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miércoles, 31 de diciembre de 2008

Hijo de Dios, nacido de mujer (Gal 4,4). Una Teología de la Navidad

Publicado por El Blog de X. Pikaza

En el centro de la liturgia de mañana (1 de Enero del 2009: Santa María,Madre de Dios) está el pasaje donde Pablo anuncia la llegada del Hijo de Dios (Gal 4,4), diciendo que en la plenitud de los tiempos Dios envío a su Hijo, nacido de mujer (genomenon ek gynaikos). Es evidente que en un primer nivel Pablo afirma lo más obvio: Jesús ha: nacido de mujer, y eso significa que el que nace es un ser humano, como sabe bien el judaísmo (cf Job 14,1; 15,14; 25,4) y quizá el mismo NT (cf Mt 11,11; Lc 7,28) al hablar de "hijo de mujer". Pues bien, ése que nace de mujer es Hijo de Dios. Aquí está el núcleo teológico del misterio de la Navidad y sobre ese centro quiero ofrecer hoy una meditación teológica, una teología de la Navidad, según san Pablo, ampliando en otro nivel lo que ayer dije con la ayuda de AX, en un plano confesional (para bien entender lo que digo sería necesario volver a Gen 3, donde se habla de la mujer que lucha contra la serpiente; aquí supongo conocido el tema, no lo desarrollo) . En esa línea, hoy he querido dedicar a todos mis lectores una página de teología estricta, un poco larga, no para que todos la lean, sino para que pueden descubrir que hay temas que exigen cierta dedicación filológica e histórica. Dios no está sólo entre los libros; él está más bien en los pesebres y cortizos, en las barricadas y hospitales, en los suburbios de la vida. Pero también podemos encontrar su rastro entre los libros de autores como Pablo. A quienes siguen ese rastro dedico esta reflexión teológica de fin de año. Buen día 31 de Diciembre 2008o y gracias por haberme acompañado a lo largo del año, con casi un millón de lectores.

Texto: Gálatas 4, 4-6

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo
a - nacido de mujer,
b - nacido bajo la ley 4,5
b'- para rescatar a los que estaban bajo la ley
a'- para que alcanzáramos la filiación
Y la prueba de que sois hijos, es que Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, gritando:¡Abbá, oh Padre!- por lo tanto ya no eres siervo sino hijo
- y si eres hijo heredero, de parte de Dios.

Bibliografía básica

Aparece en las notas finales. Entre los comentarios a Gal 4,4 cf E.W.Burton, Galatians, ICC, Edinburgh 1980, 216-219; H. Schlier, Gálatas, Sígueme, Salamanca 1975, 226-229; P. Bonnard, Galates, CNT IX, Neuchâtel 1972, 85-86. Visión ecuménica en R.E. Brown (ed), María en el NT, Sígueme, Salamanca 1986, 50-53. Los textos del NT alude a Juan Bautista a quien se presenta como el mayor entre los nacidos de mujeres en plural); es evidente que aquí se ha evitado la referencia a la mujer concreta, a la que está en el fondo de Gal 4,4. Pienso que el tema antropológico y teológico del ser humano como nacido de mujer (o de las mujeres) necesita un estudio más detallado que el que aquí puedo dedicarle. Cf. además de un modo especial A. Vanhoye, La Mère du Fils de Dieu selon Gal 4,4, Marianum 40 (1978) 237-247; J.N.Aletti, Une Lecture de Ga 4,4-6: Marie et la plénitude du temps, Marianum 50 (1988) 408-421; A. Serra, Gal 4,4: una mariologia in germe, Theotokos 1 (1993) 7-25. Para el trasfondo teológico: Cf H.E. Tödt, Der Menschenshon in der synoptischen Überlieferung, Gütersloh 1963; F.Hahn, Christologische Hoheitstitel, FRLANT 83, Göttingen 1966. He planteado con cierta detención el tema en Hermanos de Jesús y servidores de los más pequeños, Sígueme, Salamanca 1984, 103-127.

Cristología de Pablo. El doble nacimiento de Jesús.

