NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

viernes, 27 de junio de 2008

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Apártate de mí, Satanás

Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Trilogía de Pedro 1. Apártate de mí, Satanás (Mc 8, 33)
Publicado por El Blog de X. Pikaza

En el entono de su fiesta (29 VI 08) quiero presentar una trilogía de Pedro, partiendo de los textos básicos de Marcos y Mateo. Hoy presento la llamada confesión de Pedro, con el rechazo posterior de Jesús en Marcos. Mañana la interpretación del texto en Mateo, pasado mañana una visión de conjunto de Pedro en la Iglesia (según san Mateo). Las reflexiones de los tres días pueden verse unidas, desde la perspectiva de la función actual de Pedro que, según los católicos, sigue realizándose en la Iglesia a través del Papa. Éste es el primer diálogo: Pedro dice a Jesús: Tú eres el Cristo. Jesús responde a Pedro: Apártate de mí Satanás.

1.- Preámbulo mesiánico: ¿Quién dicen que soy yo? (Nc 8, 27-30).

27 Y salieron Jesús y sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo y por el camino les preguntó: )Quién dice la gente que soy yo?
28 Ellos le contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los profetas.
29 El siguió preguntándoles: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro le respondió: Tú eres el Cristo 30 Y les prohibió terminantemente que hablaran a nadie acerca de él.

Para ser auténtico Mesías, Jesús debe escuchar a sus discípulos. Ha culminado su obra en Galilea y en su entorno pagano de Tiro y Decápolis. No le ha vencido la prisa, no ha quemado etapas; no es tampoco un fracasado, ha expandido su programa, con el signo de los panes. Debe concretar su propuesta y para ello necesita saber cómo le miran los humanos. Antes no había conseguido aislarse en intimidad (cf. 6, 30-35). Ahora lo hace. Toma a sus discípulos e inicia con ellos un camino (cf. 8, 27) de reconocimiento personal. Pregunta dos veces, por dos veces le responden:

Opinión de la gente (8, 27-28). Entienden a Jesús igual que Herodes y su corte;: le siguen vinculando a Juan Bautista, Elías o un profeta (6, 14-16). Es normal. Ellos no pueden llamarle Mesías, pues en ese caso deberían seguirle, pero le ven como un profeta escatológico, alguien que se pone al servicio de la renovación penitencial de Israel, en la línea del cumplimiento mesiánico.

- Respuesta de Pedro, portavoz de los discípulos: (Tú eres el Cristo! (8, 29). Ese nombre sólo había aparecido al comienzo, como título del libro (1, 1). Ahora lo proclama Pedro, en palabra de fidelidad (al Cristo se le acepta) y compromiso de seguimiento; podemos afirmar que, en cierto aspecto, ha visto bien: ha sacado las consecuencias del camino anterior; ha entendido a Jesús como Mesías nacional

- Jesús responde exigiendo silencio (8, 30). Ha preguntado para escucharles. Ahora son ellos los que escuchan: necesitan conocer la reacción de Jesús para seguir a su lado, para orientarse en su camino; es evidente que aguardan, esperan que Jesús les desvele su estrategia. Este parece el momento de los secretos y planes, de la revisión del pasado y del proyecto de futuro. Pues bien, como poniendo fin a sus expectativas, Jesús les manda que no hablen a nadie acerca de él (peri autou: 8, 30). No se define con palabras. No se entiende su tarea desde fuera. Quiere que hable su propia vida3.

Jesús ha encendido la esperanza mesiánica, eran tiempos de profetas. Es normal que, asumiendo e interpretando por dentro su camino, Pedro le llame Cristo. Llamar no es simplemente repetir o expresar lo que otros dicen: es nombrar, crear, dar nacimiento. Pedro se siente con autoridad para mostrarle a Jesús lo que ha de ser (hacer) trazando su camino. Es como si las cosas hubieran estado veladas, como si todo hubiera sido un ensayo o tanteo. Pues bien, ha llegado el momento en que Jesús ha de mostrar su verdad, expresando y realizando ya su mesianismo. Eso es lo que Pedro ha querido decirle. Pero Jesús responde cerrando ese discurso: no acepta ni rechaza, no se afirma Mesías ni lo niega; dice simplemente que se callen, que no hablen de él, que silencien su nombre.

Pedro le ha llamado mesías y Jesús no lo niega, pero pide que guarden silencio, como indicando que el tema verdadero empieza ahora, en el momento en que asume de un modo personal el coste de su gesto, expresando con su vida la verdad de su mensaje. A partir de aquí se entiende lo que sigue.

2.- Revelación y llamada: ¡El Hijo del Homre (=humano) ha de sufrir! (Mc 8,31-9,1).

