Publicado por Fundación Epsilón
Es curioso observar cómo el evangelista Marcos no cuenta en qué consistió la tentación que Satanás tendió a Jesús en el desierto; se limita a decir que, tras el Bautismo, "el Espíritu de Dios lo empujó al desierto. Se quedó allí cuarenta días y Satanás lo ponía a prueba; estaba con las fieras y los ángeles le servían". A partir de este momento, Satanás desaparece de la escena evangélica, y quienes tientan a Jesús son siempre hombres de carne y hueso, en concreto los fariseos y , en una ocasión, Pedro.
Por parte de los fariseos, representantes cualificados de la ideología de la sinagoga, Jesús sufrió una triple prueba o tentación. Veámoslo.
Primera prueba: ¿Es Dios de todos o sólo de los judíos?
Jesús representaba la imagen de un Dios que amaba a todos los hombres, pertenecieran o no al pueblo judío. Por eso dio a comer pan y pescado dos veces, una entre judíos y otra entre paganos (Mc 6 y 8). La segunda vez "salieron los fariseos -que no aceptaban la imagen de un Dios así-y se pusieron a discutir con él; para ponerlo a prueba le pidieron una señal que viniera del cielo", o lo que es igual, un milagro aparatoso que probara que Dios confirmaba el modo de actuar de Jesús, universalista y abierto. Pero Jesús se negó a hacer más señales de las ya hechas.
Con el doble reparto de panes y peces quedaba suficientemente probado que Dios amaba por igual a judíos y paganos. A buen entendedor, pocas palabras. Jesús no cayó en la tentación.
Segunda prueba: ¿Hombre y mujer son iguales?
El Maestro Nazareno consideraba que hombre y mujer son seres situados al mismo nivel de igualdad; nada legitimaba las relaciones de dominación de éste sobre aquella. Bien lo sabían los fariseos que, a pesar de ello, "se le acercaron y le preguntaron para ponerlo a prueba: ¿le está permitido a un hombre repudiar a su mujer?" (Mc 10,2ss). Se planteaba con esta pregunta la legitimidad del ejercicio del derecho del hombre a divorciarse, no de la mujer -pues ésta no podía solicitar el divorcio en Israel.
Responder esta pregunta en uno u otro sentido suponía aceptar una injusticia de base: la situación de una sociedad donde la mujer no tenía los mismos derechos que el marido. Jesús no acepta este planteamiento y por eso responde: Si Moisés permitió que el hombre despidiera a la mujer fue "por lo incorregibles que sois... Pero al principio del mundo Dios los hizo varón y hembra... Luego lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". Afirmando la indisolubilidad del matrimonio, Jesús trata de defender a la mujer indefensa ante la frecuente arbitrariedad del marido que la podía despedir por cualquier motivo, condenándola a la mendicancia, al no poder trabajar fuera de casa y serle difícil contraer nuevas nupcias. Jesús no cayó en la tentación.
Tercera prueba: ¿Quién manda: Dios o el César?
"Le enviaron unos fariseos partidarios de Herodes para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le preguntaron: ¿Está permitido pagar tributo al César o no?" (Mc 12,l3ss).Y Jesús respondió:
"Devolved al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios". Tanto el César como los fariseos habían ocupado el puesto de Dios y oprimían al pueblo. Una autoridad así no es competente y hay que romper con ella. Todo poder que oprime no tiene el respaldo divino, sea civil o religioso. Jesús no cayó en la tentación.
Tres pruebas, pero una única tentación: la de dividir el mundo en bloques antagónicos: judíos-paganos, hombre-mujer, Dios-César. Los fariseos -y cuantos por cualquier motivo hacen nacer la división entre los hombres- son Satanás en persona.
Por parte de los fariseos, representantes cualificados de la ideología de la sinagoga, Jesús sufrió una triple prueba o tentación. Veámoslo.
Primera prueba: ¿Es Dios de todos o sólo de los judíos?
Jesús representaba la imagen de un Dios que amaba a todos los hombres, pertenecieran o no al pueblo judío. Por eso dio a comer pan y pescado dos veces, una entre judíos y otra entre paganos (Mc 6 y 8). La segunda vez "salieron los fariseos -que no aceptaban la imagen de un Dios así-y se pusieron a discutir con él; para ponerlo a prueba le pidieron una señal que viniera del cielo", o lo que es igual, un milagro aparatoso que probara que Dios confirmaba el modo de actuar de Jesús, universalista y abierto. Pero Jesús se negó a hacer más señales de las ya hechas.
Con el doble reparto de panes y peces quedaba suficientemente probado que Dios amaba por igual a judíos y paganos. A buen entendedor, pocas palabras. Jesús no cayó en la tentación.
Segunda prueba: ¿Hombre y mujer son iguales?
El Maestro Nazareno consideraba que hombre y mujer son seres situados al mismo nivel de igualdad; nada legitimaba las relaciones de dominación de éste sobre aquella. Bien lo sabían los fariseos que, a pesar de ello, "se le acercaron y le preguntaron para ponerlo a prueba: ¿le está permitido a un hombre repudiar a su mujer?" (Mc 10,2ss). Se planteaba con esta pregunta la legitimidad del ejercicio del derecho del hombre a divorciarse, no de la mujer -pues ésta no podía solicitar el divorcio en Israel.
Responder esta pregunta en uno u otro sentido suponía aceptar una injusticia de base: la situación de una sociedad donde la mujer no tenía los mismos derechos que el marido. Jesús no acepta este planteamiento y por eso responde: Si Moisés permitió que el hombre despidiera a la mujer fue "por lo incorregibles que sois... Pero al principio del mundo Dios los hizo varón y hembra... Luego lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". Afirmando la indisolubilidad del matrimonio, Jesús trata de defender a la mujer indefensa ante la frecuente arbitrariedad del marido que la podía despedir por cualquier motivo, condenándola a la mendicancia, al no poder trabajar fuera de casa y serle difícil contraer nuevas nupcias. Jesús no cayó en la tentación.
Tercera prueba: ¿Quién manda: Dios o el César?
"Le enviaron unos fariseos partidarios de Herodes para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le preguntaron: ¿Está permitido pagar tributo al César o no?" (Mc 12,l3ss).Y Jesús respondió:
"Devolved al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios". Tanto el César como los fariseos habían ocupado el puesto de Dios y oprimían al pueblo. Una autoridad así no es competente y hay que romper con ella. Todo poder que oprime no tiene el respaldo divino, sea civil o religioso. Jesús no cayó en la tentación.
Tres pruebas, pero una única tentación: la de dividir el mundo en bloques antagónicos: judíos-paganos, hombre-mujer, Dios-César. Los fariseos -y cuantos por cualquier motivo hacen nacer la división entre los hombres- son Satanás en persona.
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