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viernes, 16 de marzo de 2012

IV Domingo de Cuaresma (Jn 3,14-21) - Ciclo B: SER MAESTRO


Publicado por Fundaciòn Epsilón

En el griego común hay dos palabras para designar al maestro: "didáskalos" significa hacer saber, enseñar, saber teórico, y "epistátês" (de "epístêmi": estar sobre) con que se denomina a quien tiene experiencia y sabe hacer lo que conviene en cada momento: saber práctico.
El verdadero maestro reunía el saber teórico-práctico: sabía y sabía hacer; por eso jugaba en la vida con ventaja sobre los otros. A sus pies se sentaban los discípulos (en griego "mathêtai": aprendices), quienes se convertían en acólitos (seguidores) del maestro, compartiendo la vida con él. El maestro les enseñaba a vivir: ésta era su razón de ser.
En el país de Jesús, al maestro le llamaban Rabí, que quiere decir "mi señor". Con esta palabra de la lengua aramea, que Jesús hablaba, se designaba tanto al que es mucho como al que tiene mucho de grandeza, dignidad, poder o cualidades, aquél que sobresale en la vida.
A maestro se llegaba con los años; de ahí que maestro (del latín: "magister" = el que es más) y señor (también del latín "senior": más viejo) fueran sinónimos. Para ser maestro se necesitaba acumular durante años experiencia de vida y conocimientos.
El maestro, en el mundo griego, reunía a sus alumnos (= alimentados) en la escuela, palabra ésta de origen griego que significaba "ocio" y pasó , más tarde, a indicar el lugar donde, en los ratos de ocio, se reunía la gente en torno al maestro para estudiar letras, filosofía y otras ciencias...
El saber no se había profesionalizado todavía e interesaba a alumnos y maestros porque enseñaba a vivir e incidía en la vida.
Hoy, en nuestro mundo, han cambiado las cosas. Apenas quedan maestros. Eso sí, proliferan los especialistas del saber, ese ejército numeroso de profesionales que han dividido al hombre y al mundo en parcelas de estudio y que, conociendo ampliamente una parcela, no tienen una perspectiva global de humanidad. Por eso, para aprender a vivir -esa rara asignatura ausente de nuestros planes de estudio- necesitamos muchos especialistas; antes bastaba con un maestro.
Sin embargo, yo sigo pensando que nuestro mundo necesita maestros a la antigua usanza. Hombres modélicos a quienes miren las nuevas generaciones para aprender a sobrevivir en medio de esta marejadilla de sociedad que consume los modelos antes de desgastarlos.
Jesús de Nazaret fue un maestro en el sentido pleno de la palabra, aunque ni siquiera sabemos si empleó sus ratos de ocio en ir a la escuela. Como buen maestro enseñó a un puñado de discípulos a vivir. Quienes vivieron con él aprendieron un estilo de vida y de humanidad, difícilmente superable.
Él, que era el maestro (= el que más) se hizo ministro (= el que menos, servidor) y sentó su cátedra en la cruz, a la que subió por haber ejercido un magisterio auténtico, cuya única razón de ser era enseñar a vivir de otro modo y devolver la vida al pueblo, vida que los maestros-señores-dominadores-sabedores de la época le habían quitado. "Todo el que crea en él -dice el evangelista Juan- tendrá vida eterna". Pues solo es maestro quien enseña a vivir y está dispuesto a dar la vida por esta causa. Jesús la dio.

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