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sábado, 8 de noviembre de 2008

Domingo de la luz . Diez muchachas con lámpara

Publicado por El Blog de X. Pikaza

He querido que Fr. Marcos ilumine este día con su palabra. Pero a la caída de la tarde quiero introducir también mi breve comentario sobre esta parábola extraña y riquísima, de muchachas sabias y necias, que van con su luz, que son luz, en espera del esposo La presento de nuevo y la sitúo luego dentro de un espacio de luz, desde el evangelio, comentando algunos textos básicos sobre el sentido de la luz, en relación con la vida, en relación a Cristo que dice "yo soy la luz del mundo". Ciertamente, en Cristo somos luz unos de otros, para otros, somos luz eterna en Dios, este mes de los difuntos. Por eso pido a Dios que nos iluminemos unos a los otros. En la luz gozosa de la vida (vida eterna siendo vida temporal, fuego de cielo), deseo a todos mis lectores un buen domingo..

Una parábola escandalosa. Diez muchachas con lámpara.

«El reino de los cielos se parece a diez muchachas que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Cuando las necias tomaron sus lámparas, no tomaron consigo aceite, pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas…» (Mt 25, 1-3).

Ésta es una parábola extraña, por muchos motivos, y por eso no puede tomarse al pie de la letra. Pero debemos recordar que la mayoría de las parábolas de Jesús son escandalosas o, si se prefiere, paradójicas: son palabra que choca, que lleva a pensar, que exige una respuesta… El escándalo de esta parábola es evidente.

a) En primer lugar, parece que las muchachas no son «lykhnos», luz personal, sino que llevan «lámparas» (lampadas). O ¿se puede decir que ellas mismas son lámparas, puras lámparas de Dios, cuya función es arder y dar luz y se fuego?

b) Son novias de un esposo polígamo, que va a casarse, al mismo tiempo, con diez o con aquellas de las diez que sean prudentes. Pero ¿es cierto eso? La imagen del esposo polígamo de diez muchachas que esperan en la noche... ¿no estará escondiendo algo distinto: el Dios distinto y universal, Dios esposo/esposa para todos los seres humanos?

c) Por otra parte, se trata de una parábola machista: el novio viene, como dueño y señor, las novias aguardan… ¿Por qué son chicas que esperan al novio-señor y no chicos que esperan a la Novia/Dios, la divinidad materna y total, novia infinita y personal de cada uno de los seres? ¿Cómo superar la imagen masculina y pasar a la imagen experiencia total del amor fuego que arde y encamina...?

d) Además, en contra de toda la enseñanza del evangelio, las prudentes no deben dar aceite a las necias….. ¿Por qué no comparten la luz, se hacen todas luz, unas para otras, todas juntas, luz compartida para iluminar el camino del novio/novia universal?

e) La luz que son ¿a quien dirige y guía? ¿Dirige y guía al novio/novia que viene... o les dirige a ellas/ellos, a las novias/novios, a la humanidad que espera y camina con su propia luz en la noche de la vida, hacia el amor total que llega?

f) Es una parábola con buenos y malos, parábola extraña de muchachas necias y sabias…entre las que parece dividirse el mundo….. ¿No se podría dar una respuesta compasiva...? ¿No podría traer el esposo/esposa su propio aceite y ponerla en las manos corazón de cada uno de los que esperan? ¿No podríamos hablar de un esposo/esposa aceitero, que ofrece su propio combustible de amor infinito para todos/toas?

g) ¿Se habla aquí de matrimonio? Pero, dicho eso, debemos añadir que se trata de una parábola gozosa, pues vincula el tema de la luz con el matrimonio, entendido como relación de un hombre y una mujer... de seres humanos que se aman y se encuentran en la noche y entran en su propio espacio de luz, de darse vida...

h) Quizá la parábola nos hable de un amor personal y total, de los/las que esperan y del que vienen, todos luz... siendo, al mismo tiempo, un n amor que cada uno tiene que vivir plenamente, pues nadie puede amar por otro, nadie puede encargar a otro que ame.

i) Primera aplicación el novio que viene es el amor, la luz plena; las novias que esperan son los hombres y mujeres, capaces de cuidar su luz o de apagarla.

j) Las bodas son dos luces que se unen, formando una luz compartida, luz de dos, en la gran Luz del Novio-Novia que les acoge en su amor. Son dos luces distintas, dos personas diferentes, y una luz doble, que se abre a otros, a los amigos y a los hijos luz creadora, en la Luz de Dios, donde se unifican y completan, cada uno en el otro y para el otro, cada uno desde el otro y con el otro. En este contexto podemos decir que, para los cristianos, la luz originaria se venido a revelar en Cristo.

K)El mejor comentario: san Juan de la Cruz:

¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres
/ de mi alma en el más profundo centro! /
pues ya no eres esquiva, / acaba ya si quieres;
/ rompe la tela de este dulce encuentro

¡Oh cauterio suave! / ¡oh regalada llaga!
/ ¡oh mano blanda! ¡oh toque delicado, /
que a vida eterna sabe, / y toda deuda paga!
/ matando, muerte en vida has trocado

¡Oh lámparas de fuego, / en cuyos resplandores
/ las profundas cavernas del sentido, /
que estaba oscuro y ciego, / con extraños primores
/ color y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso / recuerdas en mi seno
/ donde secretamente solo moras; /
y en tu aspirar sabroso / de bien y gloria lleno,
/ cuán delicadamente me enamoras!

