Publicado por Pastoral sj
Son muchos los que se asoman a la pascua y viven estos días con Jesús. Muchos los hombres y mujeres cuyos caminos se entrecruzan con ese camino de la cruz. Personajes que hablaron y actuaron mejor o peor dependiendo de las perspectivas bien diferentes que tenían.
En esa historia tremenda y profunda se conjugan temor y valentía, dolor profundo y egoísmos, generosidad y compasión… Gestos y palabras que reproducimos muchas veces en nuestras vidas. Más allá del tiempo. Gestos, palabras y silencios que descubrimos o intuimos, que proclamamos y compartimos. Gestos de pascua
“Se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ciñe. Después echa agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba ceñida” (Jn 13,4-5)
Dar descanso y alivio tras la fatiga del camino. Mostrarle al otro que es merecedor de una dignidad profunda, sea cual sea su situación. Invertir los rangos y categorías. Acariciar los cansancios. Despojarse uno de pompas y honras, de títulos y méritos, para vestirse la toalla de quien está dispuesto a cuidar del otro.
Es lo que haces tú, un Dios hecho hombre, un hombre que refleja Dios, y ese gesto genera sorpresa e incomprensión, resistencia y miedo. ¿Quién va a abrazar hoy esta lógica absurda? ¿Por qué hacerse pequeño y no grande? ¿Por qué agacharse para cuidar del sencillo?
¿Quién se da? ¿Quién se da en mi mundo, en mi entorno?
¿Cómo puedo partirme y compartirme cada día un poco más?
«Mientras cenaban, tomó un pan, pronunció la bendición,lo partió y se lo dio diciendo: “Tomadd, esto es mi cuerpo”» (Mc 14,22)
El pan que es la propia vida. Partir, repartir y compartir lo que uno tiene, lo que uno es, lo que uno sueña y siente. Dar tu fuerza y tu debilidad, tu ilusión y tu abatimiento, tu canto y tu silencio. Dar tu tiempo y tu mirada, tu riqueza y tu nada. Darte cada día.
Es lo que haces tú: el Hijo del Hombre; el Hijo de Dios, el Dios de rostro humano; el hombre cuya vida habla de Dios. Tú mismo te conviertes en don, en entrega, en regalo. Qué sorprendente forma de actuar en un mundo de brazos cerrados, donde, quien más quien menos, todos nos reservamos mucho.
¿Qué puede haber de beso insincero en mi vida?
«Judas se acercó enseguida, le dijo “¡maestro!” y le dio un beso. Los otros le echaron mano y lo arrestaron» (Mc 14,45-46)
Pervertir un gesto que habla de vida, de confianza, de proximidad, y se convierte en señal de distancia, marca un abismo, sella un abandono y una traición. Pervertir la ternura, mentir con el cuerpo, abrazar negando.
Y en ese beso vacío se te rompe un poco el corazón. Como se te rompe cada vez que proclamamos tu nombre pero no hay evangelio en nuestras vidas. Cada vez que alguien niega a su hermano el pan o la vida. En ese beso mentiroso te estremeces por todo el dolor que desencadena. Y callas. Y te entregas.
¿Qué afirman mi vida, mis opciones?
¿Hablan mis gestos, mis palabras y mis silencios de un Dios de vida?
«Le preguntó el Sumo Sacerdote: “¿Eres tú el Mesías, el hijo del Bendito?”. Jesús respondió: “Yo lo soy”»
Ante quien haga falta. No negar, ni callar. Afirmar una manera diferente de ser de Dios. Afirmar la vida con tu palabra ante Caifás, «Tú lo has dicho». Con tu negación ante Pilato «si mi Padre no te hubiera dado poder…» o con tu silencio ante un Herodes frívolo y vacío.
Afirmas también en nosotros. Cada vez que descubrimos destellos de tu presencia. Cada vez que alguien habla de un amor infinito. Cada vez que alguien alza la voz y la vida para oponerse al que mata y hiere, al que excluye y desprecia. Cada vez que alguien prescinde de lo anodino y lo sin sentido.
¿Soy consciente de las consecuencias de las opciones que tomo? ¿De las relaciones que establezco? ¿De los caminos que elijo y los que desecho?
