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jueves, 7 de agosto de 2008

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Comentarios Bíblicos y Pautas Homiléticas

Dios se manifiesta y nos salva
Publicado por Dominicos.org

Introducción

“Hay una historia de la sabiduría china que nos habla de un hombre que le molestaba contemplar su sombra cuando caminaba. Por eso decidió librarse de ella. “Si ando más aprisa, -pensó-, ella se quedara tras de mí”. Pero cuando se puso a andar deprisa comprendió que su sombra le seguía. Decidió correr, pero tampoco así se libraba de la sombra. Saltaba intentando esquivarla pero la sombra le seguía. No se dio cuenta que para librarse de la sombra podía haber hecho algo muy fácil. Ponerse a la sombra de un árbol y su sombra sería absorbida por la del árbol y no hubiera tenido que correr y cansarse. Pero no se le ocurrió.”

Nuestra vida a veces se ve envuelta en sombras y no sabemos la manera de librarnos de ellas. Nos vemos envueltos en temores que no sabemos como superar. Una manera sencilla de hacerlo es buscar cobijo en quien es más fuerte que la oscuridad, las tormentas, los reveses de la existencia.


Comentario Bíblico

Hoy podemos hablar a propósito de las lecturas, de la "manifestación divina", ya que la "voz de silencio" de la experiencia de Elías y la presencia de Jesús ante sus discípulos angustiados, nos ofrece un mensaje de experiencia religiosa, algo verdaderamente real, cuando se cree y se confía en Dios.


* Iª Lectura: 1 Reyes (19,9a.11-13): El Silencio de Dios, siempre es palabra

I.1. Este texto de la experiencia de Elías en el Horeb (que es el Sinaí), es una "historia" religiosa llena de contenidos místicos; probablemente una de las piezas maestras de la religiosidad de la Antigüedad, que nadie ha acertado a explicar en todos sus pormenores literarios y narrativos. El miedo de Elías a la reina Jezabel que quería desplazar a Yahvé por el Baal fenicio subyace en medio de una guerra de religión con todas sus consecuencias. Elías era un yahvista de fondo y forma y no le queda más remedio que el destierro del reino del Norte, de Israel, donde se estaba consumando una catástrofe.

I.2. Elías marcha en busca de Dios, lo busca con toda el alma y todo el corazón, porque el pueblo no quiere oponerse con todas sus fuerzas a la tiranía de la reina. El profeta quiere ir a los orígenes, al Dios del Sinaí, de la Alianza, de los mandamientos. Casi sin fuerzas, se refugia en una cueva lleno de miedo y se le anuncia el "paso" de Yahvé. Porque Dios siempre pasa por la vida de las personas y de los pueblos, pero no lo hace de cualquier forma y manera. También para Elías, un luchador yahvista, es necesaria una purificación.

I.3. Dios no aparecerá como lo esperaba el profeta: primero en un viento fuerte, después en un terremoto y finalmente en el fuego. Pero allí no estaba Dios, dice el texto, con mucha intencionalidad. Esas son expresiones simbólicas con las que se han arropado siempre las manifestaciones divinas en la antigüedad. Es toda una lección que se debe aprender, quizás para dar a entender que Elías no puede luchar con estas mismas armas contra Jezabel y su religión. Son elementos cósmicos, muy artificiales, que han dado de Dios una imagen de temblor y terror.

I.4. ¿Dónde está Dios? En el silencio. La famosa expresión hebrea "qol demaná daqá" ha dado pie a numerosas lecturas e interpretaciones. Hay una voz (qol), pero en el "silencio profundo" o sutil, o imperceptible, como de seda. Y es ahí donde Elías tiene que notar la presencia y la manifestación de Dios, en la brisa de su alma y de su corazón. Ese silencio de noche oscura, que experimentan los místicos y los no místicos, es una presencia sencilla, humana y entrañable de Dios que comparte, de verdad, nuestra existencia.

