En aquel tiempo, al ver a la gente, Jesús sintió compasión de ellos porque estaban angustiados y desvalidos, como ovejas sin pastor. Dijo entonces a sus discípulos: “La cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla”.
Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias. Estos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado también Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el que cobraba impuestos para Roma; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el celote y Judas Iscariote, que después traicionó a Jesús.
Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: “No vayan a las regiones de los paganos ni entren en los pueblos de Samaria; vayan más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Vayan y anuncien que el Reino de los Cielos se ha acercado. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos expulsen los demonios. Ustedes recibieron gratis este poder, no cobren tampoco por emplearlo” (Mateo 9,36 - 10,8).
1. Sintió compasión de la gente porque estaban como ovejas sin pastor
La traducción literal del verbo griego que describe este sentimiento sería: se le revolvieron las tripas. Se expresa así su ternura compasiva al ver a la gente no sólo cansada y abatida, sino también necesitada de guía y orientación.
Moisés, quien aparece en la primera lectura (Éxodo 19, 2-6 a) como mediador de la antigua alianza de Dios con el pueblo de Israel-, antes de morir hace esta petición: “Señor, tú que das la vida a todos los hombres, nombra a un jefe que se ponga al frente de tu pueblo y lo guíe por todas partes, para que no ande como rebaño sin pastor” (Números, 27, 16-17). Para los destinatarios del Evangelio según san Mateo, de cultura judía, esta imagen evoca la historia de aquel mismo pueblo cuyo origen pastoril le hace reconocer a Dios como su pastor, como lo expresa el Salmo 100 (99), empleado en la liturgia de este domingo: “somos su pueblo y ovejas de su rebaño”. Por eso mismo es también significativo que Jesús describa a los destinatarios iniciales de la misión dada a los apóstoles como “las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Después esta misión se ampliará “a todas las naciones” (Mateo 28, 19-20).
La humanidad necesita líderes espirituales que la orienten, que encarnen valores constructivos, capaces de conmoverse ante las necesidades de las personas y ante los problemas sociales, especialmente ante el sufrimiento de los más pobres. Este es el sentido del llamamiento y de la misión dada por Jesús a sus doce apóstoles.
2. “Vayan y anuncien que el Reino de los Cielos se ha acercado”
El Evangelio usa dos términos para designar a los seguidores de Jesús: discípulo, o sea el aprendiz de las enseñanzas del Maestro, y apóstol, es decir, el enviado a realizar una tarea. Jesús escoge a 12 discípulos para hacerlos sus apóstoles, y entre ellos es nombrado como “el primero” Simón, al que llamó Pedro, es decir, la Piedra sobre la cual edificaría su Iglesia. Todos son débiles y pecadores, pero Jesús va a transformarlos con su Espíritu -exceptuando a Judas el traidor, que se cerró a su acción salvadora y sería sustituido después por Matías-. El número 12 evoca a las 12 tribus de Israel, simbolizando el comienzo del nuevo pueblo de Dios -la Iglesia-, con la buena noticia que Jesús les manda a sus apóstoles que anuncien: el Reino de los Cielos se ha acercado.
En el lenguaje de Mateo, la expresión Reino de los Cielos significa lo mismo que Reino de Dios, pues los judíos evitan nombrar directamente al Creador. Se trata de la cercanía de Dios cuyo poder, que es el del amor, hace surgir una nueva creación significada en la salud de los enfermos, la resurrección de los muertos y el triunfo sobre las fuerzas del mal. Este Dios cercano nos ha mostrado su amor haciéndose un ser humano y muriendo en la cruz, incluso “siendo nosotros todavía pecadores”, como en la 2ª lectura (Romanos 5, 6-11) nos dice san Pablo, que no fue del grupo inicial de los doce, pero también fue hecho “apóstol”, como otros que también recibieron este título después de la resurrección de Jesús. Y si el carácter de sucesores de los primeros apóstoles les corresponde primordialmente al Papa y a los demás Obispos, también a todos los bautizados y confirmados nos llama el Señor para colaborar en la misión de su Iglesia.
Un detalle significativo: el lucro ha de estar ausente de la actividad evangelizadora. Si bien más adelante el propio Jesús dirá que “el trabajador merece su sustento” (Mateo 10, 10), el anuncio del Reino de Dios no debe hacerse con fines de enriquecimiento, sino como un servicio generoso para el bien de todos.
3. “La cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla”
Los sembrados de trigo y cebada eran imágenes familiares para Jesús sus oyentes. Él las emplea para hablar de Dios como el Dueño de la cosecha –o de la “mies”, como dicen otras traducciones-, y de sí mismo como el sembrador que esparce la semilla de su mensaje de salvación, siendo la cosecha el fruto que hace posible el Espíritu Santo y que debe ser recogido para que no se pierda. Tal es la labor para la cual Jesús nos dice que le pidamos que envíe trabajadores. Esta petición es siempre necesaria. Por eso, oremos por las vocaciones al apostolado sacerdotal, al apostolado de la vida religiosa consagrada y al apostolado laical:
Señor Dios, Padre Celestial, Tu Hijo Jesucristo nos dijo: "La mies es abundante, pero los obreros pocos. Pedid al dueño de la mies que envíe obreros a su mies". Animados por estas enseñanzas, te pedimos que envíes a tu Iglesia numerosas y santas vocaciones para el sacerdocio, la vida religiosa y el apostolado laical. Consérvales fieles en su ministerio hasta el fin; y concédeles, por tu Espíritu Santo, un gran amor a Dios y a los hermanos, para que en su ministerio y en su vida busquen solamente tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.-
Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias. Estos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado también Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el que cobraba impuestos para Roma; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el celote y Judas Iscariote, que después traicionó a Jesús.
Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: “No vayan a las regiones de los paganos ni entren en los pueblos de Samaria; vayan más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Vayan y anuncien que el Reino de los Cielos se ha acercado. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos expulsen los demonios. Ustedes recibieron gratis este poder, no cobren tampoco por emplearlo” (Mateo 9,36 - 10,8).
1. Sintió compasión de la gente porque estaban como ovejas sin pastor
La traducción literal del verbo griego que describe este sentimiento sería: se le revolvieron las tripas. Se expresa así su ternura compasiva al ver a la gente no sólo cansada y abatida, sino también necesitada de guía y orientación.
Moisés, quien aparece en la primera lectura (Éxodo 19, 2-6 a) como mediador de la antigua alianza de Dios con el pueblo de Israel-, antes de morir hace esta petición: “Señor, tú que das la vida a todos los hombres, nombra a un jefe que se ponga al frente de tu pueblo y lo guíe por todas partes, para que no ande como rebaño sin pastor” (Números, 27, 16-17). Para los destinatarios del Evangelio según san Mateo, de cultura judía, esta imagen evoca la historia de aquel mismo pueblo cuyo origen pastoril le hace reconocer a Dios como su pastor, como lo expresa el Salmo 100 (99), empleado en la liturgia de este domingo: “somos su pueblo y ovejas de su rebaño”. Por eso mismo es también significativo que Jesús describa a los destinatarios iniciales de la misión dada a los apóstoles como “las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Después esta misión se ampliará “a todas las naciones” (Mateo 28, 19-20).
La humanidad necesita líderes espirituales que la orienten, que encarnen valores constructivos, capaces de conmoverse ante las necesidades de las personas y ante los problemas sociales, especialmente ante el sufrimiento de los más pobres. Este es el sentido del llamamiento y de la misión dada por Jesús a sus doce apóstoles.
2. “Vayan y anuncien que el Reino de los Cielos se ha acercado”
El Evangelio usa dos términos para designar a los seguidores de Jesús: discípulo, o sea el aprendiz de las enseñanzas del Maestro, y apóstol, es decir, el enviado a realizar una tarea. Jesús escoge a 12 discípulos para hacerlos sus apóstoles, y entre ellos es nombrado como “el primero” Simón, al que llamó Pedro, es decir, la Piedra sobre la cual edificaría su Iglesia. Todos son débiles y pecadores, pero Jesús va a transformarlos con su Espíritu -exceptuando a Judas el traidor, que se cerró a su acción salvadora y sería sustituido después por Matías-. El número 12 evoca a las 12 tribus de Israel, simbolizando el comienzo del nuevo pueblo de Dios -la Iglesia-, con la buena noticia que Jesús les manda a sus apóstoles que anuncien: el Reino de los Cielos se ha acercado.
En el lenguaje de Mateo, la expresión Reino de los Cielos significa lo mismo que Reino de Dios, pues los judíos evitan nombrar directamente al Creador. Se trata de la cercanía de Dios cuyo poder, que es el del amor, hace surgir una nueva creación significada en la salud de los enfermos, la resurrección de los muertos y el triunfo sobre las fuerzas del mal. Este Dios cercano nos ha mostrado su amor haciéndose un ser humano y muriendo en la cruz, incluso “siendo nosotros todavía pecadores”, como en la 2ª lectura (Romanos 5, 6-11) nos dice san Pablo, que no fue del grupo inicial de los doce, pero también fue hecho “apóstol”, como otros que también recibieron este título después de la resurrección de Jesús. Y si el carácter de sucesores de los primeros apóstoles les corresponde primordialmente al Papa y a los demás Obispos, también a todos los bautizados y confirmados nos llama el Señor para colaborar en la misión de su Iglesia.
Un detalle significativo: el lucro ha de estar ausente de la actividad evangelizadora. Si bien más adelante el propio Jesús dirá que “el trabajador merece su sustento” (Mateo 10, 10), el anuncio del Reino de Dios no debe hacerse con fines de enriquecimiento, sino como un servicio generoso para el bien de todos.
3. “La cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla”
Los sembrados de trigo y cebada eran imágenes familiares para Jesús sus oyentes. Él las emplea para hablar de Dios como el Dueño de la cosecha –o de la “mies”, como dicen otras traducciones-, y de sí mismo como el sembrador que esparce la semilla de su mensaje de salvación, siendo la cosecha el fruto que hace posible el Espíritu Santo y que debe ser recogido para que no se pierda. Tal es la labor para la cual Jesús nos dice que le pidamos que envíe trabajadores. Esta petición es siempre necesaria. Por eso, oremos por las vocaciones al apostolado sacerdotal, al apostolado de la vida religiosa consagrada y al apostolado laical:
Señor Dios, Padre Celestial, Tu Hijo Jesucristo nos dijo: "La mies es abundante, pero los obreros pocos. Pedid al dueño de la mies que envíe obreros a su mies". Animados por estas enseñanzas, te pedimos que envíes a tu Iglesia numerosas y santas vocaciones para el sacerdocio, la vida religiosa y el apostolado laical. Consérvales fieles en su ministerio hasta el fin; y concédeles, por tu Espíritu Santo, un gran amor a Dios y a los hermanos, para que en su ministerio y en su vida busquen solamente tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.-
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