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sábado, 4 de febrero de 2012

JESÚS LUCHANDO CONTRA EL MAL: V Domingo del T.O - Ciclo B (Mc 1,29-39)



Seguimos con la "lectura continua" del Evangelio de Marcos, en el principio de la predicación, por Galilea. Se nos vuelve a dar una síntesis de la teología del autor. Marcos alterna la predicación con las curaciones. Jesús predica y cura: el Salvador salva iluminando con la Palabra, dando a conocer a Dios, y peleando contra los males que aquejan a los hombres.

Recordamos que Jesús revela al Padre no solamente con lo que dice, sino con lo que hace. En él vemos a Dios, cómo se porta Dios, cómo es, porque Jesús está lleno del Espíritu, porque “Dios estaba con Él”..

En el texto de hoy encontramos varios episodios distintos:

§ Sigue sucediendo todo en SÁBADO, al salir de la Sinagoga.

§ Parece que aún no hay más discípulos que Simón, Andrés, Santiago y Juan.

§ Simón y Andrés viven juntos, en casa de Simón, que está casado: su suegra vive también en la casa. La suegra está enferma, se lo dicen a Jesús. Jesús la toca y la cura. Y ella se pone a servirles.

§ Al atardecer (cuando ya ha pasado el Sabbat) le traen todos los enfermos y endemoniados de la ciudad. Jesús cura a muchos, incluso endemoniados.

§ Al amanecer, Jesús se va, él solo, al campo, a orar.

§ La gente le busca, los discípulos le encuentran y le reprochan su escapada. Pero Jesús no quiere volver: no se trata de curar a todo Cafarnaún, sino de recorrer Galilea predicando el Reino. Y así lo hace: predica y cura por toda Galilea.

Todo esto es parte de un conjunto que empezó el domingo pasado con la predicación y curación en la Sinagoga. Parece como si el evangelista estuviese lanzando como mensaje:

§ No sólo oficialmente en la Sinagoga, sino en todas partes.

§ Curando por compasión, por "hacer el bien"

§ Sin ser limitado por lo que la gente desea, sino siguiendo su misión, encontrada en la oración.

Una vez más, se nos desafía a hacer teología desde la razón o desde la contemplación de Jesús. Hay cientos de "explicaciones", mejor diríamos intentos de explicar el problema del mal. Parten de la razón, de la conveniencia o no de que Dios haga una u otra cosa... según nuestra lógica. Pero nuestra lógica termina en el antiguo aforismo de Heráclito:

O quiso y no pudo,
o pudo y no quiso.
y en cualquiera de los dos casos, no es Dios.

La presentación del evangelio nos vuelve, una vez más, al planteamiento "existencial" de la Buena Noticia. La imagen es sobrecogedora, y conviene que pongamos a trabajar nuestra imaginación: “toda la ciudad” de Cafarnaún a las puertas de la casa de Jesús, poniendo en primera fila a todos sus enfermos: y Jesús que no da abasto a curar y a echar demonios. Y la imagen se amplía: Jesús recorre Galilea predicando y curando.

Así que Jesús no nos da explicación alguna de por qué sufre el ser humano sino que parte de una noción de persona humana como "sufriente". Y tampoco explica por qué el Creador ha hecho las cosas tan mal (a nuestra manera de entender) sino que muestra qué hace Dios respecto al sufrimiento: curar.

Mirando a Jesús agotado de predicar y curar tenemos una imagen de la divinidad y de la humanidad, y de la iglesia. La humanidad sufre, Dios trabaja para curar del sufrimiento; los que hemos aceptado la Misión de Jesús nos hemos comprometido a librar del sufrimiento a todos los que podamos.

Y tenemos que renunciar a la explicación del problema. No lo sabemos, porque La Palabra no lo ha dicho. Y así, creemos en El Padre, no porque podemos explicar el mal del mundo, sino a pesar del mal del mundo.