I.5. Perseguido y angustiado no puede exigir al Dios del Sinaí, de las epifanías cósmicas, que sea como el profeta quiere que sea o como quieren muchos de los suyos. Dios está, se manifiesta, incluso en el infierno de muchas noches y de muchas venganzas, para estar de lado de los que sufren y son malditos por los poderosos. Es verdad que nos gustaría, que le gustaría a todo el mundo, que Dios fuera tan terrible como Jezabel para dar el merecido que algunos se han ganado. Pero en la "voz de un silencio sutil" Dios es más Dios de verdad.


* IIª Lectura: Romanos (9,1-5): Nuestros hermanos judíos

II.1. Pablo comienza, con este c. 9 de Romanos, uno de los momentos más abrumadores de su carrera apostólica, y lo refleja en el conjunto de Rom 9-11. Hoy se nos lee únicamente lo que podemos llamar el "exordio" de todo ese conjunto. La carta ha dejado bien a las claras su "evangelio" y sus radicalidades: nadie puede salvarse si no es por la fe en Cristo que nos lleva a al amor de Dios. Por tanto, y en definitiva, porque Dios quiere salvarnos en su proyecto amoroso.

II.2. ¿Qué sucederá con su pueblo que todavía espera salvarse por el cumplimiento de la ley? ¿No es acaso el pueblo de las promesas, de los patriarcas, de la Alianza? Sin duda que sí, pero si quiere ser el verdadero pueblo de Dios, tiene que aceptar a Dios verdaderamente. Tiene que cambiar y tiene que aceptar, como dirá más adelante Pablo, que Cristo es el final (telos) de la ley (Rom 10,4). Se trata de una expresión que ha dado mucho que hablar y que se ha usado maliciosamente con sentido “antisionista”.

II.3. Pero la verdad es que ahora sí que no se puede polemizar, con este texto en la mano, que tenemos los cristianos actitudes "antisemitas". Porque Pablo, un judío de verdad, pone las cartas boca arriba. No se trata de un juego, sino de decir la verdad sobre Dios y sobre la salvación. Dios quiere salvar a todos los hombres y no lo hará con privilegios "semitas". Los cristianos nunca podrán olvidar que han conocido al Dios de la salvación por medio de un judío como Jesús de Nazaret. Nunca deben olvidar que ese pueblo ha mantenido la antorcha religiosa por mucho tiempo. Pero es el mismo Dios quien ha decidido otra cosa y esto es muy significativo.

II.4. Pablo plantea la "cuestión judía", al comienzo, con el deseo de ser condenado con tal de que su pueblo acepte a Cristo. ¡Qué más se puede decir! ¡Quiere ser condenado con tal de que sean salvados los suyos! Pero no de cualquier forma y manera. Es verdad que la retórica de sus expresiones asombra, pero en Pablo es todo un sentimiento. También, como Elías, que tuvo que ver a Dios en "la voz del silencio", el pueblo judío está llamado a no "exigirle" a Dios que lo salve, sino a dejarse salvar por amor. Su ley no les garantiza nada, porque Dios no salva por cualquier cosa, sino porque ama.

* Evangelio: Mateo (14,22-33): El Señor, luz en la noche

III.1. Con la lectura de este episodio de Mateo, la "marcha sobre las aguas", se evocan muchas cosas de las experiencias de la resurrección. De hecho es muy fácil entender que este no es simplemente un episodio histórico de la vida de Jesús y los suyos, sino que encierra experiencias pascuales. No hace falta más que poner atención en las expresiones que se usan en esos momentos (cf. Mt 28,5.10; Jn 20,28), incluso en cómo se postran los discípulos ante el Señor resucitado (Mt 28,9.17). Y es que, en la comunidad primitiva, no podía evocarse este momento de la vida de Jesús sino como "Salvador" y "Señor", lo cual sucede especialmente a partir de la resurrección.

III.2. Es significativo que Jesús, después de la multiplicación de los panes, episodio inmediatamente anterior, se retira a solas para orar y entrar en contacto con Dios en una experiencia muy personal y particular, que refleja muy a las claras dónde recibe Jesús esa "fuerza" salvífica. Los discípulos, en la barca, están en sus faenas. Sabemos, se ha dicho frecuentemente, que en el evangelio de Mateo esa barca representa a la comunidad, a la Iglesia, a la que el evangelista quiere trasmitir este mensaje.

