Ex 19,2-6ª: Serán una nación santa
Salmo responsorial 99: Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño
Rm 5,6-11: Seremos salvos por su vida
Mt 9,36—10,8: Llamó y envió a los discípulos
Jesús elige a doce discípulos a los que el evangelista llama «apóstoles», esto es, enviados. Este grupo encarna al nuevo Israel. El grupo de los doce es bastante heterogéneo. De entre ellos hay siete -Andrés, Felipe, Bartolomé, Tomás, Santiago Alfeo, Tadeo, y Simón el fanático- de los que apenas sabemos nada. Lo que sabemos del resto deja mucho que desear, aunque el evangelista Mateo ha quitado asperezas a la imagen del grupo que da el evangelista Marcos.
El primero del grupo es Simón, que aparece citado por un nombre que significa en hebreo «el que escucha [a Dios]», y un sobrenombre, Pedro (=piedra), aludiendo con éste a su obstinación por mantener un ideal mesiánico contrario al de Jesús a lo largo del evangelio, hasta el punto de llegar a negarlo. En tercer y cuarto lugar aparecen Santiago Zebedeo y su hermano Juan, denominados en el evangelio de Marcos «Boanerges» (hijos del trueno, o truenos). En el Antiguo Testamento «el trueno» representa con frecuencia la voz de Dios que habla con ira y espanta a los no israelitas; este sobrenombre alude al autoritarismo de estos dos hermanos y a su celo extremado. En el evangelio de Lucas, éstos desean que caiga un rayo y aniquile a los habitantes de una aldea de Samaría, que no quisieron recibir a Jesús por ir de paso para Jerusalén (Lc 9,51-55). Los tres juntos, Pedro, Santiago y Juan tuvieron el privilegio de ser testigos de tres grandes momentos de la vida de Jesús relacionados con la muerte y la resurrección: la reanimación del cadáver de la hija de Jairo, la transfiguración y la oración en el huerto. En ninguno de estos tres momentos, estuvieron estos discípulos a la altura de las circunstancias, hasta el punto de que en la primera ocasión, al resucitar Jesús a la hija de Jairo, aquél les prohíbe comentar lo sucedido, temiendo que no supieran interpretarlo; en la transfiguración, Pedro hubiese preferido quedarse en el monte, haciendo tres tiendas, a seguir hacia Jerusalén, donde esperaba a Jesús la pasión, y en el huerto, finalmente, se duermen por tres veces, mostrando su escaso interés por dar la vida como y con Jesús. Al final, uno de ellos, Pedro llega hasta el colmo de negar a su maestro, también por tres veces; el resto lo abandona...
Del noveno de la lista, Leví, sabemos que era recaudador de impuestos y, por tanto, colaboracionista con el poder romano; social y religiosamente considerado al mismo nivel que los ladrones, los pecadores y las prostitutas.
El último de la lista, Judas, fue tristemente célebre, porque traicionó a Jesús.
Mucho tendría que trabajar Jesús hasta hacerles comprender y poner en práctica su mensaje de amor, de renuncia a los privilegios y al poder, su doctrina de servicio hasta la muerte. Nosotros, tal vez, hubiéramos elegido otros colaboradores mejor preparados, ya mentalizados para llevar adelante la tarea de expulsar espíritus inmundos, esto es, de liberar a la gente de las ideologías opresoras y de curar todos los males del cuerpo y del alma.
Como Moisés con el pueblo en el desierto, Jesús tuvo también muchas dificultades en su relación con los doce. El pueblo de Israel se olvidó una y otra vez del camino al que se había comprometido delante de Dios, añorando con frecuencia las cebollas de Egipto y protestando contra su guía por haberlos llevado a un desierto que ellos consideraban lugar de muerte y no de paso hacia la tierra prometida. Mientras Jesús estaba con ellos, los discípulos de Jesús se volverían una y otra vez al deseo de poder y de privilegios, hasta el colmo de dejar a su maestro solo en la cruz. Pero Dios recompondría aquella comunidad de discípulos decepcionados para hacerlos testigos fervientes de su mensaje de amor y servicio hasta los confines del mundo. Fue un largo camino no exento de dificultades, pero valió la pena. Al final podrían decir como Pablo en la carta a los romanos: «gracias a Jesús el Mesías, Señor nuestro, que nos ha obtenido la reconciliación, estamos también orgullosos de Dios», de un Dios débil, paciente, amoroso, todo servicio y entrega que se manifiesta en su hijo Jesús, dando la vida para que todos vivan. Jesús se convierte de este modo en la demostración más evidente del amor que Dios nos tiene.
El evangelio de hoy es dramatizado en los capítulos 48 y 60 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL. El 48 se titula «Los trece». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1200048 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap48b.mp3 El capítulo 60 y sus enlaces pueden ser encontrados a partir de la página principal de la serie: untaljesus.net
Para la revisión de vida
- Jesús envía a sus apóstoles con unas instrucciones muy claras: «Proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, arrojen demonios. Gratis han recibido, denlo gratis». Yo, ¿a qué creo que me ha enviado Jesús en medio del mundo?
