¿Qué tal va la cosecha? Preguntaba un turista a un viejo labriego. Bien… pero podía ir mejor. Contestó el propietario. Uno siembra… pero no siempre recoge lo que espera.
1.- En estos tres próximos domingos, incluido el de hoy, vamos a meditar tres impresionantes parábolas conocidas como las parábolas del Reino. ¿Qué pretenden? Ni más ni menos que sensibilizarnos, interpelarnos seriamente en el cómo vivimos nuestra fe y si hacemos algo por transmitirla a los demás. ¡Cuántas cosas recibimos de Dios! Hay algunos que dicen que no; que todo lo que son, adquieren, mueven y disfrutan, es fruto de la casualidad o del propio esfuerzo. Los creyentes, sin embargo, sabemos que Dios dirige como nadie esta complicada maquinaria del mundo y que, nada de lo que acontece en él, ocurre sin su consentimiento.
Qué bueno sería que saboreásemos la parábola de este domingo. Salió el sembrador a sembrar y, encontró a gente como nosotros. Y por si no nos hemos dado cuenta, nosotros, somos campo y sembradores a la vez. ¿Qué cómo puede ser? ¿Que es imposible? ¡Somos siembra y sembrador!
Desde el día de nuestro Bautismo, el Señor, puso en nosotros la semilla de la fe. A continuación, con el paso de los años, en el campo de nuestra vida espiritual, el Señor ha ido depositando, una y otra vez, simientes de su amor, de su Eucaristía, del Sacramento de la Reconciliación. ¿O es que, los sacramentos, no son pepitas de las buenas, de esas que crecen y nos hacen fuertes frente a tantas adversidades?
Pero, como en los campos castigados por la sequía o por la cizaña, también con nosotros ocurre algo parecido: o queremos y no podemos, o dejamos malograr aquello que Dios depositó en lo más hondo de nuestras entrañas.
2.- ¿Qué tal va la cosecha? Nos pregunta el Señor en este domingo. Que ¿qué tal va, Señor? ¡Aquí nos tienes! Lo intentamos; queremos ser de los tuyos, pero somos muy nuestros; queremos dar la cara por ti, pero tenemos miedo a que nos lastimen; nos gustaría anunciar tu Reino, pero preferimos sentarnos frente al televisor y dejarnos seducir por los anuncios de bienes pasajeros.
Es así, amigos; nuestra vida cristiana ha estado muy acostumbrada a recibir. ¿Y cuando vamos a dar? ¿Cuándo nos vamos a sentir comprometidos, y ya que estamos en el Año Paulino, a dar razón de nuestra esperanza? ¿Como San Pablo, sabemos de quién nos hemos fiado? Un campo, como el de los cristianos, no puede estar en permanente vacación. Mejor dicho; una vida, como la de los cristianos, no puede conformarse con mirar hacia el cielo; con esperar a que todo se nos dé hecho. Hemos recibido mucho y, en justicia y por contraprestación, por amor a Dios y por coherencia, hemos de brindar algo de lo mucho que Dios nos da. ¿Lo intentamos?
-Los que sois padres ¿por qué no os involucráis un poco más en la educación cristiana de vuestros hijos? ¿Estáis dando el tanto por ciento que Dios espera de vosotros?
-Los que somos sacerdotes ¿anunciamos el Reino con todas las consecuencias o…lo hacemos de una forma dulce y descafeinada para no herir sensibilidades?
-Los que sois políticos o tenéis algún cargo de responsabilidad ¿Lo hacéis para todos o sólo para algunos?
-Los que sois jóvenes ¿sentís, en vuestra vida, algo más que la pura apariencia, las prisas, el disfrute o la fiesta?
-Los que sois niños ¿os dais cuenta de lo mucho que otros hacen por vosotros?
Un campo, el espiritual, que no se cuida, el día de mañana nos pasa factura.
3.- Sí; es verdad. Tenemos que hacer, todos, algo más. ¡Hemos recibido tanto! ¡No podemos guardar, el tesoro de la fe, en el banco de nuestros propios intereses! No podemos consentir que, la semilla de la fe, se pierda por falta de interés, por timidez, por falsas vergüenzas o, simplemente, porque ya no nos hemos preocupado de regalarla con el abono de la oración, la Palabra de Dios, la caridad o la Eucaristía dominical.