III.3. El hecho mismo de que Pedro represente un papel particular en este episodio, también habla de ese misterio de la Iglesia, que necesita la fuerza y el coraje de su Señor. Pedro es en el evangelio de Mateo el primero de ese grupo de los doce, de la Iglesia, que necesita buscar y encontrar al Señor por la fe. Incluso es representado con sus debilidades. Porque la Iglesia en el NT no es el grupo de los perfectos, sino de los que necesitan constantemente fe y salvación.
III.4. "Soy yo, no tengáis miedo", es una palabra salvadora, de resurrección. Ya hemos dicho que este relato está envuelto en ese lenguaje en el que Jesús domina el tiempo y el espacio, las aguas y el fuego si fuera necesario. Es el lenguaje teológico de la resurrección, cuando Jesús es confesado como Señor. Pero de la misma manera que Dios se "manifestó" a Elías en el Horeb. Ante la desesperación de los suyos, no viene en medio del terremoto, sino "caminando" sobre las aguas, que es como decir: "en la serenidad de la noche", en el "silencio" imperceptible y cuando hace falta.

Fray Miguel de Burgos, O.P.


Pautas para la homilía

* “Ánimo, no tengáis miedo…”, nos dice Jesús. Todos tenemos miedo. El miedo pertenece a la condición humana. Nos acompaña en nuestra existencia. Tenemos miedo al fracaso, a caer enfermos, a no saber estar a la altura de las circunstancias. Tenemos miedo al futuro, a quedarnos solos, a que la desgracia venga sobre nosotros y nuestra familia. Tenemos miedo a los extraños, al juicio negativo de los demás.

* ¿Qué hacemos con nuestros miedos? ¿Olvidarlos? ¿No tomarlos en serio? ¿Huir de ellos? La huida suele ser la actitud más extendida ante el miedo. Y algunas maneras corrientes de hacerlo son acumulando cosas, viajando de prisa de un lugar a otro, buscando diversión a toda costa. Hay quienes confiesan que para olvidarse del miedo o la tristeza se van de compras. Acumulando bienes se olvidan, al menos momentáneamente, de los temores de la vida.

* Pero ¿realmente se puede vencer el miedo con distracciones y evasiones? No es tan fácil librarse de los miedos en nuestra vida. Normalmente cuando uno se va, otro nuevo viene a ocupar su lugar. Además huir de los miedos no significa superarlos. Y por eso cuando parecía que en nuestra huida habían desaparecido, vuelven a golpearnos otra vez.

* Jesús cuando se encuentra con un Pedro asustado por un temporal no le dice que escape, que salga corriendo. Le dice que confíe en su presencia. Confiar es lo mismo que tener fe. Por eso la fe no es una propuesta para escapar de lo que nos produce miedo. Al contrario, es un impulso para hacer frente a las dificultades de la vida. Jesús dice a Pedro que tiene poca fe. Y no se lo dice porque tenga miedo, sino por no confiar en que Jesús es una fuerza que nos sostiene en el peligro. El problema no es tener miedo pues es algo humano. Incluso el propio Jesús tuvo miedo en Getsemaní. La cuestión es encontrar el modo adecuado para superarlo.

* La fe no es ninguna huida o ilusión. La fe consiste en saber que Dios se encuentra en el origen de mi vida. No soy ningún producto de la casualidad o de un poder ciego. Dios en persona se encuentra en el origen de mi ser. Él me toma en sus manos y me conduce por los días de mi vida.

* Jesucristo es la mano de Dios. La mano que nos sostiene conserva las llagas de la cruz. Por eso, sabe de nuestras dificultades y problemas. Jesús es el sí de Dios a todo lo humano y también a mi vida. En el mundo hay muchas cosas negativas que causan temor y miedo, pero en Jesucristo Dios ha dicho un sí definitivo al mundo. Sostenido en la fuerza de ese sí puedo superar el miedo que paraliza a trabajar por un mundo mejor. En mi vida, en mi persona, hay muchas cosas negativas, pero en Jesucristo Dios me ha dicho su sí definitivo. Sobre ese sí puedo superar mis miedos y caminar alegre por la vida.

Fr. Ricardo de Luis, OP

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