31 Y empezó a enseñarles que el Hijo del humano debía padecer mucho, que sería rechazado por los presbíteros, los sumos sacerdotes y escribas; que lo matarían, y a los tres días resucitaría. 32 Les hablaba con toda claridad. Entonces Pedro lo tomó aparte y se puso a increparlo. 33 Pero él se volvió y, mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole:
Apártate de mí, Satanás!, porque no piensas las cosas de Dios, sino las de los humanos.
34 Y convocando a la gente con sus discípulos les dijo: Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga…

Pedro le ha llamado Cristo, en clave de poder. Jesús reinterpreta su función en perspectiva de amor que se entrega y comparte. Por eso añade que si alguien quiere crear nueva familia (comunión de pan compartido) ha de morir por ello, si fuere necesario. Sólo el amor suscita nuevo nacimiento. Sólo la vida regalada crea vida. Desde este fondo se entienden los momentos de la escena:

a: Revelación (8, 31-32a). Jesús asume el título de Cristo, pero lo interpreta como Hijo del humano, mostrando el coste de la casa y mesa compartida (cf. 2, 1-12; 3, 1-6; 3, 20-35; 7, 1-23) y descubriendo que su muerte pertenece al camino mesiánico.
b: Corrección de Pedro, corrección de Jesús (8, 32b-33). Pedro increpa a Jesús, exigiéndole que cambie de postura; desea construir la iglesia mesiánica en claves de poder, sin morir o dar la vida por ello. Jesús le rechaza llamándole Satán (Tentador). Al principio le había invitado (sígueme! (deute opisô mou: 1, 17); ahora le increpa: (apártate! (hypage opisô mou: 8, 33), en palabra de condena, pero sin expulsarle del grupo.
Revelación más honda (8, 34-9, 1). Jesús confirma su palabra, ampliándola hacia todos (pueblo y discípulos) a través de una nueva llamada al seguimiento. La comunidad de Jesús, la nueva iglesia, está formada por aquellos que hagan suyo el camino de entrega del Hijo del humano.

1.- Revelación: el Hijo del humano (8, 31-32a)

Para hacerse solidario de los humanos (especialmente los pobres, enfermos, marginados y hambrientos), Jesus ha renunciado a toda forma de poder o imposición externa. No puede imponer su proyecto por la fuerza, ni emplear en su favor las armas de la guerra u opresión humana, pues ellas las controlan los ancianos, escribas y sacerdotes de Jerusalén, vinculados al poder de Roma. Es claro que en este enfrentamiento desigual Jesus se encuentra derrotado de antemano. A pesar de ello (precisamente por ello) se mantiene, para que actúe Dios a través de su derrota, ratificando su entrega en favor de los humanos1.
Jesús acepta ese destino, descubriendo que la obra de Dios se realiza a través de su muerte. Así lo sabe y declara en el momento central de su vida. No lo ha rechazado, no se ha rebelado. Él acepta las implicaciones de su obra, iniciando implícitamente un ascenso de muerte y pascua que le lleva a Jerusalén (lugar del sanedrín). Todo su camino posterior será expansión de estas palabras, crónica y despliegue de una muerte anunciada en esperanza de resurrección.
La muerte está anunciada. No vendrá al final, como por casualidad. No es accidente inesperado que trunca la carrera victoriosa de un mesías triunfador. No es tragedia contra la que debe elevarse angustiado el profeta del reino. No es tampoco comedia, representación teatral que hace Jesús, sabiendo de antemano lo que debe suceder, sin implicarse de verdad en ello, como si sólo le afectara externamente, en actitud de docetismo (sufre el cuerpo, el alma no padece, está ya en gloria).

Este camino de muerte anunciada recibe el nombre de evangelio (cf. 8,35), buena nueva de aquel que se ha dejado matar para que triunfe su mensaje de casa, pan y palabra (iglesia universal). Jesús lo asume y recorre porque cree en el amor y porque ama a los más pobres de un modo concreto, ofreciéndoles espacio de solidaridad y no violencia, de entrega personal, en medio de la fuerte violencia y egoismo de la tierra. De esta forma, haciéndose Hijo del humano por la entrega de la vida, Jesús es de verdad (mi Hijo querido! (cf. 1, 9-11).

2.- Corrección de Pedro, corrección de Jesús (8, 32b-33).

Simón es el discípulo primero (cf. 14, 29; 16, 7), a quien el mismo Jesús ha llamado Pedro (= Petros, el Piedra, fundamento de su comunidad mesiánica: cf. 3, 16). Pues bien, como escogido de Jesús, él se atreve a increparle, rechazando su forma de entender el mesianismo (8, 32b). También él ha leído los hechos anteriores, sacando las consecuencias pertinentes. No es un criado, un servidor sin pensamiento. Jesús le llamó para encargarle la pesca escatológica (1, 16-20) y después le ha ofrecido la tarea de anunciar la conversión y expulsar a los demonios (cf. 3, 13-19; 6, 6-12). Es normal que piense y diga lo que piensa, corrigiendo a Jesús y ofreciéndole su propia visión del mesianismo. Jesús es maestro, pero no dictador. Ha pedido su opinión ()quién decís que soy?). Pedro responde: tiene derecho a corregirle, trayéndole al camino del triunfo mesiánico, utilizando así buenas razones que le ofrece la Escritura y tradición israelita. No podemos suponer que es un cobarde, un incrédulo egoísta o simplemente alguien que busca sólo el triunfo externo. Tiene su razón al corregir a Jesús.