Vengamos a Gal 4,1-7 Pablo está evocando todo el misterio cristiano desde una perspectiva de nacimiento liberador del Hijo de Dios. Todas las frases, todos los términos han sido cuidadosamente escogidos para indicar la novedad cristiana, abriendo dentro de la tradición del judaísmo un nuevo y fuerte contenido simbólico. Aquí no se dice lo que pasa siempre, lo que sucede al ser humano en cuanto naci¬do de mujer (en general) sino lo que acontece cuando nace el Hijo de Dios, a quien se define en particular como nacido de mujer. Ya tenemos de nuevo los personajes del famoso triángulo de Gen 3,15 y 4,1: Dios, la mujer, el hijo (o descendencia). Así se abre una nueva perspectiva simbólica que debemos estudiar con cuidado.

a. La tradición sinóptica y juanea ha presentado a Jesús como hijo del hombre, en termi¬nología muy significativa (1) que, teniendo un sentido genérico (significa simplemente un ser humano) conserva sin embargo la referencia al origen. Jesús es hijo (huios), alguien que nace; no proviene de sí mismo, ha recibido todo lo que tiene.

b. Pues bien, es hijo de lo humano, es decir, del anthropos y no varón (del Adán masculino). Pablo no recoge de manera directa esa tradición, pero utiliza para hablar de Jesús una serie de símbolos que debe¬mos precisar con cuidado. Lo primero que hay que distinguir es el doble nacimiento.

1. Por un lado, Jesús aparece como Hijo de Dios y Señor en la pascua, de tal manera que su nacimiento divino (mesiánico) se identifica con su resurrección (cf 1Tes 1,10; Rom 4,25; 10,9; Flp 2,20-11). En esta línea parece que la vida histórica de Jesús ha sido poco importante; su primer nacimiento ha sido normal (igual que el de todos los humanos); lo que importa y salva es su renacimiento pascual.

2. Pues bien, el mismo Pablo, situándose en otra perspectiva, ha interpretado aquel nacimiento histórico de Jesús (su venida a la historia) como un acontecimiento salvador, situándose así en una línea teológica que ha sido más elaborada por Juan, según parece.

Jesús, hijo de Adán, de David, de Abraham

Aquí nos situamos en esta segunda perspectiva, ofreciendo un primer análisis de tradi¬ciones. Entramos en un campo difícil de estructure u organizar, de tal manera que nuestro planteamiento será sólo inicial (y quizá sólo aproximativo). Pero juzgamos que es necesario para entender el lugar que puede ocupar una mariología dentro del esquema general de Pablo (y del conjunto de la teología cristiana).

- Pablo no presenta a Jesús sólo como hijo o descendiente sino también como anti-tipo de Adán. Por eso, frente al primer ser humano que es principio de muerte ha presentado al segundo que es fuente de vida (1Cor 15,22); frente al primer Adán que pertenece a la tierra (Adam de la 'Adamah o tierra roja) está el se¬gundo/último Adán que es Cristo, como Espíritu vivificante, como nueva realidad que proviene de los cielos (1Cor 15,44-48). Jesús no es descendiente del Adán antiguo, no proviene de su genealogía de muerte. En esta perspectiva es claro que Pablo no puede llamar a Jesús hijo del hombre (hijo de Adán), pues de esa forma le haría esclavo del pecado y de la muerte. Cristo es el Adán segundo/último que viene de Dios para superan el camino antiguo de la humanidad (cf Rom 5). Pues bien, al decir que este Jesús, último Adán, es pneuma dsôopoioun o vivificante (1 Cor 15,45), Pablo está asumiendo una terminología que Gen 3,20 atribuía a la mujer en cuanto Eva, Jawah o donadora de vida. Los LXX le llaman la dsoê (vida), madre de todos los ¬dsôntôn (vivientes). Frente al viejo Adán de muerte (que simboliza y contiene la humanidad caída), surge el último Adán que es Jesús, asumiendo y cumpliendo en su vida los rasgos vivificadores de la E¬va/Madre del principio. Aquí se ha esbozado una línea de interpretación cristológica de tipo materno/femenino que la teología ha desarrollado poco, que yo sepa: frente y contra el antiguo Adán de muerte ha surgido en Cristo el verdadero Adán de vida que ofrece elementos muy cercanos a la Eva/ma¬dre (vida-vificadora) del principio de la historia humana (2) .

- Dentro de la perspectiva nacional israelita, Pablo ha presentado a Jesús como hijo de David según la carne (Rom 1,3). Esa fórmula, de nuevo con la terminología de semilla/descendencia/esperma (zara, sperma)) nos sitúa en el centro de la esperanza mesiánica de los judíos. Veremos después que A¬brahán es padre de Jesús kata pneuma, es decir, en plano de fe, en perspectiva de apertura universal. David,en cambio, sólo ha sido padre sólo en un nivel de historia, de humanidad que pasa, es decir kata sarka (según la carne) Sólo quien supera el plano davídico, de mesianismo nacional, y descubre la acción de Dios en la pascua entiende el verdadero nacimiento de Jesús que es Hijo de Dios por la resurrección (3) .