“Pilato pidió agua y se lavó las manos ante la gente diciendo: “No soy responsable de la muerte de este inocente. Allá vosotros” (Mt 27,24)
No querer saber nada. Apartar la mirada para no ver lo que duele. Pretender no ser responsable de las propias decisiones. Refugiarse en el olvido o en la ignorancia de quien no quiere que nada le salpique. Huir, al fin y al cabo.
Es lo que hace Pilato. Negar lo que es evidente. Acceder al abuso, aun sabiendo que es injusto, para evitarse problemas. Y así seguimos. Hoy esa negación se llama indiferencia; o se llama ceguera; se llama justificación de lo que no es posible. Nadie quiere ser responsable, pero tus hijos siguen muriendo en tantas cruces injustas…
«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María la Magdalena» (Jn 19,25)
Esa cruz en la que está clavado el Justo que lo da todo. Esa cruz en la que el liberador va a desclavar a todas las víctimas inocentes. Esa cruz de fidelidad y compromiso, de promesa y cumplimiento, de un amor incondicional y eterno que se derrama sobre cada ser humano.
Cada quién la contemplamos desde nuestras propias inquietudes. Y te descubrimos como modelo o como alivio, y sentimos que nos marcas un camino vital, o que nos miras con misericordia infinita. Te miramos, y de nuestros labios brota una plegaria de perdón, una acción de gracias inaudible, un grito de aliento, una sacudida de dolor o el silencio perplejo de quien se ve desbordado.
En esa historia tremenda y profunda se conjugan temor y valentía, dolor profundo y egoísmos, generosidad y compasión… Gestos y palabras que reproducimos muchas veces en nuestras vidas. Más allá del tiempo. Gestos, palabras y silencios que descubrimos o intuimos, que proclamamos y compartimos. Gestos de pascua
Lavar los pies
¿Quién refleja esta lógica en mi mundo?
¿Quién refleja esta lógica en mi mundo?
“Se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ciñe. Después echa agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba ceñida” (Jn 13,4-5)
Dar descanso y alivio tras la fatiga del camino. Mostrarle al otro que es merecedor de una dignidad profunda, sea cual sea su situación. Invertir los rangos y categorías. Acariciar los cansancios. Despojarse uno de pompas y honras, de títulos y méritos, para vestirse la toalla de quien está dispuesto a cuidar del otro.
Es lo que haces tú, un Dios hecho hombre, un hombre que refleja Dios, y ese gesto genera sorpresa e incomprensión, resistencia y miedo. ¿Quién va a abrazar hoy esta lógica absurda? ¿Por qué hacerse pequeño y no grande? ¿Por qué agacharse para cuidar del sencillo?
FRATERNIDAD
Estás en medio nuestro
como un gran amigo.
Sostienes nuestras voces
con tu voz silenciosa.
Es hermoso tenerte
tan cerca en este instante
de oración y alegría
que nos une a tu lado.
Lávanos bien el alma
de egoísmo, Señor,
en tanto te rezamos
con las manos unidas.
Haz que esta plegaria
que nos das que te demos
nos haga más hermanos
de verdad desde ahora.
Estás en medio nuestro
sembrándonos tu vida,
tu reciente y eterna
ternura transparente.
Todo cuanto ahora mismo
cantamos todos juntos
es una lenta súplica
de amor y de querencia.
Basta, Señor, de un mundo
que se cierra a tu altura.
De unos hombres
que sólo se miran con recelo.
De esta lágrima inmensa
que es la tierra en que vamos
medio viviendo aprisa
sin mirarte a los ojos.
Estás en medio nuestro
como un gran amigo.
Sostienes nuestras voces
con tu voz silenciosa.
Es hermoso tenerte
tan cerca en este instante
de oración y alegría
que nos une a tu lado.
Lávanos bien el alma
de egoísmo, Señor,
en tanto te rezamos
con las manos unidas.
Haz que esta plegaria
que nos das que te demos
nos haga más hermanos
de verdad desde ahora.
Estás en medio nuestro
sembrándonos tu vida,
tu reciente y eterna
ternura transparente.
Todo cuanto ahora mismo
cantamos todos juntos
es una lenta súplica
de amor y de querencia.