Pedro representa un tipo de buen mesianismo poderoso, una iglesia que se impone por la fuerza y triunfa. Ciertamente, el lector de Mc sabe que Jesús es Hijo de Dios (1, 11), porque ha escuchado la voz del mismo Cielo en el bautismo. Pero Pedro no lo sabe. Por eso es normal que rechace un camino de sufrimiento y fracaso que Jesús acaba de exponer al presentarse como Hijo del humano. No es extraño que se enfrente a Jesús. Lo extraño hubiera sido que no lo hiciera, que aceptara que el Mesías debe ser condenado precisamente por los sanedritas de la ley sagrada. Como representante de la tradición israelita (del Mesías que triunfa, del sanedrín que es bueno), Pedro se cree obligado a corregir a Jesús, dándole una lección de mesianismo y cordura israelita. Pero Jesús mantiene su proyecto y le corrige: (apártate de mí, Satanás! (8,33):

Pedro defiende las cosas de los humanos propias del Sanedrín, cuyos sacerdotes y asociados (escribas y presbíteros) se oponen a la voluntad de Dios: buscan su provecho, sólo enseñan doctrinas humanas (cf. 7, 7). El mismo templo aparecerá al fin en Mc como cueva de bandidos (cf. 11, 18); en la línea de esa cueva antidivina se sitúa Pedro.
Las cosas de Dios definen, en cambio, la conducta de Jesús, vinculada a su entrega de la vida en favor de la familia, pan y palabra universal que ofrece como fundamento de comunidad a los humanos, conforme a 11, 18: Dios quiere que su templo sea casa de oración para todos los pueblos, lugar de encuentro y unión comunitaria para todos los vivientes.

Como antagonista de Jesús dentro de su grupo, Pedro representa los principios de la historia de poder de los hombres, lo mismo que los miembros del Sanedrín. Esta es la ironía: Jesús sigue manteniendo a su lado a Pedro y a los Doce aunque no acepten ni compartan su camino. Por su parte, ellos siguen con Jesús, en camino que para Mc continúa abierto, conforme a 16, 7-813.

3.- Revelación más honda, verdadero seguimiento (8, 34-9,1).

Jesús llamó a sus discípulos (1, 18-22; 3, 13-19; 6, 6b-13). Ahora profundiza la llamada: (Quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo...! (8, 34). Estas palabras reflejan la experiencia primordial del Cristo que entrega la vida para construir el reino. Aisladas del contexto, ellas pueden parecer un canto al sufrimiento: entrega masoquista, destrucción de la persona. Dentro de Mc ellas expresan la exigencia y sentido de la entrega de la vida, para el surgimiento de la nueva casa y comida mesiánica.

El proyecto de Jesús (compartir los panes, construir una familia donde caben todos los humanos...) no se puede conseguir con métodos de magia, imposición o infantilismo. La nueva comunión del pan compartido sólo se construye en actitud de gratuidad activa, con personas dispuestas a entregarse por lograrlo: Quien quiera venir en por de mí, niéguese a sí mismo... Venir tras Jesús implica tomar su misma cruz y negarse a sí mismo, afirmando desde Dios la vida de los otros. El seguimiento para la pesca (1, 16-20) y comida de bodas o/y reino (2, 13-22) exige una actitud de entrega; el ser-con (cf. 3, 14) se convierte en caminar-con-Jesús hasta la muerte. Jesús ha ofrecido su camino a los discípulos: quiere compartir con ellos su ser y mesianismo14.

Estas palabras (8, 24-9, 1) expresan la paradoja fundamental de la vida cristiana. No son signo de inútil victimismo, ni gesto masoquista de huída de este mundo sino principio y clave de vida compartida: sólo allí donde los humanos superan su egoismo y deseo de dominio (su violencia), en actitud fuerte de entrega, puede suscitarse la más alta comunión interhumana, la iglesia en la que todos se vinculan. Los códigos sociales (especialmente el judío) suscitaban un espacio de cierta paz grupal, pero sólo lo lograban con violencia exterior (separación de los demás) e interior (imposición de grupo). Jesús ha superado esas formas de violencia, pero al hacerlo queda en manos de las jerarquías de Israel, amenazadas por su proyecto de gratuidad y palabra compartida.
Jesús no formula una nueva ley de familia como los rabinos. Tampoco impone por fuerza su proyecto, pues ello rompería la gracia de su reino. Su mismo ideal le sitúa en camino de muerte porque, en un mundo como el nuestro, dominado por la ley de imposición de los violentos, quien pretenda servir a los demás en gratuidad ha de estar dispuesto a morir por ellos. De este modo ha formulado Mc la novedad permanente de la iglesia, fundada en la muerte del Hijo del humano, superando un judaísmo que sigue a la espera del Cristo de Pedro.

No hay comentarios: