T E X T O S
DEL PROFETA ISAÍAS (55:10-11)
Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.
DE LA CARTA DE PABLO A LOS ROMANOS (8:18-23)
Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.
DEL EVANGELIO DE MATEO (13:1-23)
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga.»
Y acercándose los discípulos le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» El les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane.¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!
Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron. »
«Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro
sesenta, otro treinta.»
TEMAS Y CONTEXTOS
LA PROFECÍA DE ISAÍAS
Estos versos están tomados de la parte final del "segundo Isaías". Es el magnífico discurso de un heraldo que anuncia la abundancia de parte de Dios, la incesante siembra de su Palabra, su fecundidad imparable.
Es uno de los textos más hermosos, escrito para infundir una indestructible confianza en el poder de la Palabra de Dios.
LA CARTA A LOS ROMANOS
Pablo ofrece aquí una imagen original, que debería ser más aprovechada. Imagina a la creación entera y, dentro de ella, a los hijos de Dios como los aún no-nacidos, como criaturas en el vientre de su madre que aún han de ser dados a luz. Esta imagen nos ofrece un magnífico punto de partida para entender la vida individual y la historia entera como un proceso de alumbramiento: somos ya, pero aún no se ha mostrado lo que seremos, como un embrión en el vientre de su madre, que es ya él mismo, pero no es ni sombra de lo que puede llegar a ser.
Así, la creación, la realidad, la humanidad, cada persona, son ya realidad, son ellos mismos, pero su plenitud está por ser dada a luz, revelada, y entonces ... ni ojo vio, ni oído oyó, ni inteligencia alguna puede magiar lo que Dios tiene reservado ...
EL EVANGELIO DE MATEO
LAS PARÁBOLAS “VEGETALES” Y EN CONCRETO LA DEL SEMBRADOR ME PARECEN TAN IMPORTANTES QUE ME HE PERMITIDO HACER UN COMENTARIO MÁS EXTENSO DE LO HABITUAL.
Ésta es una de las pocas parábolas que se encuentran en los tres evangelios. Llama la atención que los textos de Marcos y Mateo sean tan similares, incluso idénticos en muchos versículos. Las introducciones de ambos nos sitúan a la orilla del lago, predicando Jesús desde la barca porque la multitud les apretuja. Narraciones muy semejantes, con algún detalle diferente muy significativo. Mientras en Marcos la gente está a punto de echar a Jesús al agua, y Jesús no tiene más remedio que subirse a una barca, para Mateo Jesús lo hace apaciblemente, simplemente para que le oigan mejor. Iremos viendo cómo a Mateo no le gusta que Jesús “se vea obligado a...” o cosas semejantes. Lucas ha perdido un poco de la situación real y recurre al genérico de la gran multitud de varias "ciudades". En la descripción misma de la parábola, Mateo sigue al pie de la letra a Marcos, quitando dos pequeñas amplificaciones del final, como si le parecieran superfluas. Lucas resume la narración y la hace más concisa. Los tres añaden la misma terminación, prácticamente con las mismas palabras. Lo mismo sucede en la explicación. Para los tres, ésta se hace en privado, dirigida a los discípulos, y después de la interpolación sobre por qué habla en parábolas. La explicación es prácticamente idéntica.
Esto nos muestra que Jesús tiene un doble auditorio: la gente, entre la que se
encuentran ya sus opositores, que en Galilea son los fariseos y sus letrados; y el círculo más privado de sus discípulos, que reciben una enseñanza especial. Quizá incluso podamos imaginar la escena: después de un día entero de predicar y curar, Jesús se va a casa con su grupo. Comen juntos (en Palestina, la única comida seria se hace al atardecer) y alrededor de la mesa siguen hablando, presentando dudas, pidiendo explicaciones. Jesús responde, aclara, desarrolla, en el círculo íntimo de los que le siguen.
Marcos ha situado la escena en el capítulo cuarto, donde se reúnen todas las parábolas.
Mateo, en el capítulo trece, que recoge igualmente varias parábolas. Se podría pensar que ambos reproducen una "colección de parábolas", pero el contenido de estos dos fragmentos es demasiado diferente para avalar esta suposición.
MARCOS 4
1. El sembrador
21. La lámpara
24. La medida
26. El grano que crece solo
30. El grano de mostaza
MATEO 13
3. El sembrador
24. La cizaña
31. El grano de mostaza
33. La levadura
44. El tesoro y la perla
47. La red
Con esto comprendemos que Marcos y Mateo sitúan estas colecciones, que probablemente formaban parte de alguna catequesis de sus comunidades, donde les pareció más oportuno en el esquema literario general de su evangelio.
Lucas la sitúa en el capítulo octavo, sin ningún contexto significativo, aunque claramente antes de comenzar la "subida a Jerusalén". También en él la pequeña parábola de la lámpara acompaña a la del sembrador, como en Marcos.
Así pues, los textos y su situación nos permiten asegurar que se trata de una parábola avalada por la tradición más antigua, redactada por Marcos de quien dependen Mateo y Lucas, y pronunciada con seguridad en la época de Galilea, con algún contexto de oposición de "los de fuera", los que no quieren entender.
Como muchas parábolas, el mensaje tiene dos “momentos fuertes”: el grano que se pierde por diversos motivos, y el grano que da fruto llamativamente abundante.
Debemos recordar que en este tipo de parábolas, el mensaje primero suele estar subordinado al segundo, que constituye, muchas veces por ser más bien paradójico, el mensaje fundamental de la parábola.
Nos encontramos también con una parábola interpretada, y la interpretación es
antigua, data al menos de los propios redactores. Sin embargo, la interpretación no proviene del mismo Jesús. Esto lo sabemos por diversos motivos, que enunciamos brevemente:
- En primer lugar, porque la interpretación ha desplazado el mensaje fundamental de
la parábola, fijándose más en la primera parte, más psicológica y de
comportamiento, que en la segunda, más escatológica.
- En segundo lugar, por cuestiones de lenguaje. Hay varias expresiones que se usaban en tiempos de la primera iglesia, pero no eran usadas por Jesús; lo más significativo es el uso de términos como "la palabra" o “el discurso del reino”, que fueron acuñados por la iglesia primitiva pero nunca aparecen en labios de Jesús.1. Más claramente, el lenguaje de la parábola en la redacción de Marcos es típico de las cartas del Nuevo Testamento, no de las palabras de Jesús. Podemos concluir que la interpretación fue agregada como una aplicación por la iglesia posterior.2 Es pues un ejemplo significativo del gusto de las primeras comunidades (y de los comentaristas posteriores ) por las interpretaciones alegóricas, cuya ausencia caracteriza por otra parte al estado primitivo de las parábolas, tal como las pronunció el mismo Jesús.
SITUACIÓN VITAL
Los elementos descritos en la parábola necesitan poca interpretación, pero algunos detalles son puramente galileos. En Galilea se siembra a voleo, pero antes de labrar el terreno. Por otra parte, los terrenos de labranza no son grandes extensiones llanas sino, la mayor parte de las veces, pequeñas terrazas aprovechadas en las faldas de las colinas. Esto explica hasta cierto punto esa impresión de descuido del sembrador, al que se le van los granos a los caminos, los pedregales, los abrojos...
