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martes, 8 de julio de 2008

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: El sembrador de semillas

Por Clemente Sobrado C.P.
Publicado por Pasionistas

El oficio más bello de la vida es sembrar semillas. Porque quien siembra semillas está sembrando futuros. Recuerdo haber leído una historieta muy linda. Cada mañana viajaba en el tren una Señora que iba a trabajar. En determinado momento, sacaba de una bolsa algo y lo tiraba por la ventana. Un Señor, que siempre viajaba con ella, entró en curiosidad y un día le preguntó: “Señora, disculpe mi indiscreción, pero ¿se puede saber qué tira usted por la ventana siempre que pasa por aquí?”
Echo semillas de flores.

Pero, Señora, ¿no sabe que ahí no van a crecer las flores y que está usted perdiendo el tiempo?

La Señora guardó silencio. Pasó el tiempo y la Señora dejó de viajar en el tren. El caballero se sorprendió y preguntó por ella. “Ha muerto”, le dijeron. Hasta que un día de primavera, mirando por la ventana, vio que el campo estaba lleno de florecillas. Las semillas habían crecido.

Jesús nos habla hoy del sembrador y de las semillas. Semillas de Evangelio que caen en terrenos muy distintos. Muchas semillas se pierden, pero otras muchas florecen y dan fruto abundante.

Sembrar Evangelio exige y requiere de una gran esperanza.

Sembrar Evangelio requiere una actitud de generosidad, sabiendo que muchos no lo van a recibir.

Sembrar Evangelio requiere saber esperar. Ninguna semilla brota inmediatamente.

Y saber esperar es caminar al ritmo de la maduración de las semillas. Las prisas no son buena compañía para quien quiera anunciar el Evangelio. Cada semilla tiene su propio ritmo de crecimiento. El Evangelio va creciendo lentamente en los corazones. Y además, una vez que sembramos las semillas, el resto ya no depende del sembrador. Depende de la tierra, del abono, del tiempo. Muchas semillas se pasan el invierno como muertas en la tierra. Hay que esperar la primavera para que comiencen a brotar los tallos. Y hay que esperar al verano para que maduren las espigas.

A los padres les corresponde sembrar, en el corazón de sus hijos, semillas de gracia, de ideales y de esperanza. El crecimiento ya no depende ellos. Tienen que esperar.

Al sacerdote le corresponde sembrar las semillas del Evangelio. Pero el crecimiento ya no está en sus manos. También él tiene que esperar la primavera de cada corazón.

Al mismo Jesús le tocó sembrar la semillas del Reino. Un Reino que todavía sigue creciendo y que aún no ha florecido del todo.


Copio, lo que un día escribí sobre las semillas, en mi libro “Vivir con alegría 365 días del año”:

1 “He comprado unas semillas y las he sembrado en mi jardín. Ahora, sólo puedo hacer una cosa: esperar a que broten y crezcan. Y tengo fe de que realmente broten los tallos. Es la misma fe que Dios tiene en mí cuando siembra en mi vida las semillas bautismales de la vida y de la gracia”.

2 “He visto unos semillas. Son insignificantes. Casi no se ven. Y sin embargo cuando las siembre serán flores que adornen mi jardín. Hay cosas muy pequeñas que pueden sembrar de belleza el jardín de mi corazón”.

3 “A veces pienso que lo pequeño carece de importancia. Siento que debo hacer cosas grandes para ser algo en la vida. Cuando veo las semillas, me doy cuenta de que también con las cosas muy pequeñas, cada vida puede ser un campo de flores o un campo de trigo en flor”.

4 “En la vida, lo más importante es la semilla. Nada se nos da ya maduro. Todo tiene que ser sembrado, brotar y crecer. Lo que hoy parece grande, algún día no fue sino una simple semilla, casi insignificante. Hoy me dedico a sembrar semillas en mi corazón y en el corazón de aquellos que se me acercan”.

5 “Me dan envidia los sembradores. Sus manos siempre están abiertas para que las semillas caigan en el surco de la tierra. Sólo las manos generosas, manos abiertas, son capaces de llenar los surcos de la vida de posibilidades de nueva vida”.

6 “Las semillas me hablan de tiempo de espera. Las semillas nunca tienen prisa. El corazón tiene que crecer al ritmo de las semillas. Sólo así podrán florecer debidamente. Las prisas son malas hasta para el corazón”.

7 “Las semillas me hablan de mañana, de primavera, de verano. Por eso, las semillas no se quejan del frío del invierno. Los fríos invernales las favorecen y ayudan a fortalecerse para luego brotar con más vida en la primavera. Ya no van a importarme los fríos del alma, porque cualquier día amanece también en mí una nueva primavera”.

Oración

Señor: Tú eres el sembrador. Tú siembras en nuestros corazones tu Evangelio.
Y luego esperas. Cada uno tenemos nuestra respuesta personal.
Puede que muchas semillas encuentren corazones duros como el camino,
lleno de zarzas y espinos o con demasiadas piedras.
Corazones que son tierra fértil.
Pero también encuentras corazones generosos capaces de florecer
el treinta, el sesenta o el cien por cien.
Así quienes florecen en la generosidad suplen con creces las semillas que se perdieron.

Que en mi corazón broten esas tus semillas y pueda compensar
aquellas otras que se perdieron.

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