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viernes, 5 de diciembre de 2008

Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María

Publicado por Dominicos.org

Magnificat
Introducción

“Que María sea la “llena de gracia” afecta a nuestra vida cristiana
recordándonos que también nosotros “le hemos caído en gracia” a Dios
y que sobre nosotros, como sobre Ella,
descansan su complacencia y su ternura”

Dolores Aleixandre

Este lunes en que celebramos la Inmaculada Concepción, es algo más que un día de fiesta cualquiera. En los comienzos del Adviento, cada año, la Iglesia nos ofrece la posibilidad de reflexionar y orar en torno a una figura esencial: Miriam, una joven aldeana de la Galilea ocupada del siglo primero que, además, para nosotros, es la Madre de Jesús. Observarla detenidamente, tal y como hacemos con otras figuras importantes durante este tiempo, -Isaías o Juan el Bautista-, nos “da pistas” para construir nuestras vidas y convertirnos en verdaderos hijos e hijas de Dios, Padre-Madre.



Comentario bíblico

La festividad de la Inmaculada, en medio del Adviento, desata, religiosamente hablando, todos los resortes más sensibles y utópicos de lo que ha perdido la humanidad. Si analizamos todo ello psicológicamente, habría que recurrir a muchos elementos culturales, ancestrales, pero muy reales, del pecado y de la gracia. El contraste entre la mujer del Génesis que se carga de culpabilidad y la mujer que aparece en la Anunciación, resuelve, desde el proyecto del Dios del amor, lo que las culturas antifeministas o feministas no pueden resolver con discusiones estériles.

*Iª Lectura: Génesis (3,9-15.20): El egoísmo del pecado

I.1. La primera lectura de Génesis 3,9-15.20 es la manifestación teológica de un autor llamado «yahvista» que se limita a poner por escrito toda la tradición religiosa de siglos, en ambientes culturales diversos, sobre la culpabilidad de la humanidad: Adán-Eva. El pecado nos abruma, nos envuelve, nos fascina, nos empapa en libertad desmesurada, hasta que vemos que estamos con las manos vacías. Entonces empiezan las culpabilidades: la mujer, el ser débil frente al fuerte, como ha sucedido en casi todas las culturas. Y por medio aparece el mito de la serpiente, como símbolo de una inteligencia superior a nosotros mismos, que no es divina, pero que parece.

I.2. El mal siempre ha sido descrito míticamente. Pero en realidad el mal lo hacemos nosotros y lo proyectamos al que está frente de nosotros, especialmente si es más débil, según la una visión cultural equivocada. ¿Quién podrá liberarnos de ello? Siempre se ha visto en este texto una promesa de Dios; una promesa para que podamos percibir que el mal lo podemos vencer, sin proyectar sobre el otro, si sabemos amar y valorar a quien está a nuestro lado; en este caso el hombre a la mujer y la mujer al hombre.


*IIª Lectura: Efesios (1,3-6.11-12): Dios nos ha destinado a ser hijos

(Nota. Esta segunda lectura en España, donde se celebra la fiesta el domingo, es la correspondiente a ese domingo. Les remitimos al comentario que allí se hace).

I.1. La segunda lectura se toma del himno de Efesios. Los himnos del NT se cantaban como confesiones de fe, en alabanza al Dios salvador, que por Jesucristo se ha revelado a los hombres. Esta carta que se atribuye a Pablo, o a uno de sus discípulos mejor, ha recogido este himno en el que se nos presenta a Cristo ya desde los orígenes, antes incluso de la creación el mundo y con Cristo se tiene presente a toda la humanidad. Se alaba a Dios porque, en Cristo, nos ha elegido para ser santos y sin tacha (diríamos sin pecado) en el amor. Como santos nos parecemos a Dios, y por eso estamos llamados a vivir sin la culpabilidad y el miedo del pecado. Esto lo logra Dios en nosotros por el amor. Porque Dios nos ha destinado a ser sus hijos, no sus rivales.

II.2. Por lo mismo, esa historia de culpabilidades entre los fuertes y los débiles, entre hombre y mujer, es atentar contra la dignidad de la misma creación. Cristo, pues, viene para romper definitivamente esa historia humana de negatividad, y nos descubre, por encima de cualquier otra cosa, que todos somos hijos suyos; que los hijos de Dios, hombre o mujer, esclavos o libres, estamos llamados a la gracia y al amor. Esta es nuestra herencia.