Joachim Jeremías explica muy bien la situación cultural del auditorio, su manera de verla naturaleza y por tanto, lo que entenderían al escuchar estas parábolas:
En ambas parábolas, no se describe el desarrollo; esto lo haría un occidental. El oriental piensa de otra manera; mira el estadio inicial y mira el final; para él en ambos casos lo sorprendente es la sucesión de dos estados fundamentalmente diferentes. No es una casualidad que la semilla sea un símbolo de la resurrección, un símbolo del misterio de la muerte y la vida, en el Talmud (b. Sanh. 90b), en Pablo (1 Cor 15,35) en Juan (12,24), en la primera carta de Clemente (24,4). Ven dos estados completamente diferentes: aquí la semilla muerta, allí el ondulante campo de trigo; aquí la muerte, allí la vida producida por el milagro de la omnipotencia de Dios. Miremos los frutos: ¿cómo y de qué manera se siembra?
Sale el sembrador y arroja sobre la tierra cada una de las semillas. Caen en la tierra, secas y desnudas, y se descomponen. Luego de la descomposición, la magnífica providencia del Señor las hace resucitar. Y de uno se hacen muchos y dan fruto (1 Clem. 24,4-5). El hombre moderno va al campo y entiende el crecimiento como un proceso biológico. Los hombres de la Biblia van al campo y ven en el mismo proceso un milagro de Dios tras otro, resurrecciones de la muerte. Así comprendieron los oyentes de Jesús las parábolas del grano de mostaza y la levadura, como parábolas de contraste. Su sentido es: de los comienzos más miserables, de la nada a los ojos humanos, crea Dios su reino poderoso, que abarcará los pueblos del universo.3
La situación vital de los oyentes no es tan idílica como algunos quieren presentar. Se ha abusado un tanto de la imagen paradisíaca de la predicación en Galilea, como si en el pueblo todos fuesen buenas personas, como si no hubiese oposición alguna, como si Jesús fuese un soñador que disfruta en estos primeros tiempos de una paz y una aceptación universales.4
La realidad presentada por Marcos es bastante diferente. Jesús provoca admiración y muchos le siguen, especialmente por sus curaciones: pero hay rechazos, por ejemplo el de Nazaret, hay enemigos, los fariseos y sus letrados, y hay cierta incomprensión del pueblo, que quiere ante todo un Mesías/Rey.
La parábola se inscribe por tanto en el contexto completo de la predicación junto al lago.
Jesús encuentra ya seguidores, pero también meros espectadores superficialmente entusiasmados, e incluso enemigos que empiezan a situarse en una oposición radical. La misma dinámica de explicación de la parábola en privado muestra cómo Jesús encuentra quienes le quieren escuchar con el corazón abierto y quienes se van cerrando a la palabra o dejándola pasar. Este contexto ilustra muy bien el significado completo de la parábola.
Podríamos señalar también que ésta es una parábola anti-mesiánica. Israel no espera la llegada del Mesías como una siembra, como una escucha y una respuesta personal a La Palabra, como una conversión. A pesar de la interiorización y purificación que supone la predicación de los Profetas, especialmente con ocasión del Destierro, la esperanza mesiánica consistirá en un Rey, y el futuro esperado será siempre el triunfo del Pueblo de Israel y el acatamiento por todos los pueblos de la Religión de Israel en su Santo Templo. En parábolas como ésta se manifiesta bien el cambio radical de Jesús, su ruptura con la tradición del A.T. Jesús no quiere ser el Mesías esperado. Y todas las interpretaciones que se hagan al respecto deben recordar este giro espectacular de Jesús respecto a lo anterior. Lo expresa muy bien Ricciotti, dándonos una nueva y excelente pista para interpretar aquello de "viendo no ven y oyendo no entienden":
Un judío común, de los que esperaban el reino mesiánico - político, habría comprendido poco o nada de esta parábola en su verdadero significado, salvo si, como los discípulos, hubiese pedido una explicación a Jesús.
El judío corriente esperaba al fulgurante rey conquistador, y aquí, en cambio, el autor del reino quedaba en la sombra, sin ser nombrado siquiera; esperaba que la institución del reino descendiese, súbita, de las nubes entre fragorosos portentos, y aquí, en cambio, el reino brotaba de la tierra, humilde y silencioso, entre obstáculos de todo género; esperaba la reivindicación nacional y la victoria sobre los paganos, y aquí, en cambio, se aludía a un secreto trabajo del espíritu y a la victoria sobre las pasiones e intereses mundanos. El judío común, pues, veía y no veía a través de la parábola, y si estaba fuertemente pegado a sus viejos conceptos, cada vez se habrían endurecido más su corazón y sus oídos, rechazando el total "cambio de mente" a que la parábola prudentemente le invitaba. 5
Finalmente, la parábola se da ya en un contexto de oposición. Jesús está describiendo a su auditorio. Hay quienes escuchan y hay quienes, no sólo no se enteran de nada, sino que entenderán cada vez menos, hasta intentar matar la Palabra. Las interpretaciones que hacen los Sinópticos, su explicación de por qué habla en parábolas, dejan constancia de que hay gente que miran pero no ven, oyen pero no escuchan, no se enteran. 6
EL MENSAJE DIRECTO.
La parábola ilustra el modo de actuar de la Palabra y su recepción por los que la oyen.
Hay ante todo una impresión de abundancia: el sembrador, Dios, esparce por todas partes la semilla. La revelación no se hace en círculos de iniciados o con mensajes cifrados. Esta imagen conecta muy bien con la característica básica del género parabólico: la Palabra se ofrece a todos, no élites privilegiadas. La diferencia entre las personas no está en su situación social, sino en su respuesta a la Palabra sembrada. Es cuestión de tener los oídos bien atentos y los ojos bien despiertos, porque la Palabra está ahí, sembrada en abundancia.
Hay además la constancia de la diferente recepción por parte de unos y otros. Es sin duda una imagen de su propio auditorio. El maligno, la inconstancia, la superficialidad de carácter, las preocupaciones mundanas, la seducción de las riquezas... hacen que la palabra sembrada fructifique mal. Parece que Jesús está describiendo a las personas que le escuchan. Pero entre ellas hay también mucho fruto. Sus discípulos escuchan el discurso atentamente, y más tarde le van a pedir a Jesús que se lo explique más. Son buena tierra y la Palabra dará fruto en ellos.
Y hay un mensaje escatológico: habrá fruto, y fruto abundante. Es una parábola que mira al futuro. La aparente humildad de la semilla, los pájaros, las piedras, los abrojos, no podrán contra la Palabra. En este sentido, la parábola conecta con todas las parábolas vegetales, el grano de mostaza, la levadura, y con la tónica general de la predicación de Jesús: el Reino es obra de Dios, y no puede fallar.
Este tercer mensaje es precisamente el centro de la predicación, el mensaje directo y cumbre de la parábola que podríamos resumir: a pesar de que no es evidente, a pesar de que al parecer la acción de Dios es ahogada por todas partes, el poder de la semilla es superior, y habrá fruto, habrá cosecha abundante. La parábola, por tanto, parte de la siembra, pero es ante todo una promesa de cosecha.
