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sábado, 17 de mayo de 2008

Solemnidad de la Santisima Trinidad - Cicloa A: Un canto cósmico, todo es Trinidad.

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Celebramos hoy el domingo de Dios. Cuando decimos “Dios” y añadimos con sorpresa “¿trinidad?” no queremos imponer nada sobre nadie, ni obligarle a que cree, ni exigirle que cumpla ciertos mandamientos, ni decirle que se arrepienta… Decimos, simplemente: Dios, que hermosura. Hoy es Trinidad y por eso quiero ofrecer dos himnos antiguos de la iglesia, tomados de mi Enquiridión Trinitaris, Secretariado Trinitario, Salamanca 2005. Seguiré presentando en los días que siguen otros himnos y textos, alternados con reflexiones sobre lo que significa la Trinidad en plano personal, social y eclesial. Hoy es domingo de Dios. Me limitaré a leer en alto dos himnos, con los que felicito, de un modo especial, a todos los amigos de la "orden" trinitaria, Trinitarios de Algorta y Salamanca, en especial los del Secretariado Triniario, donde vivía y quería Nereo Silanes.
Textos de la misa.
2 Cor 13,11-13 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros. Juan 3,16-18. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Quien quiera meditarlos que los medite. En los días siguientes ofreceré algunos comentarios de los textos y del tema. Hoy bastan dos himnos de la iglesia antigus.
EFRÉN DE NÍSIBE (306?-373). Sol, rayo, calor.
Efrén pertenece a la iglesia oriental, aunque es de tradición siria (aramea), no griega. Fue diácono, predicador y poeta más que teólogo en sentido estricto. Su exégesis se encuentra más cerca de los métodos targúmicos (judíos) que de las alegorías helenistas. Pero sus poemas tienen un valor universal. Partiendo de la metáfora del sol y de su irradiación, san Efrén pone de relieve la unidad de la Trinidad y explica, de esa forma, cómo los tres constituyen un solo Dios. Este simbolismo, que todos pueden entender, nos conduce al corazón del misterio trinitario. (F. RILLIET, «Efrem siro», DPAC 1103-1107. F. W. BAUTZ, «Ephraem del Syrer», BBK I (1990) 1519-1520. E. BECK, Die Theol. des hl. Ephraem in seinen Hymnen über den Glauben, Studia Anselmiana 21, Roma 1949. I. ORTIZ DE URBINA, Patrologia syriaca, Roma 1958, 52 ss.).
1. Estos son, pues, los símbolos: el sol para el Padre, para el Hijo la luz y para el Espíritu santo el calor.
2. Aunque sólo haya un ser es una Trinidad lo que en él se percibe. ¿Quién podrá comprender lo incomprensible? 3. Es único y múltiple: Uno formado de Tres y tres que sólo forman uno, gran misterio, maravilla manifiesta. 4. El sol es distinto de su rayo, aunque esté unido con él; el rayo es también el mismo sol.
5. Pero nadie habla por ello de dos soles, aunque el rayo de sol sea también sol aquí abajo. 6. Así tampoco decimos que hay dos dioses; porque también Jesús nuestro Señor es Dios sobre lo creado. 7. ¿Quién puede mostrar la forma y lugar donde rayo y sol se vinculan con su calor, siendo tan libres...? 8. Rayo y calor no están separados del sol ni confundidos con él, sino unidos siendo distintos, libres estando vinculados ¡oh maravilla!
9. ¿Quién puede al observarlos apoderarse de ellos? ¡Y, sin embargo, ellos parecen tan sencillos, tan fáciles de entender! 10. ¡Escruta el sol sin tener en cuenta su irradiación y examínalo separado de su calor, si es que puedes hacerlo! 11. ¡Distingue el sol de su irradiación, toma después el calor, separa las dos cosas, si es que puedes! 12. Mientras que el sol permanece del todo en su altura, su claridad, su ardor, son para los de aquí abajo una clara presencia.
