Es una de las fiestas más antiguas que se conocen. “Epifanía” significa en griego manifestaciones, en plural. Hasta hace bien poco se conmemoraban este día tres hechos de la vida de Jesús: la adoración de los magos, la boda de Cana y el bautismo. En la actualidad se celebra en occidente la adoración de los magos, más conectada con la Navidad y como símbolo de la llamada de todos los pueblos a la salvación ofrecida por Dios en Jesús.
El relato que hoy leemos del evangelio de Mateo, no hay la más mínima posibilidad de que sea histórico. Esto no nos debe preocupar en absoluto, porque lo que se intenta con esa “historia” es dar un mensaje teológico.
Dios se está manifestando siempre. Si el que, en un momento determinado lo descubre y quiere comunicarlo a otros, tiene que materializarlo en imágenes, para que los que no lo han descubierto, lo conozcan como si hubiera sido percibida por los sentidos.
Dios está actuando siempre y en todas sus criaturas. Nosotros descubrimos esa presencia, sólo en circunstancias muy concretas. Esa limitación no se debe a Dios, sino a nuestra condición de criaturas limitadas.
El concebir la acción de Dios como venida de fuera y haciendo o deshaciendo algo en el mundo terreno, sigue jugándonos muy malas pasadas. Muchas veces he intentado explicar como es la actuación de Dios, pero acepto que es muy difícil de comprender, después de tanto tiempo creyendo en un Dios remedio de todos los males, apto para deshacer cualquier entuerto. Pensemos, por ejemplo, en el comienzo de la mayoría de las oraciones de la liturgia: “Dios todopoderoso y eterno…” para terminar poniendo el cazo.
La expresión más simple de la teología escolástica reza así: Dios es acto puro. Quiere decir, que en Él no existe ni rastro de “potencia” (en sentido filosófico, capacidad ‘posibilidad’ de ser o de actuar). En Dios no hay ninguna posibilidad de ser o de actuar que no esté colmada.
El ser “nadapoderoso” no le viene por falta de poder, sino porque ya lo ha realizado todo. No puede hacer nada más. Si Dios empezara a hacer algo, antes de hacerlo no sería perfecto, porque todo acto lleva consigo un enriquecimiento, por lo tanto no sería Dios. Si Dios dejara de hacer algo, perdería una perfección y dejaría de ser Dios.
Debemos superar el concepto que tenemos de Dios creador. Dios no puede desentenderse de la criatura, como hacemos nosotros al ‘crear’ algo. La cosa creada es manifestación de Dios, que está ahí sosteniendo en el ser a su criatura, entregado totalmente a ella. Imaginad que la creación es la imagen que se refleja en el espejo. Si quitamos del medio la realidad reflejada, el espejo no podría reflejar ninguna imagen.
Dios crea porque es amor y en la creación manifiesta su capacidad de darse. Al crear Dios sólo puede buscar el bien de las criaturas, no puede esperar nada para Él.
En contra de lo que nosotros creemos, la creación no falla nunca; para Dios todo está en orden y equilibrio en cada momento. En el Génesis se repite una y otra vez, que lo que iba haciendo Dios era “bueno”, pero cuando llega a la creación del ser humano dice que era todo “muy bueno”.
La idea de un Dios que tiene que estar constantemente haciendo chapuzas con la creación, es mezquina. La idea de una salvación como reparación de una creación que le salió mal, es consecuencia de un maniqueísmo mal disimulado. Cada ser humano puede no ser consciente de lo que es y vivir como lo que no es, pero en el fondo seguirá siendo criatura de Dios y como tal único y perfecto.
El ser humano tiene que abandonar la sensación de que no está bien hecho. Tiene que dejar de esperar de Dios que le arregle sus “goteras”. Dios ya nos lo ha dado todo, no tenemos nada que esperar de Él. Lo único que debemos esperar es darnos cuenta de su don.
Lo que experimentamos como carencia, no es más que fruto de nuestra ignorancia. El que seamos limitados, no es culpa de Dios. No tenía otra opción. Si Dios creara un ser perfecto, no crearía nada; sería Él mismo. Por lo que tenemos que dar gracias a Dios es por las inmensas posibilidades de ser, que ha puesto a nuestro alcance.
Podemos seguir diciendo, que Dios actúa en la historia, que se sigue manifestando en los acontecimientos, pero conscientes de que es una manera impropia de hablar. Con ello queremos indicar que el hombre, en un momento determinado, se da cuenta de la presencia de Dios, y para él es como si en ese momento Dios se hiciera presente.
Como Dios está en todas sus criaturas, y en todos los acontecimientos, está en ese momento. La manifestación de Dios es siempre la misma para todos, pero sólo algunos, en circunstancias concretas, llegan a descubrir su teofanía. El que tiene esa vivencia la comunicará como una actuación de Dios puntual, pero la realidad es que Dios había estado siempre ahí, sin que lo descubriera. Esta es la raíz de toda la revelación bíblica.
Una tremenda equivocación en la que estamos todos inmersos, es pensar que Dios se manifiesta en los acontecimientos espectaculares. Nada más contrario a la realidad. Dios se manifiesta en todos los acontecimientos, y podemos encontrarlo en los más sencillos y cotidianos. Los Magos lo encuentran en un niño. Si sólo vemos a Dios en los acontecimientos sobrecogedores, estamos pensando en un ídolo.
La presencia de Dios nunca puede ser apodíctica, nunca se puede demostrar, porque no tiene consecuencias que se puedan percibir por los sentidos y por lo tanto no se puede obligar a nadie a admitir esa presencia. Es indemostrable. Tener esto claro equivaldría a desmontar todo el andamiaje de las acciones espectaculares como demostración de la presencia del poder de Dios. No digamos nada cuando ese poder se quiere poner al servicio de los “buenos”, e incluso, en contra de los “malos”. Pascal decía: “Toda religión que no confiese que Dios es un Dios escondido, es falsa”.
La gran paradoja está en que Dios es a la vez, el Dios que se revela siempre y el Dios que siempre está escondido. La experiencia de todos los místicos les llevó a concluir que Dios es siempre el ausente. S. Juan de la Cruz lo dejó muy claro:
"A dónde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido. Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras ti clamando y eres ido."
Y el místico sufí persa Djelal Eddin Rumi dice:
"Calla mi labio carnal. Habla en mi interior la calma, voz sonora de mi alma, que es el alma de otra Alma eterna y universal. ¿Dónde tu rostro reposa, Alma que a mi alma das vida? Nacen sin cesar las cosas, mil y mil veces ansiosas de ver Tu faz escondida.”
Veamos algunas conclusiones teológicas del relato de los Magos. No hace referencia a personas concretas, sino a personajes. No eran reyes, sino ‘magos’, es decir personajes que escudriñaban el cielo para entender mejor lo que pasaba en la tierra. Porque estaban buscando, descubrieron, encontraron.
Fijaros que lo descubren los que estaban lejos, pero no se enteraron de nada lo que estaban más cerca del niño. Para descubrir la presencia de Dios, lo único definitivo es la actitud. Al descubrir algo sorprendente, se pusieron en camino. No sabían hacia donde, pero arriesgaron.
Otro mensaje importantísimo para los primeros cristianos, casi todos judíos, es que todos los seres humanos están llamados a la salvación. Para nosotros hoy esto es una verdad obvia, pero a ellos les costó Dios y ayuda, salir de la conciencia de pueblo elegido. Pablo lo propone como un misterio que no había sido revelado en otro tiempo: “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la de la promesa”. Es un gran avance sobre la manera de pensar judía.
Preguntan por un Rey, contrapuesto al rey Herodes. La ciudad se sobresaltó con él, es decir identificada con el rey en su tiranía. Es Herodes el que lo identifica con el Mesías. Los sacerdotes y escribas “sabían” dónde tenía que nacer, pero no experimentan ninguna reacción ante acontecimiento tan significativo. Una vez más se demuestra que el conocimiento puramente teórico no sirve de nada.
El signo de la presencia extraordinaria de Dios en una vida humana era la estrella. Se creía que el nacimiento de todo personaje importante estaba precedido por la aparición de una estrella en el cielo. El relato nos dice que la estrella de Jesús, solo la pudo ver el que está mirando al cielo. El que está mirando a la tierra, nunca descubrirá la estrella. Solo los que esperan y buscan algo nuevo, están en condiciones de aceptar esa novedad. Para los magos, lo ya conocido no les satisfacía, por eso siguen escudriñando el cielo para poder detectar la gran novedad de Jesús. En Jerusalén nadie la descubre.
Los dones que le ofrecen, son símbolo de lo que significa aquel niño para los primeros cristianos después de interpretar su vida y su mensaje. El oro, el incienso y la mirra son símbolos místicos de lo que el niño va a ser. También quieren expresar la actitud reverente de los Magos, que lo reconocen como el Rey esperado por todos.
El relato que hoy leemos del evangelio de Mateo, no hay la más mínima posibilidad de que sea histórico. Esto no nos debe preocupar en absoluto, porque lo que se intenta con esa “historia” es dar un mensaje teológico.
Dios se está manifestando siempre. Si el que, en un momento determinado lo descubre y quiere comunicarlo a otros, tiene que materializarlo en imágenes, para que los que no lo han descubierto, lo conozcan como si hubiera sido percibida por los sentidos.
