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miércoles, 28 de julio de 2010

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lucas 12. 13-21) - Ciclo C: DE MANERA INTELIGENTE


«Túmbate, come, bebe y date buena vida»: ésta consigna del hombre rico de la parábola evangélica no es nueva. Ha sido el ideal de no pocos a lo largo de la historia, pero hoy se vive a gran escala y bajo una presión social tan fuerte que es difícil cultivar un estilo de vida más sobrio y sano.

Hace tiempo que la sociedad moderna ha institucionalizado el consumo: casi todo se orienta a disfrutar de productos, servicios y experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar es clara: «date buena vida».

A través de las marcas y modelos de los más variados objetos lo que se nos ofrece es juventud, elegancia, seguridad, feminidad o virilidad, naturalidad, poder, vitalidad. La vida la hemos de alimentar en el consumo.

Otro factor decisivo en la marcha de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los pueblos corrientes y gustos fluctuantes. Lo nuevo es el «imperio de la moda» que se ha convertido en el guía principal de la sociedad moderna. Ya no son las religiones ni las ideologías las que orientan los comportamientos de la mayoría. La publicidad y la seducción de la moda van sustituyendo a la Iglesia, la familia o la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir y a satisfacer las «necesidades artificiales» del momento.

Otro rasgo que marca el estilo moderno de vida es la seducción de los sentidos y el cuidado de lo externo. Hay que atender el cuerpo, la línea, el peso, la gimnasia y los chequeos; hay que aprender terapias y remedios nuevos; hay que seguir de cerca los programas de consejos médicos y culinarios. Hay que aprender a «sentirse bien» con uno mismo y con los demás; hay que saber moverse de manera hábil en el campo del sexo: conocer todas las formas de posible disfrute, gozar y acumular experiencias nuevas.

Sería un error «satanizar» esta sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser humano y para desarrollar una vida integral e integradora. Pero no sería menos equivocado dejarse arrastrar frívolamente por cualquier moda o reclamo reduciendo la existencia a puro bienestar material. La parábola evangélica invita a descubrir la insensatez que se puede encerrar en este planteamiento de la vida.


Para acertar en la vida no basta pasarlo bien. El ser humano no es sólo un animal hambriento de placer y bienestar. Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad y la ternura, experimentar el misterio de lo transcendente, agradecer la vida, vivir la solidaridad. Es inútil quejarse de la sociedad actual.

Lo importante es actuar de manera inteligente.

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