El obispo emérito de Viedma, monseñor Miguel Esteban Hesayne, destacó la actitud de Jesucristo frente a la mujer, en las más diversas condiciones, y consideró que fue Él quien reveló “la mirada de Dios sobre el ser mujer”.
“Las amó como las ama Dios. Las respetó en su dignidad de persona. No declamó sus ‘derechos’. Los vivió en su relación para con cada una, en fidelidad al proyecto creacional”, valoró el prelado en su reflexión semanal.
El prelado sostuvo que “si nos ubicamos en la sociedad que vivió Jesús, no terminamos de sorprendernos del trato que dispensó Jesús a cada mujer y por ser tal... Seguramente con escándalo de muchos -bien pensantes de la época. Hasta de los mismos discípulos al sentir que las mujeres, culturalmente relegadas como seres inferiores, eran llamadas al mismo rango de discípulas del Maestro”.
Tras señalar que para ponderar “el sorprendente giro cultural de ciento ochenta grados que dio Jesús en su relación con el mundo femenino, nos tenemos que ubicar en su tiempo”, recordó que “vivió en una sociedad cuya visión negativa de la mujer la reducía simplemente a una ayuda del varón. Era impensable una mujer con autonomía. Su función social estaba definida: tener hijos y servir fielmente al varón… No tenía sitio en la vida social. Recluida en el hogar y retirada de la esfera pública, su influencia no salía de la propia familia y no podían hablar en público con ningún varón”.
“El cambio con Jesús causó tal impacto que los comentaristas no pudieron ocultar la presencia de la mujer-discípula en torno a Jesús, no obstante su formación masculina con tendencia a ocultar, hasta en el lenguaje, la presencia femenina. Con el factor agravante de que ninguna mujer escribió esa nueva experiencia relacional que Jesús instauró en la sociedad. Los escritores del Evangelio fueron todos varones”, precisó.
El obispo emérito reclamó volver a las fuentes para lograr dentro de la Iglesia “una real renovación, que por momentos padece un notable relentando, ha de ajustar mentalidad y hasta normas jurídicas y pastorales a las actitudes de Jesús con relación a la mujer, como así también a la convivencia de las comunidades de los orígenes cristianos”, porque afirmó “la figura de la mujer tan destacada en las primeras comunidades cristianas en rigurosa fidelidad a la actuación de Jesús, ha sido opacada como si no hubiera llegado la vigencia del Reino de Dios al mundo femenino”.
Por último, monseñor Hesayne opinó que “como lo fue en la de los orígenes, hay que retomar conciencia activa que la grandeza y dignidad de la mujer, lo mismo que la del varón, arranca de la opción de aceptar a Jesús y entrar a vivir el reinado de Dios en lo cotidiano de la existencia humana”.+
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“Las amó como las ama Dios. Las respetó en su dignidad de persona. No declamó sus ‘derechos’. Los vivió en su relación para con cada una, en fidelidad al proyecto creacional”, valoró el prelado en su reflexión semanal.
El prelado sostuvo que “si nos ubicamos en la sociedad que vivió Jesús, no terminamos de sorprendernos del trato que dispensó Jesús a cada mujer y por ser tal... Seguramente con escándalo de muchos -bien pensantes de la época. Hasta de los mismos discípulos al sentir que las mujeres, culturalmente relegadas como seres inferiores, eran llamadas al mismo rango de discípulas del Maestro”.
Tras señalar que para ponderar “el sorprendente giro cultural de ciento ochenta grados que dio Jesús en su relación con el mundo femenino, nos tenemos que ubicar en su tiempo”, recordó que “vivió en una sociedad cuya visión negativa de la mujer la reducía simplemente a una ayuda del varón. Era impensable una mujer con autonomía. Su función social estaba definida: tener hijos y servir fielmente al varón… No tenía sitio en la vida social. Recluida en el hogar y retirada de la esfera pública, su influencia no salía de la propia familia y no podían hablar en público con ningún varón”.
“El cambio con Jesús causó tal impacto que los comentaristas no pudieron ocultar la presencia de la mujer-discípula en torno a Jesús, no obstante su formación masculina con tendencia a ocultar, hasta en el lenguaje, la presencia femenina. Con el factor agravante de que ninguna mujer escribió esa nueva experiencia relacional que Jesús instauró en la sociedad. Los escritores del Evangelio fueron todos varones”, precisó.
El obispo emérito reclamó volver a las fuentes para lograr dentro de la Iglesia “una real renovación, que por momentos padece un notable relentando, ha de ajustar mentalidad y hasta normas jurídicas y pastorales a las actitudes de Jesús con relación a la mujer, como así también a la convivencia de las comunidades de los orígenes cristianos”, porque afirmó “la figura de la mujer tan destacada en las primeras comunidades cristianas en rigurosa fidelidad a la actuación de Jesús, ha sido opacada como si no hubiera llegado la vigencia del Reino de Dios al mundo femenino”.
Por último, monseñor Hesayne opinó que “como lo fue en la de los orígenes, hay que retomar conciencia activa que la grandeza y dignidad de la mujer, lo mismo que la del varón, arranca de la opción de aceptar a Jesús y entrar a vivir el reinado de Dios en lo cotidiano de la existencia humana”.+
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