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jueves, 12 de marzo de 2009

Cuaresma 2009: Carga con tu Cruz y Sígueme


Por Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula

En el tiempo de cuaresma se practica el piadoso ejercicio del “vía crucis.”
Los fieles recorren catorce estaciones que escenifican momentos decisivos del juicio contra Jesús, de su condena a muerte y de su camino hasta el calvario donde fue crucificado. Se acompaña amorosamente en el Espíritu a Jesús en su “camino hacia la cruz” para seguirle fielmente cargando nuestra cruz, dando cumplimiento a sus palabras.

“Jesús reunió a la gente y a sus discípulos y les dijo: si alguno quiere venir detrás de mi, que renuncie a si mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Mc. 8, 34).

El personaje central de esta escena es Jesús: Él reúne, Él invita, a Él se sigue. Es importante comprender que el centro del cristianismo no es una doctrina ni unas normas, ni unas costumbres religiosas sino una persona: Jesús de Nazaret confesado como Cristo y Señor. Algunos cristianos se quedan en las ramas, en aspectos secundarios de la fe y no van a las raíces. Y la raíz del cristianismo es la persona de Jesucristo, su vida, pasión, muerte y resurrección.


Sígueme

Es preciso meditar detenidamente el significado del seguimiento de Jesús. Ante todo, seguir a Jesús es “estar con Él”; eligió a los que Él quiso, nos recuerda San Marcos, para que estuvieran con Él (Mc. 3, 13-14). Estar con Él, primero físicamente, en una comunión de vida y de destino y de una manera estable. Cuando desaparece la presencia física de Jesús, queda la comunión de vida con Él por el Espíritu, comunión que lleva a compartir su destino de muerte-resurrección. Nosotros vivimos en Cristo, íntimamente unidos a Él, su vida es nuestra vida, hasta que podamos decir con San Pablo: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi”.

Seguir a Jesús, quiere decir también imitarlo, tener sus sentimientos, actitudes y obras. Como seguidores de Jesús hemos de querer que los amores de Jesús sean los nuestros; sus sentimientos de compasión, de amor y de confianza, nuestros sentimientos; su humildad, mansedumbre, entrega sean nuestras. Ser cristiano es “hacer hoy como haría Jesús”. Sabemos lo que es la fe, la oración, el perdón, la pobreza, el don de sí,… a través de la manera como las realizó Jesús.


Carga tu cruz


Ahora bien, quien se decida por el seguimiento debe cumplir dos condiciones: renunciar a sí mismo para poner la obediencia confiada a Jesucristo por encima de los propios deseos y planes, y cargar con la cruz para compartir plenamente la suerte de Jesús.

El seguimiento de Jesús nos saca de un yo cerrado, que sólo se busca a sí mismo, que no sabe darse ni renunciar por amor, para abrirnos a la fe que acepta a Jesucristo, confía en Él y se entrega a Él para compartir su vida y su destino.

Compartir la vida de Jesús es algo muy serio porque es compartir también sus trabajos, sus incomprensiones, sus persecuciones, su martirio, su cruz. El discípulo no puede abrazarse al Señor sólo para sentir el cálido afecto de su corazón sino también para abrazar con plena conciencia y amor al crucificado.

Cargar con la cruz es ser fiel a Dios hasta el final, como Jesucristo. Cargar con la cruz es aceptar las incomprensiones, indiferencias o hasta persecuciones por vivir consecuentemente el Evangelio. Cargar con la cruz es permanecer en la verdad y en la justicia aunque cueste sacrificios y pérdidas. Cargar con la cruz es amar como Jesucristo hasta irse gastando día a día por los demás, especialmente por los pobres. Cargar con la cruz es vivir el peso de la propia vida y el de la vida de los demás con la esperanza de la vida nueva que ya se está gestando en nosotros y que culminará en la resurrección.

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