I - NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN.
1.- ¡Hola! ¿qué tal? ¿Tú eres Jesús? Si te digo quién soy yo, no me lo vas a creer.
Desde luego, lo que hoy vivimos tú y yo parece enteramente una de esas ficciones o parábolas destinadas a la instrucción religiosa de los hombres: el encuentro que tuvo lugar un día entre Dios y el Demonio... Y resulta que sí, que es verdad, que al fin tú y yo nos hemos encontrado.
Al fin, después de miles de siglos y de milenios, hablando en términos humanos, nos hemos encontrado.
Tenía que ser precisamente aquí, en la tierra; en términos espaciales, tan humanos, digamos que tú has descendido a la Tierra y que yo he tenido que subir a la Tierra, para encontrarnos precisamente a la mitad del camino.
¡Oye!, ¿Qué no es acaso el hombre el punto equidistante existente entre Dios y el Diablo?... Se trataría de una transcripción ético-moral de aquel principio geométrico según el cual todo cuerpo equidista de lo infinito y lo infinitesimal.
Los dos sabemos de sobra cómo son de frágiles, ruines y falaces estas cosmovisiones humanas, y cómo resultan casi inservibles, por demasiado toscas e inertes, las palabras y las categorías creadas por los hombres.
Pero no hay otro remedio, no nos queda otra alternativa: tendremos que recurrir al lenguaje humano. Puesto que tú y yo hablamos idiomas tan diferentes, no cabe sino utilizar ahora una tercera lengua que los dos, más o menos, conocemos y que hemos llegado a dominar. La verdad es que se trata de una lengua balbuciente, torpe, áspera y grosera. Sin embargo, aun así nos es preferible estar limando con una sierra a empeñarse en estar serrando con un martillo.
2.- En efecto, ¿cómo entendernos si cada uno de nosotros emplease su propio idioma, llamémosle divino al tuyo, llamémosle diabólico al mío? Sería algo peor que un diálogo de sordos: un diálogo entre egipcios y judíos o entre norteamericanos e iraquíes.
Hablaremos la inflexible lengua de los mortales: Sujeto, Verbo, Predicado; Pasado, presente y futuro; largo, ancho, profundo y alto. Las clásicas miserias humanas, las servidumbres del tiempo y del espacio, la lenta aproximación a un punto dado, el tartamudeo inevitable. Una tarea más que fastidiosa.
“Dios”,... “Satán”,... ¿te dicen algo estos burdos pseudónimos? Todo ello limita enormemente nuestras posibilidades de comunicación, y hasta puede frustrarlas. Comprenderás que hablar en tales términos es como hablar del amor en un lenguaje que se quedare sólo en la biología, en lo fisiológico o en lo únicamente corpóreo.
Ocurre además otra cosa. Parece ser que nuestra conversación deberá ser legada un día a los hombres.
No puedo menos que preguntarme, desolado, ¿qué es lo que quedará de nuestra conversación? ¿De qué cosas se acordará el hombre? ¿Entenderá lo que estamos platicando?
El diálogo de Jesús, el Hijo de Dios, con el Demonio en el desierto, someramente recogido por los evangelios, los cuales serán escrupulosamente interpretados por el magisterio de la Iglesia, y éste a su vez escrupulosamente explicado por los teólogos de las aulas, y éstos finalmente divulgados el domingo después de la imposición de ceniza, desde los púlpitos para provecho e iluminación de las almas...
3.- El Padre Rogelio ha dicho en la Iglesia que Don Francisco Robles dijo que el Papa Benedicto XVI dijo que Pedro Lombardo y san Tomás de Aquino dijeron que san Jerónimo y san Agustín dijeron que san Mateo dijo que el diablo dijo... Por supuesto que la versión del padre Rogelio tendrá el peligro de la traducción,... y de la traición.
Pero no hay otra solución, no existe otro lenguaje del que podamos hoy servirnos. Yo no me siento menos que tú. Nunca me he sentido menos que tú. Yo también reino y tú lo sabes bien, y mi reino resulta más atractivo que el tuyo. Digamos que tú y yo somos dos emperadores entrevistándose en un campo neutral, en un cobertizo situado sobre la misma línea de fuego: El mundo del hombre.
Y es este, el año 30 de tu vida mortal. Yo no sé cómo se te pudo ocurrir el asumir una condición tan inesperada en unas circunstancias tan inesperadas. Puedes imaginarte que desde que tú naciste tenía un gran interés en encontrarme a solas contigo. No es que me haya sido imposible hasta ese momento, simplemente me resultaba inadecuado. Inadecuada toda ocasión anterior, tanto el lugar en el que naciste como aquel pueblo ruidoso donde vivías, ¿no pudiste escoger algo mejor? ¡Belén!, para nacer,... ¡Nazaret!, para vivir...
Aquel taller, aquel empeño tuyo en comportarte siempre como un israelita más: un ciudadano y un judío más aunque eso sí: ejemplar... Carpintero, hijo de María y de José, siempre puntual en el pago de impuestos, asiduo asistente a la sinagoga, tu familia cumplía con las peregrinaciones y con las indicaciones de la ley, lector de las Escrituras...