INTERPRETACIONES ALEGÓRICAS Y PARENÉTICAS
El mismo texto de Marcos muestra cómo ya desde los primeros tiempos la riqueza de imágenes de la parábola condujo a una interpretación más bien alegórica. "La comunidad que oyó o leyó esto treinta años después sabía ya que el sembrador era Jesús, y vio o creyó ver cómo la cosecha había rendido ya el ciento por uno. Es ya una cristología explícita" 7 Los pocos discípulos del principio se han convertido en comunidades numerosas, a pesar de la espinas y los sequedales. La parábola se convierte en una autoafirmación de la propia iglesia y en un acto de fe en Jesús.
La interpretación, por otra parte, disfruta atribuyendo sentido a cada uno de los detalles de la siembra, y convierte un mensaje global en un pequeño estudio de psicología religiosa: las causas por las que las personas reciben o no, hacen fructificar o no, la siembra.
Estas interpretaciones alegóricas sin embargo, no estropean el mensaje fundamental. El mensaje básico puede subsistir muy bien aunque no se identifique cada clase de terreno con una clase de personas.
Hay en los Santos Padres comentarios muy interesantes, algunos verdaderamente iluminadores.
"Quienes están obsesionados por las riquezas se asemejan a los campos de cardos y espinas, que no permiten que crezcan las semillas del reino. (Pastor de Hermas)
Esta identificación de las riquezas con los abrojos que impiden el desarrollo de la Palabra es frecuente en los Santos padres, especialmente en San. Juan Crisóstomo. Y se añade: si las espinas no te pinchan, es que tu sensibilidad está del todo embotada. También se hace la aplicación de considerar a los ricos como espinas de la sociedad, que impiden que haya en ella fraternidad y justicia.
Pero no siempre la interpretación es tan cercana a la parábola misma.
"Si bien Dios está por doquier, Él se nos acerca sobre todo en nuestra naturaleza humana, sembrando la semilla de su Palabra a través de la Encarnación en elcampo de nuestras almas humanas" (Clemente de Alejandría y Clemente de Roma)
Tenemos aquí una muestra de cómo la parábola es aplicada al mismo Jesús, considerándolo como Semilla. Es una aplicación ciertamente muy ajena a la parábola misma, y nos muestra la riqueza y a la vez el riesgo de la Tradición de la Iglesia. En este caso, nos parece un estupendo acierto, aunque es evidente que Jesús no habló de sí mismo. En otros casos, se corre el riesgo de que la palabra meramente humana se interponga entre nosotros y La Palabra.
"No se debe sembrar en las piedras, ni maltratar la semilla que es la causa primera de la generación y que lleva ínsitas las razones de la naturaleza. Es realmente impío maltratar las cosas naturales siguiendo caminos contrarios a la naturaleza" (Clemente de Alejandría: El pedagogo: 2,83.2)
En esta interpretación vemos cómo se ha forzado el significado primitivo, conduciéndolo casi a lo que a parábola no quiere decir: en la parábola, la Palabra es esparcida con generosidad, y esto signo de la abundancia de Dios. En esta interpretación se restringe el significado: no se debe sembrar en las piedras. La circunstancia local y temporal está limitando la predicación a la comunidad cristiana, sin duda por temor a los ataques que recibe, y encuentra en la parábola una justificación. Es una muestra clara de cómo las circunstancias pueden modificar, y no siempre para bien, el significado primitivo de la parábola.
PARA NOSOTROS
El estilo del Reino
No desde fuera, no como imposición, no como una sociedad oficial. Desde dentro, en silencio, como una maduración interior, personal, progresiva. Las parábolas vegetales de Jesús nos invitan a meditar en la oposición entre una religiosidad exterior e interior, entre una iglesia-institución y una iglesia-conversión, entre un Reinado de Dios por acatamiento de formas y manifestaciones cultuales y un reino interior, un estado de la humanidad en que reinen la honradez, la sencillez, la solidaridad, la veracidad, el respeto.
Cuando Jesús rechazó el mesianismo hizo más que abandonar una idea caduca y nacionalista. Jesús tuvo que superar una tentación personal (lo muestra bien claramente el contenido de la tentación en el desierto y las dos situaciones vitales en que reacciona con violencia ante la propuesta de ser Rey o de evitar la pasión)8. Y a partir de esto debemos entender que el mesianismo es una tentación profunda, negadora de la religiosidad verdadera, que fue tentación para Jesús y lo fue y lo es para la iglesia, y que acecha a la religiosidad de cada uno de nosotros.
Atentos a la Palabra
Característica esencial del seguidor de Jesús: la Palabra está ahí, constantemente sembrada. Todas las cosas, todas las circunstancias, son, por esencia, Palabra, manifestación de Dios, invitación de Dios. Es una persona religiosa la que escucha, riega, quita cardos y piedras, la que deja que la Palabra germine. Esto supone una hermosa reconversión de la ascética: cuando luchamos contra nuestros defectos, contra nuestros pecados, no lo hacemos para ser más justos ante Dios, para que nos premien; lo hacemos para quitar los cardos y las piedras, para preparar el camino al Señor que viene, que constantemente siembra. La parábola empalma perfectamente con el texto de Isaías, que nos ofrece una magnífica imagen para animar a la oración constante, no pidiendo cosas a Dios, sino escuchando la incansable Palabra, que llueve permanentemente sobre nosotros ….
JESÚS SEMILLA
"Si el grano de trigo no muere, queda solo. Si cae en tierra y muere, da mucho fruto". Jesús actuó así. No fundó nada, no quiso ser el Rey-Mesías, rechazó la tentación de la popularidad, no escondió la verdad por protegerse. Se sembró. Y el fruto es la humanidad que sigue creyendo en Él, cada vez mayor, a pesar de todos los mesianismos que son los peores abrojos, los que más ahogan su semilla. El grano de trigo de Jesús murió, resucitó en la comunidad que creyó en Él, y sigue resucitando en todas las personas que le siguen.
Es una profunda lección para nuestro "apostolado", nuestro anuncio de Jesús:
sembrarse, sin espectáculos, hablando poco y actuando siempre según el evangelio. La cosecha es cosa de Dios, lo nuestro es sembrar.
Las personas a los ojos de Jesús La buena tierra es la buena gente. Cuando se anuncia el Evangelio limpio, sin más, se descubre que muchas personas "muy religiosas" se sorprenden y hasta se escandalizan, mientras que mucha gente normal, más o menos religiosa o "practicante", pero honrada y abierta, se ilusiona, descubre que eso es exactamente lo que esperaban oír. Estas primeras parábolas, la del sembrador, la de la lámpara, la de la levadura, aparentemente las más "inofensivas", son precisamente aquellas en las que se da la separación entre “los de fuera” y aquellos “a los que se ha concedido comprender el Reino”. 9
Pero los de fuera y los de dentro no pueden ser apreciados porque estén oficialmente en la Iglesia o fuera de ella. Deberíamos invertir nuestra manera de juzgar. Tanto los de la Iglesia como los que no pertenecen a la Iglesia pueden “estar dentro o fuera”, según reciban o no reciban la Palabra.