Para la reunión de grupo
- Se compadeció Jesús, porque «los vio que estaban cansados y decaídos, como ovejas sin pastor»… ¿Qué sentiría Jesús si mirara hoy este planeta con esa muchedumbre de 6.000 millones de personas? ¿«Ovejas sin pastor»?
- Jesús siente que hay pocos obreros para «cosechar»... Algún teólogo ha señalado que la metáfora o el símbolo de la evangelización como «siembra» no figura en el evangelio, que Jesús siempre que se refiere a la misión habla más bien de «cosechar»... ¿Qué sugerencias nos provoca esta constatación? ¿Será que Jesús es más optimista que nosotros?
- «No vayan a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos…». Está claro que Jesús no fue «misionero ad gentes», no estuvo por ir a convertir a nadie fuera de Israel… Y hay consenso entre los exégetas en que el final del evangelio de Marcos, por ejemplo, es un añadido que no formaba parte del evangelio original...). ¿Jesús quiere que los cristianos vayamos a otros pueblos de otras religiones? ¿Por qué? ¿A hacer qué?
Para la oración de los fieles
- Para que la Iglesia respete y defienda siempre la dignidad de todas las personas, como hijos e hijas de Dios que todos somos. Oremos.
- Para que nuestra sociedad favorezca las relaciones de igualdad, justicia, tolerancia y respeto. Oremos.
- Para que todos los que nos confesamos cristianos seamos conscientes de la misión que Dios nos encomienda y demos los frutos de derecho y justicia que espera de nosotros. Oremos.
- Para que todos nosotros vivamos nuestra condición de elegidos no como excusa para buscar privilegios, sino como motivo y aliciente para estar en primera línea en la lucha por la paz, la justicia y la fraternidad. Oremos.
- Para que los gobernantes busquen siempre y en todo el bien de los pueblos cuyos destinos tienen que regir. Oremos.
- Para que nuestra comunidad descubra día a día el amor liberador y transformador que recibimos de Dios. Oremos.
Oración comunitaria
Señor, te pedimos que transformes nuestra vida, de manera que desaparezca de nuestro corazón toda duda, todo temor y toda vacilación, y que así podamos ser instrumentos de tu amor, de modo que las personas y las sociedades vivan llenas de esperanza, de justicia y de paz. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Salmo responsorial 99: Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño
Rm 5,6-11: Seremos salvos por su vida
Mt 9,36—10,8: Llamó y envió a los discípulos
Jesús elige a doce discípulos a los que el evangelista llama «apóstoles», esto es, enviados. Este grupo encarna al nuevo Israel. El grupo de los doce es bastante heterogéneo. De entre ellos hay siete -Andrés, Felipe, Bartolomé, Tomás, Santiago Alfeo, Tadeo, y Simón el fanático- de los que apenas sabemos nada. Lo que sabemos del resto deja mucho que desear, aunque el evangelista Mateo ha quitado asperezas a la imagen del grupo que da el evangelista Marcos.
El primero del grupo es Simón, que aparece citado por un nombre que significa en hebreo «el que escucha [a Dios]», y un sobrenombre, Pedro (=piedra), aludiendo con éste a su obstinación por mantener un ideal mesiánico contrario al de Jesús a lo largo del evangelio, hasta el punto de llegar a negarlo. En tercer y cuarto lugar aparecen Santiago Zebedeo y su hermano Juan, denominados en el evangelio de Marcos «Boanerges» (hijos del trueno, o truenos). En el Antiguo Testamento «el trueno» representa con frecuencia la voz de Dios que habla con ira y espanta a los no israelitas; este sobrenombre alude al autoritarismo de estos dos hermanos y a su celo extremado. En el evangelio de Lucas, éstos desean que caiga un rayo y aniquile a los habitantes de una aldea de Samaría, que no quisieron recibir a Jesús por ir de paso para Jerusalén (Lc 9,51-55). Los tres juntos, Pedro, Santiago y Juan tuvieron el privilegio de ser testigos de tres grandes momentos de la vida de Jesús relacionados con la muerte y la resurrección: la reanimación del cadáver de la hija de Jairo, la transfiguración y la oración en el huerto. En ninguno de estos tres momentos, estuvieron estos discípulos a la altura de las circunstancias, hasta el punto de que en la primera ocasión, al resucitar Jesús a la hija de Jairo, aquél les prohíbe comentar lo sucedido, temiendo que no supieran interpretarlo; en la transfiguración, Pedro hubiese preferido quedarse en el monte, haciendo tres tiendas, a seguir hacia Jerusalén, donde esperaba a Jesús la pasión, y en el huerto, finalmente, se duermen por tres veces, mostrando su escaso interés por dar la vida como y con Jesús. Al final, uno de ellos, Pedro llega hasta el colmo de negar a su maestro, también por tres veces; el resto lo abandona...
