer en la cuenta de lo verdaderamente importante y te sacudirá de esa dinámica tan vacía como reinante.

El texto de Mateo al que aludía antes hace referencia a un versículo de Oseas (Os 6,6) que reza: “porque quiero amor, no sacrificios, conocimiento de Dios y no holocaustos”. La cuaresma no reclama gestos huecos, pide una conversión sincera que se concrete en actos de caridad y que, ante todo, parta de la sintonía con el Evangelio y no tenga otra perspectiva que el Reino.

Lo decía en el título, pero lo recuerdo al terminar para que, por curioso, te sirva de lema antes de Pascua: Hayuno se escribe con “H”. Porque lo importante en estos días es caer en la cuenta de todo lo que nos separa de Dios y recordar que sólo “HAY UNO” y lo demás está de más.

Y como soy mucho de lanzar un deseo cómplice a quien me lee, pues ahí voy: ojalá le sepamos añadir esa “h” a nuestro ayuno, ese Dios a nuestras vidas. Que de nuestro “NO” a banalidades salga el “SÍ” a la voluntad del Jefe. Y que se impregne de ese espíritu confiado cada rincón de nuestra existencia. Rizando el rizo, que escribamos ayuno con “h”…intercalada.

P.D. ¿Sabes cómo se dice ayunar en inglés? To FAST. Hala, eso por si necesitas más señales para creer que, desde esta revista, se te puede invitar a ponerte a la tarea.

* Darío Pérez es Salesiano Cooperador y profesor de Bachillerato en Guadalajara. Lee otros artículos suyos en FAST

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