4.- ¿Por qué escogiste el anonimato? En Nazaret había doscientos hombres aparentemente iguales a ti, en Asiria y en Etiopía hay doscientos pueblos iguales que Nazaret y en el Mundo hay doscientos imperios iguales a Asiria y Etiopía, y en la historia puede haber doscientos mundos como el que hoy está rodeando nuestro encuentro...
Es por ello que me desde el principio me parecía lo más inadecuado, lo más desalentador. Pero,... una vez que he arribado a este lugar puedo decir que ahora ya no, aquí ya no me parece inadecuado.
Entre todos los parajes de la tierra, el desierto es el menos inconveniente, por ser el rincón más silencioso y, al mismo tiempo, el más aseado del cobertizo, donde esa proliferación de muerte que los hombres llaman vida se redujo al mínimo,.. si acaso nos encontramos con dos escorpiones y tres cardos en media legua a la redonda.
Y este es un momento oportuno. Acabas de erigirte por fin como Mesías, dando por clausurados tus treinta años de anonimato. La grandiosa noticia empieza a recorrer las diferentes comarcas y dentro de muy pronto todo mundo querrá conocerte. Has recibido del Padre y del Espíritu Santo tu ejecutoria pública, junto al Jordán. La verdad es que yo no repruebo tu decisión de hacerte bautizar; bien mirado es por tu parte tener un detalle de gentileza hacia los ingenuos y torpes hombres, ellos sí que están necesitados de perdón, y están tan hambrientos de algún símbolo o apariencia que haga perceptible dicho perdón.
5.- Y ahora, has venido al desierto, impulsado por el Espíritu Santo. Todavía tus cabellos se miran humedecidos y en el Río Jordán todavía se emiten ondas de movimiento después de que saliste de él,... y todavía recorren esos canales semicirculares que se encuentran entre el tímpano y el caracol aquellas palabras escuchadas desde lo alto: “Este es mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias. Escúchenlo”
¡Oye!, dime la verdad: ¿a qué has venido al desierto? ¿No has venido precisamente a buscarme?,... Quiero decir: ¿No has venido a fortalecer tu alma en la prueba?, ¿quieres templar el acero en el fuego? Oficialmente yo soy el tentador, no tú.
¿A qué has venido al desierto? ¿Buscas pelea o quieres concertaciones? Yo no diría eso, ni tampoco que hayas venido solo pidiéndome una audiencia. Me guardaré muy bien de atribuirte tanto una intención hostil como una disposición suplicante.
Tú estás ahí y yo estoy aquí, ¿cuál de los dos está en realidad enfrente del otro? Para mí tu estás enfrente, supongo que para ti yo me encuentro enfrente. Mira, en realidad tú y yo no somos dos poderes rivales sino, que digamos que somos dos poderes vecinos. Como esa piedra que ves ahí y esta piedra que ves aquí.
Sin embargo,... ¿Sin embargo?,... ¡Sin embargo!, hay una cuestión previa que tenemos que mencionar: Nuestra cita aquí, en el mundo y el tiempo de los hombres, ha hecho posible este encuentro, pero a la vez lo ha hecho tremendamente ambiguo. Para poder reunirnos, los dos hemos necesitado adoptar una figura humana, una especie de traje de asbesto que nos pueda proteger del incendio que seguramente nuestro contacto inmediato provocaría. Nuestra personas han quedado así hasta cierto punto encubiertas, enmascaradas, no directamente identificables. Aunque tú y yo sabemos quienes somos,... aparentemente.
La pregunta, pues, sigue en pie: ¿Soy yo, realmente, el Demonio? ¿Estas seguro?
¿Y cuáles son –digamos- tus certidumbres respecto a ti mismo?
Cuestiones previas, pero absolutamente fundamentales: ¿Soy yo realmente el Satán al que tú buscabas, o soy sólo un poseso, digamos que soy una pobre alma atormentada a la que tú tendrías que liberar de las redes del impostor con tus poderes mesiánicos o quizá soy sólo una alucinación tuya? Ya llevas cuarenta días sin probar alimentos,... te empiezas a sentir débil,... ¿no estarás resultando afectado en tus facultades?
¡Oye! ¿Y tú? ¿Eres el Hijo de Dios que ha soñado con ser hombre o eres un hombre que sueñas con ser Hijo de Dios?... ¿Eres el hijo de David o eres el Hijo de Dios? ¿Eres un iluminado más que sueña con hacerme la guerra o eres verdaderamente el Hijo de Dios encarnado? Digamos que eso sería lo primero que tendríamos que probar antes de sumergirnos en otras discusiones que resultan obsoletas e innecesarias. ¿El Hijo de Dios? No lo pareces...
II - CONVERTIR LAS PIEDRAS EN PAN.
“ En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
1.- ¡Jesús de Nazaret! ¿quién lo dijera que estuviéramos tan cercanos y al mismo tiempo tan lejanos?
¿Soy yo el demonio? ¿Eres tú el Hijo de Dios? ¿Soy yo lo que tu piensas que soy y eres tú lo que crees pensar que eres?
He aquí el ritmo imprescindible del progreso: la duda y la comprobación, la comprobación y la rectificación, el afianzamiento en la misma línea, ya que alguna vez la duda es una objeción infundada. Pero hace falta averiguarlo.