- Pablo ha presentado y definido en cambio a Jesús como hijo de Abrahán, en perspectiva de espíritu y no de carne, precisamente en el contexto donde prepara los símbolos fundantes de Gal 4,4. Este es en el centro de la disyuntiva que enfrenta a la ley (judaísmo nacional, cumplimiento de los ritos ali¬menticios y sociales) con la promesa, entendida aquí como libertad frente a la ley. Esa promesa está simbolizada en Abrahán y su descendencia o esperma. Pues bien, para Pablo, ese esperma o semilla, ha de entenderse en singular y se refiere al Cristo (Gal 3,16) (4)

El esperma de Jesús

Hemos aludido ya al motivo del esperma o semilla vital de Abrahán en contraposición al esperma o descendencia de Eva, la madre (cf Gen 3,1 y Gen 12,7). Ahora vemos que para Pablo Jesús es Hijo de Abrahán; pero todo su argumento se dirige a mostrar que es hijo por la fe y no por las obras, es hijo según el espíritu (kata pneuma) y no por descendencia puramente carnal o ley del mundo, conforme a la ley de los judíos que se cierra en las normas de su pueblo (Gal 4,29). La filiación de Abrahán sitúa a Jesús en un plano de surgimiento de fe, desbordan¬do el nivel de genealogía nacional. Así podemos afirmar que Abrahán pertenece a la historia israelita lo mismo que David (es padre del pueblo), pero su figura no queda limitada al plano de la carne (es decir, al nivel de la herencia nacional); por eso puede presentarse como verda¬dero padre de Jesús, en una línea abierta a la mariología (5) .

Podemos resumir los motivos. Sabemos por un lado que Jesús no es hijo de Adán sino su antagonista (segundo o último Adán); eso significa que en un sentido estricto Jesús no nace del camino de la humanidad pervertida, condenada a la muerte; no brota de la semilla del varón dominador que actúa en línea de carne (de violencia). Por eso, al decir que es hijo de David hay que añadir según la carne, es decir, en plano de este mundo viejo. Eso significa que no está "determinado" por el mesianismo davídico, que pertenece el mundo de antiguo de violencia de la historia (6) .
Jesús, en cambio, es verdadero hijo de Abrahán: brota en ámbito de fe, por gracia de Dios, es decir, según el Espíritu, en la línea de eso que Rom 1,3-4 ha presentado como centro del misterio pascual. Eso significa que el nacimiento mesiánico (salvador) de Jesús ha de entenderse en plano de resurrección. Solamente allí donde podemos aplicar al nacimiento humano de Jesús los principios de la pascua (la gratuidad y la fe, el don de Dios que supera los límites de egoísmo nacionalista de la carne) puede elaborarse de una mariología.


Gal 4,4: nacido de mujer, nacido del Espíritu.

Llegamos así al tema de fondo de Gal 4,4: ¿en qué plano ha de entenderse la mujer que da a luz a Jesús? Si pertenece al ámbito de la carne (al viejo Adán o al rey David del mesia¬nismo nacional judío de Rom 1,3-4), la madre de Jesús sería sólo una figura más dentro del mundo de muerte: una madre como otras, en línea de egoísmo, de violencia y muerte.
La madre de Jesús sólo puede ser significativa para el cristianismo si es que ella sobre¬pasa ese nivel de carne y nos sitúa en el plano de la vida (dsoe, pneuma) es decir, en el ámbito o plano de gracia (de Espíritu) que Jesús ha venido a suscitar con su pascua. En otras palabras, se trata de saber si la intervención de María en el envío y nacimiento de Jesús como hijo de Dios (formulado de manera clásica en Gal 4,4) pertenece al misterio de la salvación, formando así parte de la acción escatológica del Espíritu de Dios. La respuesta no es fácil, los investigadores se dividen, de tal forma tienden a interpretar los viejos relatos a la luz del transfundo social, eclesial y teológico en que se hallan si¬tuados (7) .