Basta, Señor, de un mundo
que se cierra a tu altura.
De unos hombres
que sólo se miran con recelo.
De esta lágrima inmensa
que es la tierra en que vamos
medio viviendo aprisa
sin mirarte a los ojos.
Valentín Arteaga.
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Partir el pan
Partir el pan
¿Quién se da? ¿Quién se da en mi mundo, en mi entorno?
¿Cómo puedo partirme y compartirme cada día un poco más?
«Mientras cenaban, tomó un pan, pronunció la bendición,lo partió y se lo dio diciendo: “Tomadd, esto es mi cuerpo”» (Mc 14,22)
El pan que es la propia vida. Partir, repartir y compartir lo que uno tiene, lo que uno es, lo que uno sueña y siente. Dar tu fuerza y tu debilidad, tu ilusión y tu abatimiento, tu canto y tu silencio. Dar tu tiempo y tu mirada, tu riqueza y tu nada. Darte cada día.
Es lo que haces tú: el Hijo del Hombre; el Hijo de Dios, el Dios de rostro humano; el hombre cuya vida habla de Dios. Tú mismo te conviertes en don, en entrega, en regalo. Qué sorprendente forma de actuar en un mundo de brazos cerrados, donde, quien más quien menos, todos nos reservamos mucho.
MI CUERPO ES COMIDA
Mis manos, esas manos y tus manos
hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en tu muerte y en tu vida.
Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
ciudad de Dios, ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.
El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen
nos convoca
a ser contigo el pan de cada día.
Llamados por la luz de tu memoria,
marchamos hacia el reino
haciendo historia,
fraterna y subversiva eucaristía
Mis manos, esas manos y tus manos
hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en tu muerte y en tu vida.
Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
ciudad de Dios, ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.
El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen
nos convoca
a ser contigo el pan de cada día.
Llamados por la luz de tu memoria,
marchamos hacia el reino
haciendo historia,
fraterna y subversiva eucaristía
Pedro Casaldáliga.
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Besar sin amor
Besar sin amor
¿Qué puede haber de beso insincero en mi vida?
«Judas se acercó enseguida, le dijo “¡maestro!” y le dio un beso. Los otros le echaron mano y lo arrestaron» (Mc 14,45-46)
Pervertir un gesto que habla de vida, de confianza, de proximidad, y se convierte en señal de distancia, marca un abismo, sella un abandono y una traición. Pervertir la ternura, mentir con el cuerpo, abrazar negando.
Y en ese beso vacío se te rompe un poco el corazón. Como se te rompe cada vez que proclamamos tu nombre pero no hay evangelio en nuestras vidas. Cada vez que alguien niega a su hermano el pan o la vida. En ese beso mentiroso te estremeces por todo el dolor que desencadena. Y callas. Y te entregas.
ESTE SITIO DE ANGUSTIA
Uno quisiera siempre
tener su mano amiga
su buen pan compañero,
su dulce café,
su amigo inseparable
para cada momento.
Quisiera no encontrar
un solo fruto amargo,
una casa sangrando,
un niño abandonado,
un anciano caído
debajo del fracaso.
Pero a veces los días
se ponen grises,
nos miran con miradas enemigas,
y se ríen de nosotros,
se burlan de nosotros,
nos enseñan cadáveres
de jornaleros tristes,
de muchachas vencidas,
de niños sin tintero.
Se mira uno las uñas,
como haciéndose viejo,
encoge las rodillas
para no perecer,
y nada bueno agita las campanas,
nada bueno florece
en los hombros del mundo.
Entonces es que uno llama al apio
y le dice,
llama al rábano amargo
y le dice también
que esta corteza de hombre
debe ser un castigo,
un paisaje maldito
donde el hombre no quiere,
no soporta vivir
porque le sorben sangre,
porque le chupan sangre
hasta dejarlo ciego.
Uno quisiera siempre
tener su mano amiga
su buen pan compañero,
su dulce café,
su amigo inseparable
para cada momento.
Quisiera no encontrar
un solo fruto amargo,
una casa sangrando,
un niño abandonado,
un anciano caído
debajo del fracaso.
