Por Javier Leoz
En un frase inolvidable, el Concilio Vaticano enseñó que la Eucaristía de “fuente y cumbre de toda la vida cristiana.” (Lumen Gentium 11)Y, por lo tanto, la Solemnidad del Corpus, nos lleva a sentir que, Jesús es la vitalidad que necesitan nuestras manos para ayudar, nuestros pies para caminar y nuestra mente para pensar en cómo y hacia donde dirigir nuestros esfuerzos de evangelización. ¡Adelante! ¡El mundo espera mucho de nosotros! ¡Cristo, nos acompaña!
1.- En esta festividad del Corpus Christi, no solamente celebramos la Eucaristía; al salir Jesús, en custodia, por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, estamos expresando algo tan importante como que, su sacrificio, es para la salvación del mundo entero. ¿Lo sentimos así? ¿Somos custodias vivas en medio de un mundo que, desgraciadamente, silencia a Dios?
La procesión del Corpus no sólo es aquella que se inicia una vez al año desde la más histórica catedral o desde la más sencilla iglesia. La procesión del Corpus, la auténtica, la verdadera, es la que día a día se manifiesta públicamente y a todas las horas con fe y testimonio de Jesucristo. ¿Cómo? ¿Dónde? Con la vida corriente de un cristiano y allá donde el cristiano se desenvuelve.
2.- Hoy, al contemplar la custodia, por supuesto que experimentamos una fuerza interior. Algo que nos llena y que nos hace vivir, muy de cerca y con verdad, la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Pero ¿y luego? A continuación, esa emoción, se ha de convertir en hechos. Si Jesús va por delante y nos espera en los “galileas de hoy”, no podemos conformarnos con alfombrar calles y balcones. O mejor dicho; si que hemos de alfombrar pero, sobre todo, las almas, los corazones, las instituciones, la familia, la educación, los valores y tantas otras cosas que están necesitadas de un “toque de Dios”. 3.- El Corpus, en ese sentido, nos puede venir muy bien para impregnar, no sólo con aroma de incienso, y sí con una intensa vida cristiana nuestro existir y, por lo tanto, la realidad que nos rodea. ¿Lo haremos? ¿Nos comprometemos en más propuestas de fraternidad, a la caridad, en el amor sin farsa y sin tregua?
-Que el pan de la vida, en medio de tantas mesas vacías y necesitadas, sea hoy también una llamada a dar algo de nosotros.
-Que el pan de la vida, que es el Cuerpo de Jesucristo, sea para nosotros aquel Memorial del que mucho nos amó y mucho nos dio.
-Que el pan de la vida nos haga decir aquello que nuestros mártires proclamaban “sin el domingo no podemos vivir”.
-Que el pan de la vida, ante tanto pan sucedáneo, sea una llamada a buscar la autenticidad, los bienes que merecen la pena.
El Señor nos precede en los caminos de la vida. Si le comulgamos, en este día del Corpus, hemos de implicarnos en aquello que fue su deseo: “Id al mundo entero y predicad el evangelio”
Es bueno, que el PAN DE LA VIDA, recorra nuestras calles y plazas; que vea al anciano o el enfermo que se asoman desde el balcón; que el Señor sea bendecido y honrado de mil formas, pero a continuación, nos tendremos que mojar, un poco más, para que su Cuerpo, lejos de ser arrinconado y olvidado en un sagrario, contribuya a promover la justicia, el amor, la libertad, la paz a través, de esos “otros cuerpos” que somos todos los cristianos diseminados por todo el mundo. Y, eso, si que será un buen fruto espiritual del Corpus Christi. ¿Lo intentamos? ¡Viva Jesús Sacramentado!
4.- ALABADO Y ADORADO SEAS, SEÑOR
Sí, Señor; y, por siempre, seas amado
Apreciado en un mundo tembloroso y con amores mediocres
Adorado por aquellos que, primero sí y luego con un no
nos resistimos a entrar con fuerza por los caminos
que Tú señalaste mientras estuviste con nosotros.
