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lunes, 2 de febrero de 2009

Homilía y Recursos para la Homilía: V Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B (Mc 1,29-39)

"JESÚS ES EL LIBERADOR"
Publicado por Agustinos España

-¿El paciente Job?

Hemos escuchado en primer lugar, un fragmento del libro de JOB. A veces se habla del "paciente" Job, pero en realidad el personaje que nos presenta el libro del A. T. no coincide demasiado con lo que nosotros solemos entender por "paciencia". Más bien Job es EL HOMBRE QUE NO SE RESIGNA, que protesta, que incluso quiere pasar cuentas con Dios. Y en el mismo libro salen otros personajes que se presentan como los buenos y defensores de Dios, que cargan las culpas en Job, que quieren que tenga paciencia y calle, pero que no son aprobados por Dios. "No me conocéis" les dice Dios.

Curiosamente, siglos después, en nuestro tiempo, el diálogo podría ser muy semejante. Hay el hombre que sufre, que "se consume sin esperanza, a quien parece -como a Job- que su vida es baldía, sufriendo opresión. Y hay también los hombres que se creen conocedores de la voluntad de Dios, y se escandalizan ante la protesta del hombre que sufre, y le recomiendan paciencia y resignación, como si esta fuera la voluntad de Dios.

-Jesucristo quiere que el mundo cambie

¿ESTA ES LA VOLUNTAD DE DIOS? En una de las plegarias eucarísticas que proclamamos en nuestras reuniones dominicales, decimos que Jesucristo "anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo". Y si sabemos leer el evangelio, veremos que esta salvación, esta liberación, este consuelo, JC no lo reduce al espíritu, al "alma", sino que él lo quiere para todo el hombre y para todos los hombres.

Es lo que hemos leído en el evangelio de hoy. Jesús no dice a la suegra de Pedro: "resígnate y quédate con tu enfermedad". No: Jesucristo le da la mano y la levanta. Es el sentido de todas las curaciones que hallamos en el evangelio: Jesús, porque ama, libera del mal, de cualquier mal. Y quizá ningún evangelio como el de Marcos acentúa tanto esta unidad en la acción de Jc: él comunica bien y libera del mal (lo combate), sin poner fronteras a su acción. Es lo que significa la constante unión que hallamos en el evangelio de Mc entre "curar muchos enfermos" y "expulsar muchos demonios".

En resumen podemos decir, que Jesús NO DEJA EL MUNDO TAL COMO ESTA. Lo quiere cambiar. Y no se limita al espíritu, sino que actúa en todo el hombre. Porque Jesús no ama a las "almas", sino a las personas, hombres y mujeres concretos (a la suegra de Pedro, por ejemplo).

Y este es el ejemplo y el camino que nos deja. La voluntad de Dios no es que el mundo siga como es, que cada uno se resigne pasivamente. La voluntad de Dios (que Jesucristo nos manifiesta) es que crezca el bien, todo el bien, del cuerpo y del espíritu; la voluntad de Dios es que luchemos contra el mal, contra todo mal.

-Es preciso estar convencidos: la fe

Pero un último aspecto conviene subrayar en las lecturas de hoy. En la realización de esta voluntad de Dios, Jesucristo escoge -más que nada- una acción concreta. Jesús cura, libera del diablo, pero cree que su misión fundamental es otra: hablar, predicar, ANUNCIAR LA BUENA NUEVA.

¿No contradice esto lo que decíamos antes? ¿es realmente eficaz hablar para cambiar el mundo? Jesús cree que síI y por eso su Palabra tiene fuerza: la fuerza de su convicción, de su entrega hasta el extremo (hasta la muerte).

Jesús no se limita a realizar él su acción. Jesús quiere comunicar su fe en la acción a realizar. Quiere convencer a otros hombres. Por eso cambió más el mundo con su palabra (convenciendo a otros) que con sus curaciones.

