Domingo 2 Tiempo Ordinario – C (Juan 2, 1-11)
Reflexionando sobre las Bodas de Caná, me viene a la mente aquello que cuenta J. L. Martín descalzo: “Un día, cuando el papá llegó a casa luego del largo trabajo del día, se encontró con los hijos pequeños que le esperaban ansiosos. Y le preguntan: “Papá, ¿de qué color son los ojos de mamá?”
El padre se quedó sorprendido y no sabía que responder. Tantos años juntos y no sabía de qué color eran lo ojos de su esposa.”
¿Por qué me viene este recuerdo? Por una sencilla razón.
Todo el mundo estaba en la Boda, pero ninguno se había percatado de que “iba faltando el vino”. Solo la Madre fue capaz de darse cuenta de que la fiesta iba a terminar mal. Y sale en defensa de los recién casados, que tampoco se daban por enterados.
Gracias a ella, Jesús hace el primer milagro o “signo”. Gracias a ella, Jesús anticipa su “hora”. Gracias a ella, los discípulos aumentan su fe en El. Gracias a ella, lo que pudo terminar en un problema, se convirtió en fiesta.
Es frecuente:
Estar cerca y no ver a los demás.
Estar cerca y no darnos cuenta de los problemas de los demás.
Estar cerca y no darnos por enterados del peligro que corren los demás.
Estar cerca y no ver “los el color de los ojos de mamá”.
¡Qué importante es aprender a ver!
¡Qué importante es aprender a ver el sufrimiento de los demás!
¡Qué importante es aprender a ver que los problemas tienen solución!
¡Qué importante es aprender es comprometernos en los problemas de los otros!
¡Qué importante es aprender a ver que los problemas tienen solución!
¡Qué importante es aprender a ayudar a los demás sin que ellos se enteren!
¡Qué importante es aprender que un problema puede mejorar la vida de los demás!
“El segundo vino fue mejor que el primero”.
Un problema solucionado, puede despertar una mejor relación.
Un problema solucionado, puede hacer que el segundo amor sea mejor que el primero.
Vivimos demasiado amontonados. Vivimos demasiado juntos.
Pero es posible que no nos demos por enterados del problema de los que están a nuestro lado.
Es posible que los problemas de los demás nos resbalen y no nos demos por aludidos.
Que cada uno se las vea. A mí me basta con los míos.
Que cada uno baile con la suya.
Es posible que muchas parejas ya no sepan ni el color de los ojos del otro.
Es posible que muchas parejas ya no sean capaces de sentir los problemas del otro.
El mundo está lleno de problemas.
Nuestros vecinos están llenos de problemas.
Nuestra esposa puede estar pasando un mal momento.
Nuestro esposo puede que esté dolido de la situación que vive.
Y todos nos pasamos a su lado sin enterarnos.
O mejor dicho, pasamos a su lado, cerrando los ojos.
Es preciso aprender a mirar a los ojos de los que están a nuestro lado.
Es preciso aprender a mirar el color de los ojos.
Es preciso aprender a mirar las lágrimas de muchos corazones.
Y es preciso que los sintamos como propios.
Y es preciso que nos compliquemos para que los demás sean felices.
Y es preciso que echemos una mano para solucionar los problemas de los demás.
Es preciso que devolvamos la fiesta que se estaba apagando.
No importa que no vean nuestra mano.
Nadie se dio por enterado que, en realidad, el buen vino tuvo su origen en María.
Esposos:
¿De qué color son los ojos de vuestras esposas?
¿De qué color son los problemas de vuestros maridos?
¿De qué color son los problemas de vuestros hijos?
¿De que color son los problemas de los que nos rodean?
Todos los problemas tienen solución. Lo que importa es tomar conciencia de ellos.
Lo que importa no es que nos quedemos con los brazos cruzados.
Nadie nos va a conocer por nuestras palabras.
El mundo nos conocerá por nuestros signos de solidaridad.
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