Parábolas para la esperanza
Todas las parábolas vegetales atienden al presente y a futuro. El presente es siembra, pero habrá cosecha. Ninguna de estas parábolas termina en el fracaso de lo sembrado.
En este sentido, son parábolas escatológicas, anuncian el final. Y el final es que la vida triunfa sobre la muerte, la semilla da fruto, se hace mies abundante, se realiza El Reino.
Son parábolas que leen el mundo con los ojos de Dios. Todo lo que está sembrado, lo que está floreciendo, aparentemente débil, medio ahogado en cardos y sequedales, es el futuro, es la fuerza del Espíritu que no ha de fallar.
Es éste un sentido indisociable de esta parábola, la de la cizaña, la de la levadura... todas tienen este componente de esperanza a pesar de la oscuridad de la historia. Sería oportuno recordar a este respecto que el final se representa en la Escritura como una visión triunfal precisamente en el Libro que cierra nuestra Biblia entera, el Apocalipsis.10
R E F L E X I Ó N F I N A L
El reino se parece a una semilla. Dios sembrador es una bella imagen, mucho más bella que Dios Rey o que Dios Amo o Dios Juez. Dios siembra incesantemente, incansablemente, la semilla del Reino. Recibimos constantemente semillas del Reino, ejemplos de buenas personas, sucesos, símbolos, sucesos ... los ojos de Jesús eran bien capaces de ver en todo la Palabra, la semilla sembrada.
Es una semilla poderosa. No con el poder destructivo de las armas, de las máquinas, sino con el insinuante e irrefrenable poder de la vida, sobre todo de la vida vegetal, que tanto le gusta a Jesús como símbolo del Reino.
La semilla no es aún el Reino, pero germinará. Cuando germine y se desarrolle veremos el esplendor del Reino, con la misma admiración con que contemplamos una encina formidable nacida de un humilde bellota, por ese milagro de poder oculto en la semilla.
Dios siembra continuamente la Palabra. La esencia misma de todo lo creado es ser Palabra, manifestar a Dios, invitar al Reino. Todas las cosas sobre la faz de la tierra están creadas para ser Palabra, semillas del Reino.
La semilla que cae en la tierra se puede perder. La incesante Palabra de Dios puede desperdiciarse. En el camino de nuestra vida hay muchos pájaros capaces de llevarse la semilla: la falta de atención, la trivialidad con vivimos ... y la semilla se la llevan los pájaros. A veces recibimos con alegría la Palabra, pero sin cultivarla, sin atenderla, haciéndola convivir con nuestros deseos irrefrenables de disfrutar, con nuestro afán por instalarnos, de mejorar nuestro nivel de esta vida ... árido pedregal en que se mueren las semillas recién brotadas. No pocas veces nuestra vida misma ahoga la Palabra: no tenemos tiempo, ni ganas, ni nos parece que los valores de la Palabra tengan validez: hay muchos abrojos en nuestra vida que pueden ahogar la pequeña planta del Reino.
Pero nuestra tierra es, en el fondo, buena tierra, es capaz de hacer germinar, es capaz de recibir el Reino. Y la semilla florece, en forma de compasión, de solidaridad, de valores éticos, de atención a lo trascendente; somos capaces de amar, de perdonar, de esforzarnos, de sacrificarnos por otros ... está floreciendo la semilla, unas veces algo, otras bastante, otras muchísimo ...
No sólo hay personas en que la semilla germina de modo espectacular, sino que en cada uno de nosotros hay épocas y momentos en que nos sentimos crecer, sentimos la presencia del Espíritu vivificador, sentimos germinar en nosotros a la Palabra.
La parábola del sembrador se armoniza muy bien con el texto de Pablo. Esto que vemos es un mundo de pedregales y abrojos, de pájaros peligrosos .. pero es un mundo sembrado, lleno de semillas del Reino. Y el Reino brota, florecerá, crecerá hasta ser un jardín, un bosque de árboles magníficos, en los que apenas nadie podrá reconocer las humildes semillas de que brotaron. El Reino está aquí, sembrado en los corazones, persistentemente sembrado por el Padre. La Palabra es eficaz, capaz de transformar la vida personal y la humanidad entera, capaz de hacer de esta casa de locos llena de mezquindad, de crueldad y de miserables satisfacciones que se lleva el viento de la muerte, un Reino de Hijos, el sueño de Dios Creador. Estamos viendo el mundo en el vientre de su madre la materia. Pero está en él la semilla del Espíritu, que lo llevará hasta la vida plena, a plena luz.
Finalmente, el Reino se siembra, se construye de dentro a fuera. No es una organización, no es una empresa, no crece por la fuerza del dinero ni por la imposición del poder. El Reino crece por la fuerza interior de la Palabra: nunca desde fuera hacia dentro, desde la imposición o el espectáculo; siempre desde la conversión. Jesús es listo: sabe que ninguna estructura funcionará bien si sus piezas son malas. Ninguna espléndida ciudad florecerá si sus ciudadanos son perversos. Jesús empieza por el principio: cambiar los corazones. Todo lo demás, las estructuras, las empresas, las sociedades, cambiarán si las personas cambian. Jesús fue un buen sembrador.
Hoy se nos ofrece la oportunidad de hacer un íntimo acto de fe. Pensamos en el fragor del mundo, el vértigo de los negocios, el poder de las multinacionales, la corrupción de los gobiernos, la crueldad de tantos nacionalismos e integrismos, la sistemática explotación de las personas y la destrucción de la naturaleza ... y sentimos terror ante el poder de "el mal", destructivo y avasallador. Comparado con todo esto, ¿qué son los hombres y mujeres de buena voluntad, qué fuerza tiene la honradez, la solidaridad y la compasión...?
Es necesario reduplicar nuestra fe en la Palabra, en el poder de Dios. La levadura de la Palabra fermentará esta masa. La pequeña semilla se hará árbol que romperá la muralla de piedra. Jesús, grano de trigo sembrado y triturado, no fracasó. Dios no fracasa. Hemos de hacer un acto de fe, por encima de toda apariencia, en la humanidad que llegará ser dada a luz, por la fuerza de la Palabra.
1. Más ampliamente en Jeremías, "Parábolas" pg 87-88.
2. Schweitzer. pg 61.
3.Jeremías: Parábolas. Pag. 167.
4. Así Renán "Vida de Jesús", especialmente en los capítulos IV - VI.
5. Ricciotti: "Vida de Jesucristo" pg 408.
6. Bien expuesto en Bravo, Carlos: "Galilea año 30" pg 48.
7. Schweitzer. pg.60.
8. Jn 6,15 y par. Mateo 10,23 y par.
9. Guillet: "El Jesús de los discípulos". Pg.121.
10. Bonita exposición en Lentzen-Deis:"Comentario al evangelio de Marcos" pg 129. Y en JL.Martín Descalzo: "Vida y misterio de Jesús de Nazaret" pg 604.
