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martes, 29 de julio de 2008

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Un milagro ratificado por la historia


1. Un milagro ratificado por la historia

En las lecturas de este domingo aparece una de las verdades más consoladoras de la Sagrada Escritura: el amor misericordioso de Dios que se revela en el rostro y los sentimientos íntimos del corazón de Cristo, que le dio lástima, nos dice el evangelio, de aquel gentío que le iba siguiendo... una multitud a quién le dio de comer . Es como el cumplimiento de lo que nos dice el profeta Isaías en la primera lectura, que nos habla del gran banquete de los tiempos mesiánicos y habla a su pueblo de ese amor de Dios. Basta que uno tenga “hambre o sed” para acercarse al banquete de la misericordia y del amor de Dios. “Si alguno tiene sed, que venga, si tiene hambre que acuda”. Es el alimento espiritual, significado en el pan material multiplicado por el Señor.

Vayamos al evangelio:
Al pie del monte donde se oyeron, por primera vez, las bienaventuranzas, al lado de las aguas azules y casi siempre tranquilas del lago de Genesaret, hay un delicioso lugar que esta siempre verde en esa ribera norte del mar de Galilea...Se llama “Las siete fuentes” (Heptapegón, en griego). La peregrina Eteria, del siglo IV, lo describe de esta manera: “Allí mismo, sobre el mar, hay un campo con hierba abundante y muchas palmeras y, junto a ellas, siete fuente, de cada una de ellas brota agua abundante.” Según una antiquísima tradición aquí fue donde el Señor Resucitado confió a San Pedro el primado de su Iglesia, después del examen de rigor: “Pedro ¿me amas más que estos?

Y aquí, anterior a este hecho, fue la multiplicación de los panes y los peces que nos cuenta el evangelio de hoy. Una Iglesia en forma de Basílica de reciente construcción, levantada sobre ruinas de otras iglesias de siglos anteriores, guarda con veneración el recuerdo de este hecho evangélico. Lo más interesante de ver entre los mosaicos de la Iglesia Bizantina del siglo V es el mosaico de delante del altar, que aunque más sencillo y quizá el menos artístico, representa un canastillo de panes flaqueado por peces, y la piedra-roca debajo del altar, lugar donde Jesús puso los panes multiplicados para que los repartiesen los apóstoles.

Sencillez y síntesis para crear una imagen evocadora: es la síntesis del evangelio de la multiplicación de los panes y de los peces, que hace la ya mencionada peregrina Egeria: “En este campo sació el Señor al pueblo con cinco panes y dos peces”. Sencillez y síntesis que nos vale a nosotros de composición de lugar, como diría San Ignacio de Loyola, para acercarnos nosotros a este milagro del Señor.

Es sorprendente que este milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, para dar de comer a unos 5.000 hombres en un lugar desierto, poco habitado, junto al mar de Galilea, venga referido este relato, nada menos que otras cinco veces en el evangelio, además de la relación que hoy hemos leído del evangelista san Mateo.

En principio ello indica que la primitiva comunidad cristiana, en cuyo seno se redactaron los evangelios, le tenía mucha estima a este relato…y ¿Por qué? ¿Sólo por el hecho milagroso, que es bien comprensible…? Es decir: ¿que una multitud desvalida quedó saciada con sólo cinco panes y dos peces…?

No sólo eso, pues los evangelios intentan significar que la fuerza milagrosa tiene otra enseñanza más profunda y espiritual, sabiendo como sabemos que los evangelistas, al narrar los hechos de Jesús, querían hacer una catequesis para las primitivas comunidades cristianas. Una enseñanza que llega también a nosotros.


2. Eucaristía y Caridad

De esa intención de los evangelistas sacamos otra explicación más profunda o teológica, válida para aquellos primeros cristianos y también para nosotros Pues no se trata sólo de la multiplicación física del pan, hecho ya histórico y que nosotros, hoy, sólo podríamos admirar…Se trata, además, de una “multiplicación del pan actual” de la que nosotros nos podemos beneficiar, en intima referencia a la Eucaristía y la Caridad, con el gesto y las palabras de Jesús de “dar gracias”.