El tema es difícil de resolver y no pretendo hallar soluciones definitivas, pero pienso que el texto fundante de Gen 2-4, asumido por igual por católicos, ortodoxos y protestantes, nos ayuda a situar mejor la problemática. En esta perspectiva el texto cobra una densidad especial. Aquí sólo puedo estudiarlo de una forma introductoria (9) .

Nuevamente el texto

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo
a - nacido de mujer,
b - nacido bajo la ley
b'- para rescatar a los que estaban bajo la ley
a'- para que alcanzáramos la filiación

Y la prueba de que sois hijos, es que Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo
en vuestros corazones, gritando:¡Abbá, oh Padre!
por lo tanto ya no eres siervo sino hijo
- y si eres hijo heredero, de parte de Dios.

Hemos seguido una de las formas posibles de estructurar el texto. Ella destaca el tema de la filiación, central en Pablo. Los creyentes ya no somos hijos simplemente por la pascua (por la muerte victoriosa de Jesús) sino también por su origen y nacimiento: Dios mismo le ha enviado, desde el misterio de su eternidad, como Hijo querido, para que así podamos conver¬tirnos en hijos, superando el tiempo largo de la servidumbre, entendida en ese contexto como tiempo de opresión bajo la ley, bajo las fuerzas de este mundo .

Dios es Padre

Este es el misterio central que expone el texto: Dios se define y manifiesta como Padre por medio de su Hijo. Dios no ha empezado a ser Padre en el Cristo de la historia, lo es desde siempre en el Hijo; no se convierte en algo que antes no fuera sino que desarrolla y expresa loque era (es) desde siempre, en su verdad original divina. Antes no había podido manifestar¬se, pues éramos pequeños, como niños incapaces de vivir en libertad; por eso nos había dejado bajo el poder de administradores y tutores (leyes judías, principios sociales y cósmicos que rigen este mundo: 4,1-3). Sólo cuando hemos crecido, haciéndonos mayores, Dios se ha podido mostrar en su verdad, como Padre verdadero, por medio de su Hijo (10) .
Este Hijo forma parte del misterio de Dios (es suyo, huion autou). Eso significa que desbor¬da los principios genealógicos del mundo. Todo lo que había nacido hasta ahora pertenecía al kosmos, se encontraba sometido bajo los poderes de una ley que domina al ser humano por la fuerza, en actitud de imposición violenta. Pues bien, al llegar el momento culminante, Dios hace que surja su verdad, su Hijo.
Este Hijo nace bajo la ley, para liberar a los que estaban sometidos a la ley, como indica el mismo esquema quiástico propuesto en la traducción (b y b'). No hay dificultad en admitirlo: Pablo sabe que Jesús ha nacido bajo la ley y que la misma ley de Israel le ha mata¬do, haciéndole un maldito (3,13; cf 2,19-20). De esta forma introduce en contexto de envío y nacimiento toda la teología pascual de la entrega y muerte redentora (11) .

Nacido de Mujer

Más difícil es el sentido de los otros dos miembros del quiasmo (a y a'): nacido de mujer, para alcanzar la filiación. En el fondo se desvela Dios que actúa como Padre y envía a su Hijo; en el centro está una mujer; en la meta estamos los hombres que alcanzamos la filiación, es decir, un nuevo tipo de existencia liberada. El texto puede recibir dos lecturas fundamentales, que quiero empezar señalando en forma sintética:

- Se puede entender a la mujer en plano de ley, identificando en ese aspecto la normativa nacional judía con un tipo de sometimiento femenino. Es evidente que la mujer se encuentra en Israel regulada por la ley, tanto en plano social como sacral (especialmente en lo relativo al parto y menstruación: cf Lev 12, 1-8; 15, 19-33). Todo el Orden tercero de la Misná, estará centrado en la pureza o impureza legal de las mujeres (Nashim). Es claro que Jesús, nacido de mujer, ha tenido que nacer bajo la ley, según el judaísmo. En esta línea se podría continuar diciendo: si naciendo bajo la ley ha rescatado a los humanos de la ley (b y b'), naciendo de mujer nos habría tenido que liberar de la "filiación femeni¬na" (del plano de nacimiento carnal), ofreciéndonos así la filiación divina. De esta manera se contra¬pondrían el nacido de mujer (plano de carne, campo de pecado) y la apertura a la filiación divina. La madre de Jesús pertenecería según eso al viejo nivel judío de la ley y del pecado. No se podría hablar de María y el Espíritu Santo; no habría mariología.
- Pero también se puede (y debe) suponer que el nacido de mujer pertenece al camino (por lo menos al principio del camino) de la nueva filiación divina que Jesús ha venido a ofrecernos. Es claro que la mujer qe le engendra no es salvadora por sí misma; su gestación y alumbramiento no pueden enten¬derse como pascua, es decir, como paso definitivo del nivel de sometimiento de la ley (esclavitud y carne) al plano del Espíritu (de la gracia universal, de la nueva filiación). Pero mirada en el contexto más extenso del mesianismo de Jesús, el gesto de su madre (su gestación y maternidad) pertenecen al camino salvador.

