El Evangelio de este domingo nos recuerda la parábola del sembrador. Primeramente Cristo anuncia esta parábola a la multitud concentrada a la orilla del lago y luego la explica a sus discípulos.
La Palabra de Dios es semejante a la semilla que el sembrador esparce para que produzca frutos en las almas de los hombres.
El profeta Isaías ha preparado ampliamente el terreno para comprender la parábola evangélica. He aquí lo que leemos en la liturgia de hoy: "Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo (Is 55, 10-11); así habla el Señor.
Nos hemos reunido este domingo para recitar, juntos, el "Angelus Domini".
Deseamos, con esta plegaria, venerar la Palabra de Dios operante en el alma de María de Nazaret.
Queremos honrar a María, en la cual se ha cumplido del modo más perfecto la parábola evangélica, al igual que la profecía de Isaías. ¡La palabra de Dios sembrada en el corazón de María ha producido los más bellos frutos!
Al mismo tiempo, deseamos orar a fin de que la Palabra de Dios produzca sus frutos también en nuestros corazones de acuerdo con la parábola de Cristo. Y a fin de que no vuelva "vacía".
Oremos para que el poder salvífico de la Palabra de Dios sea generosamente acogido en las almas de los hombres. Oremos para que haya buena cosecha sobrenatural en los corazones.
Juan Pablo II, Angelus, domingo 15 de julio de 1984 © Copyright 1984 - Libreria Editrice Vaticana
La Palabra de Dios es semejante a la semilla que el sembrador esparce para que produzca frutos en las almas de los hombres.
El profeta Isaías ha preparado ampliamente el terreno para comprender la parábola evangélica. He aquí lo que leemos en la liturgia de hoy: "Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo (Is 55, 10-11); así habla el Señor.
Nos hemos reunido este domingo para recitar, juntos, el "Angelus Domini".
Deseamos, con esta plegaria, venerar la Palabra de Dios operante en el alma de María de Nazaret.
Queremos honrar a María, en la cual se ha cumplido del modo más perfecto la parábola evangélica, al igual que la profecía de Isaías. ¡La palabra de Dios sembrada en el corazón de María ha producido los más bellos frutos!
Al mismo tiempo, deseamos orar a fin de que la Palabra de Dios produzca sus frutos también en nuestros corazones de acuerdo con la parábola de Cristo. Y a fin de que no vuelva "vacía".
Oremos para que el poder salvífico de la Palabra de Dios sea generosamente acogido en las almas de los hombres. Oremos para que haya buena cosecha sobrenatural en los corazones.
Juan Pablo II, Angelus, domingo 15 de julio de 1984 © Copyright 1984 - Libreria Editrice Vaticana
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