por Jesús Burgaleta
Palabra del Domingo. Homilías ciclo A. PPC. Madrid, 1983, pp. 149-151
La Vida no se construye
diciendo «Señor. Señor»,
ni de rodillas
con los ojos clavados en el cielo.
¿Cómo levantar la casa
sobre fundamento?
No se desarrolla la vida
profetizando,
ni echando a los demonios,
ni desarrollando la habilidad
de hacer milagros.
Entonces,
¿cómo levantar la casa
sobre fundamento?
Si no se construye la vida
ni con preces,
ni con rezos,
¿cómo levantaremos nuestra casa
sobre un firme
que resista el embate de los vientos?
Si no se consigue el Reino
con los ritos del agua,
la unción de los aceites,
ni con los sacramentos,
¿dónde estará lo que da firmeza
a nuestro piso?
Si no es seguro de vida
confesar cada semana,
ni comulgar por pascua florida
o a diario,
¿cómo construiremos sobre roca
nuestro edificio?
Si no se asienta la vida
cumpliendo leyes,
repitiendo tradiciones,
haciendo puntualmente
lo que nos transmitieron,
¿sobre qué pilar
estará seguro
el armazón de nuestro cuerpo?
Si no se salva uno
por obedecer al clero
o atender el consejo de los sabios,
¿cuál será la roca
sobre la que se pueda alzar
nuestro proyecto?
Si no es «tal» vocación,
ni el ser cura,
ni el vestir de monja,
ni estar casado,
ni el quedarse soltero,
lo que nos introduce en el Reino,
¿sobre qué podremos apoyar
el esfuerzo
por construir al hombre nuevo?
Ha puesto su vida sobre roca,
el que cumple el proyecto de Dios
aquí en la tierra,
como en el cielo.
Está sobre roca,
el que pronuncia su Nombre,
viviendo al unísono
con el espíritu del evangelio.
Está sobre la roca,
el que es fiel
en la persecución,
en la prueba
y en los tiempos recios.
Está sobre la roca,
resiste las lluvias,
el río desbordado
y el embate de los vientos,
el que estima a Dios
como el aliento de su pecho.
Edifica sobre fundamento
el que sigue a Jesús
en el combate del mundo
hasta la cumbre del Calvario.
Es esa casa sobre roca
el hombre prudente y sabio
que escucha la Palabra
y la trabaja
para que dé fruto.
Palabra del Domingo. Homilías ciclo A. PPC. Madrid, 1983, pp. 149-151
La Vida no se construye
diciendo «Señor. Señor»,
ni de rodillas
con los ojos clavados en el cielo.
¿Cómo levantar la casa
sobre fundamento?
No se desarrolla la vida
profetizando,
ni echando a los demonios,
ni desarrollando la habilidad
de hacer milagros.
Entonces,
¿cómo levantar la casa
sobre fundamento?
Si no se construye la vida
ni con preces,
ni con rezos,
¿cómo levantaremos nuestra casa
sobre un firme
que resista el embate de los vientos?
Si no se consigue el Reino
con los ritos del agua,
la unción de los aceites,
ni con los sacramentos,
¿dónde estará lo que da firmeza
a nuestro piso?
Si no es seguro de vida
confesar cada semana,
ni comulgar por pascua florida
o a diario,
¿cómo construiremos sobre roca
nuestro edificio?
Si no se asienta la vida
cumpliendo leyes,
repitiendo tradiciones,
haciendo puntualmente
lo que nos transmitieron,
¿sobre qué pilar
estará seguro
el armazón de nuestro cuerpo?
Si no se salva uno
por obedecer al clero
o atender el consejo de los sabios,
¿cuál será la roca
sobre la que se pueda alzar
nuestro proyecto?
Si no es «tal» vocación,
ni el ser cura,
ni el vestir de monja,
ni estar casado,
ni el quedarse soltero,
lo que nos introduce en el Reino,
¿sobre qué podremos apoyar
el esfuerzo
por construir al hombre nuevo?
Ha puesto su vida sobre roca,
el que cumple el proyecto de Dios
aquí en la tierra,
como en el cielo.
Está sobre roca,
el que pronuncia su Nombre,
viviendo al unísono
con el espíritu del evangelio.
Está sobre la roca,
el que es fiel
en la persecución,
en la prueba
y en los tiempos recios.
Está sobre la roca,
resiste las lluvias,
el río desbordado
y el embate de los vientos,
el que estima a Dios
como el aliento de su pecho.
Edifica sobre fundamento
el que sigue a Jesús
en el combate del mundo
hasta la cumbre del Calvario.
Es esa casa sobre roca
el hombre prudente y sabio
que escucha la Palabra
y la trabaja
para que dé fruto.
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