DEL PROFETA ISAÍAS (55:10-11)
Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.
DE LA CARTA DE PABLO A LOS ROMANOS (8:18-23)
Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.
DEL EVANGELIO DE MATEO (13:1-23)
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga.»
Y acercándose los discípulos le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» El les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane.¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!
Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron. »
«Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro
sesenta, otro treinta.»
TEMAS Y CONTEXTOS
LA PROFECÍA DE ISAÍAS
Estos versos están tomados de la parte final del "segundo Isaías". Es el magnífico discurso de un heraldo que anuncia la abundancia de parte de Dios, la incesante siembra de su Palabra, su fecundidad imparable.
Es uno de los textos más hermosos, escrito para infundir una indestructible confianza en el poder de la Palabra de Dios.
LA CARTA A LOS ROMANOS
Pablo ofrece aquí una imagen original, que debería ser más aprovechada. Imagina a la creación entera y, dentro de ella, a los hijos de Dios como los aún no-nacidos, como criaturas en el vientre de su madre que aún han de ser dados a luz. Esta imagen nos ofrece un magnífico punto de partida para entender la vida individual y la historia entera como un proceso de alumbramiento: somos ya, pero aún no se ha mostrado lo que seremos, como un embrión en el vientre de su madre, que es ya él mismo, pero no es ni sombra de lo que puede llegar a ser.
Así, la creación, la realidad, la humanidad, cada persona, son ya realidad, son ellos mismos, pero su plenitud está por ser dada a luz, revelada, y entonces ... ni ojo vio, ni oído oyó, ni inteligencia alguna puede magiar lo que Dios tiene reservado ...
EL EVANGELIO DE MATEO
LAS PARÁBOLAS “VEGETALES” Y EN CONCRETO LA DEL SEMBRADOR ME PARECEN TAN IMPORTANTES QUE ME HE PERMITIDO HACER UN COMENTARIO MÁS EXTENSO DE LO HABITUAL.
Ésta es una de las pocas parábolas que se encuentran en los tres evangelios. Llama la atención que los textos de Marcos y Mateo sean tan similares, incluso idénticos en muchos versículos. Las introducciones de ambos nos sitúan a la orilla del lago, predicando Jesús desde la barca porque la multitud les apretuja. Narraciones muy semejantes, con algún detalle diferente muy significativo. Mientras en Marcos la gente está a punto de echar a Jesús al agua, y Jesús no tiene más remedio que subirse a una barca, para Mateo Jesús lo hace apaciblemente, simplemente para que le oigan mejor. Iremos viendo cómo a Mateo no le gusta que Jesús “se vea obligado a...” o cosas semejantes. Lucas ha perdido un poco de la situación real y recurre al genérico de la gran multitud de varias "ciudades". En la descripción misma de la parábola, Mateo sigue al pie de la letra a Marcos, quitando dos pequeñas amplificaciones del final, como si le parecieran superfluas. Lucas resume la narración y la hace más concisa. Los tres añaden la misma terminación, prácticamente con las mismas palabras. Lo mismo sucede en la explicación. Para los tres, ésta se hace en privado, dirigida a los discípulos, y después de la interpolación sobre por qué habla en parábolas. La explicación es prácticamente idéntica.
Esto nos muestra que Jesús tiene un doble auditorio: la gente, entre la que se
encuentran ya sus opositores, que en Galilea son los fariseos y sus letrados; y el círculo más privado de sus discípulos, que reciben una enseñanza especial. Quizá incluso podamos imaginar la escena: después de un día entero de predicar y curar, Jesús se va a casa con su grupo. Comen juntos (en Palestina, la única comida seria se hace al atardecer) y alrededor de la mesa siguen hablando, presentando dudas, pidiendo explicaciones. Jesús responde, aclara, desarrolla, en el círculo íntimo de los que le siguen.
Marcos ha situado la escena en el capítulo cuarto, donde se reúnen todas las parábolas.
Mateo, en el capítulo trece, que recoge igualmente varias parábolas. Se podría pensar que ambos reproducen una "colección de parábolas", pero el contenido de estos dos fragmentos es demasiado diferente para avalar esta suposición.
MARCOS 4
1. El sembrador
21. La lámpara
24. La medida
26. El grano que crece solo
30. El grano de mostaza
MATEO 13
3. El sembrador
24. La cizaña
31. El grano de mostaza
33. La levadura
44. El tesoro y la perla
47. La red
Con esto comprendemos que Marcos y Mateo sitúan estas colecciones, que probablemente formaban parte de alguna catequesis de sus comunidades, donde les pareció más oportuno en el esquema literario general de su evangelio.
Lucas la sitúa en el capítulo octavo, sin ningún contexto significativo, aunque claramente antes de comenzar la "subida a Jerusalén". También en él la pequeña parábola de la lámpara acompaña a la del sembrador, como en Marcos.
Así pues, los textos y su situación nos permiten asegurar que se trata de una parábola avalada por la tradición más antigua, redactada por Marcos de quien dependen Mateo y Lucas, y pronunciada con seguridad en la época de Galilea, con algún contexto de oposición de "los de fuera", los que no quieren entender.
Como muchas parábolas, el mensaje tiene dos “momentos fuertes”: el grano que se pierde por diversos motivos, y el grano que da fruto llamativamente abundante.
Debemos recordar que en este tipo de parábolas, el mensaje primero suele estar subordinado al segundo, que constituye, muchas veces por ser más bien paradójico, el mensaje fundamental de la parábola.
Nos encontramos también con una parábola interpretada, y la interpretación es
antigua, data al menos de los propios redactores. Sin embargo, la interpretación no proviene del mismo Jesús. Esto lo sabemos por diversos motivos, que enunciamos brevemente:
- En primer lugar, porque la interpretación ha desplazado el mensaje fundamental de
la parábola, fijándose más en la primera parte, más psicológica y de
comportamiento, que en la segunda, más escatológica.
- En segundo lugar, por cuestiones de lenguaje. Hay varias expresiones que se usaban en tiempos de la primera iglesia, pero no eran usadas por Jesús; lo más significativo es el uso de términos como "la palabra" o “el discurso del reino”, que fueron acuñados por la iglesia primitiva pero nunca aparecen en labios de Jesús.1. Más claramente, el lenguaje de la parábola en la redacción de Marcos es típico de las cartas del Nuevo Testamento, no de las palabras de Jesús. Podemos concluir que la interpretación fue agregada como una aplicación por la iglesia posterior.2 Es pues un ejemplo significativo del gusto de las primeras comunidades (y de los comentaristas posteriores ) por las interpretaciones alegóricas, cuya ausencia caracteriza por otra parte al estado primitivo de las parábolas, tal como las pronunció el mismo Jesús.
SITUACIÓN VITAL
Los elementos descritos en la parábola necesitan poca interpretación, pero algunos detalles son puramente galileos. En Galilea se siembra a voleo, pero antes de labrar el terreno. Por otra parte, los terrenos de labranza no son grandes extensiones llanas sino, la mayor parte de las veces, pequeñas terrazas aprovechadas en las faldas de las colinas. Esto explica hasta cierto punto esa impresión de descuido del sembrador, al que se le van los granos a los caminos, los pedregales, los abrojos...