¿Quién eres realmente? Por fuerza has de hacer algo ahora para disipar esa duda y recobrar tu seguridad. ¿Cómo? Basta aplicar una regla cualquiera de verificación, nos bastaría un milagro, un solo milagro para cerciorarte de que verdaderamente eres el Hijo de Dios. Por ejemplo: “si eres el Hijo de Dios haz que estas piedras se conviertan en panes”.
En el Río Jordán, después de haber sido bautizado por Juan, oíste la voz de Dios que solemnemente te reconocía como Hijo. ¿Estás seguro de ello? ¿Qué garantías tienes? Una proclamación tan insólita necesita ser comprobada. Las afirmaciones gratuitas no tienen sustento. Creo que te hace falta una comprobación. “Si eres el Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en panes”
2.- El Dios que habita los cielos ama la tierra. El creó la tierra, la hizo brotar de entre las aguas, y creo todas las plantas entre ellas el trigo, él fue quien inspiró la idea de la harina y la masa. Me dirás: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. ¡Desde luego! Pero, no debemos quedarnos en frases célebres, ya que eso mismo se puede decir correctamente también así: “no sólo de palabras vive el hombre, sino también de todo pan que sale de las manos de Dios”. Dios ha hecho el cuerpo y el pan. ¿No es así? Si el pan es un don de Dios, renunciar a él significa despreciarlo y, por lo tanto, despreciar al donante.
Convierte, pues, esta piedra en pan, y come. El pan constituye la dádiva divina por excelencia, así lo pedirán un día en las oraciones los que te sigan, porque tú los enseñarás: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Nada más casto, indiferente y, al mismo tiempo, nada tan sagrado y tan cotidiano.
Te conozco, y sé que ahora mismo transformarías en pan todo este pedregal si se tratase de remediar el hambre de tu prójimo, así fuesen cinco mil o más. Porque sé que tu corazón está poseído por la caridad. Pero “no olvides que antes de amar al prójimo tendrás que amarte a ti mismo”, no olvides que “la caridad bien entendida empieza por uno mismo”. Esta es la norma de la caridad perfecta. Obviamente el mandamiento de “amar al prójimo como a uno mismo” presupone el mandamiento, básico y sobreentendido, de “amarse a sí mismo como al prójimo”. ¿Qué es antes el modelo o la copia?
3.- Sólo entre iguales es posible el amor. El amor y la amistad presupone la igualdad o la inventa. Lo contrario es limosna, mentira y beneficencia. “Yo le doy mis vestidos a la sirvienta” confesará una señora de alta sociedad que presumirá de ser altruista; y Jean Genet responderá: “Sí, pero ella no le da los suyos a usted”. ¿Qué te parece? No hay peor desigualdad que ésta, cuando uno solamente da y el otro solamente recibe.
Haz, pues, que estas piedras se conviertan en pan. Si no obras para ti mismo el milagro, tu milagro a favor de los demás sería como una prueba de superioridad, y por lo tanto de distanciamiento, y creo que esa pretensión es la mía y no la tuya, ¿lo recuerdas?
Perdóname. Probablemente estoy hiriendo tus más delicados sentimientos con mis palabras. O, al menos, estoy contrariando tus teorías. Pues, tal vez pienses que para que los hombres sean mejores deben vencer su codicia, y que nada les ayudará a ello tanto como el testimonio de quien ha sabido desprenderse de todas las riquezas. Pero, permíteme una observación. También podríamos decir que otra forma, no menos eficaz, de eliminar la codicia es saciándola. No me digas que ella crece en la medida en que va siendo satisfecha, así como crece la sed cuando se bebe agua salada. Esto sólo ocurriría si se saciase a medias. Cuando todos los pedregales se conviertan en panes, cuando se sepa que las reservas son inagotables, el acumular alimentos u otra clase de bienes sería una estupidez. ¡Cuando los hombres legalicen las drogas se acabará el crimen organizado y el narco-menudeo! Nunca la gente se le ha ocurrido hacer provisión de aire, almacenar aire; simplemente respiran, inhalan y expulsan el aire sin pensar en él, porque saben que nunca les va a faltar.
Pero,... tú te niegas a convertir las piedras en pan. Tú no puedes acceder a una demanda tan grosera que comprometería intereses muy altos y elevados. Entiendo: ¡se trata de la pureza de tu reino! Tu reino no es de este mundo.
4.- Los pragmáticos del Estado un día deducirán de ahí tu deseo de ser solamente rey de las almas y de los espíritus, y de que al César se le da lo que es del César y que a Dios se le da lo que es de Dios, y entonces “vénganos tu reino” dirán, no pocos.
La Iglesia no tendrá que inmiscuirse en alguna tarea de orden mundano, una cosa es la evangelización y otra es la promoción humana, una cosa es el sacerdote administrador de sacramentos y otra muy distinta, y muy reprobable, el que rebaja su ministerio sagrado al nivel de un solo asistente social o de un comunista. Sería sacrílego querer alterar la situación de este mundo: La madera flota, los cuerpos son regidos por la ley de la gravedad, los ricos prosperan, los peces grandes se comen a los peces chicos,... diversas variantes de una misma ley natural e inviolable, ¿para que entonces no convertir las piedras en panes?
Guárdate, pues, de convertir las piedras en pan y de convertir tu Iglesia en una institución de reformas sociales. Desde luego, Dios no quiere el sufrimiento de los hombres, solamente lo permite. Se limita a permitirlo. Los defensores de Dios harán gala de sutilezas. Ellos distinguen entre la voluntad positiva de Dios y la voluntad permisiva del Señor; la primera se refiere a los bienes y la segunda a los males.