En esta segunda perspectiva, al afirmar que el Hijo de Dos ha nacido de mujer se está indicando que asume y lleva a su culmen el camino de salvación iniciado en lo que suele llamarse el protoevangelio (Gen 3,15.20). Esto nos obliga a recordar y reelaborar lo ya indi¬cado al tratar de Gen 3,15, mirándolo como punto de partida de la comprensión de nuestro texto (12) .

La mujer de la que nace el Hijo de Dios

De esta forma elaboramos una exégesis de tipo simbólico, atenta a las alusiones más que a las afirmaciones explícitas. Quizá debamos afirmar que Pablo, al presentar de esta manera el nacimiento salvador de Jesús, abre una línea de interpretación espiritual que él mismo no ha desarrollado después, pero que han recorrido sus sucesores dentro de la iglesia. Estos son, a mi juicio, los elementos fundamentales del pasaje:

- La mujer de Gal 4,4 ha de verse desde la mujer original de Gen 2-3. Es claro que ella está bajo la "condena" del pecado: no ha podido alcanzar la vida divina del paraiso; es mujer limitada y no diosa; es madre mortal y no figura eterna. Pero en su misma limitación ella es capaz de ponerse al servicio de la vida, luchando contra la serpiente. Pablo no dice el nombre de esta mujer, pero es evidente que para la tradición cristiana ella es María, la madre de Jesús.
- Esta mujer engendra desde Dios, tal como habíamos podido descubrir al ocuparnos de Eva en Gen 4,1. Pero el Hijo que ella alumbra de parte de Dios ya no es Caín, el envidioso asesino sino el Anti¬caín, el Hijo verdadero de Dios, el hombre que muere (no mata) dando la vida por sus hermanos. En algún sentido debemos afirmar que toda madre verdadera engendra desde Dios; hay en ella un princi¬pio de vida que desborda el camino de violencia (de sacrificio y lucha mutua) que han ido suscitando los varones. Esto lo sabe Gen 24; esto lo presupone de forma ejemplar Gal 4,4 en el momento culmi¬nante de los tiempos.
- Aquí no hay lugar para varones, en el sentido religioso del término. La ley la habían hecho ellos , poniendo la existencia de todos los humanos bajo el dictado de la violencia. Pero antes que la ley está la gracia, la promesa de existencia, simbolizada precisamente en la mujer, la Eva verdadera y dadora de vida, que es la madre de Jesús. La ley del varón es ley de carne, es la imposición de la estructura israelita, fijada en principios de dominio servil, en leyes sacrales que no pueden cambiar al ser huma¬no. Pues bien, por encima de esas leyes, al comienzo de un camino que se hallaba también simboliza¬do por el esperma de A¬brahán (signo de fe, palabra de promesa y paternidad que desborda el plano de la carne) encontramos la promesa de la madre verdadera, esbozada de algún modo en Gen 3,¬ 15.20.

Situada de esta forma, en el origen y centro de todos los caminos de la historia, la madre de Jesús expresa aquello que el viejo texto ha esbozado al trazar la figura de la mujer original, más allá de David y de sus hijos según la carne (los herederos del mesianismo nacio¬nal). Ella emerge precisamente allí donde había venido a desplegarse la figura de Abrahán y su promesa de vida que surge de la fe (cf Gen 12 ss). Pues bien, más allá de ese Abrahán, en el comienzo de la verdadera historia humana, Gal 4,4 nos lleva hasta el mismo lugar en el que viene a mostrarse la mujer y madre de Gen 2-4 (13) .