Pero a veces los días
se ponen grises,
nos miran con miradas enemigas,
y se ríen de nosotros,
se burlan de nosotros,
nos enseñan cadáveres
de jornaleros tristes,
de muchachas vencidas,
de niños sin tintero.
Se mira uno las uñas,
como haciéndose viejo,
encoge las rodillas
para no perecer,
y nada bueno agita las campanas,
nada bueno florece
en los hombros del mundo.
Entonces es que uno llama al apio
y le dice,
llama al rábano amargo
y le dice también
que esta corteza de hombre
debe ser un castigo,
un paisaje maldito
donde el hombre no quiere,
no soporta vivir
porque le sorben sangre,
porque le chupan sangre
hasta dejarlo ciego.
Jorge Debravo
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Afirmar la vida
Afirmar la vida
¿Qué afirman mi vida, mis opciones?
¿Hablan mis gestos, mis palabras y mis silencios de un Dios de vida?
«Le preguntó el Sumo Sacerdote: “¿Eres tú el Mesías, el hijo del Bendito?”. Jesús respondió: “Yo lo soy”»
Ante quien haga falta. No negar, ni callar. Afirmar una manera diferente de ser de Dios. Afirmar la vida con tu palabra ante Caifás, «Tú lo has dicho». Con tu negación ante Pilato «si mi Padre no te hubiera dado poder…» o con tu silencio ante un Herodes frívolo y vacío.
Afirmas también en nosotros. Cada vez que descubrimos destellos de tu presencia. Cada vez que alguien habla de un amor infinito. Cada vez que alguien alza la voz y la vida para oponerse al que mata y hiere, al que excluye y desprecia. Cada vez que alguien prescinde de lo anodino y lo sin sentido.
SÚPLICA POR LA VOZ
Que no se me amordace la voz
te rezo ahora.
Que se alce libre y honda
cuando Tú me lo pidas.
Que se me calle siempre
cuando el silencio queme.
Que también se arrodille
cuando digas la tuya.
Hablar tiene que ser
un quehacer de ternura
Rómpela en mil añicos
cuando la cruce el odio.
Con tus manos traslúcidas
haz bocina en mi boca
cuando venga habitada
de tu nombre limpísimo.
Haz, Señor, que la acepten
como un beso los pobres.
Como un pájaro virgen
los niños en sus manos.
Y los enamorados de la tarde
y el parque
como un sueño macizo
de amor y de canciones.
Pero a aquellos que hacen
de las palabras zanjas
en que caigan los hombres
y se pierdan sin nadie,
Señor, mi voz les haga
confundirse ellos mismos.
¡Hablar es construir
un redondel de gozo!
Que no se me amordace la voz
te rezo ahora.
Que se alce libre y honda
cuando Tú me lo pidas.
Que se me calle siempre
cuando el silencio queme.
Que también se arrodille
cuando digas la tuya.
Hablar tiene que ser
un quehacer de ternura
Rómpela en mil añicos
cuando la cruce el odio.
Con tus manos traslúcidas
haz bocina en mi boca
cuando venga habitada
de tu nombre limpísimo.
Haz, Señor, que la acepten
como un beso los pobres.
Como un pájaro virgen
los niños en sus manos.
Y los enamorados de la tarde
y el parque
como un sueño macizo
de amor y de canciones.
Pero a aquellos que hacen
de las palabras zanjas
en que caigan los hombres
y se pierdan sin nadie,
Señor, mi voz les haga
confundirse ellos mismos.
¡Hablar es construir
un redondel de gozo!
Valentín Arteaga
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Lavarse las manos
Lavarse las manos
¿Soy consciente de las consecuencias de las opciones que tomo? ¿De las relaciones que establezco? ¿De los caminos que elijo y los que desecho?
“Pilato pidió agua y se lavó las manos ante la gente diciendo: “No soy responsable de la muerte de este inocente. Allá vosotros” (Mt 27,24)
No querer saber nada. Apartar la mirada para no ver lo que duele. Pretender no ser responsable de las propias decisiones. Refugiarse en el olvido o en la ignorancia de quien no quiere que nada le salpique. Huir, al fin y al cabo.