Dios está actuando siempre y en todas sus criaturas. Nosotros descubrimos esa presencia, sólo en circunstancias muy concretas. Esa limitación no se debe a Dios, sino a nuestra condición de criaturas limitadas.
El concebir la acción de Dios como venida de fuera y haciendo o deshaciendo algo en el mundo terreno, sigue jugándonos muy malas pasadas. Muchas veces he intentado explicar como es la actuación de Dios, pero acepto que es muy difícil de comprender, después de tanto tiempo creyendo en un Dios remedio de todos los males, apto para deshacer cualquier entuerto. Pensemos, por ejemplo, en el comienzo de la mayoría de las oraciones de la liturgia: “Dios todopoderoso y eterno…” para terminar poniendo el cazo.
La expresión más simple de la teología escolástica reza así: Dios es acto puro. Quiere decir, que en Él no existe ni rastro de “potencia” (en sentido filosófico, capacidad ‘posibilidad’ de ser o de actuar). En Dios no hay ninguna posibilidad de ser o de actuar que no esté colmada.
El ser “nadapoderoso” no le viene por falta de poder, sino porque ya lo ha realizado todo. No puede hacer nada más. Si Dios empezara a hacer algo, antes de hacerlo no sería perfecto, porque todo acto lleva consigo un enriquecimiento, por lo tanto no sería Dios. Si Dios dejara de hacer algo, perdería una perfección y dejaría de ser Dios.
Debemos superar el concepto que tenemos de Dios creador. Dios no puede desentenderse de la criatura, como hacemos nosotros al ‘crear’ algo. La cosa creada es manifestación de Dios, que está ahí sosteniendo en el ser a su criatura, entregado totalmente a ella. Imaginad que la creación es la imagen que se refleja en el espejo. Si quitamos del medio la realidad reflejada, el espejo no podría reflejar ninguna imagen.
Dios crea porque es amor y en la creación manifiesta su capacidad de darse. Al crear Dios sólo puede buscar el bien de las criaturas, no puede esperar nada para Él.
En contra de lo que nosotros creemos, la creación no falla nunca; para Dios todo está en orden y equilibrio en cada momento. En el Génesis se repite una y otra vez, que lo que iba haciendo Dios era “bueno”, pero cuando llega a la creación del ser humano dice que era todo “muy bueno”.
La idea de un Dios que tiene que estar constantemente haciendo chapuzas con la creación, es mezquina. La idea de una salvación como reparación de una creación que le salió mal, es consecuencia de un maniqueísmo mal disimulado. Cada ser humano puede no ser consciente de lo que es y vivir como lo que no es, pero en el fondo seguirá siendo criatura de Dios y como tal único y perfecto.
El ser humano tiene que abandonar la sensación de que no está bien hecho. Tiene que dejar de esperar de Dios que le arregle sus “goteras”. Dios ya nos lo ha dado todo, no tenemos nada que esperar de Él. Lo único que debemos esperar es darnos cuenta de su don.
Lo que experimentamos como carencia, no es más que fruto de nuestra ignorancia. El que seamos limitados, no es culpa de Dios. No tenía otra opción. Si Dios creara un ser perfecto, no crearía nada; sería Él mismo. Por lo que tenemos que dar gracias a Dios es por las inmensas posibilidades de ser, que ha puesto a nuestro alcance.
Podemos seguir diciendo, que Dios actúa en la historia, que se sigue manifestando en los acontecimientos, pero conscientes de que es una manera impropia de hablar. Con ello queremos indicar que el hombre, en un momento determinado, se da cuenta de la presencia de Dios, y para él es como si en ese momento Dios se hiciera presente.
Como Dios está en todas sus criaturas, y en todos los acontecimientos, está en ese momento. La manifestación de Dios es siempre la misma para todos, pero sólo algunos, en circunstancias concretas, llegan a descubrir su teofanía. El que tiene esa vivencia la comunicará como una actuación de Dios puntual, pero la realidad es que Dios había estado siempre ahí, sin que lo descubriera. Esta es la raíz de toda la revelación bíblica.
Una tremenda equivocación en la que estamos todos inmersos, es pensar que Dios se manifiesta en los acontecimientos espectaculares. Nada más contrario a la realidad. Dios se manifiesta en todos los acontecimientos, y podemos encontrarlo en los más sencillos y cotidianos. Los Magos lo encuentran en un niño. Si sólo vemos a Dios en los acontecimientos sobrecogedores, estamos pensando en un ídolo.
La presencia de Dios nunca puede ser apodíctica, nunca se puede demostrar, porque no tiene consecuencias que se puedan percibir por los sentidos y por lo tanto no se puede obligar a nadie a admitir esa presencia. Es indemostrable. Tener esto claro equivaldría a desmontar todo el andamiaje de las acciones espectaculares como demostración de la presencia del poder de Dios. No digamos nada cuando ese poder se quiere poner al servicio de los “buenos”, e incluso, en contra de los “malos”. Pascal decía: “Toda religión que no confiese que Dios es un Dios escondido, es falsa”.