*Evangelio: Lucas (1,26-38): La respuesta a la gracia, cura el pecado

III.1. El evangelio de la “anunciación” es, sin duda, el reverso de la página del Génesis. Así lo han entendido muchos estudiosos de este relato maravilloso lleno de feminismo y cargado de símbolos. Aunque aparentemente no se usen los mismos términos, todo funciona en él para reivindicar la grandeza de lo débil, de la mujer. Para mostrar que Dios, que había creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es verdad que hay páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una cultura de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de una forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que han manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y a la gracia.

III.2. Se han hecho y se pueden hacer muchas lecturas de este relato asombroso. Puede ser considerado como la narración de la vocación a la que Dios llama a María, una muchacha de Nazaret. Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia, e incluso el personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es punto clave de la historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es verdad, no es final. Pero los comienzos son significativos. En el Génesis, los comienzos de la “historia” de la humanidad se manchan de orgullo y de miedo, de acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los comienzos del misterio de la “encarnación”, lo maternal es la respuesta a la gracia y abre el camino a la humanización de Dios. María presta su seno materno a Dios para engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor.

III.3. María de Nazaret, pues, la «llena de gracia», está frente al misterio de Dios, cubierta por su Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más hermoso del mundo. Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente la presencia religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de nuestra carne y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se abre de verdad al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los escribas de Jerusalén, podían entenderlo. La «llena de gracia» (kejaritôménê), con su respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del pecado y de toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia del Sinaí, en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue violada, ni maltratada, ni forzada... como otras como ella lo eran por los poderosos soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor divino el que la cautivó para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén (s. IV) se la compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la llama que los serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta “teofanía” divina es otra cosa, es una manifestación de la gracia materna de Dios.

Miguel de Burgos, OP


Pautas para la homilía

* Eva y María, dos mujeres y un destino

La liturgia nos propone hoy un texto suficientemente conocido del Génesis, quizás lo hemos escuchado demasiadas veces y eso nos inmuniza frente a detalles que nos pueden pasan de largo. Posiblemente, el más llamativo en un día como hoy es que la mujer fue llamada “Eva, por ser la madre de todos los que viven”. Esa idea enlaza al Génesis con el texto del Testamento cristiano leído en este Día de la Inmaculada Concepción. María, la mujer, se convierte en Madre de todos los creyentes, por ser la madre de Cristo, nuestro hermano.

Si seguimos leyendo, adentrándonos en la segunda de las lecturas, se nos revela uno de los descubrimientos más importantes en la vida de un creyente: ese momento en el que tomamos conciencia de que no hemos hecho nada para merecernos ser llamados y sentirnos hijos e hijas de Dios. “Él nos ha destinado…”. Es su propia iniciativa la que nos elige, es su mirada, misericordiosa y protectora la que se ha posado sobre cada uno de los seres humanos y nos ha escogido para él. De la misma forma hizo con María, con los profetas antes que ella, y ha seguido haciéndolo a lo largo de toda la historia.

*Dios se hace presente

La especial relación entre la primera pareja de creaturas y su Creador, antes de desobedecerle, de la que nos habla el Génesis, es la que Lucas recrea en la escena de la Anunciación. María recibe la visita del Ángel que viene de parte de la divinidad; no se encuentra con él en el templo ni en la sinagoga, sino en un humilde hogar de una pequeña aldea, en uno de los lugares más aislados del mundo, y tanto entonces como ahora, sometidos a intereses económicos y políticos y presididos por la violencia. Y sin embargo, se hace presente en la vida de esa muchacha, “porque para él nada hay imposible”

Pero no basta con sentir que uno es mirado de una forma especial por Dios. El texto del evangelio se ocupa de que entendamos que no es suficiente con escuchar una llamada, una invitación especial del Padre-Madre Dios a ocuparnos de sus cosas. María no se queda en silencio ante las palabras del ángel: primero las cuestiona, las rebate; finalmente, las acepta: amén, fiat, “He aquí la esclava del Señor”. Estas palabras en el siglo XXI pueden sonarnos a muchas mujeres como a algo no deseado, toda vez que, aunque no del todo en la realidad, sí en los ordenamientos jurídicos, la esclavitud ha sido abolida. Sin embargo, es una muestra de que, ante el ofrecimiento que recibimos de ese Otro, debemos de responder de forma activa, dar un sí consciente, “amén, fiat”, me fío, como tú estás por mí, yo estoy por ti. “Que ocurra en mí según lo has dicho”.

Olivia Pérez
CPJA

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