Por cierto, hoy más que nunca, el sembrador sigue mirando y saliendo a sus campos. El Señor, sigue observando a los creyentes y ¡cuánto espera de ellos!
¡Cuánto espera de nosotros!
¿Estamos dispuestos hacer algo por Cristo?
Para muestra un botón; miremos a nuestro alrededor. ¡Cuántas almas secas! ¡Cuántos corazones que palpitan con todo y de todo, menos con Dios! ¡Cuánto maligno disfrazado de bienestar aparente!
Si, amigos; a tiempos difíciles….cristianos valientes y convencidos. En tiempos de incredulidad; hombres y mujeres que sepan en quién creen, por qué y para qué. Hay que huir del “cristiano bajo mínimos” y lanzarnos con todas las consecuencias, con audacia y entusiasmo, a la siembra de Cristo en el mundo. Y es que, un domingo más, sale el sembrador….y malo será que nos encuentre al “0” por ciento.
1.- En estos tres próximos domingos, incluido el de hoy, vamos a meditar tres impresionantes parábolas conocidas como las parábolas del Reino. ¿Qué pretenden? Ni más ni menos que sensibilizarnos, interpelarnos seriamente en el cómo vivimos nuestra fe y si hacemos algo por transmitirla a los demás. ¡Cuántas cosas recibimos de Dios! Hay algunos que dicen que no; que todo lo que son, adquieren, mueven y disfrutan, es fruto de la casualidad o del propio esfuerzo. Los creyentes, sin embargo, sabemos que Dios dirige como nadie esta complicada maquinaria del mundo y que, nada de lo que acontece en él, ocurre sin su consentimiento.
Qué bueno sería que saboreásemos la parábola de este domingo. Salió el sembrador a sembrar y, encontró a gente como nosotros. Y por si no nos hemos dado cuenta, nosotros, somos campo y sembradores a la vez. ¿Qué cómo puede ser? ¿Que es imposible? ¡Somos siembra y sembrador!
Desde el día de nuestro Bautismo, el Señor, puso en nosotros la semilla de la fe. A continuación, con el paso de los años, en el campo de nuestra vida espiritual, el Señor ha ido depositando, una y otra vez, simientes de su amor, de su Eucaristía, del Sacramento de la Reconciliación. ¿O es que, los sacramentos, no son pepitas de las buenas, de esas que crecen y nos hacen fuertes frente a tantas adversidades?
Pero, como en los campos castigados por la sequía o por la cizaña, también con nosotros ocurre algo parecido: o queremos y no podemos, o dejamos malograr aquello que Dios depositó en lo más hondo de nuestras entrañas.
2.- ¿Qué tal va la cosecha? Nos pregunta el Señor en este domingo. Que ¿qué tal va, Señor? ¡Aquí nos tienes! Lo intentamos; queremos ser de los tuyos, pero somos muy nuestros; queremos dar la cara por ti, pero tenemos miedo a que nos lastimen; nos gustaría anunciar tu Reino, pero preferimos sentarnos frente al televisor y dejarnos seducir por los anuncios de bienes pasajeros.
Es así, amigos; nuestra vida cristiana ha estado muy acostumbrada a recibir. ¿Y cuando vamos a dar? ¿Cuándo nos vamos a sentir comprometidos, y ya que estamos en el Año Paulino, a dar razón de nuestra esperanza? ¿Como San Pablo, sabemos de quién nos hemos fiado? Un campo, como el de los cristianos, no puede estar en permanente vacación. Mejor dicho; una vida, como la de los cristianos, no puede conformarse con mirar hacia el cielo; con esperar a que todo se nos dé hecho. Hemos recibido mucho y, en justicia y por contraprestación, por amor a Dios y por coherencia, hemos de brindar algo de lo mucho que Dios nos da. ¿Lo intentamos?
-Los que sois padres ¿por qué no os involucráis un poco más en la educación cristiana de vuestros hijos? ¿Estáis dando el tanto por ciento que Dios espera de vosotros?
-Los que somos sacerdotes ¿anunciamos el Reino con todas las consecuencias o…lo hacemos de una forma dulce y descafeinada para no herir sensibilidades?
-Los que sois políticos o tenéis algún cargo de responsabilidad ¿Lo hacéis para todos o sólo para algunos?
-Los que sois jóvenes ¿sentís, en vuestra vida, algo más que la pura apariencia, las prisas, el disfrute o la fiesta?
-Los que sois niños ¿os dais cuenta de lo mucho que otros hacen por vosotros?