Sí, Señor; que tu presencia –real y misteriosa-
sea venerada en medio de tantos dioses
que, sin poder alguno, logran reverencias
y honores, títulos y mil prebendas.
Sí; Señor; que la Eucaristía –centro y cumbre de la vida cristiana-
sea esa veleta que nos oriente hacia el bien;
sea esa espoleta, que al descubrirla,
explosione en semillas de verdad, de paz y de fe
Sí; Señor.
¡Que tu nombre sea bendecido!
Hoy, más que nunca, necesitamos pronunciar tu nombre
¿Nos dejas Señor?
¿No correremos el riesgo de resignarnos a dejarte
blanco y reluciente en el centro de la custodia?
¿No estaremos indicando al mundo que, Cristo está presente
pero que, su vida, nos interesa poco o nada?
¡Que tu nombre sea anunciado!
Que las calles y las plazas por las que has pasado, Señor,
sean altavoces inmensos por los que el mundo conozca y escuche
tu historia y tus milagros, tu fuerza y tu poder
tu gracia y tu misericordia, tu paz y tu consuelo
¡Bendícenos, Señor, en este día del Corpus!
Porque estamos débiles, llénanos de Ti
Porque estamos sordos, háblanos de Dios
Porque estamos paralizados, levántanos
Porque vivimos en un sin vivir, danos vida de tu vida
Porque miramos poco al cielo, sé un destello del Dios vivo
¡Que vivas, Señor! ¡En el cielo y en la tierra!
¡En las montañas y en el mar! ¡En los corazones y en las almas!
¡En el altar y en las plazas! ¡En la iglesia y en el mundo!
¡En el niño y en el joven! ¡En el anciano y en las familias!
¡Vive, Señor! ¡No dejes nunca de salir, del resplandeciente altar al duro suelo!
Y, sí a tu paso, ves miseria y contradicciones,
aridez y pecado, dureza y cansancio…
No desertes de hacer lo que siempre has realizado:
Poner abundancia donde existía escasez
Salud donde desgranaba la enfermedad
Fe allá donde despuntaba la duda
Confianza en aquellos que hace tiempo viven en la incertidumbre
¡Vive, Señor! ¡Y no dejes de bendecirnos! Amén
1.- En esta festividad del Corpus Christi, no solamente celebramos la Eucaristía; al salir Jesús, en custodia, por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, estamos expresando algo tan importante como que, su sacrificio, es para la salvación del mundo entero. ¿Lo sentimos así? ¿Somos custodias vivas en medio de un mundo que, desgraciadamente, silencia a Dios?
La procesión del Corpus no sólo es aquella que se inicia una vez al año desde la más histórica catedral o desde la más sencilla iglesia. La procesión del Corpus, la auténtica, la verdadera, es la que día a día se manifiesta públicamente y a todas las horas con fe y testimonio de Jesucristo. ¿Cómo? ¿Dónde? Con la vida corriente de un cristiano y allá donde el cristiano se desenvuelve.
2.- Hoy, al contemplar la custodia, por supuesto que experimentamos una fuerza interior. Algo que nos llena y que nos hace vivir, muy de cerca y con verdad, la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Pero ¿y luego? A continuación, esa emoción, se ha de convertir en hechos. Si Jesús va por delante y nos espera en los “galileas de hoy”, no podemos conformarnos con alfombrar calles y balcones. O mejor dicho; si que hemos de alfombrar pero, sobre todo, las almas, los corazones, las instituciones, la familia, la educación, los valores y tantas otras cosas que están necesitadas de un “toque de Dios”. 3.- El Corpus, en ese sentido, nos puede venir muy bien para impregnar, no sólo con aroma de incienso, y sí con una intensa vida cristiana nuestro existir y, por lo tanto, la realidad que nos rodea. ¿Lo haremos? ¿Nos comprometemos en más propuestas de fraternidad, a la caridad, en el amor sin farsa y sin tregua?