Para entender la parábola 1:
Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad encendida sobre el mundo….

«No se enciende una luz (lykhnos) para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero o portador de luz (lykhnia), para que alumbre a todos los que están en la casa» (Mt 5, 15).

Jesús concibe a sus discípulos como una luz encendida en la altura (¡vosotros sois la luz del mundo!), como una ciudad elevada y luminosa, para que todos vean y puedan caminar con claridad, sin miedo a perderse (cf. Mt 5, 14). De esa manera retoma uno de motivos más importantes de la esperanza profética de Israel:

«¡Levántate y brilla! Porque ha llegado tu luz, y la gloria de Yahvé ha resplandecido sobre ti. Porque las tinieblas cubrían la tierra; y la oscuridad, los pueblos. Pero sobre ti resplandecerá Yahvé y en ti se contemplará su gloria. Entonces caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu aurora» (Is 60, 1-3).

Esta es la esperanza y tarea de Jesús: quiere crear un pueblo de gentes luminosas, una ciudad de personas trasformadas en luz. Así quiere Jesús que sea su iglesia: una ciudad de gentes que alumbran de forma generosa, regalando su luz, gratuitamente, para que todos vean y vivan en concordia. Aquí no hay lucha de la luz contra las tinieblas, sino alumbramiento de vida: que todos puedan vez, porque a todos se regala, de modo generoso, la luz recibida.

Para entender la parábola 2.
Ten cuidado: luz de tu cuerpo es el ojo.

La luz no es algo que se da y recibe, que se ofrece y tiene desde fuera, como una cosa objetiva que un hombre o mujer pudieran separar de sí mismos, sino que ella es vida profunda, la misma vida humana que el hombre y la mujer debe cultivar, siendo ellos mismos, según dice uno de los textos más bellos de la tradición del evangelio:

«La lámpara (lykhnos, luz) del cuerpo es el ojo. Por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. De modo que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande será tu oscuridad! Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a la mamona» (Mt 6, 22-24; cf. Lc 11, 34-36).

El hombre es portador de una Luz que le desborda y que se expresa por sus ojos, que son la verdadera lámpara de Dios en el mundo. Un ojo sano y transparente: ésa es la bendición de Dios, el don más grande, la misma vida hecha Luz y comunicación. Un hombre o mujer hecho ojos que miran y se dejan mirar.

Sin duda, hay comunicación de palabras y de manos, de cuerpos y almas. Pero en el fondo de la creación de Dios, la más honda la comunicación es la de los ojos que miran y pueden ser mirados, diciéndose a sí mismos. El día en que hombres y mujeres se miren en los ojos y no se digan a sí mismos a través de la mirada habrá existencia humana. El día en que dejen de mirarse de esa forma habrán muerto, pues ellos no son más que luz compartida que se mantiene encendida y que arde sólo al darse, siendo más fuerte cuando más arde.

Para entender la parábola 3
Yo soy la luz del mundo, Dios es luz…

Así dice Jesús en el evangelio de Juan:

«Yo soy la luz del mundo, el que sigue no camina en las tinieblas» (Jn 8, 12; 9, 5; 12, 46).

Para eso ha venido, para que los hombres puedan vivir en la luz, amándose unos a los otros. Este es su poder, este su reino: que los hombres puedan vivir en la verdad (cf. Jn 18, 37). No tiene una luz propia, sino la de Dios, retomando así, de manera sorprendente, el tema del principio de la Biblia, cuando se decía que Dios había empezado creando la luz (Gen 1, 3-4). Ahora no se dice que Dios crea la luz, sino que él mismo es Luz, luz que se expresa en el amor entre los hombres:

«Éste es el mensaje: Dios es Luz, y en él no existe oscuridad alguna. Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en Luz, como él está en Luz, tenemos comunión unos con otros»

(1 Jn 1, 5-7). La misma Palabra de Dios es Luz para los hombres, como sabe el prólogo solemne del evangelio de Juan: «En él estaba la Vida y la Vida era la Luz para los hombres» (Jn 1, 4-6), la luz de la Palabra compartida de los ojos y las manos, que Jesús quiere en este mundo, como un fuego: «He venido a encender fuego en la tierra. ¡Y cómo quisiera ya que estuviera ardiendo!» (cf. Lc 13, 49).

Ésta es la verdad suprema: no existen dos espíritus, uno de luz, otro de tinieblas; no se puede hablar de guerra entre los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad, pues Dios es solamente Luz, una luz que se expresa en el amor que cada uno enciende en el otro, pues, al final del camino, la lámpara de cada uno es el otro. Tenemos el riesgo de perdernos en nuestra propia oscuridad, pero la luz de Dios es más fuerte que las oscuridades de los hombres. Esa es la luz que limpia el corazón, para que los hombres puedan descubrir a Dios y descubrirse a sí mismos:

«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (cf. Mt 5, 7) y se amarán unos a los otros. Ésta es la verdad, éste el mensaje: una luz que se ofrece y no se impone; una luz que se dice, silenciosamente, ofreciendo cada día la vida por el otro y con el otro.

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