5.- Te aseguro que, si Dios es como lo pintan, habría que inventar un tribunal de última instancia ante el cual los hombres pudieran querellarse contra su Creador. Que Dios nos explique porque le dio alas al hombre y luego lo metió en una jaula, o porque no le dio alas y sí el dolor de carecer de ellas, porque hizo su voluntad tan voluble y su inteligencia tan falible, por qué en el mundo que es un desierto, se negó a convertir las piedras en pan.
Sí tú eres el Hijo de Dios encarnado... Permíteme decirte que me parece inútil querer atenuar el sumo desnivel existente entre el Creador y la criatura descendiendo él mismo a la tierra, tratando de persuadirnos de que se ha hecho vulnerable al amor o al desamor de los hombres. ¿Por qué va a exigir además sentimientos inadecuados, ternura, comprensión, emociones de uso doméstico?
Entre Dios y los hombres existe una asimetría que es insalvable: a Dios no pueden importarle los hombres lo que a los hombres les importa Dios. Efectivamente, “si eres el Hijo de Dios, mejor no conviertas las piedras en pan”. Deja a los hombres que se las arreglen ellos solos. Que aprendan ellos mismos a remediar sus miserias y a bastarse con un amor precario, el amor imperfecto que cuadra a unos seres imperfectos, la ayuda que el ciego no puede brindar al paralítico empujando su silla de ruedas y la que el paralítico no puede prestar al ciego caminando delante de él como para indicarle el camino a seguir. El hombre debe salvar al hombre... O tú, ¿qué opinas?,... Jesús, no me dejes hablando...
6.- “Satán, me estás tentando para que establezca una religión que suprima las necesidades en el hombre. Tú quieres que yo sea un panadero en lugar de un Salvador; un reformador social en vez de un Redentor. Me estás tentando para que me aleje de mi cruz, sugiriéndome que llene los vientres en vez de llenar las almas. Quisieras que yo trajera la abundancia exterior en vez de la santidad interior.
Es preciso que haya pan, pero recuerda que incluso el pan recibe de mí su poder de alimentar a la humanidad. El pan sin mí puede y suele dañar al hombre. Si como Dios soy solamente pan, entonces el hombre no es más que un animal, y los perros serían los primeros en acudir a mi banquete. Aquellos que crean en mí han de adherirse a esta fe, aun cuando pasaran hambre y privaciones, aun cuando fueren encarcelados y sufrieran azotes.
“¡Yo sé lo que es el hambre humana! Yo mismo he pasado cuarenta días sin comer nada. Pero me rehúso a abastecer solamente el vientre. No puedes decir que me desentiendo de la justicia social porque en este momento estoy sintiendo el hambre del mundo.
No sólo de pan vive el hombre..., convertir las piedras en pan es una especie de milagro alquimístico, al estilo de “la piedra filosofal”.
Convertir las piedras en pan es pretender el Fabricar el pan sin sudor, suprimir el sudor de la frente.
Consentir esto es permitir que un día nos manchemos las manos de sangre inocente, producto de nuestra insaciable codicia, y de ese querer volverse rico de la noche a la mañana, olvidando los procesos necesarios que las cosas poseen en sí mismas.
La tentación con la que quieres hacerme caer es la de proponerme a mí y proponerle al hombre el vivir para sí, para los bienes materiales, para satisfacer la presión de los sentidos. ¡Pero no sólo de pan vive el hombre! Es laudable el empeño de producir para vivir mejor, pero es desorden si ese empeño no va presidido por la divisa de ser más, dentro de un humanismo pleno.
Yo mismo soy uno con todos los pobres y hambrientos de la raza humana. Dios ha querido conocer lo que es el hambre del hombre. ¡Apártate, Satán! Yo rechazo ese pan que no se obtiene con el sudor de la frente. El pan más que la señal del milagro posee la señal del trabajo. Yo mismo he trabajado, el pan trae una huella de fabricación: el sudor y la dignidad”.
-Yo tengo otro manjar que la materia.
La Verdad es mi comida.
Y para el desfallecido en la miseria,
Yo soy el Pan de Vida.
III - EL PINACULO DEL TEMPLO.
“ En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
1.- Bien Jesús, así es como me gusta que sean las cosas. Este momento me está divirtiendo muchísimo más de lo que pude haber pensado hace un momento. Pareces tener en el baúl de tu equipaje todas esas herramientas que hacen percibir el engaño en las palabras, la seducción en las propuestas y la falsedad en las intenciones.
Me has dejado impresionado porque antes de que des comienzo a tu predicación, oras intensamente. Antes de presentarte entre las poblaciones, te has dirigido al inhóspito desierto. Antes de mezclarte con el pueblo, te retiras a la soledad. Antes de ir al encuentro con los hombres, busques la intimidad de tu Padre.