Un campo, el espiritual, que no se cuida, el día de mañana nos pasa factura.
3.- Sí; es verdad. Tenemos que hacer, todos, algo más. ¡Hemos recibido tanto! ¡No podemos guardar, el tesoro de la fe, en el banco de nuestros propios intereses! No podemos consentir que, la semilla de la fe, se pierda por falta de interés, por timidez, por falsas vergüenzas o, simplemente, porque ya no nos hemos preocupado de regalarla con el abono de la oración, la Palabra de Dios, la caridad o la Eucaristía dominical.
Por cierto, hoy más que nunca, el sembrador sigue mirando y saliendo a sus campos. El Señor, sigue observando a los creyentes y ¡cuánto espera de ellos!
¡Cuánto espera de nosotros!
¿Estamos dispuestos hacer algo por Cristo?
Para muestra un botón; miremos a nuestro alrededor. ¡Cuántas almas secas! ¡Cuántos corazones que palpitan con todo y de todo, menos con Dios! ¡Cuánto maligno disfrazado de bienestar aparente!
Si, amigos; a tiempos difíciles….cristianos valientes y convencidos. En tiempos de incredulidad; hombres y mujeres que sepan en quién creen, por qué y para qué. Hay que huir del “cristiano bajo mínimos” y lanzarnos con todas las consecuencias, con audacia y entusiasmo, a la siembra de Cristo en el mundo. Y es que, un domingo más, sale el sembrador….y malo será que nos encuentre al “0” por ciento.
4.- QUIERO, SEÑOR
Ser campo, donde tu mano siembre,
y trabajo donde yo me afane.
Ser camino por donde tú te acerques,
y sendero por el que otros, al avanzar con ellos,
puedan llegar a conocerte y amarte.
QUIERO, SEÑOR
Que las piedras que entorpecen tu gran obra
las deje a un lado, con la ayuda de tu Palabra
Que la superficialidad en la que navego
dé lugar a la profundidad de tu Misterio
QUIERO, SEÑOR
Que nunca se seque en mí
lo que, en mi Bautismo, Tú iniciaste
Que las zarzas del materialismo
no ahoguen la vida del Espíritu
que en mi alma habita
Que el sol abrasador, de la comodidad
o del materialismo,
nunca sean más grandes que mi deseo
de amarte, seguirte y ofrecer mi vida por Ti.
QUIERO, SEÑOR
Dar el diez, o el veinte o el treinta por ciento
por Ti y por tu Reino,
más, bien Tú lo sabes,
que eres el Dueño de mi hacienda
el responsable de mis campos
la mano certera de mis sembrados
QUIERO, SEÑOR
Que lo que me des, yo esté dispuesto
a entregarlo a todos aquellos
que todavía no te conocen
QUIERO, SEÑOR
Que, siendo campo con tantas posibilidades,
metas Tú, la mano del Buen Sembrador,
y recojas lo que más necesites
para el mundo y para mis hermanos
Amén.
Ser campo, donde tu mano siembre,
y trabajo donde yo me afane.
Ser camino por donde tú te acerques,
y sendero por el que otros, al avanzar con ellos,
puedan llegar a conocerte y amarte.
QUIERO, SEÑOR
Que las piedras que entorpecen tu gran obra
las deje a un lado, con la ayuda de tu Palabra
Que la superficialidad en la que navego
dé lugar a la profundidad de tu Misterio
QUIERO, SEÑOR
Que nunca se seque en mí
lo que, en mi Bautismo, Tú iniciaste
Que las zarzas del materialismo
no ahoguen la vida del Espíritu
que en mi alma habita
Que el sol abrasador, de la comodidad
o del materialismo,
nunca sean más grandes que mi deseo
de amarte, seguirte y ofrecer mi vida por Ti.
QUIERO, SEÑOR
Dar el diez, o el veinte o el treinta por ciento
por Ti y por tu Reino,
más, bien Tú lo sabes,
que eres el Dueño de mi hacienda
el responsable de mis campos
la mano certera de mis sembrados
QUIERO, SEÑOR
Que lo que me des, yo esté dispuesto
a entregarlo a todos aquellos
que todavía no te conocen
QUIERO, SEÑOR
Que, siendo campo con tantas posibilidades,
metas Tú, la mano del Buen Sembrador,
y recojas lo que más necesites
para el mundo y para mis hermanos
Amén.
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