Publicado por Fundacion Epsilon
EVANGELIO
Juan 20, 19-23
La escena tiene lugar el mismo día en que comienza la nueva creación (v. 19: aquel día primero de la semana); esta realidad va a ser considerada ahora desde el punto de vista de la nueva Pascua, con alusión al éxodo del Mesías Los discípulos son todos los que dan su adhesión a Jesus, no hay nombres propios ni limitación alguna. Con la frase estando atrancadas las puertas muestra el desamparo de los seguidores de Jesús en medio de un ambiente hostil El miedo denota la inseguridad; los discípulos aún no tienen experiencia de Jesús vivo (16,16) Como José de Arimatea, son discípulos clandestinos (19,38) Su situación es como la del antiguo Israel en Egipto (Ex 14,10); pero, como en el Éxodo, están en la noche (ya anochecido) en que el Señor va a sacarlos de la opresión (Ex 12 42 Dt 16, 1).
vv. 19-20: llegó Jesús, haciéndose presente en el centro y les dijo: -Paz con vosotros, y dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos sintieron la alegría de ver al Señor.
Jesús se hace presente, como había prometido (14,18s, 16, l8ss) y se sitúa en el centro: fuente de vida, punto de referencia, factor de unidad. Paz con vosotros es el saludo que les confirma que ha vencido al mundo y a la muerte y, a continuación, Jesús les muestra los signos de su amor y de su victoria (v. 20). El que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz; se les muestra como el Cordero de Dios, el de la Pascua nueva y definitiva, cuya sangre los libera de la muerte (Éx 12,12s); el Cordero preparado para ser comido esta noche (Ex 12,8), es decir, para que puedan asimilarse a él. La permanencia de las señales en las manos y el costado indica la permanencia de su amor; Jesús será siempre el Mesías-rey crucificado, del que brotan la sangre y el agua. Alegría.
v. 21: Les dijo de nuevo: Paz con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros y, dicho esto, sopló y les dijo: -Recibid Espíritu Santo.
La repetición del saludo (v. 21) introduce la misión, a la que tendía la elección de los discípulos (15,16; 17,18). Ésta ha de ser cumplida como el la cumplió, demostrando el amor hasta el fin (manos y costado). El Espíritu (v. 22) los capacitará para la misión. Sopló o «exhaló su aliento», éste es el verbo usado en Gn 2,7 para indicar la infusión en el hombre del aliento de vida. Jesús les infunde ahora su propio aliento, el Espíritu (19, 30), creando de este modo la nueva condición humana, la de espíritu (3 6 7 39) por el «amor y lealtad» que reciben (1, 17). Culmina así la obra creadora, esto significa «nacer de Dios» (1,13), estar capacitado para «hacerse hijo de Dios» (1,12). Quedan liberados «del pecado del mundo» (1,19) y salen de la esfera de la opresión. La experiencia de vida que da el Espíritu es «la verdad que hace libres» (8,31s); quedan «consagrados con la verdad» (17,17s). El éxodo del Mesías no se hace saliendo físicamente del «mundo» injusto (17,15), sino dando la adhesión a Jesús y, de este modo, dejando de pertenecer al sistema mundano (17,6.14).
v. 23: A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados.
Este es el resultado positivo y negativo de la misión, en paralelo con la de Jesús. El pecado, la represión o supresión de la vida que impide la realización de proyecto creador, se comete al aceptar los valores de un orden injusto. Los pecados son las injusticias concretas que se derivan de esa aceptación.
El testimonio de los discípulos (15,26s), la manifestación del amor del Padre (9,4), obtendrá las mismas respuestas que el de Jesús: habrá quienes lo acepten y quienes se endurezcan en su actitud (15,18-21; 16,1-4).
Al que lo acepta y es admitido en el grupo cristiano, rompiendo de hecho con el sistema injusto, la comunidad le declara que su pasado ya no pesa sobre él; Dios refrenda esta declaración infundiéndole el Espíritu que lo purifica (19,34) y lo consagra (17,16s). A los que rechazan el testimonio, persistiendo en la injusticia, su conducta perversa, en contraste con la actividad en favor de los hombres que ejerce el grupo cristiano, les imputa sus pecados. La confirmación divina significa que estos hombres se mantienen voluntariamente en la zona de la reprobación (3,36).
vv. 19-20: llegó Jesús, haciéndose presente en el centro y les dijo: -Paz con vosotros, y dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos sintieron la alegría de ver al Señor.
Jesús se hace presente, como había prometido (14,18s, 16, l8ss) y se sitúa en el centro: fuente de vida, punto de referencia, factor de unidad. Paz con vosotros es el saludo que les confirma que ha vencido al mundo y a la muerte y, a continuación, Jesús les muestra los signos de su amor y de su victoria (v. 20). El que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz; se les muestra como el Cordero de Dios, el de la Pascua nueva y definitiva, cuya sangre los libera de la muerte (Éx 12,12s); el Cordero preparado para ser comido esta noche (Ex 12,8), es decir, para que puedan asimilarse a él. La permanencia de las señales en las manos y el costado indica la permanencia de su amor; Jesús será siempre el Mesías-rey crucificado, del que brotan la sangre y el agua. Alegría.
v. 21: Les dijo de nuevo: Paz con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros y, dicho esto, sopló y les dijo: -Recibid Espíritu Santo.
La repetición del saludo (v. 21) introduce la misión, a la que tendía la elección de los discípulos (15,16; 17,18). Ésta ha de ser cumplida como el la cumplió, demostrando el amor hasta el fin (manos y costado). El Espíritu (v. 22) los capacitará para la misión. Sopló o «exhaló su aliento», éste es el verbo usado en Gn 2,7 para indicar la infusión en el hombre del aliento de vida. Jesús les infunde ahora su propio aliento, el Espíritu (19, 30), creando de este modo la nueva condición humana, la de espíritu (3 6 7 39) por el «amor y lealtad» que reciben (1, 17). Culmina así la obra creadora, esto significa «nacer de Dios» (1,13), estar capacitado para «hacerse hijo de Dios» (1,12). Quedan liberados «del pecado del mundo» (1,19) y salen de la esfera de la opresión. La experiencia de vida que da el Espíritu es «la verdad que hace libres» (8,31s); quedan «consagrados con la verdad» (17,17s). El éxodo del Mesías no se hace saliendo físicamente del «mundo» injusto (17,15), sino dando la adhesión a Jesús y, de este modo, dejando de pertenecer al sistema mundano (17,6.14).
v. 23: A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados.
Este es el resultado positivo y negativo de la misión, en paralelo con la de Jesús. El pecado, la represión o supresión de la vida que impide la realización de proyecto creador, se comete al aceptar los valores de un orden injusto. Los pecados son las injusticias concretas que se derivan de esa aceptación.
El testimonio de los discípulos (15,26s), la manifestación del amor del Padre (9,4), obtendrá las mismas respuestas que el de Jesús: habrá quienes lo acepten y quienes se endurezcan en su actitud (15,18-21; 16,1-4).
Al que lo acepta y es admitido en el grupo cristiano, rompiendo de hecho con el sistema injusto, la comunidad le declara que su pasado ya no pesa sobre él; Dios refrenda esta declaración infundiéndole el Espíritu que lo purifica (19,34) y lo consagra (17,16s). A los que rechazan el testimonio, persistiendo en la injusticia, su conducta perversa, en contraste con la actividad en favor de los hombres que ejerce el grupo cristiano, les imputa sus pecados. La confirmación divina significa que estos hombres se mantienen voluntariamente en la zona de la reprobación (3,36).
No hay comentarios:
Publicar un comentario