El desierto ha sido, es y será el camino necesario hacia la tierra prometida, pero es aquí también el lugar en donde acontece la tentación, aunque no tan sólo aquí... Ahora, si me lo permites, iremos a la ciudad que te ha estado esperando durante siglos y siglos. Iremos al templo exacta y precisamente, a la torre Antonia. Subiremos a la parte más alta de la torre más alta existente en la gran Jerusalén. ¿Son cincuenta metros? Digamos que es la altura de un edificio de 17 pisos, la dimensión necesaria para que un hombre que cae desde ahí se convierta al caer en un saco de huesos y polvo... ¡¿A menos que ese hombre sea el Hijo de Dios?! Porque, si tú lo eres en verdad, podrás tirarte abajo tranquilamente, ya que está escrito: “Dios dará órdenes a sus ángeles y ellos te cogerán en sus manos, para que ni siquiera tu pie llegue a tropezar con las piedras”.
2.- He aquí eso que los predicadores del Rosario y de todas las parroquias de Monterrey, de México, del Mundo y de todos los mundos y tiempos bautizarán un día como la segunda tentación. ¿Tentación? Yo no le llamaría así, yo te juego limpio, no pretendo engañarte. Sí aceptas tirarte has caído en la tentación y si no aceptas tirarte también has caído en la tentación. En efecto, si aceptas mi propuesta, si decides lanzarte de la torre, obrarías temerariamente y te harías culpable de la falsa presunción, pues eso significaría tentar a Dios,... pero si te niegas, entonces demuestras falta de confianza y esperanza en Dios. ¿Qué no dirá un día el Catecismo de la Iglesia Católica que la presunción y la desesperanza son los dos pecados cometidos por el hombre contra la virtud de la esperanza (nn. 2090 al 2092)?,... ¿Qué eliges? ¿Presunción o desconfianza? Sí eliges Cara, yo gano; sí eliges cruz, entonces tu pierdes, y si rechazas lo que te propongo, habrá que ir pensando que tú tienes miedo. No me refiero al miedo físico, no se trata del miedo que te generaría el desnucarte en las losas del patio; digo miedo a algo peor,... tienes miedo a comprobar que no acudirían los ángeles en tu ayuda, ¿imagínate el papelito que harías? Y los comentarios que se harían,... tienes miedo a comprobar que tú no eres tal Hijo de Dios. ¿Qué decides? ¿Tienes miedo a probar tu identidad?
En realidad yo no quiero dañarte ni tampoco quiero dañar a los hombres. Pedirte que te lances de la torre es pedirte que cuides de los intereses espirituales de toda la humanidad. ¿Me explico? Si realizas el milagro, si te tiras de la torre y, como es previsible y consabido, resultas ileso, los hombres volverán precisamente los ojos a ti y creerán en ti. El prodigio los congregaría en torno tuyo y admitirían todo cuanto tú les dijeres; sería como un refrendo previo, como una demostración irrefutable de tu doctrina. Puedes decirles entonces que es blanco lo que es negro, que lo pequeño es grande, que el último es el primero, que el servidor es el más importante y que la pobreza es señal de predilección divina, que los que lloran serán bienaventurados, que los que sufren heredarán la tierra,... y ellos lo aceptarán sin ningún problema. Puedes exigirles que lo abandonen todo, que perdonen setenta veces siete, que pongan la otra mejilla, que caminen dos mil pasos en lugar de mil, que permitan que quien quiere la túnica se lleve también la capa, que cojan la cruz y vayan detrás de ti y te obedecerán. Les puedes decir que el que gana el mundo se pierde a sí mismo y que el que se pierde a sí mismo se gana realmente. El milagro que vas a hacer disipará todas las dudas, les hará deponer la resistencia, aceptarán que lo negro es blanco, que lo frío es caliente, que lo amargo es dulce, que lo oscuro es luz, que la vida es muerte y que la muerte es vida... Se trata, como ves, de facilitar la fe de los hombres en ti y de facilitarte a ti la misión que estás por realizar. Se trata, en definitiva, de su salvación de ellos y de tu función por realizar. ¿Cabe algo más importante que su salvación? ¿Habías pensado o imaginado que yo fuere tan bueno?
3.- “Si eres el Hijo de Dios, pues, tírate de lo alto de la torre”. Hazlo por amor a los hombres, por amor a sus almas. Hazlo a fin de librarles de la incredulidad y también de los peligros inherentes a una fe que pueda ser vacilante, indocumentada, insegura e inverificable. Sólo un milagro como el que te estoy pidiendo es capaz de verificar una creencia o una doctrina, y de hacerla verdadera. ¿Cuántos colores puede captar la retina humana? Tanto la oscuridad como el exceso de luz les impide ver. Debes ayudar a los hombres a encontrar cuanto antes la verdad. ¿Cómo podrían ellos encontrarla por sí mismos?
Por supuesto, esta verdad humana es susceptible siempre de múltiples clasificaciones humanas. Existe la verdad física, propia de los hechos de observación; verbigracia, desde aquí hasta el suelo hay una distancia de cincuenta metros. A continuación viene la verdad estadística, que reclama una colaboración de la mente: es estadísticamente cierto que si un hombre se arroja desde esta altura se muere. Seguidamente habrá una verdad hipotética, en la hipótesis de que si tú eres el Hijo de Dios, podrías tirarte abajo y no morir. Finalmente, se obtiene la verdad teórica: el Hijo de Dios no es propenso a los padecimientos ni mucho menos a ser tentado, ni tampoco el morir. ¡Muéstrale la verdad a los hombres! ¡Muéstrales tu verdad!
