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miércoles, 2 de mayo de 2012

“YA LOS MEDIOS PREDICABAN EL FINAL DE LA ESPERANZA”


(De la canción “El bichito” Ezequiel Jusid – Arbolito)

Se nos viene la noche. Así nos lo anuncian todo el tiempo, por todos los medios posibles. Se diría que ya no hay salida para la crisis económica internacional que preserva el neoliberalismo por encima de la vida de la gente. Se diría que la brecha entre “ellos”, “los delincuentes, los peligrosos, los violentos” y “nosotros” los “pobres vecinos de la ciudad, víctimas de sus ataques” –brecha producida por la exclusión social y promulgada a gritos por la televisión- se fuera profundizando de un modo que ya no tuviera retorno. Algo parecido al 2001 parece asomarse amenazadoramente en el horizonte.

Ahí estamos. Camino de Emaús. Volviendo, desilusionados, con la cola entre las patas, enterrando otra vez la esperanza de salvación. Saliendo nuevamente de cierta sensación de que algo tal vez podía andar mejor, de que “alguien” de cualquier signo político podría “rescatarnos”. Incluso nuestro Dios; en palabras de Hilda Lizarazu, “si hay un Dios algo tiene que hacer” (es decir, que se ocupe otro, nosotros infantilmente esperando soluciones que lluevan del cielo de los dioses o de los que mandan).

Eso sí. Muchos andamos debatiendo por el camino; tratando de entender, de interpretar lo que vamos viviendo, buscando no comprar las respuestas falaces a la venta en los “escaparates” de los medios y de muchos discursos. La ventaja y el desafío de la des/ilusión, del des/encanto, es justamente que los hechizos se hayan roto, y la verdad de la vida se nos ofrece de nuevo, cruda pero real, para que ahí busquemos las pistas de interpretación…

En el camino hacia Emaús, es justamente en esa situación donde se hace presente Jesús. En el debate, que examina los “signos de los tiempos”, se acerca como un “descolgado”, un ignorante, alguien que no tiene idea de qué hablan. Y ahí, los invita, nos invita, a poner la Palabra en diálogo con la realidad que vivimos, con esa realidad que nos golpea, nos interpela, nos duele… Les propone la discusión, el debate comunitario y en común, con otros diferentes, que vienen de otro lado, para poder entender con mayores elementos lo que pasa, lo que nos pasa…

Hablan “de la Ley y los profetas”; seguramente recuerdan el sueño de Dios de que la vida se expanda en igualdad y dignidad, en abundancia, para todos, y el martirio de tantos que se atrevieron a proclamarlo delante de los poderosos; recuerdan que “el Mesías debía padecer”, que el amor se vuelve aparentemente impotente frente a la violencia de los sistemas humanos… Revisando con Él y a la luz de la Palabra los últimos acontecimientos, esto de cómo el poder de turno vuelve a triunfar y a deshacerse de los que luchan por la justicia, confirman con más intensidad aún, lo que venían conversando: se nos viene la noche. “Quedate con nosotros, porque el día ya declina”.

Se sientan a la mesa, y comparten. Y cuando logran romper las cortezas, cuando todo lo externo que nos separa se abre y queda a la vista el interior, logran descubrirlo. Al despojarnos de las cáscaras protectoras, aparece lo humano que nos habita. Cuando el encuentro logra producirse, a corazón abierto (“como abrir el pecho y sacar el alma, una cuchillada de amor”, como diría Fito Páez), ahí lo reconocemos. “Él está en medio de nosotros”, “hasta el fin de los tiempos”, aunque la realidad que nos circunda parezca negarlo. Y surge tenaz el grito “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Compartir el pan nos esclarece, caen las vendas de los ojos, nos redescubrimos iguales, hermanos. El fuego renace; “¿no ardía acaso nuestro corazón…?”. Se ahuyenta el miedo, en el encuentro, y la lucha por la vida parece posible nuevamente. La “noche” se vuelve posibilidad de regenerar los lazos fraternos, de apoyarnos mutuamente en este proceso de resurrección social que necesitamos, que se nos reclama…

Y desaparece la expectativa mágica de “alguien que nos rescate”, y se hace imperioso salir de regreso al camino, ponerse a trabajar, tomar la utopía del Reino en nuestras manos, construirlo paso a paso, encuentro a encuentro…

Por Sandra Hojman

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