En referencia al Pecado de la humanidad

Esta interpretación del texto nos obliga a releer en clave cristológica el tema del pecado original. Sabemos bien que Gen 2-4 (y de un modo más extenso todo Gen 1-11) es un texto abierto: un anuncio y compendio, un espejo en el que puede y debe mirarse (leerse e interpre¬tarse) todo el conjunto de la Biblia. Lógicamente, los judíos no han visto aquí pecado original en el sentido estricto sino sólo una expresión simbólica de aquello que siempre sucede, como una especie de compendio de nuestra realidad e historia humana. Los cristianos, en cambio, hemos descubierto en esos textos antiguos el reverso y espejo de aquello que ha venido a culminar y resolverse en Cristo. Sólo así podemos hablar plenamente de pecado y gracia:

- Decimos que hay pecado original entendido en el sentido fuerte de deseo de divinización (que se expresa por medio de Eva cuando quiere saberlo/poseerlo todo, poseyendo así la vida) y en el deseo de violencia (que aparece en el camino de imposición y lucha, de sacralización y muerte que descubri¬mos en Adán y de un modo especial en Caín). Este pecado original culmina en la muerte del Cristo: matando al Hijo de Dios los hombres ratifican el pecado, llevándolo hasta su última expresión, ha¬ciéndolo ya definitivo. Este es el pecado: ha venido la gracia de Dios y los hombres la han negado; ha ofrecido Dios la vida en Jesús y los hombres han preferido su muerte. Ahora y sólo ahora culmina (se vuelve realidad completa) el camino que había comenzado en la historia de Adán/Eva (14) .

- En un determinado sentido, ese pecado original lo hemos cometido todos, vinculados como estamos en una misma humanidad violenta, simbolizada por Adán y Caín. Todos nosotros hemos participado en el homicidio central de Jesús, de tal forma que en el día de la gran celebración (Vigilia pascual) debemos descubrirnos pecadores. Hemos descargado en Jesús nuestro egoismo, le hemos asesinado, asesinando con él a todos los inocentes de la historia, convertidos en chivos emisarios de la maldad humana. Pues bien, ese Jesús inocente no nos condena, no nos rechaza sino que ofrece su perdón (la salvación de Dios) a todos aquellos que le han matado. Así aparece como el Hijo de Dios Padre (15) .

- Pero en ese mundo que ha matado a Jesús no todo es muerte; en el camino que lleva al Calvario no todo es pecado. En el fondo de esa muerte se revela el don más alto de la vida, la gracia creadora, en forma de promesa de salvación o, mejor dicho, de salvación ya realizada por medio de la resurrección de Jesús . Este es el camino de la fe, simbolizada por A¬brahán. Este es el camino de la donación materna de vida, simbolizada y expresada por la mujer de Gen 3,15.20 (por la madre de Jesús en Gal 4,4).

En un determinado plano, todos nosotros (incluida la madre de Jesús) nos hallamos representados por el Adán de muerte a que se alude en Rom 5 y 1Cor 15. En ese aspecto, somos pecadores, como saben bien san Pablo. Pero en otro aspecto debemos afirmar que llevamos dentro un "germen de vida", un principio femenino o materno de existencia no violenta que está representado por la mujer de Gen 3 y por la madre de Gal 4,4.

Las dos evas

Dios no ha encontrado en el mundo pura muerte, no planea sobre un valle de asesinos violentos y cadáveres irrecuperables. El Dios de Gen 3 y Gal 3-4 quiere y puede dialogar con los humanos. Por eso ha venido a expresarse en la fe de Abrahán, en la entrega materna de la madre de Jesús. En esta línea podemos distinguir dos tipos de mujeres, bien marcadas dentro de la misma teología de Pablo:

-Está por una parte la Eva egoísta y engañada de 2 Cor 11,3: es la mujer pervertida por la serpiente, destruida por el deseo de poseerlo todo por sí misma, rompiendo los límites de su finitud, en una espe¬cie de lucha contra Dios. Esta es la mujer que quiere divinizarse y al hacerlo se pervierte, destruyendo la vida que el mismo Dios le ha confiado. Allí donde se destaca esta figura femenina pervertida, llevando hasta el límite su pecado, venimos a caer en una especie de gnosis antifeminista. Esta es la postura de muchos gnosticismos y maniqueismos posteriores (16) .
- Pero hay en Pablo otra figura de mujer, otra visión de Eva: es la madre de Jesùs, aquella que ha puesto su vida al servicio de la revelación del Hijo de Dios, es decir, al servicio del nacimiento del Mesías. Estrictamente hablando, en esta mujer se encuentra ya superado (o en camino de superación) el pecado original; no participa del gesto de aquellos que matan a Jesús sino al contrario: es la primera de aquellos que le dan la vida.

