Por Casiano Floristán - Luís Maldonado
Publicado por Fe Adulta
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JUICIO
Es justo que te demos gracias, Señor, porque eres bueno.
Tú eres y te manifiestas como pastor bueno,
que sigue las huellas de las ovejas dispersas.
Tú nos buscas siempre, aunque huyamos.
Te damos gracias por todos los que dan de comer,
por los padres y madres que trabajan hasta el agotamiento
por los suyos.
Te damos gracias por los que nos ayudan y consuelan,
por los que nos acompañan en las horas de tristeza y dolor,
por los que vendan nuestras heridas y curan nuestras enfermedades.
Te damos gracias por los que nos guían en la vida,
por los que intentan construir una ciudad humanizada, sin violencias,
sin guerras ni cárceles, sin corrupciones, sin poderes abusivos.
Dios de todos: te alabamos por medio de tu hijo Jesús.
Él nos ha enseñado cómo debemos vivir y morir
y nos ha dado a conocer la bondad, la fidelidad, el valor y la amistad.
Te damos gracias por lo que somos capaces de hacer
en favor de los demás.
Unidos a la Iglesia extendida por el mundo,
no tenemos más que nuestra pobre voz para alabarte.
Santo, santo…
Padre desconcertante y bueno,
que nos juzgas según nuestra conducta con el prójimo:
Gracias por tu bondad, misericordia y comprensión.
Así fue cómo te mostraste en Jesús, tu hijo.
Él nos dijo que eres nuestro Padre,
que eres la bondad y la plenitud del amor.
Pero nos falta amor y todavía, Padre, te tememos,
porque huimos del hambriento, el enfermo,
el inmigrante, el encarcelado.
No somos del todo hijos tuyos, ni hermanos de nuestros hermanos.
El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Tú nos reúnes como a hijos de una misma familia.
Que tu espíritu nos una a todos los que, en el mundo,
queremos ser testigos de tu amor,
para que esta tierra endurecida sea mas habitable para todos
En unión con el obispo de Roma y con nuestro obispo,
en unión de los que trabajan para convencer a las naciones ricas
que den sin esperar nada a cambio;
en unión con todos los que dan sin calcular
y reparten sus bienes, su tiempo y lo que son,
con Jesús, tu hijo, a ti Padre, todo honor y gloria por siempre.
AMÉN.
Es justo que te demos gracias, Señor, porque eres bueno.
Tú eres y te manifiestas como pastor bueno,
que sigue las huellas de las ovejas dispersas.
Tú nos buscas siempre, aunque huyamos.
Te damos gracias por todos los que dan de comer,
por los padres y madres que trabajan hasta el agotamiento
por los suyos.
Te damos gracias por los que nos ayudan y consuelan,
por los que nos acompañan en las horas de tristeza y dolor,
por los que vendan nuestras heridas y curan nuestras enfermedades.
Te damos gracias por los que nos guían en la vida,
por los que intentan construir una ciudad humanizada, sin violencias,
sin guerras ni cárceles, sin corrupciones, sin poderes abusivos.
Dios de todos: te alabamos por medio de tu hijo Jesús.
Él nos ha enseñado cómo debemos vivir y morir
y nos ha dado a conocer la bondad, la fidelidad, el valor y la amistad.
Te damos gracias por lo que somos capaces de hacer
en favor de los demás.
Unidos a la Iglesia extendida por el mundo,
no tenemos más que nuestra pobre voz para alabarte.
Santo, santo…
Padre desconcertante y bueno,
que nos juzgas según nuestra conducta con el prójimo:
Gracias por tu bondad, misericordia y comprensión.
Así fue cómo te mostraste en Jesús, tu hijo.
Él nos dijo que eres nuestro Padre,
que eres la bondad y la plenitud del amor.
Pero nos falta amor y todavía, Padre, te tememos,
porque huimos del hambriento, el enfermo,
el inmigrante, el encarcelado.
No somos del todo hijos tuyos, ni hermanos de nuestros hermanos.
El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Tú nos reúnes como a hijos de una misma familia.
Que tu espíritu nos una a todos los que, en el mundo,
queremos ser testigos de tu amor,
para que esta tierra endurecida sea mas habitable para todos
En unión con el obispo de Roma y con nuestro obispo,
en unión de los que trabajan para convencer a las naciones ricas
que den sin esperar nada a cambio;
en unión con todos los que dan sin calcular
y reparten sus bienes, su tiempo y lo que son,
con Jesús, tu hijo, a ti Padre, todo honor y gloria por siempre.
AMÉN.
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