Del noveno de la lista, Leví, sabemos que era recaudador de impuestos y, por tanto, colaboracionista con el poder romano; social y religiosamente considerado al mismo nivel que los ladrones, los pecadores y las prostitutas.
El último de la lista, Judas, fue tristemente célebre, porque traicionó a Jesús.
Mucho tendría que trabajar Jesús hasta hacerles comprender y poner en práctica su mensaje de amor, de renuncia a los privilegios y al poder, su doctrina de servicio hasta la muerte. Nosotros, tal vez, hubiéramos elegido otros colaboradores mejor preparados, ya mentalizados para llevar adelante la tarea de expulsar espíritus inmundos, esto es, de liberar a la gente de las ideologías opresoras y de curar todos los males del cuerpo y del alma.
Como Moisés con el pueblo en el desierto, Jesús tuvo también muchas dificultades en su relación con los doce. El pueblo de Israel se olvidó una y otra vez del camino al que se había comprometido delante de Dios, añorando con frecuencia las cebollas de Egipto y protestando contra su guía por haberlos llevado a un desierto que ellos consideraban lugar de muerte y no de paso hacia la tierra prometida. Mientras Jesús estaba con ellos, los discípulos de Jesús se volverían una y otra vez al deseo de poder y de privilegios, hasta el colmo de dejar a su maestro solo en la cruz. Pero Dios recompondría aquella comunidad de discípulos decepcionados para hacerlos testigos fervientes de su mensaje de amor y servicio hasta los confines del mundo. Fue un largo camino no exento de dificultades, pero valió la pena. Al final podrían decir como Pablo en la carta a los romanos: «gracias a Jesús el Mesías, Señor nuestro, que nos ha obtenido la reconciliación, estamos también orgullosos de Dios», de un Dios débil, paciente, amoroso, todo servicio y entrega que se manifiesta en su hijo Jesús, dando la vida para que todos vivan. Jesús se convierte de este modo en la demostración más evidente del amor que Dios nos tiene.
El evangelio de hoy es dramatizado en los capítulos 48 y 60 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL. El 48 se titula «Los trece». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1200048 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap48b.mp3 El capítulo 60 y sus enlaces pueden ser encontrados a partir de la página principal de la serie: untaljesus.net
Para la revisión de vida
- Jesús envía a sus apóstoles con unas instrucciones muy claras: «Proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, arrojen demonios. Gratis han recibido, denlo gratis». Yo, ¿a qué creo que me ha enviado Jesús en medio del mundo?
Para la reunión de grupo
- Se compadeció Jesús, porque «los vio que estaban cansados y decaídos, como ovejas sin pastor»… ¿Qué sentiría Jesús si mirara hoy este planeta con esa muchedumbre de 6.000 millones de personas? ¿«Ovejas sin pastor»?
- Jesús siente que hay pocos obreros para «cosechar»... Algún teólogo ha señalado que la metáfora o el símbolo de la evangelización como «siembra» no figura en el evangelio, que Jesús siempre que se refiere a la misión habla más bien de «cosechar»... ¿Qué sugerencias nos provoca esta constatación? ¿Será que Jesús es más optimista que nosotros?
- «No vayan a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos…». Está claro que Jesús no fue «misionero ad gentes», no estuvo por ir a convertir a nadie fuera de Israel… Y hay consenso entre los exégetas en que el final del evangelio de Marcos, por ejemplo, es un añadido que no formaba parte del evangelio original...). ¿Jesús quiere que los cristianos vayamos a otros pueblos de otras religiones? ¿Por qué? ¿A hacer qué?
Para la oración de los fieles
- Para que la Iglesia respete y defienda siempre la dignidad de todas las personas, como hijos e hijas de Dios que todos somos. Oremos.
- Para que nuestra sociedad favorezca las relaciones de igualdad, justicia, tolerancia y respeto. Oremos.
- Para que todos los que nos confesamos cristianos seamos conscientes de la misión que Dios nos encomienda y demos los frutos de derecho y justicia que espera de nosotros. Oremos.
- Para que todos nosotros vivamos nuestra condición de elegidos no como excusa para buscar privilegios, sino como motivo y aliciente para estar en primera línea en la lucha por la paz, la justicia y la fraternidad. Oremos.
- Para que los gobernantes busquen siempre y en todo el bien de los pueblos cuyos destinos tienen que regir. Oremos.
- Para que nuestra comunidad descubra día a día el amor liberador y transformador que recibimos de Dios. Oremos.
Oración comunitaria
Señor, te pedimos que transformes nuestra vida, de manera que desaparezca de nuestro corazón toda duda, todo temor y toda vacilación, y que así podamos ser instrumentos de tu amor, de modo que las personas y las sociedades vivan llenas de esperanza, de justicia y de paz. Por Jesucristo Nuestro Señor.
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