13. Ciertamente, su irradiación ha descendido a la tierra y permanece en nuestros ojos, como si hubiera tomado nuestra misma carne. 14. Cuando se cierran los ojos, en el momento del sueño, semejante a la muerte, el sol les abandona, aunque los ojos muy pronto volverán a despertar. 15. Nadie puede comprender cómo la luz entra en los ojos; tampoco entendemos la forma en que Nuestro Señor ha entrado en el seno de María. 16. La luz toma al interior del ojo una bella apariencia; después se va para visitar el universo.
17. También Nuestro Señor, ha tomado un cuerpo, en toda su debilidad, a fin de venir a santificar el universo. 18. Pero cuando el rayo vuelve hacia su fuente, él no había estado nunca separado de aquel que le había engendrado. 19. El rayo deja su calor a los de aquí abajo, como nuestro Señor ha dejado el Espíritu santo a sus discípulos. 20. Estas imágenes mira en el mundo creado y en Dios y no dudes que hay tres personas, pues de lo contrario te pierdes.
21. Lo que era oscuro he querido hacerlo claro para ti: cómo los tres hacen Uno, una Trinidad que sólo tiene una esencia. (Himno sobre la Trinidad, en S. Brock, L'Oeil de lumière, Bellefontaine, Paris 1991, 334-337).
SIMEÓN EL NUEVO TEÓLOGO (949-1022). Sol y fuente
Simeón es quizá el mayor de los teólogos bizantinos, el más importante de los pensadores de la Iglesia oriental. Se le llama el “nuevo” para distinguirle del “antiguo”, que es Gregorio de Nacianzo. Aquí evocamos una de las oraciones en la que retoma la imagen del sol y de la fuente. Así viene a mostrarse como uno de aquellos que más han explorado el simbolismo cósmico del misterio trinitario, que se mantiene en la más honda tiniebla. [Sus obras han sido publicadas en SC: 51 (Chapitres théologiques, gnostiques et pratiques, 1958), 96 (Catéchèses I, 1963), 104 (Catéchèses II, 1964), 113 (Catéchèses III, 1965), 122 (Traités théologiques et éthiques I, Théol, 1-3, Éthiq, 1-3, 1966), 129 (Traités théologiques et éthiques II. Éthiq 4-15 , 1967), 156 (Hymnes I-XV, I, 1969), 174 (Hymnes XVI-XL, II , 1971), 196 (Hymnes XLI-LVIII, III , 1973). Biografía y bibliografía en K. H. UTHEMANN, BBK XI (1996) 330-345. Edición electrónica en http://www.bautz.de/bbkl/s/s4/symeon_d_n_t.shtml].
Pero tú eres tú mismo en ti mismo, único Dios, Trinidad; sólo tú te conoces, tú y tu Hijo y el Espíritu, y sólo te conocen quienes comparten tu naturaleza. Es lo que pasa a los rayos del sol de este mundo: los que miran bien y ven con distinción, sentados al interior de la casa, ven que los rayos penetran, pero al sol no lo ven. Sucede lo mismo con tu gloria divina, lo mismo con tus claridades: aquellos que te buscan desde el fondo del alma, con un espíritu purificado sólo son capaces de verte en forma de misterio.
Y tú ¿de qué cualidad, de que tipo es tu esencia y cómo has engendrado una vez y engendras sin cesar, sin separarte de Aquel a quien engendras, de Aquel que está enteramente en ti, y, estando lleno de divinidad, todo lo llena de ella? Y así, Padre, tú permaneces totalmente en tu Hijo y contemplas al Espíritu divino, que de ti procede, al Espíritu que todo lo conoce y lo llena todo, porque es Dios por esencia y no se separa de ti, porque en ti tiene su fuente. Tú eres la Fuente de bienes y tu Hijo es el Bien total y distribuye estos bienes por el Espíritu a todos, con justicia, con misericordia y con felicidad, a los ángeles y a los hombres.
Pero ninguno de los ángeles, ni hombre alguno ha visto o ha conocido tu sustancia ¬– porque tú eres increado y eres tú quien todo lo ha creado por tu solo mandamiento. (Himnos, XXXI. SC 174, p. 389.


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