A tí no puede satisfacerte una fe vacilante de parte de ellos, al contrario tú mismo se la reclamarás a los hombres. Pues bien, sin un milagro como el que te pido, no existe una prueba fehaciente de fe, y sin esta prueba irrefutable la fe será defectuosa, expuesta a todos los equívocos y malentendidos. ¿Qué me dices?
-Si quieres ser ejemplo
han de verte lucir sobre la cumbre;
¡tírate desde el Templo
con angélica sed de muchedumbre!
4.- “¡Oye Satán! También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.
Si hiciera las señales que tú me pides, tendría la gente corriendo detrás de mí, pero, ¿de qué aprovecha sí el pecado continúa en el alma?
¿De qué sirve la algarabía momentánea sin convicciones auténticas? ¿De qué sirve que ellos crean en lo extraordinario si no me perciben en lo ordinario? ¿De qué puede servir una fe que pretenda convertirse en certeza y contemplación?
Haz hablado sobre las verdades físicas, estadísticas, hipotéticas y teóricas, pero has olvidado una verdad que trasciende todas las que tú me has mencionado: la Verdad Salvífica, que en no pocas ocasiones no coincide ni con la verdad física, ni con la verdad estadística, ni con la verdad hipotética, ni con la verdad teórica.Me niego a realizar actos portentosos para conquistar a los hombres, y a cambio les ofrezco la posibilidad del acto más maravilloso: les ofrezco el amor. Tú juegas con las conciencias al definirme en mi poder, pero te has olvidado de que no es el poder lo más importante en el Señor tu Dios, sino que es el amor lo que auténticamente me define. Únicamente cuando los hombres me vean en la cruz les atraeré hacia mí.
He de ganar a los hombres para el Reino no con los tubos de ensayo ni con las reglas de cálculo sino con mi sangre y con la cruz, no les ofrezco prodigios sino mi sacrificio. Quiero que ellos confíen no en celestiales fuegos de artificios, sino en el recto uso de la razón, la libre voluntad y la oración. Prefiero ser levantado en lo alto, aunque el cielo y Aquel que lo habita parezcan momentáneamente silenciarse, que el lanzarme desde lo alto del Templo para atraer la aclamación ruidosa y efímera de los hombres.
5.- Tú engañas al querer que se transforme lo que es un medio en un fin, al invitar para que se conviertan los caminos en destinos, y los transportes en paraderos permanentes.
Tu tentación es la del orgullo: pretendes convencer al hombre para que viva de manera distinta de los demás, señalarse por sus acciones, gestos, dichos, que no son signo de amor a nadie, más que a sí mismo. Eso es tentar a Dios, desde el momento en que sus dones se orientan al hombre y no al dador ni al hermano. Realizarse y valorizarse como persona es, sin lugar a duda, un bien, pero no de tal manera que se convierta uno mismo en objeto de adoración.
Quiero tener personas conmigo que crean en mí aun cuando yo no pareciera protegerles, quiero que los bautizados, mis misioneros y mis mártires me amen aún en medio de la persecución, la prisión y la muerte, quiero que los cristianos no se olviden de mí durante las pruebas tal como yo no los he olvidado y los he amado aún en medio del sufrimiento. Que ellos recuerden que yo nunca obré un milagro con objeto de librarme de las dificultades, ni lo obraré aunque fuere para bajar de una cruz que está extinguiendo mi existencia humana”.
-Por no tentar a Dios desde mi altura,
mi táctica es sencilla;
empinarán dos palos mi estatura,
en cruz que doblará toda rodilla.
IV - ADORAR A DIOS
“ En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
1.- ¡Jesús! Te hiciste hombre. Has dejado a las puertas de este mundo no sólo tu espada, sino también tu coraza.
Este episodio del desierto, demuestra que tu tarea mesiánica es un trabajo verídico y arduo, que lo llevarás a cabo lealmente en la coherencia.
Más que el primer capítulo de tu vida pública, este momento viene a ser uno de esos prólogos imprescindibles dónde en una especie de discurso programático se nos da la clave de interpretación de todo el libro. Imposibilidad significa imposibilidad, oración significa incertidumbre.
¿Soy el diablo? El diablo no necesita hacerte dudar. La incertidumbre es consustancial, la asumiste con todas las demás flaquezas humanas. Sin menoscabo de tu santidad, desde luego.
Pero considero que tú no eres un Dios en vacaciones. No eres un rey que ha decidido viajar de incógnito por sus dominios para observar a sus súbditos desde otro punto de vista. No eres el propietario de una mina que se pone el casco y baja dos horas a inspeccionar el trabajo de las galerías. Eres hombre, y esto quiere decir que estás sujeto a todas las miserias humanas. Eres Dios, y esto quiere decir que no puedes cometer un fraude: que no puedes dispensarte de ninguna miseria humana.
2.- Claro que, sí eres Dios, tampoco puedes cometer ningún pecado. ¿Eso creo? La bondad y la no posibilidad del pecado le pertenecen a la definición de Dios, lo mismo que el agua a la definición del mar y el volar a las aves. ¡Lo sé muy bien! Aunque hay aves que no pueden volar y aguas que no son la mar.
En realidad, ahora no te estoy proponiendo un pecado, ni es esta la tercera tentación sino, digámoslo así: este es un pacto de civilidad entre dos contrarios.