La mujer buena, la mujer mala

Lógicamente, la tradición cristiana posterior ha desarrollado estas dos visiones de la mujer original en simbología que ahora no podemos desarrollar, separándolas quizá de un modo excesivo: idealizando por un lado a la madre buena de Jesús, satanizando por otro a la mujer engañada (y engañadora). No podemos estudiar aquí esa historia. Pero es evidente que en el fondo de Gal 4,4 ha quedado expresado para siempre el gran signo de la mujer madre creadora que pone su existencia al servicio de la manifestación o vida de Dios para los hom¬bres. Esta mujer encuentra su máxima expresión en la madre de Jesús.
Simbólicamente, María pertenece al grupo de los que luchan contra la serpiente, confor¬me a la simbología de Gen 3,15. Dialoga con Dios en gesto positivo (contrario al de Gen 3,1-6). No quiere poseer la vida en un sentido egoísta (comiendo del árbol del conocimiento) sino en gesto de fidelidad radical. Al servicio de la vida de Dios y del conjunto de la humanidad (y no de su deseo egoísta) ha desplegado la existencia, en camino que (conforme a la tradición cristiana: cf Jn 19,25-27 y Hech 1,13-14) ha culminado dentro de la iglesia. Sólo en la totali¬dad de ese camino ella aparece como madre de Jesús kata pneuma, es decir, como persona en la que actúa el Espíritu de Dios al servicio de la gracia y salvación universales.
En esta perspectiva debemos afirmar que ella es la virgen por antonomasia. La otra Eva (la de 2Cor 11,2) aparece como seducida, es adúltera y engaña a todos los que dicen amarla. Por el contrario, la madre de Jesús, signo y compendio de la iglesia, es la virgen santa que Pablo presenta ante Dios. Es Virgen (parthenos) en el sentido radical de la palabra: no se ha entregado a otros amores, ha guardado fidelidad al Dios de la vida y de una forma autóno¬ma, en libertad completa y decidida, como dueña de sí misma, persona realizada, se ha puesto a su servicio, para hacer que el Mesías pueda revelarse y realizar su obra sobre el mundo (17) .

Notas

(1) F.Hahn, Christologische Hoheitstitel, FRLANT 83, Göttingen 1966. He planteado con cierta detención el tema en Hermanos de Jesús y servidores de los más pequeños, Sígueme, Salamanca 1984, 103-127.

(2) La bibliografía sobre el sentido de Adán y Cristo en Pablo resulta inagotable. Sirva como referencia E.Brandenburger, Adam und Christus. Exegetisch-religionsgeschichtliche Untersuchung zu Röm 5,1-21 (1Cor 15), WMANT 7, Neukirchen/Vluyn 1962

(3) Sobre el sentido de Jesús como hijo de David cf G.Ruggieri, Il Figlio di Dio davidico. Studio sulla storia delle tradizioni contenute in Rom 1, 3-4, AnGreg 166, Roma 1968. Análisis de las tradiciones en S. Vidal, La resurrección de Jesús en las cartas de Pablo, Sígueme, Salamanca 1982, 205-240.

(4) E.P.Sanders, Paul and Palestinian Judaism, SCM, London 1981 ha estudiado con cierta detención la novedad cristiana de Pablo, en línea de superación del esquema legal (social) israelita. Su libro ha suscitado una fecunda controversia en la que, a mi juicio, deberían haberse destacado más los elementos cristológicos.

(5) Esta filiación abrahámica de Jesús, tiene gran importancia en perspectiva mariológica. Abrahán cumple en Gal 3-4 (y Rom 4) la misma función estructural y teológica de María en Lc 1,26-38 (y Mt 1,18-25): la madre de Jesús rompe el nivel de la genealogía de la carne, entendida en plano israelita, para elevarnos de nivel y ponernos en el lugar donde el ser humano empieza a ser padre (madre) en nivel de fe. Cf B. Byrne, 'Sons of God'- 'Seed of Abraham', AnBib 83, Roma 1979.

(6) R. Girard ha destacado la "ruptura genealógica" de Jesús, desde una perspectiva antropológica (de superación de la violencia) cf El misterio de de nuestro mundo, Sígueme, Salamanca 1982, 252-256 como en 'Quand ces choses commenceront...', Arléa, Paris 1994, 137-156.

(7) El trabajos precedente (de 1981) ha ofrecido un esquema básico de las lecturas católicas, protestantes y ortodoxas (parte 4). Pienso que aún conserva su labor. El libro más significativo de los años posteriores, en perspectiva de diálogo con el protestantismo, es el de R.E. Brown (ed.), María en el NT, Sígueme, Salamanca 1986, 43-58. También son importantes: R.Bertalot, Protestantes, NDM 1662-1667; G.Gharib, Oriente cristiano,NDM 1498-1513; S.C.Napiórkowski, Ecumenismo, NDM 644-653; S.Benko, Los evangélicos, los católicos y la Virgen María, Casa Bautista, El Paso 1981; Varios, María en las Iglesias II: En la ortodoxia, EphMar 44 (1994) 181-353; Id., María en las Iglesias III: En las reformadas, EphMar 44 (1994) 365-551.

(8) He ofrecido una lectura sistemática del texto, dentro de una visión general de la teología del NT, en María: de la historia al símbolo en el NT, EphMar 45 (1995). Por la importancia que ha tenido en la teología protestante sería deseable que se estudiara con detención la lectura luterana de Gal 4,4, conforme al modelo establecido por E.Tourón del Pie en El Magnificat de Lutero, EphMar 44 (1994) 371-392

(9) Sobre el tema de la libertad en Gal cf F.Pastor, La libertad de la ley en la carta a los Gálatas, San Jerónimo, Valencia 1977; Liberación y libertad, Madrid 1982.

(10) Sobre la relación entre Padre e Hijo en Pablo siguen siendo clásicos: L.Cerfaux, Jesucristo en San Pablo, DDB, Bilbao 1955, 312-446; A.Feuillet, Christologie paulinienne et tradition biblique, DDB, Paris 1972; K. Romaniuk, L'Amour du Pèe et du Fils dans la Sotériologie de Saint Paul, AnBib 15a, Roma 1974.

(11) Sobre la liberación de la ley, con la ruptura que ello implica en la visión del judaismo, cf W.D.Davies, Pal and Rabbinic Judaism, SPCK, London 1970. Desde un punto de vista sociológico: F.Watson, Paul, Judaism and the Gentiles, Cambridge UP 1989. Desde una perspectiva judía, esa liberación ha de entenderse como verdadera apostasía e infidelidd, conforme ha mostrado apasionadamente A.F.Segal, Paul, the Convert. The Apostolate and Apostasy of Saul the Pharisee, Yale UP, New Haven and London, 1990.

(12) En el principio de la mariología cristiana está el esfuerzo por leer y entender la colaboración de María en el nacimiento de Jesús desde el transfondo del Génesis (o de todo el AT). Así lo han visto, de maneras en parte convergentes: A.Feuillet, Jésus et sa Mère, Gabalda, Paris 1974, 199-262; I. de la Potterie, Maria nel mistero dell'alleanza, Marietti, Genova 1988, 17-32. Visión contraria, desde perspectiva protestante, en H.Räisänen, Die Mutter Jesu im NT, AASF 158, Helsinki 1969, 17-25.

(13) Toda la reinterpretación cristiana de la Biblia Hebrea está fundada en una vuelta al sentido original, al principio de la historia: más allá de la ley de Moisés se encuentra Abrahán; más allá de Abrahán esta Eva, la mujer originaria.

(14) He desarrollado extensamente esta visión del pecado, analizando de forma estructurada y unitaria los textos de Gen 2-3 y de la muerte de Jesús, en Antropología Bíblica. Del árbol del juicio al sepulcro de pascua, Sígueme, Salamanca 1993. Allí remito a quien quiera estudiar con más detenimiento el tema.

(15) Reinterpreto así, en un contexto nuevo, algunos de los temas que ha desarrollado R.Girard en El chivo emisario, Anagrama, Barcelona 1986.

(16) Sobre la antropología gnóstica cf K. Rudolph, Gnosis, Clark, Edinburgh 1983, 53-275. Ha destacado la importancia de la visión maniquea de la mujer (y del amor) en la historia occidental D. de Rougemont, El amor y Occidente, Kairós, Barcelona 1992.

(17) Sobre 2Cor 11,2 cf V.P.Furnish, II Corinthians, AB 32a, Doubleday, New York 1982, 483-502; K.Prümm, Diakonia Pneumatos I, Herder, Roma 1967, 593-615.

1 comentario:

Guillermo Vizcarra Manrique dijo...

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