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viernes, 29 de marzo de 2013

Viernes Santo: Si el grano de trigo no muere...

Publicado por El Blog de X. Pikaza

VC de Pérez Esquivel. 12 Estación: Jesús es descendido de la cruz y queda en manos de su madre:

-- Se recompone el mundo, se cura su herida, hay esperanza para el orbe de la tierra:
-- vienen hombres y mujeres de todas partes gritando y cantando,
-- María y Jesús (signo de la nueva humanidad) son el grano de trigo, que penetra en la tierra, para fecundarla,
-- bajo tierra se une la pequeña comunidad de los cristianos, que celebra el misterio de Jesús y anuncia su esperanza, con velas de Dios (velas de luz para orientarse y comenzar la nueva andadura.

Esta imagen retoma la tradición de las catacumbas, donde los cristianos celebran desde el subsuelo el triunfo de Cristo, que atrae a todos con la fuerza de su Vida.



Esta imagen recuerda al más duro Ernesto Sábato, en Sobre Héroes y Tumbas, cuando colocaba el infierno en el subsuelo de Buenos Aires. Pero ese subsuelo se ha vuelto fuente de luz, pues seis nuevos "conspiradores de amor" han roto los barrotes del miedo y proclaman la llegada de la Vida.

Ésta es la imagen final de Dostoiewsky, en los Hermanos Karamazov, cuando habla de los condenados de Siberia, los hombres del Subsuelo, que recrearán la tierra.

Esta imagen recuerda las mejores tradiciones del Viernes Santo, con Jesús convertido en Útero de Vida, con su madre, semilla de grano que muere para fecundar la tierra, en el Gulag de la Gran Siberia.

Siga leyendo quien quiera, y buen Viernes Santo para todos. Al final he ofrecido la imagen ampliada, para quienes quieran evocar sus detalles.

La Cruz del Subsuelo.

Cruz alzada. Se eleva como fondo y realidad del misterio de Dios y de la vida, mientras el mundo se recompone, desde el sur, desde América Latina, que aparece así como continente mesiánico y misionero. Desde las víctimas del mundo, con Jesús, puede comenzar y comienza el camino de la nueva humanidad.

Cuando sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí” (Jn. 8,27). El pueblo de Dios emerge y viene por la gran llanura, con las manos levantadas, hombres y mujeres. Quieren aprender la “ley de Dios”, el camino de la paz, conforme a la promesa de Is 2, 2-4: Vendrán a Sión todos, aprenderán a vivir en concordia sobre una tierra pacificada. Jesús atrae, Jesús llama, desde al alto de la Cruz. Ese es el principio del cristianismo.

Dios Padre no aparece, no tiene necesidad de aparecer, se encuentra en todo, en la cruz y en el mundo entero, en Jesús, en el regazo de la madre… La imágenes medievales solían evocar este misterio con el título de Compassio Patris, compasión del Padre que acogía en sus brazos abiertos, admirado y reverente, al Hijo de su Amor, viendo así como culmina su obra creadora. Todas las cosas han sido creadas y recreadas en la Cruz del Hijo de Dios, afirma la carta a los Colosenses.

Sobre la cruz, pequeña, pequeña y clara, al lado del INRI que define a Jesús Nazoreo como Rey de los Judíos, emerge la Paloma Universal, la paloma de la vida tras el diluvio, la paloma del bautismo de Jesús ya realizado, el Espíritu Santo de la nueva humanidad que avanza. Las representaciones medievales, más explícitas, ponían la paloma en el centro en lo algo, como expresión del Espíritu de Vida que brota de la Cruz de Jesús. Aquí aparece de forma velada, pero es el único signo que queda sobre la cruz.

Todos los rostros concretos de la pasión desaparecen. No hay soldados, ni verdugos… No están ni siquiera las mujeres que acompañan a María, con el Discípulo Amado, ni está Nicodemo, ni Simón de Arimatea. María, sólo ella, recoge a Jesús en su seno de madre. La Cruz lo llena todo, la Cruz de la Madre con el Hijo, que es el signo de la vida que se engendra y se expande en dolor amoroso. La Cruz hecha semilla de vida.

Esta es la nueva imagen de la Piedad, la madre con el hijo a solas, en nuevo y definitivo alumbramiento (como en la Pietá de Míguel Ángel). Pero están llevando en su amor el mundo entero. Ella es la humanidad que ha hecho camino culminado en Jesús; Jesús es el Hijo de la humanidad. Los dos están dentro del Útero de Dios, del gran Huevo de Pascua del mundo, como signo y verdad de la vida que nace del amor, de la entrega por los demás, de la justicia. La Madre y el Hijo, eso es Dios, todo el universo, la Tierra Preñada de vida. Significativamente, en la piedad de América Latina no se puede hablar de Cruz sin Madre amorosa a su lado, es decir, sin humanidad que recibe y expande la vida de Jesús.

«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24)… Así cae Jesús al ser elevado…, así está penetrando en la roja tierra, con su madre. Los dos, madre e hijo, son el grano, un grano redondo, una "redoma de Vida", el útero sagrado, y llevan consigo el genoma de la Nueva Humanidad, el Genoma de Dios, la Eucaristía del Pan de la Vida, que es pan de madre, pan de hijo y amigo… pan redentor.

Nueva comunidad, la Iglesia de las Catacumbas… Vienen de todas partes, en la gran llanura de la tierra, buscando el grano de trigo enterrado que da mucho fruto… Pero abajo, en el seno de la roja tierra, se reúne ya la primera comunidad creyentes. Son seis, parece que son cuatro mujeres y dos varones (una proporción razonable), alumbrándose con velas y celebrando el misterio Pascual, la Eucaristía que nace de la cruz… Éstos son son la comunidad de las catacumbas, los nuevos renacidos de Jesús, que tendrán que salir pronto del seno de la tierra y abrazar a todos los que vienen por la gran llanura.

¿Dónde está Adán y Eva?. En las crucifixiones de la Edad Media, al pie de la cruz, solía colocarse la calavera de Adán, que recibía la sangre de Cristo y resucitaba. Así nacía la nueva humanidad. En esta escena, el verdadero Adán y Eva, la nueva comunidad, son los seis celebrantes del subsuelo (como los desterrados y presos de Dostoiewsky, que desde Siberia o América Latina serán el comienzo de la nueva humanidad). Adán y Eva son Jesús y su Madre, Adán y Eva son (somos) todos los vienen por la gran llanura, buscando el nuevo nacimiento.

La Cruz se convierte así en relato de nueva creación, en una línea teológica que tiene rasgos gnósticos, pero que ha sido “recreada” en forma ortodoxa por los grandes Padres de la Iglesia, desde Ireneo y Orígenes hasta los capadocios. Ésta es la paradoja de Dios. Está surgiendo de la Cruz de Jesús, del grano de trigo, del huevo cósmico-divino, la nueva humanidad.

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