Mi pacto consiste en lo siguiente: te cedo para siempre el mundo de los hombres, me retiro para siempre de la Tierra, jamás volveré a disputarte la posesión de una sola de sus criaturas, si a cambio de ello me das un trono en frente del tuyo, para siempre, para perpetuar entre nosotros la relación amistosa que este pacto representa y a la vez inaugura.
Torpemente, los evangelistas transcribirán: “Te daré todos los reinos de la tierra si, postrado en el suelo, me adoras”. El lenguaje humano siempre ha sido inepto.
Nada más opuesto a la tentación que un pacto. Nada más opuesto a la adoración o a la humillación que el resultado de un pacto concertado entre dos caballeros con educación, como tú y yo lo somos.
3.- Y ahora mira. He ahí el mundo con toda su gloria y su historia. El mundo con sus reinos de mil colores. Son mil reinos, y cada reino tiene mil ciudades, y cada ciudad tiene mil calles, y cada calle tiene mil casas, y cada casa tiene mil hombres. Tú sabes que nuevas ciudades se alzarán sobre las ruinas de las civilizaciones desaparecidas. Tú tienes ahora todo al alcance de la mano, el norte y el sur, el oriente y el poniente, el pasado y el porvenir, los hombres y las mujeres, los abuelos y los nietos...
He ahí la totalidad de la historia, iluminada por un relámpago que ha rasgado la noche y ha inmovilizado el tiempo
He ahí al hombre.
He ahí el reino de la tierra, he ahí mi oferta, mi parte de la negociación.
Ahí los tienes, son tuyos, puedes hacer con ellos lo que gustes. Yo renuncio a ellos, renuncio a disputártelos.
Dime: ¿vamos a seguir tú y yo, como los torpes hombres, enemistados por causa de ese puñado de votos y de casillas? Tú y yo no necesitamos ni de tribunales electorales ni de segundos comicios, es más, ni de primeros.
4.- He aquí mi propuesta, he aquí mi proyecto para un pacto decoroso que satisfaga a ambas partes y que quede como un ejemplo para los hombres así en el presente como en la posteridad.
Te entrego en su totalidad el mundo de los hombres, con la promesa de retirarme de él para siempre, si a cambio me das un trono en frente al tuyo, una silla igual que la tuya, un cetro igual que el que tienes en tu mano y una corona como la que ostentas en tus sienes. Yo, “el Príncipe de este mundo” –como tú mismo me llamas-, renuncio desde ahora a tal título y te lo cedo para siempre. Tú te quedas con los hombres, para mí será el otro extremo del universo, una cámara púrpura en el confín del Septentrión. Y volveremos los dos a una apacible vida de otro tiempo, cuando no existía el tiempo, cuando no existía esta insignificante zona de fricción que es la tierra, ni estos ineptos vasallos como lo son los hombres.
Si acaso, una leve diferencia ahora, tras la firma solemne del más grande pacto signado entre diplomáticos: por una parte, tu satisfacción de contar con la adhesión infinita de esas criaturas que tanto dices amar, por otra parte mi orgullo de ser un rey, aunque lo sea de un reino solitario. Tú sabes que eso es lo que amo: ser Rey. Son dos complacencias o gozos adicionales, correlativos, que vendrían a enriquecer la simetría. ¿Aceptas?
-¿Quieres ser Rey? Te entregaré mi mundo
-el mundo es del demonio-
con sólo que un segundo
me des adoración y testimonio.
5.- “Satán, yo no pretendo adueñarme del mundo sino liberar al mundo. En todos los reinos que tú pretendes que sean tuyos, los corazones de sus habitantes siguen anhelando algo que tú no puedes ofrecerles: la paz del alma y el amor desinteresado.
Más que vencer y dominar al mundo prefiero vencer el mal que hay en el corazón de los hombres y sé que así se podrá vencer al mundo. Venceré al mundo porque entraré en el corazón de tus publicanos, de tus jueces, de tus comisarios, y los rescataré de la culpa y del pecado, y los enviaré, limpios, otra vez a sus ocupaciones. Les diré que de nada aprovecha ganar todo el mundo si pierden su alma inmortal. Puedes guardarte tus reinos.
Para mí,... ¡Más vale perder todos tus reinos, el mundo entero, que perder una sola de las almas!
No me interesan los reinos sino el Reino. Los reinos del mundo deben ser elevados al Reino de Dios y no el Reino de Dios al reino de este mundo. ¡Atrás, Satán!”
-Antes perderlo todo que una ofensa
al Creador infinito.
Adorarás, Satán, su Gloria inmensa:
En mi libro está escrito.
Es tiempo de que nos marchemos de aquí..., la predicación del Reino tiene que empezar...
6.- Oye Jesús, ¡sí, a ti te hablo!, qué rápido ha pasado el tiempo, ¿no te parece? como si fueran solo tres minutos me han parecido estos tres años, y nuevamente aquí estoy frente a ti.
¿Te acuerdas? Todo cambió al volver de allí, en cuanto dejaste el famoso lugar de las tentaciones. Gracias sean dadas al Altísimo, al Invicto. Tras aquella realidad que asemejaba una pesadilla atroz de encuentro con el Diablo, volviste del desierto a toda prisa, ansioso de encontrarte con un hombre de carne y hueso, un hombre cualquiera con una azada al hombro.
