En respuesta a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo Jesús presenta esta parábola: Un hombre manda a uno de sus hijos a trabajar. Éste responde “no quiero”, pero después arrepentido, va. El otro en cambio dice que va a ir y no lo hace. Jesús pregunta entonces cuál de ellos cumplió mejor con lo que quería su padre. Como responden que el primero Jesús les dice que los publicanos y las prostitutas van a llegar al reino de los cielos antes que ellos. Les reprocha que habiendo venido Juan por el camino de la justicia no le creyeron como lo hicieron publicanos y mujeres de mala vida dándoles ejemplo que ellos no imitaron.
Siempre desconcierta la preferencia que muestra Jesús para con los pecadores. Así eran considerados, efectivamente, los publicanos y las prostitutas, pecadores públicos. Y aquí Jesús afirma que ellos van a llegar primero al reino de los cielos que quienes se consideran seguros de conquistarlo como son los sumos sacerdotes y ancianos.
Hay que notar que Jesús no habla estrictamente de conversión sino de haber aceptado a Juan, de haberle creído. La razón es porque conscientes de sus limitaciones y pecados mantuvieron el corazón abierto para aceptar que Juan venía por los caminos de la justicia. Una disponibilidad de la que no dieron muestra los que se consideraban superiores a los demás.
Suele suceder también entre nosotros. Quienes por diversos motivos se consideran superiores a otros a quienes consideran de algún modo en falta, se estacionan en el rechazo con palabras y juicios severísimos. Y, desde esa posición dejan de mirar sus propios defectos y pecados. Y mientras más severos se muestran con los demás, más disimulan sus carencias morales. La hipocresía sustituye entonces a la virtud que ellos exigen y predican. Y el mal consiste en que no sólo engañan a los demás para conservar su prestigio sino que se engañan a sí mismos. Y así creen también que tienen a Dios de su parte.
En cambio los que tienen conciencia de sus fallas y pecados, sobre todo cuando se trata de asuntos que la mayoría de la gente considera como tales, viven buscando comprensión y mantienen el corazón abierto para emprender caminos mejores. Ni delante de los hombres, ni frente a ellos mismos, ni delante de Dios se consideran más de lo que son. Y por eso reciben en plenitud el cariño, la bondad y la acogida de Dios. Como pequeños que se refugian en el amor del Padre.
Hay pecados de debilidad y pecados de fuerza o poder. Los primeros mueven a misericordia Los segundos exigen sanción. La hipocresía está indudablemente entre los segundos y por eso Jesús no la toleró.
El hijo segundo queda perfectamente tranquilo y feliz porque ha dicho sí y de ese modo no ha contrariado a su padre. Pero, satisfecho con eso que es a la vez una reprimenda al hermano que dijo que no, no ha ido a trabajar. Con mucha frecuencia nos pasa lo mismo y de ese modo favorecemos conductas ocultas y apariencias engañosas que hacen mucho mal a la sociedad y a la iglesia.
Buscando coincidencias entre las lecturas
La conminación de Ezequiel para quienes denuncian la injusticia de Dios, obedece a que de este modo evitan el sentirse culpables y consecuentemente también convertirse de sus pecados.
La carta a los filipenses es una viva exhortación de Pablo para que se evite entre ellos el espíritu de discordia que se basa en que algunos se consideran superiores a los demás no por el servicio y el amor que practican sino por otros motivos superficiales.
Mateo con la parábola de los dos hijos establece una clara división entre el refugio de la hipocresía y el valor de la sinceridad.
Síntesis de la Homilía
Siempre desconcierta la preferencia que muestra Jesús para con los pecadores. Así eran considerados, efectivamente, los publicanos y las prostitutas, pecadores públicos. Y aquí Jesús afirma que ellos van a llegar primero al reino de los cielos que quienes se consideran seguros de conquistarlo como son los sumos sacerdotes y ancianos.
Hay que notar que Jesús no habla estrictamente de conversión sino de haber aceptado a Juan, de haberle creído. La razón es porque conscientes de sus limitaciones y pecados mantuvieron el corazón abierto para aceptar que Juan venía por los caminos de la justicia. Una disponibilidad de la que no dieron muestra los que se consideraban superiores a los demás.
Suele suceder también entre nosotros. Quienes por diversos motivos se consideran superiores a otros a quienes consideran de algún modo en falta, se estacionan en el rechazo con palabras y juicios severísimos. Y, desde esa posición dejan de mirar sus propios defectos y pecados. Y mientras más severos se muestran con los demás, más disimulan sus carencias morales. La hipocresía sustituye entonces a la virtud que ellos exigen y predican. Y el mal consiste en que no sólo engañan a los demás para conservar su prestigio sino que se engañan a sí mismos. Y así creen también que tienen a Dios de su parte.
En cambio los que tienen conciencia de sus fallas y pecados, sobre todo cuando se trata de asuntos que la mayoría de la gente considera como tales, viven buscando comprensión y mantienen el corazón abierto para emprender caminos mejores. Ni delante de los hombres, ni frente a ellos mismos, ni delante de Dios se consideran más de lo que son. Y por eso reciben en plenitud el cariño, la bondad y la acogida de Dios. Como pequeños que se refugian en el amor del Padre.
Hay pecados de debilidad y pecados de fuerza o poder. Los primeros mueven a misericordia Los segundos exigen sanción. La hipocresía está indudablemente entre los segundos y por eso Jesús no la toleró.
El hijo segundo queda perfectamente tranquilo y feliz porque ha dicho sí y de ese modo no ha contrariado a su padre. Pero, satisfecho con eso que es a la vez una reprimenda al hermano que dijo que no, no ha ido a trabajar. Con mucha frecuencia nos pasa lo mismo y de ese modo favorecemos conductas ocultas y apariencias engañosas que hacen mucho mal a la sociedad y a la iglesia.
Buscando coincidencias entre las lecturas
La conminación de Ezequiel para quienes denuncian la injusticia de Dios, obedece a que de este modo evitan el sentirse culpables y consecuentemente también convertirse de sus pecados.
La carta a los filipenses es una viva exhortación de Pablo para que se evite entre ellos el espíritu de discordia que se basa en que algunos se consideran superiores a los demás no por el servicio y el amor que practican sino por otros motivos superficiales.
Mateo con la parábola de los dos hijos establece una clara división entre el refugio de la hipocresía y el valor de la sinceridad.
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