Es lo mismo que hemos leído en el testimonio apasionado de S. PABLO: "Hago todo esto por el Evangelio" y "ay de mí si no anuncio el Evangelio!" Quizá es algo que también nosotros deberíamos reflexionar: Es muy importante la acción, es indispensable, la acción que cada uno de nosotros pueda hacer para transformar el mundo, para que crezca el bien y su luche contra el mal. Pero no olvidemos que NO podemos realizarlo si no estamosfirmemente convencidos de ello. Nos falta creer. Y para creer, nosotros, y para comunicar esta fe a los otros, es preciso hablar, comunicar el Evangelio.




RECURSOS PARA LA HOMILÍA

Nexo entre las lecturas

El tema que destaca en las lecturas de este V domingo del tiempo ordinario es el del sufrimiento del hombre, que encuentra su refugio y su liberación en Jesucristo, El texto de Job contiene una grande carga de humanidad. Job habla de su vida en términos dramáticos y pesimistas. Considera su vida como una milicia, como una esclavitud, como un trabajo que se la ha impuesto y busca solo un poco de sombra, de paz, de serenidad. Su herencia la ve como una nueva carga, por eso, el futuro se le presenta incierto y amenazador: mis días corren más que una lanzadera y se consumen sin esperanza (1L). Parecería que Job exagera su desgracia o que ha perdido su fe. En realidad, se trata la expresión de un corazón afligido por el dolor, penetrado por el sufrimiento y que clama a Dios desde su propia miseria. El salmo nos muestra como se puede pasar de esta lamentación desesperada a una confianza profunda en Dios: el Señor sana los corazones destrozados, venda sus heridas. La biblia, especialmente los salmos, nos ofrecen una rica variedad de oraciones en medio de la tribulación. A la oración del hombre atribulado, Dios responde de manera excepcional con su enviado Jesucristo. El es el liberador en el sentido mas profundo de la palabra. El es el redentor que tiene que anunciar la buena nueva por todas las aldeas. Así Jesús recorre la Galilea predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios, porque para eso ha venido, (EV).


Mensaje doctrinal

1. El dolor y el sufrimiento. Uno de los datos más comunes de nuestra existencia humana es el del sufrimiento humano. Sufrimiento que se encuentra en todas partes, en todas las generaciones, en todos los pueblos, en todas las circunstancias. Este sufrimiento plantea no pequeños interrogantes al hombre, especialmente cuando se trata del sufrimiento de los inocentes, o cuando se trata de un sufrimiento que no parece tener sentido, ni fruto alguno: el sufrimiento aparentemente inútil. Todo hombre hace experiencia del sufrimiento y todo hombre busca darle un significado. Por eso, de sus labios se eleva con frecuencia una plegaria en busca de ayuda para comprender el porqué de tanto mal. La lectura del libro de Job nos enseña la profundidad del dolor humano. Para Job lo terrible de su situación no es la pérdida de sus posesiones, ni siquiera la de sus seres queridos, sino sobre todo sentir que Dios lo ha abandonado; que aquel Dios en quien tenía puestas sus esperanzas se ha olvidado de él. Esta es la experiencia terrible de la noche de la fe. El libro de Job que fue escrito aproximadamente en el siglo V a. C. cuando todavía no estaba asentada la fe en la resurrección, por eso el sufrimiento que expresa es mucho más agudo y sin esperanza. La realidad incontrastable de tantos sufrimientos, hacía pensar a Job que Dios le había abandonado y no era grato a sus ojos. Por eso, clama al Señor con lamentos desgarradores. Sólo quien haya pasado por dolorosas pruebas puede comprender lo que sucede en el corazón de Job. Nos ayuda a hacer luz sobre el tema lo que dice el catecismo de la Iglesia católica en el numero 164: "La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en el que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y el sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación. Entonces es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la fe..."

El sufrimiento humano sólo encuentra una respuesta en el amor de Dios que ha mostrado su omnipotencia de la manera más misteriosa, es decir, a través del anonadamiento voluntario y en la resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Hay que tener la plena certeza, aun en medio de grandes y prolongadas tribulaciones, que Dios Padre, en Cristo, vence el mal y la muerte y que las apariencias de este mundo pasan para dar lugar a la patria celestial.

