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miércoles, 9 de julio de 2008

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: TIEMPO DE LA PALABRA

Publicado por CIPE Carmelitas


Lecturas: Is 55,10-11; Salmo 64,10-14; Rm 8,18-23
Evangelio: Mateo 13, 1-23

“Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga”.

OYENTES DE LA PALABRA

La parábola del sembrador fue transmitida, aprendida y comentada en muchas comunidades cristianas. Trata de mostrar cómo el Reino, que Jesús va sembrando en el corazón de las gentes, que acuden a él, se hace presente y cuál es su fuerza. La buena cosecha de la semilla que cae en tierra buena nos deja sorprendidos y motivados para poner la vida a la escucha de la Palabra.

Jesús nos despierta a oír

Jesús se sorprende de que muchos tengan oídos y no oigan. La causa es un corazón embotado (cf. Mt 13, 14-15).

Jesús va por los caminos abriendo los oídos a los sordos. “¡Epheta! ¡Abrete! Inmediatamente se le abrieron los oídos” (Mc 7,34-35).

Jesús se alegra cuando encuentra oyentes de la Palabra: ¡“Dichosos vuestros oídos porque oyen”! (Mt 13, 16). “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28).

Jesús llama a la puerta del corazón humano para invitarnos a una historia de amistad: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).

Jesús encabeza la marcha de un pueblo de oyentes: “Va delante de las ovejas, y ellas le siguen, porque conocen su voz” (Jn 10,4).

¿Cómo ser oyentes hoy?

– Mirando a Jesús, que tiene palabras de vida. “Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo dicho todo y revelado” (Juan de la Cruz).

– Aprendiendo a escuchar a los pobres: En ellos habla y grita Jesús. “En ningún lugar veréis una imagen más natural: Jesús sufre en los pobres, languidece, muere de hambre en infinidad de familias pobres” (Bossuet).

– Viviendo de acuerdo con lo que oímos: “El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca” (Mt 7, 24).

– Abriendo los oídos al momento histórico que nos toca vivir, a los signos de los tiempos, para escuchar “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres” (Gaudium et Spes, 1) y poder ofrecer desde ahí un relato de salvación.

– Reuniéndonos en comunidad para escuchar juntos la Palabra de Dios (Sacrosanctum Concilium 35.106) y poder después proclamarla. “Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos” (1Jn 1,3).

La dicha de los oyentes

Dichosos vosotros si esperáis en silencio la llegada de la Palabra. Ella os renovará día tras día.

Dichosos vosotros si dialogáis en el corazón con la Palabra. Ella hará nacer en vosotros el amor a Jesús.

Dichosos vosotros si escucháis juntos la Palabra. Ella os convertirá en pueblo que proclama las maravillas de Dios.

Dichosos vosotros si guardáis la Palabra en el corazón. Ella os enseñará a orar.

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