La gran paradoja está en que Dios es a la vez, el Dios que se revela siempre y el Dios que siempre está escondido. La experiencia de todos los místicos les llevó a concluir que Dios es siempre el ausente. S. Juan de la Cruz lo dejó muy claro:
"A dónde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido. Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras ti clamando y eres ido."
Y el místico sufí persa Djelal Eddin Rumi dice:
"Calla mi labio carnal. Habla en mi interior la calma, voz sonora de mi alma, que es el alma de otra Alma eterna y universal. ¿Dónde tu rostro reposa, Alma que a mi alma das vida? Nacen sin cesar las cosas, mil y mil veces ansiosas de ver Tu faz escondida.”
Veamos algunas conclusiones teológicas del relato de los Magos. No hace referencia a personas concretas, sino a personajes. No eran reyes, sino ‘magos’, es decir personajes que escudriñaban el cielo para entender mejor lo que pasaba en la tierra. Porque estaban buscando, descubrieron, encontraron.
Fijaros que lo descubren los que estaban lejos, pero no se enteraron de nada lo que estaban más cerca del niño. Para descubrir la presencia de Dios, lo único definitivo es la actitud. Al descubrir algo sorprendente, se pusieron en camino. No sabían hacia donde, pero arriesgaron.
Otro mensaje importantísimo para los primeros cristianos, casi todos judíos, es que todos los seres humanos están llamados a la salvación. Para nosotros hoy esto es una verdad obvia, pero a ellos les costó Dios y ayuda, salir de la conciencia de pueblo elegido. Pablo lo propone como un misterio que no había sido revelado en otro tiempo: “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la de la promesa”. Es un gran avance sobre la manera de pensar judía.
Preguntan por un Rey, contrapuesto al rey Herodes. La ciudad se sobresaltó con él, es decir identificada con el rey en su tiranía. Es Herodes el que lo identifica con el Mesías. Los sacerdotes y escribas “sabían” dónde tenía que nacer, pero no experimentan ninguna reacción ante acontecimiento tan significativo. Una vez más se demuestra que el conocimiento puramente teórico no sirve de nada.
El signo de la presencia extraordinaria de Dios en una vida humana era la estrella. Se creía que el nacimiento de todo personaje importante estaba precedido por la aparición de una estrella en el cielo. El relato nos dice que la estrella de Jesús, solo la pudo ver el que está mirando al cielo. El que está mirando a la tierra, nunca descubrirá la estrella. Solo los que esperan y buscan algo nuevo, están en condiciones de aceptar esa novedad. Para los magos, lo ya conocido no les satisfacía, por eso siguen escudriñando el cielo para poder detectar la gran novedad de Jesús. En Jerusalén nadie la descubre.
Los dones que le ofrecen, son símbolo de lo que significa aquel niño para los primeros cristianos después de interpretar su vida y su mensaje. El oro, el incienso y la mirra son símbolos místicos de lo que el niño va a ser. También quieren expresar la actitud reverente de los Magos, que lo reconocen como el Rey esperado por todos.
Meditación-contemplación
Dios se manifiesta siempre y en toda criatura.
¿Por qué no lo descubro? Muy sencillo:
o busco un dios que no existe.
o le busco donde no está.
O le busco con la razón y no con el corazón.
.......................
No hay que buscar a Dios,
sino la luz que nos permita verlo en todas partes.
Al entrar en una habitación, no busco la lámpara, sino el interruptor.
Una vez pulsado, instantáneamente se hace la luz.
.................
La luz está dentro de ti. Puede llevar tiempo encontrar el interruptor.
Sigue tanteando, en cualquier momento lo descubrirás.
Tú no eres la habitación iluminada por UNA lámpara.
Eres la LAMPARA que se transforma en LUZ
...................
Dios se manifiesta siempre y en toda criatura.
¿Por qué no lo descubro? Muy sencillo:
o busco un dios que no existe.
o le busco donde no está.
O le busco con la razón y no con el corazón.
.......................
No hay que buscar a Dios,
sino la luz que nos permita verlo en todas partes.
Al entrar en una habitación, no busco la lámpara, sino el interruptor.
Una vez pulsado, instantáneamente se hace la luz.
.................
La luz está dentro de ti. Puede llevar tiempo encontrar el interruptor.
Sigue tanteando, en cualquier momento lo descubrirás.
Tú no eres la habitación iluminada por UNA lámpara.
Eres la LAMPARA que se transforma en LUZ
...................
No hay comentarios:
Publicar un comentario