Fiesta del Bautismo del Señor: Dios responde a la expectación (Mc 1,7-11)

por Jesús Burgaleta
Publicado por El Libro de Arena

Todo el mundo está expectante, como un animal al acecho de su presa. Estamos viviendo una conmoción contenida que, de vez en cuando, explota en la India, en Latinoamérica, en Oriente Medio o en cualquier huelga o manifestación. Hay una ansiedad, un deseo colectivo, un vacío irritante; miles de anhelos. Una especie de ruidos sordos de arenas llegan desde el Desierto.
Nos está golpeando con fuerza el fin de siglo –parece que no se puede pasar impunemente la hija del calendario–. En esta sicosis hay algo de trágico, mítico y atávico.
Pero, la crisis es mucho más real y acuciante que lo del fin de siglo. Es crisis económica, crisis política, crisis de convivencia, crisis de valores, crisis de modelos, crisis de identidad, crisis religiosa. Se nos ha juntado todo a la vez; estamos enfermos y sin defensas.
Soñamos con la salida, estamos ansiosos de descubrir nuevos valores, nos bebemos las páginas del periódico cuando nos da la noticia de nuevas tecnologías, de fuentes de energía sustitutoria, de nuevas perspectivas de trabajo.
Todos estamos expectantes y todos nos preguntamos: ¿Dónde está la salida? Hasta los que renuncian a toda búsqueda se han convertido en un signo de interrogación para la sociedad.
Las preguntas piden, consciente o inconscientemente, respuestas. Y las gentes las pretendieron encontrar en los «mesías», líderes, genios, sabios, descubrimientos, logros espectaculares. Se destinan grandes sumas de dinero para la investigación, para ver si de ahí se va sacando algo en claro. No pocos se adscriben prácticamente al desarrollo de las guerras, esperando sacar de ahí una fuente de progreso.
La búsqueda es tan urgente y se ha hecho tan angustiosa que hay personas que se apuntan a movimientos extremistas de uno y otro signo. Florece el fanatismo, la imposición violenta, la proclamación de la verdad absoluta y el deseo de dejar el destino ciegamente en manos de una sola persona.
Todos podemos observar por doquier a la gente buscando métodos, filosofías, religiones desconocidas, dietas, conocimientos esotéricos, técnicas de comunicación… Se persigue una respuesta, una armonía, aquietar la crisis de la conciencia y de la historia.
Dios también tiene una Palabra ante nuestra expectación y nuestras preguntas.
En esta historia del hombre, aunque nos parezca tan desgraciada –cada generación ha repetido más o menos la misma experiencia–, Dios está presente: amándonos, ofreciéndonos el proyecto de llegar a ser personas, mostrándonos la meta.
Una «Paloma» blanca de esperanza se posa sobre todos nosotros y nos da con sus alas sombra en la fatiga. Hay esperanza. En medio de la crisis no se ha agostado todo, aún queda la posibilidad de UN NUEVO BAUTISMO. Bautismo de fuego, drástico, regenerador, devorador de lo que nos desbasta. Bautismo del Espíritu: una oferta de poder encontrar la vida desde dentro de nosotros, desde lo profundo radical. Todo hombre se puede realizar como persona en tiempo de crisis y en tiempo de bonanza, en la expectación y en el logro, en el camino hacia la salida y en la experiencia del sinsentido, en la pregunta y en el balbuceo de la respuesta.
Poco más podemos aquí los hombres que ser hombres y esto es siempre un problema. Pero cada cual puede emprender el camino para lograr a lo largo de la vida el proyecto de ser persona. A esto somos llamados, por esto somos hijos predilectos y amados, este es el invento fundamental de todas las épocas, esta es la única respuesta verdadera y la única salida.
Contemplemos hoy a Jesús, el Hijo amado, hombre de verdad, que se logró en medio de la crisis del mundo; aplastado por la sin razón y cerrazón del mundo. Sin embargo, realizó el proyecto de hombre que Dios quería.
De su vida nos llega esta esperanza: cada persona, en cada momento de la historia, puede lograr la meta. Para que lo consiga está Dios mismo empeñado: en medio de la tierra está el Espíritu y se ofrece un Bautismo de regeneración.