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miércoles, 14 de mayo de 2008

Solemnidad de la Santisima Trinidad - Ciclo A: EL DIOS CRISTIANO

¿Es el Dios cristiano el mismo que el de las demás religiones monoteístas (las que afirman que existe un solo Dios)? Si cuando decimos Dios nos referimos sólo a un concepto, a una idea filosófica..., pues sí, se trata del mismo Dios. Pero si pasamos de la filosofía a la vida..., entonces hay que pensar más la respuesta; porque no todos los que creen en un solo Dios entienden o conocen a Dios dé la misma manera.

DIOS NOS HABLA

Los cristianos conocemos a Dios porque él ha querido hablarnos. Si algo hay propiamente cristiano es que nuestra fe no nace del deseo del hombre de llegar hasta Dios, sino de la decisión de Dios de ponerse en contacto con los hombres: su Hijo, «la Palabra hecha carne», es la prueba.
Dios había estado intentando ponerse en contacto con la humanidad durante mucho tiempo, desde lo de Egipto, cuando intervino por primera vez en la historia mostrándose como un Dios amante de la libertad de los hombres y de los pueblos. Su intento se vio una y otra vez frustrado. Su mensaje fue unas veces desoído y otras voluntaria o involuntariamente manipulado.
Y así, se le llegó a presentar como un Dios caprichoso y arbitrario, dispuesto a imponer durísimos castigos a los hombres por violar leyes insignificantes, o un Dios cruel que ordenaba pasar a cuchillo a poblaciones enteras, incluidos los ancianos y los niños... (véase, p. ej., Jos 6,21; 8,2.22-29).
Para nosotros los cristianos sólo hay un camino para conocer a Dios: Jesús de Nazaret. Sólo en él tenemos la garantía de poder conocer a Dios tal y como Dios se ha querido dar a conocer (Jn 1,18).

NO VIENE A JUZGAR

«Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que dé sentencia contra el mundo, sino para que el mundo por él se salve».
Durante mucho tiempo se ha presentado a Dios sobre todo como juez. Y es cierto que en la Biblia hay pasajes en los que se llama o se presenta a Dios como juez (p ej.: Sal 82; 94,2). Lo que sucede es que, en lugar de ver en qué sentido o de qué manera Dios realiza esta función, lo que hemos hecho es aplicarle a Dios el modelo de juez que tenemos los hombres o, con más frecuencia, el tipo de juez que interesaba justificar a las clases dominantes. Por eso se olvidaban frases como la que hoy leemos en la primera lectura: «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad» (Ex 34,6), para poner siempre en primer plano aquellas frases que, hablando de castigo, de infierno o de cosas por el estilo, ayudaban a dominar cualquier tipo de rebeldía, convirtiendo a Dios en motivo de temor y, por tanto, en justificador de los que de tejas abajo se habían apuntado a jueces de sus semejantes. Sobre todo cuando estos jueces decían que su función procedía del mismísimo Dios. Y es importante constatar que no ha sido una sola, sino muchas las religiones que, a lo largo y ancho del mundo y de la historia, han presentado y siguen presentando así a Dios.
Pues no. El Dios cristiano, el Padre, que se ha manifestado en Jesús de Nazaret, es un Dios que no quiere juzgar, que no amenaza, que no condena. Aunque algunos, dicen que en su nombre, acudan con demasiada facilidad a la condena.

DIOS ES AMOR

Un Dios que sólo es Padre, que sólo es vida, que sólo es amor, que sólo salva.
Lo que sucede es que el Padre no impone la salvación que nos envía por medio de Jesús: no la impone, sólo la ofrece. Porque su salvación es efecto de su amor. Y el amor respeta siempre la libertad de la persona humana; no sólo la respeta: la busca, la potencia. Y en el uso soberano de esa libertad, el hombre podrá aceptar o rechazar la salvación que el Padre le ofrece.
Esta es la primera cualidad de Dios que los cristianos tenemos que tener en cuenta cuando queramos hablar del Padre, de nuestro Dios: Dios es amor. Pero una vez más tenemos que tener cuidado de no hacer a Dios a nuestra medida: su amor no es como el nuestro, casi siempre mezclado con egoísmo, casi siempre más preocupado por ser correspondido que por alcanzar la felicidad de la persona amada.

¡Y QUE AMOR!

«Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único, para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva y ninguno perezca».
Su amor es infinito, sin medida y no espera ser correspondido... al modo humano.
La calidad del amor que Dios ofrece se pone de manifiesto en la entrega de su Hijo; es un amor que tiene un objetivo, una finalidad clara: la salvación del mundo de los hombres. Y una salvación que no es sólo una promesa para la vida futura, sino una posibilidad para ésta: es la posibilidad (posibilidad que está en nuestras manos convertir en realidad> de llegar a ser hijos de Dios) la posibilidad de convertir este mundo en un mundo de hermanos. Es el amor del Padre, que por amor da la vida, y que quiere que sus hijos sean muchos y se le parezcan practicando el amor fraterno. Así es como Dios quiere que le correspondamos.
Ese es el Dios cristiano. El que «demostró ... su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único... para que el mundo por él se salve». Esta es la imagen que nos dio de él Jesús de Nazaret. Y todas las que de Dios se hayan podido presentar antes o después de él, o están de acuerdo con esta imagen o son, desde el punto de vista cristiano, total o parcialmente falsas.

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