El proceso es el siguiente, según el relato del evangelio:
1. Los discípulos presentan a Jesús los cinco panes y los dos peces; el pan será la eucaristía y el pez será el emblema de los cristianos.
2. Jesús los toma y los bendice;
3. Jesús “da gracias” y según S. Juan y demás evangelistas, el “dar gracias” tiene un significado eucarístico, pues en S. Juan es sinónimo Eucaristía y “Acción de Gracias”. Es evidente que San Juan, al utilizar esta expresión “dar gracias”, quiere hacer referencia y significar el pan eucarístico, que Jesús anunciará después en Cafarnaún e instituirá en la Pascua, y así ha llegado hasta nosotros, y llamamos a la Misa = Eucaristía o Acción de Gracias.
4. Después el pan multiplicado es distribuido por los Apóstoles, y no sólo pudieron alimentar a los allí presentes que estaban sentados sobre la hierba del suelo, sino además, al ser anuncio y signo de la Eucaristía, es alimento inagotable, sobró por necesidad. Sobraron tantos cestos como Apóstoles, 12 como 12 son los Apóstoles, o, según otra redacción, 7 como los diáconos. El pan multiplicado por el Señor, y repartido por los Apóstoles, como nos dice el evangelio, tiene un sentido totalmente Eucarístico.

El gesto y las palabras del Señor en la multiplicación de los panes es un calco, en intima referencia a la Eucaristía, de la última Cena: Cuando Jesús instituye la Eucaristía con las palabras que, en su memoria y en su poder, repite el sacerdote en cada una de las misas: “Tomad y Comed, esto es mi Cuerpo”, “Tomad y bebed, esta es mi sangre y haced esto en memoria mía. Y es que la Eucaristía, pan multiplicado, permanece y llega hasta nosotros a través de los Apóstoles, a través de la Iglesia. En san Juan y demás evangelistas todo símbolo significa una realidad espiritual. El prodigio, por lo tanto, está no sólo en que Jesús sació el hambre de aquella multitud (5.000 hombres) con el pan multiplicado, sino también en que los panes, al intervenir Jesús, tuvieron un carácter de signo eucarístico.

Así pues, desde una perspectiva de fe, lo principal del milagro sigue actualizándose en la comunidad cristiana en la liturgia de Pentecostés. Pues con el cuerpo del Resucitado en los signos visibles del pan y del vino multiplicado (=Eucaristía) se alimenta la comunidad desde hace 20 siglos.


3. Un pan partido y compartido

Con una simple visión histórica nos podemos asombrar aún hoy día, al ver tanta hambre saciada con un poco de pan. Con visión de fe celebramos las delicias de este pan multiplicado, la Eucaristía, que lleva 20 siglos aliviando las necesidades de cuantos buscan el alimento que llene su vacío existencial. Y tal alimento, -la Eucaristía-, nunca deja de ofertarla Jesús.

La Iglesia hace la Eucaristía, al mismo tiempo que la Iglesia, la unión, caridad y fraternidad de los cristianos hace la Eucaristía, al comer un único pan: el Cuerpo y la Sangre del Señor, y al multiplicar nosotros el pan material con los demás, imitando el gesto de Jesús. Así pues el milagro llega hasta nosotros, si compartimos el mismo pan, si compartimos también entre nuestros hermanos el pan material.

El mismo Amor de Cristo que quiso quedarse hasta el final de los tiempos, porque quiso, y por el gusto de estar sensiblemente, aunque invisible, más cerca de cada uno de los que creyeran en El y ser su alimentos espiritual...con este mismo amor y con este mismo gesto multiplicó el pan en el desierto como signo de ser también el alimento material, utilizando casi las mismas palabras de la última cena: “Tomando los panes, alzó la mirada al Cielo, los partió y se los dio a los discípulos, para que comiese aquella gente”.

Pues ¿de qué nos sirven nuestras celebraciones eucarísticas, en las que seguimos “partiendo el pan”, si luego no compartimos el pan que realmente nos cuesta compartir, el pan de nuestro dinero, el pan de nuestro bienestar, el pan de nuestro tiempo y de nuestra persona? “Dadle vosotros de comer”, dice Jesús a sus apóstoles y nos dice a nosotros, si ayudamos a ese Señor que siente lástima de todas las hambres de ayer, hoy y de siempre...Si no lo sentimos así ¿tendría un verdadero sentido la Eucaristía que celebramos?

En este domingo debe resonar en lo profundo del alma esta invitación: “dadles vosotros de comer”. “Donde hay pan compartido, allí está Dios”, dice un autor (Casaldaliga, obispo). Somos familia cristiana no porque hagamos celebraciones eucarísticas más o menos lucidas o piadosas, sino en el pan que se reparte…Es el mensaje del evangelio de hoy “Examínese cada uno a sí mismo antes de comer el pan, porque el que come y bebe sin apreciar el Cuerpo de Cristo, se come y se bebe su propia condenación”, dice S. Pablo. “Que el cuerpo de Cristo nos guarde a todos hasta la vida eterna”.

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