Ese mal, oscura fuerza a la que Jesús llamaba "el poder de las tinieblas", está íntimamente sembrado en lo más profundo del ser humano, y el mismo Jesús, inocente de pecado alguno, lo sufre. Si es humano, estará sometido al mal. Jesús crucificado es para nosotros un triple mensaje:

§ Ante todo, la humanidad indiscutible de Jesús. Es humano, sufre: sufre lo normal de la vida, y más que eso: la calumnia, la tortura, la muerte humillante.

La fuerza del Espíritu: por ella es capaz de asumir el sufrimiento y aceptar al Padre a pesar de él.

§ La exigencia de ese mismo Espíritu: Jesús dedica la vida entera a la lucha contra el mal, contra la ignorancia, la enfermedad, el pecado.

La fe en Jesús, por lo tanto, da la vuelta al problema, profundizándolo y llevando la solución al terreno de la praxis cristiana: el mal no es el castigo de Dios sobre el hombre: el mal es la condición humana, el pecado, el sufrimiento, la maldad, el dolor. De eso quiere salvar Dios al hombre.

Este es Jesús: Dios trabajando con los hombres, "hecho pecado", "hecho todo con todos"... para salvar.

Esto, exactamente esto, es nuestra definición de ser humano, dada desde Jesús: el crucificado en camino hacia la resurrección; el que padece el mal, pero lucha contra él, hacia la liberación.

Y ésta es la definición de los cristianos: los que quieren empeñar su vida en liberar a los hombres del mal, empezando por sí mismos, porque esa es la voluntad del Padre, salvar a sus hijos del mal.

Se libra del mal el hombre que libera su espíritu de la esclavitud del pecado ("todo el que comete pecado es esclavo del pecado"). Es la más íntima de las liberaciones.

Libra del mal todo aquél que ayuda a liberar de la ignorancia, del hambre, de la injusticia, de los pecados, de la enfermedad, de todas las esclavitudes. Esta es una magnífica manera de iluminar todos los trabajos de todos los humanos: el sentido profundo, el más profundo, de todo lo que hacemos, es ayudar a todos a liberarse de sus esclavitudes, de sus limitaciones, de sus ignorancias... y yo soy el primero que me voy liberando al ayudar.

"Creemos en el Padre incomprensible, que no por Padre deja de ser incomprensible y no por incomprensible deja de ser Padre".

Creer en Dios no es fácil: es siempre un riesgo, una apuesta, un acto de confianza. Hemos hecho un acto de fe en Jesús. Nos fiamos de él, aunque no entendamos muchas cosas. Nos gustaría que las cosas fueran de otra manera. Pensamos que, puesto que no son como a nosotros nos parece que deberían ser, Dios es injusto o no hay Dios.

Este es el momento de recordar la extraordinaria frase de Pablo: yo lo único que sé es Cristo, y Cristo crucificado. Otros buscan prodigios o sabidurías. Yo sé sólo Cristo crucificado, creo que es la Palabra, y vivo según esa Palabra.

AL AMANECER

En la segunda parte del evangelio de hoy se presenta una escena entrañable, que bien habría merecido leerse ella sola un domingo. Jesús ha dormido con sus discípulos en casa de Simón y Andrés. Cuando los primeros pájaros despiertan al alba, Jesús se levanta en silencio, pasa con cuidado entre los cuerpos tendidos en sus esteras, sale al exterior y, todavía en la penumbra del amanecer, sale al campo - ¿a la playa quizá? – a encontrarse con el Padre.

Será esta una costumbre habitual de Jesús. Aparece en varios lugares en los evangelios. Incluso a veces se pasa la noche entera en oración. Jesús necesita de la oración, necesita encontrarse a solas con el Padre.

No pierde la presencia de Dios durante el día, continuamente está levantando el corazón en breves plegarias, continuamente está viendo a Dios en todas las cosas, hablando de Dios a toda la gente, pero su espíritu necesita estarse a solas con el Padre, y lo encuentra al amanecer, mientras los demás duermen.

Jesús, ser humano como nosotros, nos muestra una de nuestras necesidades más olvidadas: quedarnos a solas con el Padre, para escuchar, para refrescar, para tranquilizar, para coger fuerzas.

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