Es lo que hace Pilato. Negar lo que es evidente. Acceder al abuso, aun sabiendo que es injusto, para evitarse problemas. Y así seguimos. Hoy esa negación se llama indiferencia; o se llama ceguera; se llama justificación de lo que no es posible. Nadie quiere ser responsable, pero tus hijos siguen muriendo en tantas cruces injustas…
DIOS QUE ME DA…
Dios que me da
el beleño por la noche
el azafrán por el día
el cantueso por la tarde.
Dios que me da
tu presencia en el sueño,
el amor para el hambre
la muerte para el cuerpo
la vida para el alma
jabón para lavarme.
Y yo le doy,
pellizcos a sus manos,
disgustos a sus curas,
y le pago con deudas.
Dios me da demasiado.
Dejadme que esta noche me horrorice.
Dios que me da
el beleño por la noche
el azafrán por el día
el cantueso por la tarde.
Dios que me da
tu presencia en el sueño,
el amor para el hambre
la muerte para el cuerpo
la vida para el alma
jabón para lavarme.
Y yo le doy,
pellizcos a sus manos,
disgustos a sus curas,
y le pago con deudas.
Dios me da demasiado.
Dejadme que esta noche me horrorice.
Gloria Fuertes
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Contemplar la Cruz
Miro en silencio al Señor en cruz, ¿qué veo?
Contemplar la Cruz
Miro en silencio al Señor en cruz, ¿qué veo?
«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María la Magdalena» (Jn 19,25)
Esa cruz en la que está clavado el Justo que lo da todo. Esa cruz en la que el liberador va a desclavar a todas las víctimas inocentes. Esa cruz de fidelidad y compromiso, de promesa y cumplimiento, de un amor incondicional y eterno que se derrama sobre cada ser humano.
Cada quién la contemplamos desde nuestras propias inquietudes. Y te descubrimos como modelo o como alivio, y sentimos que nos marcas un camino vital, o que nos miras con misericordia infinita. Te miramos, y de nuestros labios brota una plegaria de perdón, una acción de gracias inaudible, un grito de aliento, una sacudida de dolor o el silencio perplejo de quien se ve desbordado.
TARDE DE VIERNES SANTO
Tu vida se veía destruida,
pero tú alcanzabas la plenitud.
Aparecías clavado como un esclavo,
Pero llegabas a toda la libertad.
Habías sido reducido al silencio,
pero eras la palabra
más grande del amor.
La muerte exhibía su victoria,
pero la derrotabas para todos.
El reino parecía desangrarse contigo,
pero lo edificabas
con entrega absoluta.
Creían los jefes
que te habían quitado todo,
pero tú te entregabas
para la vida de todos.
Morías como un
abandonado por el Padre,
pero él te acogía
en un abrazo sin distancias.
Desaparecías
para siempre en el sepulcro,
pero estrenabas
una presencia universal.
¿No es sólo apariencia de fracaso
la muerte del que se entrega a tu designio?
¿No somos más radicalmente libres,
cuando nos abandonamos en tu proyecto?
¿No está más cerca nuestra plenitud,
cuando vamos siendo despojados en tu misterio?
¿No es la alegría tu última palabra,
en medio de las cruces de los justos?
Tu vida se veía destruida,
pero tú alcanzabas la plenitud.
Aparecías clavado como un esclavo,
Pero llegabas a toda la libertad.
Habías sido reducido al silencio,
pero eras la palabra
más grande del amor.
La muerte exhibía su victoria,
pero la derrotabas para todos.
El reino parecía desangrarse contigo,
pero lo edificabas
con entrega absoluta.
Creían los jefes
que te habían quitado todo,
pero tú te entregabas
para la vida de todos.
Morías como un
abandonado por el Padre,
pero él te acogía
en un abrazo sin distancias.
Desaparecías
para siempre en el sepulcro,
pero estrenabas
una presencia universal.
¿No es sólo apariencia de fracaso
la muerte del que se entrega a tu designio?
¿No somos más radicalmente libres,
cuando nos abandonamos en tu proyecto?
¿No está más cerca nuestra plenitud,
cuando vamos siendo despojados en tu misterio?
¿No es la alegría tu última palabra,
en medio de las cruces de los justos?
Benjamín González Buelta
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