2. Cristo predica el reino y expulsa a los demonios. En el evangelio de este día Jesús se nos presenta expulsando a los demonios, curando a los enfermos, predicando el Reino, retirándose a orar en soledad. Él cumple con fidelidad la misión a la que ha sido enviado. Es consciente de que debe anunciar la buena nueva de la salvación, que debe vencer al mal con su obediencia hasta la muerte de cruz.

Dice san Ambrosio: El Señor ha venido como médico de los que están enfermos. Él mismo afirma: "no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Pero, ¿acaso he venido a llamarlos para que perseveren en su estado? ¿O más bien para una conversión que los haga salir de su precedente condición, que constituía una enfermedad gravísima y llena de pecados? (S. Ambrosio, Comentario a San Lucas SC 45 bis, /cerf, Paris 1957 pp174_175)

Jesús, muy de mañana se retira a orar a un lugar desierto. Para el evangelista parece que el apostolado de Jesús quedaría incompleto si no se ofrece el momento de la oración. Marcos no da una información precisa de la oración de Jesús, pero nos indica que Jesús ora con frecuencia y que lo hace a solas en lugar desierto. Jesús se preparaba para el combate apostólico de la predicación y, más tarde de la pasión, en la oración, en el encuentro con el Padre. Todo aquel que, como Jesús, se dedique al apostolado, debe acudir a la oración para obtener allí, la fuerza para luchar, la fuerza para resistir, la fuerza para perseverar en el camino.

La gente busca a Jesús porque hace milagros y habla con particular elocuencia, desea proclamarlo rey, ensalzarlo. Sin embargo, Él no acepta. Es consiente de su vocación sabe que es el Salvador y que debe anunciar el Reino también en otras aldeas. Sabe que debe caminar inexorablemente hacia Jerusalén hasta el día de su oblación en la cruz, y nada puede hacerlo desistir de su misión pues para eso ha venido.


Sugerencias pastorales

1. El cristiano es un apóstol. La vocación cristiana implica la vocación apostólica. Todo buen cristiano es buen apóstol. Por eso dice san Pablo: "el hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia... me han encargado este oficio y ¡ay de mí si no evangelizara!". Palabras densas que expresan una clara conciencia de la propia dignidad y de la propia vocación. Así debemos ser nosotros cristianos en el alba de este tercer milenio, así debemos llevar en nuestro corazón el anhelo ardiente de que otros conozcan a Cristo, lo amen y den un sentido a sus vidas. Ante esa serie interminable de males que vemos en la televisión o leemos en los periódicos, el cristiano no puede responder con la indiferencia, con el desaliento o la depresión. Sí, es verdad que todos esos males nos invitan al desencanto, pero precisamente el amor de Cristo nos apremia para hacer un poco mejor este mundo; nos paremia para trabajar en la catequesis para que las futuras generaciones no padezcan los males de las presentes; nos apremia a trabajar en la cosa pública para que las leyes sean siempre conformes a la naturaleza del hombre; nos apremia el amor de Cristo a no dejar de hacer cosa alguna que pueda redundar en bien de los demás. La verdadera desgracia de nuestra vida es dejar de amar con un amor comprometido a Dios y a nuestros hermanos los hombres.

2. La necesidad de la oración. Al ver a Jesús orar nos viene a la mente la necesidad que tenemos también nosotros de retirarnos a orar. Preguntémonos con sinceridad ¿cómo es mi oración? ¿Qué tan frecuente es? ¿Qué tan profunda? ¿Reservo todos los día algún momento de la jornada para conversar con Dios? ¿Para pedirle que me ilumine en la toma de mis decisiones? ¿Para pedirle por todos aquellos que entrarán en contacto con migo? ¿Por todos aquellos que sufren? ¿Acudo a la oración para pedirle valor para cumplir mi vocación como padre o madre de familia, come persona consagrada, como sacerdote de Cristo? La oración como elevación de nuestra mente y nuestro corazón hacia Dios ilumina y fortalece todo nuestro caminar. ¡No la dejemos! ¡Es como el aire que respiramos!

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