Joachim Jeremías explica muy bien la situación cultural del auditorio, su manera de verla naturaleza y por tanto, lo que entenderían al escuchar estas parábolas:
En ambas parábolas, no se describe el desarrollo; esto lo haría un occidental. El oriental piensa de otra manera; mira el estadio inicial y mira el final; para él en ambos casos lo sorprendente es la sucesión de dos estados fundamentalmente diferentes. No es una casualidad que la semilla sea un símbolo de la resurrección, un símbolo del misterio de la muerte y la vida, en el Talmud (b. Sanh. 90b), en Pablo (1 Cor 15,35) en Juan (12,24), en la primera carta de Clemente (24,4). Ven dos estados completamente diferentes: aquí la semilla muerta, allí el ondulante campo de trigo; aquí la muerte, allí la vida producida por el milagro de la omnipotencia de Dios. Miremos los frutos: ¿cómo y de qué manera se siembra?
Sale el sembrador y arroja sobre la tierra cada una de las semillas. Caen en la tierra, secas y desnudas, y se descomponen. Luego de la descomposición, la magnífica providencia del Señor las hace resucitar. Y de uno se hacen muchos y dan fruto (1 Clem. 24,4-5). El hombre moderno va al campo y entiende el crecimiento como un proceso biológico. Los hombres de la Biblia van al campo y ven en el mismo proceso un milagro de Dios tras otro, resurrecciones de la muerte. Así comprendieron los oyentes de Jesús las parábolas del grano de mostaza y la levadura, como parábolas de contraste. Su sentido es: de los comienzos más miserables, de la nada a los ojos humanos, crea Dios su reino poderoso, que abarcará los pueblos del universo.3
La situación vital de los oyentes no es tan idílica como algunos quieren presentar. Se ha abusado un tanto de la imagen paradisíaca de la predicación en Galilea, como si en el pueblo todos fuesen buenas personas, como si no hubiese oposición alguna, como si Jesús fuese un soñador que disfruta en estos primeros tiempos de una paz y una aceptación universales.4
La realidad presentada por Marcos es bastante diferente. Jesús provoca admiración y muchos le siguen, especialmente por sus curaciones: pero hay rechazos, por ejemplo el de Nazaret, hay enemigos, los fariseos y sus letrados, y hay cierta incomprensión del pueblo, que quiere ante todo un Mesías/Rey.
La parábola se inscribe por tanto en el contexto completo de la predicación junto al lago.
Jesús encuentra ya seguidores, pero también meros espectadores superficialmente entusiasmados, e incluso enemigos que empiezan a situarse en una oposición radical. La misma dinámica de explicación de la parábola en privado muestra cómo Jesús encuentra quienes le quieren escuchar con el corazón abierto y quienes se van cerrando a la palabra o dejándola pasar. Este contexto ilustra muy bien el significado completo de la parábola.
Podríamos señalar también que ésta es una parábola anti-mesiánica. Israel no espera la llegada del Mesías como una siembra, como una escucha y una respuesta personal a La Palabra, como una conversión. A pesar de la interiorización y purificación que supone la predicación de los Profetas, especialmente con ocasión del Destierro, la esperanza mesiánica consistirá en un Rey, y el futuro esperado será siempre el triunfo del Pueblo de Israel y el acatamiento por todos los pueblos de la Religión de Israel en su Santo Templo. En parábolas como ésta se manifiesta bien el cambio radical de Jesús, su ruptura con la tradición del A.T. Jesús no quiere ser el Mesías esperado. Y todas las interpretaciones que se hagan al respecto deben recordar este giro espectacular de Jesús respecto a lo anterior. Lo expresa muy bien Ricciotti, dándonos una nueva y excelente pista para interpretar aquello de "viendo no ven y oyendo no entienden":
Un judío común, de los que esperaban el reino mesiánico - político, habría comprendido poco o nada de esta parábola en su verdadero significado, salvo si, como los discípulos, hubiese pedido una explicación a Jesús.
El judío corriente esperaba al fulgurante rey conquistador, y aquí, en cambio, el autor del reino quedaba en la sombra, sin ser nombrado siquiera; esperaba que la institución del reino descendiese, súbita, de las nubes entre fragorosos portentos, y aquí, en cambio, el reino brotaba de la tierra, humilde y silencioso, entre obstáculos de todo género; esperaba la reivindicación nacional y la victoria sobre los paganos, y aquí, en cambio, se aludía a un secreto trabajo del espíritu y a la victoria sobre las pasiones e intereses mundanos. El judío común, pues, veía y no veía a través de la parábola, y si estaba fuertemente pegado a sus viejos conceptos, cada vez se habrían endurecido más su corazón y sus oídos, rechazando el total "cambio de mente" a que la parábola prudentemente le invitaba. 5
Finalmente, la parábola se da ya en un contexto de oposición. Jesús está describiendo a su auditorio. Hay quienes escuchan y hay quienes, no sólo no se enteran de nada, sino que entenderán cada vez menos, hasta intentar matar la Palabra. Las interpretaciones que hacen los Sinópticos, su explicación de por qué habla en parábolas, dejan constancia de que hay gente que miran pero no ven, oyen pero no escuchan, no se enteran. 6
EL MENSAJE DIRECTO.
La parábola ilustra el modo de actuar de la Palabra y su recepción por los que la oyen.
Hay ante todo una impresión de abundancia: el sembrador, Dios, esparce por todas partes la semilla. La revelación no se hace en círculos de iniciados o con mensajes cifrados. Esta imagen conecta muy bien con la característica básica del género parabólico: la Palabra se ofrece a todos, no élites privilegiadas. La diferencia entre las personas no está en su situación social, sino en su respuesta a la Palabra sembrada. Es cuestión de tener los oídos bien atentos y los ojos bien despiertos, porque la Palabra está ahí, sembrada en abundancia.
Hay además la constancia de la diferente recepción por parte de unos y otros. Es sin duda una imagen de su propio auditorio. El maligno, la inconstancia, la superficialidad de carácter, las preocupaciones mundanas, la seducción de las riquezas... hacen que la palabra sembrada fructifique mal. Parece que Jesús está describiendo a las personas que le escuchan. Pero entre ellas hay también mucho fruto. Sus discípulos escuchan el discurso atentamente, y más tarde le van a pedir a Jesús que se lo explique más. Son buena tierra y la Palabra dará fruto en ellos.
Y hay un mensaje escatológico: habrá fruto, y fruto abundante. Es una parábola que mira al futuro. La aparente humildad de la semilla, los pájaros, las piedras, los abrojos, no podrán contra la Palabra. En este sentido, la parábola conecta con todas las parábolas vegetales, el grano de mostaza, la levadura, y con la tónica general de la predicación de Jesús: el Reino es obra de Dios, y no puede fallar.
Este tercer mensaje es precisamente el centro de la predicación, el mensaje directo y cumbre de la parábola que podríamos resumir: a pesar de que no es evidente, a pesar de que al parecer la acción de Dios es ahogada por todas partes, el poder de la semilla es superior, y habrá fruto, habrá cosecha abundante. La parábola, por tanto, parte de la siembra, pero es ante todo una promesa de cosecha.
