1. Todos los días del año celebramos a uno o a varios santos. Al celebrar los méritos de los citados servidores de nuestro Señor, nos alegramos porque ellos fueron fortalecidos por el Espíritu Santo porque ellos quisieron servir a nuestro Criador, para que pudieran alcanzar las metas que se propusieron aunque muchos de ellos tuvieron que sacrificar su vida para conseguir lo que anhelaban. Hoy celebramos los méritos del Santo por excelencia. Después de haber celebrado intensamente la Pascua de Resurrección, celebramos el día de Dios.
2. Tal como vimos en la celebración de Pentecostés, Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cuando Jesús comenzó su Ministerio público, nuestro Señor les decía a sus oyentes: "-El tiempo ha llegado y el reino de Dios ya está cerca" (Mc. 1, 15). Cuando Jesús curó al paralítico de Nazaret, uno de los enemigos de nuestro Señor dijo antes de que el Hijo de María hiciera el milagro que sorprendió a la multitud: "¡Solamente Dios puede perdonar pecados¡" (Mc. 2, 7). Cuando los fariseos reprendieron a Jesús porque sus discípulos cogían espigas de trigo para comérselas en día de reposo, el Hijo del carpintero les respondió: "-Dios hizo el día festivo por causa del hombre, y no al hombre por causa del día festivo" (Mc. 2, 27). Nuestro Señor nos dice: "Prestad atención a lo que oís: Dios os medirá con la misma medida que vosotros medís a los demás, y lo hará con creces" (Mc. 4, 24). "-Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber visto que el reino de Dios llega con poder" (Mc. 9, 2). "Nadie es bueno sino solamente Dios" (Mc. 10, 18). "Para Dios todo es posible" (Mc. 10, 27). "-Tened fe en Dios" (Mc. 11, 22). "El (Dios) es Dios de vivos y no de muertos" (Mc. 12, 27). "El Señor, nuestro Dios, es el único Señor" (Mc. 12, 29). "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas" (Mc. 12, 30). "Dios es único y no hay otro fuera de él" (Mc. 12, 32). "No podéis servir al mismo tiempo a Dios y al dinero" (Mt. 6, 24). "No juzguéis a nadie, para que Dios no os juzgue a vosotros" (Mt. 7, 1). "Pedid, y os darán; buscad, y encontraréis; llamad, y Dios os abrirá la puerta" (Mt. 7, 7). "-Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el reino de Dios es de los que son como ellos" (Mt. 19, 14). ""El Reino de Dios viene sin dejarse sentir"" (Lc. 17, 20). "Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad" (Jn. 4, 24). "Os aseguro que está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los muertos oirán la palabra de Dios, y los que la oigan, volverán a la vida" (Jn. 5, 25). "-lo que Dios espera de vosotros es que creáis en su enviado" (Jn. 6, 29). Dios es nuestro Padre, nuestro Creador, pues él conserva su obra y nos mantiene a través de su cuidado especial al que conocemos como divina Providencia.
2. Jesús es la segunda Persona del misterio trinitario. "Cuando todas las cosas comenzaron -leemos en el Evangelio de San Juan-, ya existía aquel que es la palabra. Y aquel que es la palabra vivía junto a Dios y era Dios" (Jn. 1, 1). "A cuantos le conocieron y creyeron en él les concedió el llegar a ser hijos de Dios" (Jn. 1, 12). "A Dios nadie le vio jamás; el Hijo único, que es Dios y vive en íntima unión con el Padre, nos le ha dado a conocer" (Jn. 1, 18). San Juan Bautista dijo con respecto a Jesús: "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn. 1, 29). Nicodemo se dirigió a Jesús diciéndole: "-Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos; nadie, en efecto, puede realizar los milagros que tú haces si Dios no está con él" (Jn. 3, 2). "Tanto amó Dios al mundo, que no dudó en entregarle a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Pues no envió Dios a su Hijo para dictar sentencia de condenación contra
el mundo, sino para que por medio de él se salve el mundo" (Jn. 3, 16-17). "Cuando habla aquel a quien Dios ha enviado, es Dios mismo quien habla, ya que Dios le ha comunicado plenamente su Espíritu" (Jn. 3, 34).