-Que el pan de la vida, en medio de tantas mesas vacías y necesitadas, sea hoy también una llamada a dar algo de nosotros.
-Que el pan de la vida, que es el Cuerpo de Jesucristo, sea para nosotros aquel Memorial del que mucho nos amó y mucho nos dio.
-Que el pan de la vida nos haga decir aquello que nuestros mártires proclamaban “sin el domingo no podemos vivir”.
-Que el pan de la vida, ante tanto pan sucedáneo, sea una llamada a buscar la autenticidad, los bienes que merecen la pena.
El Señor nos precede en los caminos de la vida. Si le comulgamos, en este día del Corpus, hemos de implicarnos en aquello que fue su deseo: “Id al mundo entero y predicad el evangelio”
Es bueno, que el PAN DE LA VIDA, recorra nuestras calles y plazas; que vea al anciano o el enfermo que se asoman desde el balcón; que el Señor sea bendecido y honrado de mil formas, pero a continuación, nos tendremos que mojar, un poco más, para que su Cuerpo, lejos de ser arrinconado y olvidado en un sagrario, contribuya a promover la justicia, el amor, la libertad, la paz a través, de esos “otros cuerpos” que somos todos los cristianos diseminados por todo el mundo. Y, eso, si que será un buen fruto espiritual del Corpus Christi. ¿Lo intentamos? ¡Viva Jesús Sacramentado!
4.- ALABADO Y ADORADO SEAS, SEÑOR
Sí, Señor; y, por siempre, seas amado
Apreciado en un mundo tembloroso y con amores mediocres
Adorado por aquellos que, primero sí y luego con un no
nos resistimos a entrar con fuerza por los caminos
que Tú señalaste mientras estuviste con nosotros.
Sí, Señor; que tu presencia –real y misteriosa-
sea venerada en medio de tantos dioses
que, sin poder alguno, logran reverencias
y honores, títulos y mil prebendas.
Sí; Señor; que la Eucaristía –centro y cumbre de la vida cristiana-
sea esa veleta que nos oriente hacia el bien;
sea esa espoleta, que al descubrirla,
explosione en semillas de verdad, de paz y de fe
Sí; Señor.
¡Que tu nombre sea bendecido!
Hoy, más que nunca, necesitamos pronunciar tu nombre
¿Nos dejas Señor?
¿No correremos el riesgo de resignarnos a dejarte
blanco y reluciente en el centro de la custodia?
¿No estaremos indicando al mundo que, Cristo está presente
pero que, su vida, nos interesa poco o nada?
¡Que tu nombre sea anunciado!
Que las calles y las plazas por las que has pasado, Señor,
sean altavoces inmensos por los que el mundo conozca y escuche
tu historia y tus milagros, tu fuerza y tu poder
tu gracia y tu misericordia, tu paz y tu consuelo
¡Bendícenos, Señor, en este día del Corpus!
Porque estamos débiles, llénanos de Ti
Porque estamos sordos, háblanos de Dios
Porque estamos paralizados, levántanos
Porque vivimos en un sin vivir, danos vida de tu vida
Porque miramos poco al cielo, sé un destello del Dios vivo
¡Que vivas, Señor! ¡En el cielo y en la tierra!
¡En las montañas y en el mar! ¡En los corazones y en las almas!
¡En el altar y en las plazas! ¡En la iglesia y en el mundo!
¡En el niño y en el joven! ¡En el anciano y en las familias!
¡Vive, Señor! ¡No dejes nunca de salir, del resplandeciente altar al duro suelo!
Y, sí a tu paso, ves miseria y contradicciones,
aridez y pecado, dureza y cansancio…
No desertes de hacer lo que siempre has realizado:
Poner abundancia donde existía escasez
Salud donde desgranaba la enfermedad
Fe allá donde despuntaba la duda
Confianza en aquellos que hace tiempo viven en la incertidumbre
¡Vive, Señor! ¡Y no dejes de bendecirnos! Amén
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