Publicado por Fe Adulta
Es justo y es nuestra obligación darte las gracias, Señor,
siempre y por tantas cosas.
pero especialmente porque nos has dado a Jesús de Nazaret,
hijo tuyo predilecto y hermano mayor nuestro,
que nos ha servido de guía para llegar a ti y conocerte mejor.
Aunque apenas seamos conscientes de ti, estás en nosotros
y eres la fuente de vida que nos sostiene.
Agradecidos, nos dirigimos a ti, Padre de Jesús y padre nuestro,
para demostrarte nuestro cariño filial con este canto de bendición.
Santo, santo…
En esta semana conmemoramos los últimos días de Jesús en la tierra
y aunque van a cumplirse veinte siglos desde aquellas tristes fechas
mantenemos muy vivo su recuerdo entre nosotros.
Dios y Padre, sabemos que eres todo bondad y amor
y que Jesús te supo imitar como nadie,
porque pasó su vida haciendo el bien,
amando y entregándose a los demás.
Recordamos ahora de modo muy especial
aquella cena de despedida cuando,
partiendo y repartiendo un pan, compartiendo una copa de vino,
trató de simbolizar su entrega total a la humanidad.
Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Padre bueno, bendice e ilumina a la comunidad de los creyentes.
Celebrar conscientemente esta eucaristía nos compromete.
Sabemos, Señor, que ahora nos toca imitar a Jesús
y poner al servicio de los demás todo lo que somos.
Queremos ser fermentos de buena voluntad y buen hacer
para que todos los seres humanos nos sintamos amigos y hermanos.
Te prometemos extender tu reino,
para que sean verdaderamente felices
todos los seres humanos sin excepción.
Recordamos ahora a cuantos no están ya entre nosotros,
y que con seguridad disfrutan ya de tu compañía.
Bendito seas, Padre santo, queremos honrarte y darte gracias,
y unidos a tu hijo Jesús que nos acompañó en la historia,
te ofrecemos nuestras vidas para que sean a tu mayor gloria.
AMÉN.
Es justo y es nuestra obligación darte las gracias, Señor,
siempre y por tantas cosas.
pero especialmente porque nos has dado a Jesús de Nazaret,
hijo tuyo predilecto y hermano mayor nuestro,
que nos ha servido de guía para llegar a ti y conocerte mejor.
Aunque apenas seamos conscientes de ti, estás en nosotros
y eres la fuente de vida que nos sostiene.
Agradecidos, nos dirigimos a ti, Padre de Jesús y padre nuestro,
para demostrarte nuestro cariño filial con este canto de bendición.
Santo, santo…
En esta semana conmemoramos los últimos días de Jesús en la tierra
y aunque van a cumplirse veinte siglos desde aquellas tristes fechas
mantenemos muy vivo su recuerdo entre nosotros.
Dios y Padre, sabemos que eres todo bondad y amor
y que Jesús te supo imitar como nadie,
porque pasó su vida haciendo el bien,
amando y entregándose a los demás.
Recordamos ahora de modo muy especial
aquella cena de despedida cuando,
partiendo y repartiendo un pan, compartiendo una copa de vino,
trató de simbolizar su entrega total a la humanidad.
Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Padre bueno, bendice e ilumina a la comunidad de los creyentes.
Celebrar conscientemente esta eucaristía nos compromete.
Sabemos, Señor, que ahora nos toca imitar a Jesús
y poner al servicio de los demás todo lo que somos.
Queremos ser fermentos de buena voluntad y buen hacer
para que todos los seres humanos nos sintamos amigos y hermanos.
Te prometemos extender tu reino,
para que sean verdaderamente felices
todos los seres humanos sin excepción.
Recordamos ahora a cuantos no están ya entre nosotros,
y que con seguridad disfrutan ya de tu compañía.
Bendito seas, Padre santo, queremos honrarte y darte gracias,
y unidos a tu hijo Jesús que nos acompañó en la historia,
te ofrecemos nuestras vidas para que sean a tu mayor gloria.
AMÉN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario