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jueves, 8 de enero de 2009

Evangelio Misionero del Día: Viernes 09 de Enero de 2009

Por CAMINO MISIONERO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 45-52

Después que los cinco mil hombres se saciaron, enseguida Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras Él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y Él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: «Tranquilícense, soy Yo; no teman». Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó.
Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.

Compartiendo la Palabra
Por Cebipal

El texto de hoy es de una sencillez y esencialidad impresionantes.

Un leproso llega hasta donde está Jesús, se postra por tierra y le pide a Jesús la curación con una frase bien interesante y profunda. El leproso no dice simplemente: “Señor, cúrame”, como sería lo normal. Su expresión es aún más profunda: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (12). Ese ‘si quieres’ refleja una adhesión y respeto muy grandes a la voluntad de Dios y al mismo tiempo una apertura total para aceptar un si o un no. No presiona. Simplemente, como dice el salmo: “Expone su causa y se queda aguardando” (Salmo 5,4).

Jesús no se detiene en explicaciones ni reconocimientos. Simplemente, extiende la mano, toca al leproso y agrega: “Quiero, queda limpio” (13). Es como si el leproso le hubiera tocado a Jesús la fibra más débil de su corazón; la fibra de la compasión y la misericordia y lo hubiera hecho actuar en su favor. El efecto fue inmediato. El texto dice que la lepra le desapareció al instante.

Jesús le pide no contar a nadie lo sucedido en él; pero estas cosas se cuentan por sí solas, sin palabras. Además, Jesús le recomienda ir al sacerdote presentando la ofrenda por su purificación, para ratificar, si se puede decir, la curación.

Es muy grande la disponibilidad del leproso. Está dispuesto a aceptar lo que Jesús quiera, aún con el riesgo de continuar siendo un leproso que deambula por las calles. Pero, dentro de su corazón, algo le dice que Jesús, como nos recordaba el texto de ayer, había venido a dar libertad a los oprimidos.


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón.

1. ¿Cuál es la actitud del leproso ante Jesús?

2. ¿Cómo puedo yo, en lo concreto del día a día, vivir esta actitud?

3. ¿En qué momentos de nuestra vida de familia hemos vivido o podemos vivir esta actitud?

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