Qué alegría, qué alivio, divisar el humo de un hogar. Era como ondear la propia bandera después de haber huido del territorio enemigo, y máxime si regresabas victorioso. ¿Victorioso? Aceleraste el paso. Llegaste a la puerta y entraste. Tenías hambre, querías comer. Pero, sobre todo, querías hablar con alguien...
Volverías a Nazaret y de nuevo empuñarías tu viejas herramientas. Pero, ¿cómo explicar a tus vecinos esa larga ausencia tuya del pueblo? ¿Qué les ibas a contar que hiciste durante cuarenta días? Elegiste lo mejor: no regresar a tu casa paterna, ir sólo de visita, y te acuerdas que mal te trataron...
7.- Un hermoso sueño. Pero ya es hora de despertar. ¿Quién dijo que la vida es un sueño y un frenesí? Sólo es sueño la vida soñada y el frenesí es la locura que ahora estás viviendo. Sueño ha sido lo que acabas de soñar, esa alucinación con que he querido regalarte durante unos minutos. El sueño ya pasó, y la vida real no es sueño sino verdad. La verdad, tan distinta de lo que ha sido tu breve delirio, la verdad verdadera, es que ahora estás clavado en una cruz a punto de morir, en las condiciones más penosas y amargas que cabe imaginar para un ser humano.
La verdad, como bien sabes, es que aquel día, cuando volviste del desierto, tras la larga conversación que mantuvimos, se había consolidado tu vocación de Redentor, y se había hecho más firme tu determinación de luchar contra el mundo, el demonio y la carne.
Siguieron tres años azarosos, tres años de predicación y penalidades que al fin han culminado en esto. Agonizas en una cruz, condenado por cargos afrentosos, rodeado de burlas y el jugueteo de tu propio pueblo, pero abandonado de todos. Nunca es grato morir, lo sé. Es un trance difícil y además es siempre, necesariamente, una dura experiencia de soledad: el suceso imposible de compartir, esa “puerta estrecha” que jamás podrán franquear juntas dos personas, la despedida de todos y de todo.
8.- Pero al menos puede darse una despedida confortadora, una manera de entrar acompañados en esa soledad definitiva e inevitable; la tristeza de quien se marcha se funde en la tristeza de los que lo ven partir, y en el fondo hay una comunión sobreentendida, una posibilidad de consuelo.
Se muere mejor cuando se muere en esa compañía que va deshaveniéndose o, mejor dicho, desvaneciéndose poco a poco, que deja constancia de que no se ha vivido en vano. Lo siento, esa es una gracia que a ti te ha sido negada.
Tú mueres solo, en el más profundo desamparo, y a la vez envuelto en el desprecio general, rodeado de gritos y burlas: una soledad indeciblemente peor que la soledad física. Esta al fin y al cabo hubiese sido decorosa, con el mínimo de dignidad que todo ser humano se merece en sus últimos instantes. Existe el pudor de la muerte, el espacio imprescindible para la vida privada y para la muerte en privado. Pues ni siquiera esto te ha sido otorgado. Mueres en lo alto de un madero para que todos te contemplen mejor. A la distancia contemplas dolorosamente impotente el dolor y la impotencia de quien te dio a luz, y que se siente distanciada de ti por la violencia del hombre. Los hombres te regresarán a sus brazos de la forma más inimaginable, ¿o es acaso que la imaginación puede convertirse en locura?.
Quiero que comprendas que mueres sólo, porque siempre estuviste solo. ¿De qué te extrañas? Solo en medio de la muchedumbre que te aclamaba en los poblados para después abandonarte, casi tan solo como hoy en medio de esta turba que te insulta.
La gente no te entendía buscaba en ti lo que tú no podías o no querías darles: el reino de este mundo, la libertad, el oro, la plata, panes, peces, comida, riqueza... Ellos también querían que te lanzaras de lo alto de la torre, y querían que convirtieras las piedras no en hijos de Abraham, los hijos de Abraham eran los que querían panes...
9.- Y los más cercanos, ¿acaso no esperaban de ti los primeros puestos en tu corte? ¿No querían un lugar a tu derecha y otro a tu izquierda? Muchos en cuanto se convencieron de tu irremediable fracaso, ¿qué hicieron?,... te abandonaron. Otros andan escondidos, tú los miras desde lo alto de la cruz, mira sus rostros están temerosos de que tu ignominia les salpique a ellos. No los llames traidores, sólo son unos pobres decepcionados de ti y de lo que pensaron que tú les podrías ofrecer.
Tres largos años han transcurrido desde nuestro último encuentro. ¿Recuerdas aquella propuesta en lo alto del templo: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo...” Por fuerza mi propuesta es ahora más moderada. Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz o por lo menos convierte esas piedras que tienen en el pecho esos hombres no en panes sino en corazones mínimamente compasivos hacia tu dolor.
Termino ya. Es evidente que podía haberte ocultado todo esto, estas penosas consideraciones que vienen a esclarecer mejor tu fracaso. Podía haberme callado por un sentimiento de simple compasión...
10.- Muy queridos amigos:
El demonio parecía haber vencido...
Jesucristo después de resucitar, manifestó que fue de esta manera como aplastó a la muerte y al pecado.
Cuando hubiere concluido su vida terrena, resucitado de entre los muertos, Él nos habló desde otra montaña: Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan mis discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a que guarden las cosas que les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
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