INTERPRETACIONES ALEGÓRICAS Y PARENÉTICAS
El mismo texto de Marcos muestra cómo ya desde los primeros tiempos la riqueza de imágenes de la parábola condujo a una interpretación más bien alegórica. "La comunidad que oyó o leyó esto treinta años después sabía ya que el sembrador era Jesús, y vio o creyó ver cómo la cosecha había rendido ya el ciento por uno. Es ya una cristología explícita" 7 Los pocos discípulos del principio se han convertido en comunidades numerosas, a pesar de la espinas y los sequedales. La parábola se convierte en una autoafirmación de la propia iglesia y en un acto de fe en Jesús.
La interpretación, por otra parte, disfruta atribuyendo sentido a cada uno de los detalles de la siembra, y convierte un mensaje global en un pequeño estudio de psicología religiosa: las causas por las que las personas reciben o no, hacen fructificar o no, la siembra.
Estas interpretaciones alegóricas sin embargo, no estropean el mensaje fundamental. El mensaje básico puede subsistir muy bien aunque no se identifique cada clase de terreno con una clase de personas.
Hay en los Santos Padres comentarios muy interesantes, algunos verdaderamente iluminadores.
"Quienes están obsesionados por las riquezas se asemejan a los campos de cardos y espinas, que no permiten que crezcan las semillas del reino. (Pastor de Hermas)
Esta identificación de las riquezas con los abrojos que impiden el desarrollo de la Palabra es frecuente en los Santos padres, especialmente en San. Juan Crisóstomo. Y se añade: si las espinas no te pinchan, es que tu sensibilidad está del todo embotada. También se hace la aplicación de considerar a los ricos como espinas de la sociedad, que impiden que haya en ella fraternidad y justicia.
Pero no siempre la interpretación es tan cercana a la parábola misma.
"Si bien Dios está por doquier, Él se nos acerca sobre todo en nuestra naturaleza humana, sembrando la semilla de su Palabra a través de la Encarnación en elcampo de nuestras almas humanas" (Clemente de Alejandría y Clemente de Roma)
Tenemos aquí una muestra de cómo la parábola es aplicada al mismo Jesús, considerándolo como Semilla. Es una aplicación ciertamente muy ajena a la parábola misma, y nos muestra la riqueza y a la vez el riesgo de la Tradición de la Iglesia. En este caso, nos parece un estupendo acierto, aunque es evidente que Jesús no habló de sí mismo. En otros casos, se corre el riesgo de que la palabra meramente humana se interponga entre nosotros y La Palabra.
"No se debe sembrar en las piedras, ni maltratar la semilla que es la causa primera de la generación y que lleva ínsitas las razones de la naturaleza. Es realmente impío maltratar las cosas naturales siguiendo caminos contrarios a la naturaleza" (Clemente de Alejandría: El pedagogo: 2,83.2)
En esta interpretación vemos cómo se ha forzado el significado primitivo, conduciéndolo casi a lo que a parábola no quiere decir: en la parábola, la Palabra es esparcida con generosidad, y esto signo de la abundancia de Dios. En esta interpretación se restringe el significado: no se debe sembrar en las piedras. La circunstancia local y temporal está limitando la predicación a la comunidad cristiana, sin duda por temor a los ataques que recibe, y encuentra en la parábola una justificación. Es una muestra clara de cómo las circunstancias pueden modificar, y no siempre para bien, el significado primitivo de la parábola.
PARA NOSOTROS
El estilo del Reino
No desde fuera, no como imposición, no como una sociedad oficial. Desde dentro, en silencio, como una maduración interior, personal, progresiva. Las parábolas vegetales de Jesús nos invitan a meditar en la oposición entre una religiosidad exterior e interior, entre una iglesia-institución y una iglesia-conversión, entre un Reinado de Dios por acatamiento de formas y manifestaciones cultuales y un reino interior, un estado de la humanidad en que reinen la honradez, la sencillez, la solidaridad, la veracidad, el respeto.
Cuando Jesús rechazó el mesianismo hizo más que abandonar una idea caduca y nacionalista. Jesús tuvo que superar una tentación personal (lo muestra bien claramente el contenido de la tentación en el desierto y las dos situaciones vitales en que reacciona con violencia ante la propuesta de ser Rey o de evitar la pasión)8. Y a partir de esto debemos entender que el mesianismo es una tentación profunda, negadora de la religiosidad verdadera, que fue tentación para Jesús y lo fue y lo es para la iglesia, y que acecha a la religiosidad de cada uno de nosotros.
Atentos a la Palabra
Característica esencial del seguidor de Jesús: la Palabra está ahí, constantemente sembrada. Todas las cosas, todas las circunstancias, son, por esencia, Palabra, manifestación de Dios, invitación de Dios. Es una persona religiosa la que escucha, riega, quita cardos y piedras, la que deja que la Palabra germine. Esto supone una hermosa reconversión de la ascética: cuando luchamos contra nuestros defectos, contra nuestros pecados, no lo hacemos para ser más justos ante Dios, para que nos premien; lo hacemos para quitar los cardos y las piedras, para preparar el camino al Señor que viene, que constantemente siembra. La parábola empalma perfectamente con el texto de Isaías, que nos ofrece una magnífica imagen para animar a la oración constante, no pidiendo cosas a Dios, sino escuchando la incansable Palabra, que llueve permanentemente sobre nosotros ….
JESÚS SEMILLA
"Si el grano de trigo no muere, queda solo. Si cae en tierra y muere, da mucho fruto". Jesús actuó así. No fundó nada, no quiso ser el Rey-Mesías, rechazó la tentación de la popularidad, no escondió la verdad por protegerse. Se sembró. Y el fruto es la humanidad que sigue creyendo en Él, cada vez mayor, a pesar de todos los mesianismos que son los peores abrojos, los que más ahogan su semilla. El grano de trigo de Jesús murió, resucitó en la comunidad que creyó en Él, y sigue resucitando en todas las personas que le siguen.
Es una profunda lección para nuestro "apostolado", nuestro anuncio de Jesús:
sembrarse, sin espectáculos, hablando poco y actuando siempre según el evangelio. La cosecha es cosa de Dios, lo nuestro es sembrar.
Las personas a los ojos de Jesús La buena tierra es la buena gente. Cuando se anuncia el Evangelio limpio, sin más, se descubre que muchas personas "muy religiosas" se sorprenden y hasta se escandalizan, mientras que mucha gente normal, más o menos religiosa o "practicante", pero honrada y abierta, se ilusiona, descubre que eso es exactamente lo que esperaban oír. Estas primeras parábolas, la del sembrador, la de la lámpara, la de la levadura, aparentemente las más "inofensivas", son precisamente aquellas en las que se da la separación entre “los de fuera” y aquellos “a los que se ha concedido comprender el Reino”. 9
Pero los de fuera y los de dentro no pueden ser apreciados porque estén oficialmente en la Iglesia o fuera de ella. Deberíamos invertir nuestra manera de juzgar. Tanto los de la Iglesia como los que no pertenecen a la Iglesia pueden “estar dentro o fuera”, según reciban o no reciban la Palabra.
