Por José María Maruri, SJ
1.- “Tus pecados te son perdonados…”, qué mal gusto el del Señor hablarnos a vosotros y a mí de pecados. El Señor habla conforme a la mentalidad de su tiempo, de que del pecado se deriva la enfermedad. Y en realidad aún nuestros tiempos hay muchas enfermedades que vienen de una vida viciosa y desenfrenada, como suelen ser las producidas por el alcohol, las drogas, el desenfreno sexual y muchos etcéteras.
Siguiendo el mal gusto del Señor vamos a hablar del pecado. Dicen que hoy está descafeinado, no sólo porque los curas lo hemos arrumbado en la bohardilla, junto a otras cosas pasadas de moda.
2.- La verdad es que no sólo se habla de poco a nada del pecado, sino que gracias a Dios se habla más de la infinita bondad y cariño de Dios a los hombres y mujeres. Y eso es un avance. Pero el que la gente no dé importancia al pecado y se confiese poco no se debe a ese avance, sino a que los curas no nos sentamos a confesar, porque son pocos los que se confiesan y nos convertimos en la pescadilla que muerde la cola, porque no nos sentamos a confesar porque no viene nadie. Y claro cada vez vienen menos, porque si vienen no estamos.
Pero esa no es la razón más importante, aunque lo sea. La razón es que, sobre todo, los jóvenes atribuyen la fabricación de los pecados a la Iglesia, sobre todo del sexto mandamiento. Dicen que la Iglesia esa muy estricta en ese punto y el resultado es que media España se acuesta con la otra media, convirtiendo nuestra sociedad en una sociedad de trotacatres. Lo mismo entre casados –y eso se llama adulterio--, que entre solteros y eso se llama fornicación, aunque sea entre novios. Y lo raro es que siga existiendo el negocio más antiguo del mundo cuando hasta en un banco de la calle Lagasca, aquí en el centro de Madrid, he visto a dos enlazados para no pasar frío… ¡digo yo!
3.- Lo que pasa es que no es la Iglesia la exigente en este punto, sino el mismo Jesucristo, que, por ejemplo en Marcos 7, 21-25, dice: “Del corazón del hombre salen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, asesinatos, adulterios, fraudes… etc. Por eso si tenéis alguna dificultad os diré lo que el cabo nos decía en la mili cuando nos quejábamos de que el fúsil no funcionaba: “las reclamaciones al Maestro Armero”. Si hay quejas no deben ir a la Iglesia, sino a Dios Mismo. Como habéis visto el fraude también está condenado, aunque hoy le llamen pelotazo, o bufanda, por mucho que se le llame presunto.
Otra cuestión que se está difundiendo es la homosexualidad. Yo tengo unos cuantos amigos homosexuales a los que admiro por la lucha que llevan y el bien que hacen. Pero eso no quita que el vicio “homosexual” sea reprobable y uno sienta vergüenza ajena de los que salen del armario, señal de lo que tienen, porque aunque yo aunque quisiera salir de armario no podría por que no lo tengo.
4.- Y basta ya porque podríamos continuar sin límites. Existe el pecado y si quitamos el pecado del diccionario, tenemos que borrar al cristianismo del mismo diccionario, pero eso no significa que debamos estar dando vueltas al pecado como burros atados a la noria. Hemos oído a Isaías que Él ha realizado algo nuevo en nosotros. Y eso nuevo es que quita de nosotros el corazón de piedra y nos va a meter en el pecho un corazón de carne. Y es Él mismo ha sido quien por su cuenta ha borrado todos nuestros pecados.
Vamos a vivir en la alegría que da la limpieza de alma y cuerpo, en la alegría de ser hijos de la Virgen Pura, en la alegría de los bello, de los artístico, de lo no vulgar, alegría que no suena a carcajada hueca de carnaza podrida.
Siguiendo el mal gusto del Señor vamos a hablar del pecado. Dicen que hoy está descafeinado, no sólo porque los curas lo hemos arrumbado en la bohardilla, junto a otras cosas pasadas de moda.
2.- La verdad es que no sólo se habla de poco a nada del pecado, sino que gracias a Dios se habla más de la infinita bondad y cariño de Dios a los hombres y mujeres. Y eso es un avance. Pero el que la gente no dé importancia al pecado y se confiese poco no se debe a ese avance, sino a que los curas no nos sentamos a confesar, porque son pocos los que se confiesan y nos convertimos en la pescadilla que muerde la cola, porque no nos sentamos a confesar porque no viene nadie. Y claro cada vez vienen menos, porque si vienen no estamos.
Pero esa no es la razón más importante, aunque lo sea. La razón es que, sobre todo, los jóvenes atribuyen la fabricación de los pecados a la Iglesia, sobre todo del sexto mandamiento. Dicen que la Iglesia esa muy estricta en ese punto y el resultado es que media España se acuesta con la otra media, convirtiendo nuestra sociedad en una sociedad de trotacatres. Lo mismo entre casados –y eso se llama adulterio--, que entre solteros y eso se llama fornicación, aunque sea entre novios. Y lo raro es que siga existiendo el negocio más antiguo del mundo cuando hasta en un banco de la calle Lagasca, aquí en el centro de Madrid, he visto a dos enlazados para no pasar frío… ¡digo yo!
3.- Lo que pasa es que no es la Iglesia la exigente en este punto, sino el mismo Jesucristo, que, por ejemplo en Marcos 7, 21-25, dice: “Del corazón del hombre salen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, asesinatos, adulterios, fraudes… etc. Por eso si tenéis alguna dificultad os diré lo que el cabo nos decía en la mili cuando nos quejábamos de que el fúsil no funcionaba: “las reclamaciones al Maestro Armero”. Si hay quejas no deben ir a la Iglesia, sino a Dios Mismo. Como habéis visto el fraude también está condenado, aunque hoy le llamen pelotazo, o bufanda, por mucho que se le llame presunto.
Otra cuestión que se está difundiendo es la homosexualidad. Yo tengo unos cuantos amigos homosexuales a los que admiro por la lucha que llevan y el bien que hacen. Pero eso no quita que el vicio “homosexual” sea reprobable y uno sienta vergüenza ajena de los que salen del armario, señal de lo que tienen, porque aunque yo aunque quisiera salir de armario no podría por que no lo tengo.
4.- Y basta ya porque podríamos continuar sin límites. Existe el pecado y si quitamos el pecado del diccionario, tenemos que borrar al cristianismo del mismo diccionario, pero eso no significa que debamos estar dando vueltas al pecado como burros atados a la noria. Hemos oído a Isaías que Él ha realizado algo nuevo en nosotros. Y eso nuevo es que quita de nosotros el corazón de piedra y nos va a meter en el pecho un corazón de carne. Y es Él mismo ha sido quien por su cuenta ha borrado todos nuestros pecados.
Vamos a vivir en la alegría que da la limpieza de alma y cuerpo, en la alegría de ser hijos de la Virgen Pura, en la alegría de los bello, de los artístico, de lo no vulgar, alegría que no suena a carcajada hueca de carnaza podrida.
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