Recordemos la meditación de Pentecostés, y pidámosle a nuestro Padre común que nos haga recibir su Espíritu Santo, para que podamos sentir que él nos ama, y para que nuestra fe no se extinga en nuestros corazones.
2. Tal como vimos en la celebración de Pentecostés, Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cuando Jesús comenzó su Ministerio público, nuestro Señor les decía a sus oyentes: "-El tiempo ha llegado y el reino de Dios ya está cerca" (Mc. 1, 15). Cuando Jesús curó al paralítico de Nazaret, uno de los enemigos de nuestro Señor dijo antes de que el Hijo de María hiciera el milagro que sorprendió a la multitud: "¡Solamente Dios puede perdonar pecados¡" (Mc. 2, 7). Cuando los fariseos reprendieron a Jesús porque sus discípulos cogían espigas de trigo para comérselas en día de reposo, el Hijo del carpintero les respondió: "-Dios hizo el día festivo por causa del hombre, y no al hombre por causa del día festivo" (Mc. 2, 27). Nuestro Señor nos dice: "Prestad atención a lo que oís: Dios os medirá con la misma medida que vosotros medís a los demás, y lo hará con creces" (Mc. 4, 24). "-Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber visto que el reino de Dios llega con poder" (Mc. 9, 2). "Nadie es bueno sino solamente Dios" (Mc. 10, 18). "Para Dios todo es posible" (Mc. 10, 27). "-Tened fe en Dios" (Mc. 11, 22). "El (Dios) es Dios de vivos y no de muertos" (Mc. 12, 27). "El Señor, nuestro Dios, es el único Señor" (Mc. 12, 29). "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas" (Mc. 12, 30). "Dios es único y no hay otro fuera de él" (Mc. 12, 32). "No podéis servir al mismo tiempo a Dios y al dinero" (Mt. 6, 24). "No juzguéis a nadie, para que Dios no os juzgue a vosotros" (Mt. 7, 1). "Pedid, y os darán; buscad, y encontraréis; llamad, y Dios os abrirá la puerta" (Mt. 7, 7). "-Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el reino de Dios es de los que son como ellos" (Mt. 19, 14). ""El Reino de Dios viene sin dejarse sentir"" (Lc. 17, 20). "Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad" (Jn. 4, 24). "Os aseguro que está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los muertos oirán la palabra de Dios, y los que la oigan, volverán a la vida" (Jn. 5, 25). "-lo que Dios espera de vosotros es que creáis en su enviado" (Jn. 6, 29). Dios es nuestro Padre, nuestro Creador, pues él conserva su obra y nos mantiene a través de su cuidado especial al que conocemos como divina Providencia.
2. Jesús es la segunda Persona del misterio trinitario. "Cuando todas las cosas comenzaron -leemos en el Evangelio de San Juan-, ya existía aquel que es la palabra. Y aquel que es la palabra vivía junto a Dios y era Dios" (Jn. 1, 1). "A cuantos le conocieron y creyeron en él les concedió el llegar a ser hijos de Dios" (Jn. 1, 12). "A Dios nadie le vio jamás; el Hijo único, que es Dios y vive en íntima unión con el Padre, nos le ha dado a conocer" (Jn. 1, 18). San Juan Bautista dijo con respecto a Jesús: "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn. 1, 29). Nicodemo se dirigió a Jesús diciéndole: "-Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos; nadie, en efecto, puede realizar los milagros que tú haces si Dios no está con él" (Jn. 3, 2). "Tanto amó Dios al mundo, que no dudó en entregarle a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Pues no envió Dios a su Hijo para dictar sentencia de condenación contra
el mundo, sino para que por medio de él se salve el mundo" (Jn. 3, 16-17). "Cuando habla aquel a quien Dios ha enviado, es Dios mismo quien habla, ya que Dios le ha comunicado plenamente su Espíritu" (Jn. 3, 34).
Recordemos la meditación de Pentecostés, y pidámosle a nuestro Padre común que nos haga recibir su Espíritu Santo, para que podamos sentir que él nos ama, y para que nuestra fe no se extinga en nuestros corazones.
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