Parábolas para la esperanza
Todas las parábolas vegetales atienden al presente y a futuro. El presente es siembra, pero habrá cosecha. Ninguna de estas parábolas termina en el fracaso de lo sembrado.
En este sentido, son parábolas escatológicas, anuncian el final. Y el final es que la vida triunfa sobre la muerte, la semilla da fruto, se hace mies abundante, se realiza El Reino.
Son parábolas que leen el mundo con los ojos de Dios. Todo lo que está sembrado, lo que está floreciendo, aparentemente débil, medio ahogado en cardos y sequedales, es el futuro, es la fuerza del Espíritu que no ha de fallar.
Es éste un sentido indisociable de esta parábola, la de la cizaña, la de la levadura... todas tienen este componente de esperanza a pesar de la oscuridad de la historia. Sería oportuno recordar a este respecto que el final se representa en la Escritura como una visión triunfal precisamente en el Libro que cierra nuestra Biblia entera, el Apocalipsis.10
R E F L E X I Ó N F I N A L
El reino se parece a una semilla. Dios sembrador es una bella imagen, mucho más bella que Dios Rey o que Dios Amo o Dios Juez. Dios siembra incesantemente, incansablemente, la semilla del Reino. Recibimos constantemente semillas del Reino, ejemplos de buenas personas, sucesos, símbolos, sucesos ... los ojos de Jesús eran bien capaces de ver en todo la Palabra, la semilla sembrada.
Es una semilla poderosa. No con el poder destructivo de las armas, de las máquinas, sino con el insinuante e irrefrenable poder de la vida, sobre todo de la vida vegetal, que tanto le gusta a Jesús como símbolo del Reino.
La semilla no es aún el Reino, pero germinará. Cuando germine y se desarrolle veremos el esplendor del Reino, con la misma admiración con que contemplamos una encina formidable nacida de un humilde bellota, por ese milagro de poder oculto en la semilla.
Dios siembra continuamente la Palabra. La esencia misma de todo lo creado es ser Palabra, manifestar a Dios, invitar al Reino. Todas las cosas sobre la faz de la tierra están creadas para ser Palabra, semillas del Reino.
La semilla que cae en la tierra se puede perder. La incesante Palabra de Dios puede desperdiciarse. En el camino de nuestra vida hay muchos pájaros capaces de llevarse la semilla: la falta de atención, la trivialidad con vivimos ... y la semilla se la llevan los pájaros. A veces recibimos con alegría la Palabra, pero sin cultivarla, sin atenderla, haciéndola convivir con nuestros deseos irrefrenables de disfrutar, con nuestro afán por instalarnos, de mejorar nuestro nivel de esta vida ... árido pedregal en que se mueren las semillas recién brotadas. No pocas veces nuestra vida misma ahoga la Palabra: no tenemos tiempo, ni ganas, ni nos parece que los valores de la Palabra tengan validez: hay muchos abrojos en nuestra vida que pueden ahogar la pequeña planta del Reino.
Pero nuestra tierra es, en el fondo, buena tierra, es capaz de hacer germinar, es capaz de recibir el Reino. Y la semilla florece, en forma de compasión, de solidaridad, de valores éticos, de atención a lo trascendente; somos capaces de amar, de perdonar, de esforzarnos, de sacrificarnos por otros ... está floreciendo la semilla, unas veces algo, otras bastante, otras muchísimo ...
No sólo hay personas en que la semilla germina de modo espectacular, sino que en cada uno de nosotros hay épocas y momentos en que nos sentimos crecer, sentimos la presencia del Espíritu vivificador, sentimos germinar en nosotros a la Palabra.
La parábola del sembrador se armoniza muy bien con el texto de Pablo. Esto que vemos es un mundo de pedregales y abrojos, de pájaros peligrosos .. pero es un mundo sembrado, lleno de semillas del Reino. Y el Reino brota, florecerá, crecerá hasta ser un jardín, un bosque de árboles magníficos, en los que apenas nadie podrá reconocer las humildes semillas de que brotaron. El Reino está aquí, sembrado en los corazones, persistentemente sembrado por el Padre. La Palabra es eficaz, capaz de transformar la vida personal y la humanidad entera, capaz de hacer de esta casa de locos llena de mezquindad, de crueldad y de miserables satisfacciones que se lleva el viento de la muerte, un Reino de Hijos, el sueño de Dios Creador. Estamos viendo el mundo en el vientre de su madre la materia. Pero está en él la semilla del Espíritu, que lo llevará hasta la vida plena, a plena luz.
Finalmente, el Reino se siembra, se construye de dentro a fuera. No es una organización, no es una empresa, no crece por la fuerza del dinero ni por la imposición del poder. El Reino crece por la fuerza interior de la Palabra: nunca desde fuera hacia dentro, desde la imposición o el espectáculo; siempre desde la conversión. Jesús es listo: sabe que ninguna estructura funcionará bien si sus piezas son malas. Ninguna espléndida ciudad florecerá si sus ciudadanos son perversos. Jesús empieza por el principio: cambiar los corazones. Todo lo demás, las estructuras, las empresas, las sociedades, cambiarán si las personas cambian. Jesús fue un buen sembrador.
Hoy se nos ofrece la oportunidad de hacer un íntimo acto de fe. Pensamos en el fragor del mundo, el vértigo de los negocios, el poder de las multinacionales, la corrupción de los gobiernos, la crueldad de tantos nacionalismos e integrismos, la sistemática explotación de las personas y la destrucción de la naturaleza ... y sentimos terror ante el poder de "el mal", destructivo y avasallador. Comparado con todo esto, ¿qué son los hombres y mujeres de buena voluntad, qué fuerza tiene la honradez, la solidaridad y la compasión...?
Es necesario reduplicar nuestra fe en la Palabra, en el poder de Dios. La levadura de la Palabra fermentará esta masa. La pequeña semilla se hará árbol que romperá la muralla de piedra. Jesús, grano de trigo sembrado y triturado, no fracasó. Dios no fracasa. Hemos de hacer un acto de fe, por encima de toda apariencia, en la humanidad que llegará ser dada a luz, por la fuerza de la Palabra.
1. Más ampliamente en Jeremías, "Parábolas" pg 87-88.
2. Schweitzer. pg 61.
3.Jeremías: Parábolas. Pag. 167.
4. Así Renán "Vida de Jesús", especialmente en los capítulos IV - VI.
5. Ricciotti: "Vida de Jesucristo" pg 408.
6. Bien expuesto en Bravo, Carlos: "Galilea año 30" pg 48.
7. Schweitzer. pg.60.
8. Jn 6,15 y par. Mateo 10,23 y par.
9. Guillet: "El Jesús de los discípulos". Pg.121.
10. Bonita exposición en Lentzen-Deis:"Comentario al evangelio de Marcos" pg 129. Y en JL.Martín Descalzo: "Vida y misterio de Jesús de Nazaret" pg 604.
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