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viernes, 24 de octubre de 2008

Una pregunta…elemental

Mateo 22, 34-40
XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Publicado por Misioneros Monfortanos

Un maestro de la Ley quiere, en nombre de los fariseos, poner a Jesús en dificultades. La pregunta que le plantea no parece especialmente difícil: “Maestro ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?” ¿Qué judío algo religioso puede ignorar el texto del Deuteronomio que Jesús empieza a formular?: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, contada tu mente”. Pero Jesús sigue uniendo estrechamente el mandamiento del amor al prójimo al mandamiento del amor a Dios: “el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

El antiguo Testamento conoce y recomienda el amor al prójimo, como lo atestigua el texto de la primera lectura. Jesús que “no ha venido para abolir la ley sino para darle su plenitud” se sitúa por consiguiente en la línea del antiguo Testamento; pero al unir, como lo hace, el mandamiento del amor al prójimo al del amor a Dios, introduce la novedad que lo lleva a su plenitud. Se llega a la cumbre cuando Jesús, en virtud de su encarnación, se identifica místicamente a todo hombre, y hace del amor al prójimo el signo necesario y la realización del amor a Dios.

¿Quién es mi prójimo?

“Pero quién mi prójimo?” Para un judío de aquellos tiempos, la pregunta no se plantea: el prójimo es cualquier miembro de su pueblo, excluyendo a los extranjeros. Por su parte la primera lectura, nos trae una indicación preciosa invitándonos a poner los ojos de un modo especial en tres categorías de personas, que se encuentran, por motivos de su condición, en una situación difícil: “el inmigrante que está contigo”, “la viuda y el huérfano”. El inmigrante que está contigo, ya no es


propiamente un extranjero; está normalmente llamado a integrarse poco a poco, para ser miembro del pueblo de Dios, pero mientras no esté totalmente realizada esa integración, se encuentra en una posición que puede ser desagradable. En cuanto a la viuda y al huérfano, privados de la asistencia del marido o de los padres, se encuentran a merced de los que poseen el poder… Dentro del pueblo y de la comunidad, han de ser los primeros que hemos de considerar como un “prójimo” y por consiguiente darles nuestra ayuda.

Jesús, en este caso también, destroza este cuadro restringido, y lleva plenitud la noción de “prójimo”, ya que el amor al otro ha de ser a imagen del amor de Dios mismo; y el amor de Dios es para todos, es totalmente gratuito, y no conoce límites. Jesús que ha venido a revelarnos ese amor, es el modelo perfecto: va hasta la plenitud del don de sí mismo para todos y para cada uno.

Y nos pide amarnos unos a otros como él nos ha amado. Es “el buen samaritano” en plenitud, que se hace prójimo al que le necesita; imitándole, hemos de hacernos el prójimo de todo aquel que necesita nuestra ayuda; “mi prójimo” es finalmente aquel que necesita mi ayuda, no importa quién sea, de dónde venga, o cuáles son sus sentimientos hacía mí.

Un testimonio personal y comunitario

A nosotros nos toca el cómo poner en práctica ese doble mandamiento, que al fin al cabo no es más que uno; en eso va nuestra credibilidad personal como cristiano y también la credibilidad de nuestras comunidades: nuestra familia, nuestra parroquia, y allí está el valor del testimonio que Jesús nos pide.

Oración : Dos mandamientos inseparables

Admirados, nosotros venimos a ti, Jesús,
para darte las gracias más efusivas.
Por embarazosas, difíciles, inescrutables,
que sean las preguntas que te dirigen,
tú siempre estás a la altura de responder
desde una profunda sabiduría divina.
Gracias por habemos subrayado
que el mandamiento mayor es tener presente a Dios,
amarlo por encima de todo,
por encima de falsificaciones y sucedáneos,
de nuestros intereses y montajes ruines.
Y gracias, sobre todo, por enseñamos
que el mandamiento de amar a los demás
está tan ligado al primero que no se pueden separar,
como la cara y la cruz de una moneda.
De oro de ley -el amor-, de un valor único,
el anverso lleva la efigie de Dios,
y si giras la medalla, encontrarás a los pobres.
De veras: todo se basa en esto. Tú mismo.

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