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viernes, 3 de abril de 2009

Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas: Domingo de Ramos - Ciclo B

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Por Dominicos.org

Introducción
La Semana Santa

¿Qué queremos decir al calificar esta semana como “santa”? Sin duda indicar que en esta semana celebramos acontecimientos que dicen una relación especial y única a lo religioso. Es semana de celebraciones religiosas. Y efectivamente para no pocos es la semana de las procesiones religiosas, de los viacrucis, de las visitas a los “monumentos” en las iglesias. Y sobre todo es la semana de las celebraciones litúrgicas más profundas de la fe cristiana: la del llamado Triduo Pascual, que abarca las celebraciones del jueves, del viernes santo y de la vigilia pascual de la noche del sábado al domingo; y que culmina con la misa solemne del domingo de Resurrección.

Es la celebración de la Pascua del Señor, en toda su dimensión de dolor y de triunfo, de vida y de muerte; pero siempre celebración del triunfo del amor. En estas celebraciones se resume y alcanza el punto de mayor densidad de toda la vida de Jesús: “habiendo amado a los suyos les amó hasta el extremo”. Por eso, al celebrar su muerte y su triunfo celebramos su vida entera. Más aún celebramos su presencia entre nosotros, que no se termina con la muerte, se prolonga en la eucaristía, en su presencia resucitada en la misma comunidad cristiana, en el necesitado…

Lo que celebramos esta semana es lo que celebramos día a día, la Pascua del Señor. Pero es necesario vivirlo de modo especial en estas fechas, acudir así a la fuente de nuestras celebraciones religiosas. Beber el agua pura del manantial. Esa agua al discurrir por los días, sin esa referencia actualizada y experimentada a su fuente, acaba deteriorándose por el contacto con nuestra historia, la rutina y la superficialidad.

Demos tiempo a las celebraciones, demos tiempo a la reflexión personal, demos tiempo a la lectura de los textos sagrados; demos carácter realmente “santo” a esta semana.

Es, además tiempo de reconciliación, tiempo de confrontar nuestra vida con la de Jesús, en los momentos de mayor radicalidad. A la luz de esa entrega generosa de Jesús a nuestra salvación hemos de repensar nuestra propia vida, y presentarnos ante Dios y ante la Iglesia, para que, a través de sus ministros, nos reconcilie con nosotros mismos, con nuestro ser cristiano y en definitiva con Dios.
Domingo de Ramos

En Cristo todo es paradójico. Es hombre y es Dios, se conjuga en él el éxito y el fracaso, la muerte y la vida, el dolor y la gloria. La liturgia de este domingo de Ramos comienza con su entrada gloriosa en Jerusalén, y continúa con la lectura de la pasión y la muerte.




Comentario bíblico

La Pasión según san Marcos: Teofanía divina

Hoy comienza la gran semana litúrgica que nos conduce a la Pascua, la muerte y resurrección del Señor, centro de nuestra fe cristiana. La Semana Santa, pues, es un tiempo de profundas vivencias religiosas; el misterio del Dios «entregado por nosotros» y la fuerza de su resurrección, como se expresaba San Pablo, nos convocan ante la Cruz que es el triunfo del amor sobre el odio, la esperanza frente a toda desesperación.

El evangelio de la entrada en Jerusalén, con la procesión de la comunidad y los ramos, debe servir para inaugurar la gran semana del cristianismo. Toda la “tradición” y hermosura de los ramos y palmas, no obstante, nos invita a introducirnos en aquella experiencia de ir a Jerusalén que el profeta de Galilea no podía eludir. Jesús, sin duda, ya sabía lo que le esperaba: el juicio, la condena y la muerte. Todo eso se ha representado y se representa estéticamente muchas veces, pero en torno a aquella Pascua del año 30 no había nada teatral, sino la dura realidad de “alguien” que sabe lo que quiere. Jesús no se deja ilusionar por los gritos de “Hosanna”, porque no se sentía Mesías, y menos como algunos lo interpretaron. Estas aclamaciones justificarían más su juicio y su condena ante los poderosos que estaban esperando que llegara el profeta de Galilea a Jerusalén. Y llegó…

* Iª Lectura: Isaías (50,4-7): El siervo de Yavé

La lectura primera es uno de los cantos del siervo de Yahvé, el tercero. ¿Cuál es su mensaje?: nos abre a la ignominia de este mundo violento, cruel, frente a la fuerza de la mansedumbre del discípulo, del siervo de Dios, porque en su «pasión» Dios siempre estará con él. Es una lectura muy adecuada de preparación a la proclamación de la pasión del domingo de Ramos, ya que fueron los primeros cristianos los que descubrieron en estos cantos que el Mesías habría de sufrir si quería que su propuesta de salvación tuviera fuerza.


* IIª Lectura: Filipenses: (2,6-11): El Himno de Jesús

El himno de la carta a los Filipenses, segunda lectura de la liturgia de la Palabra, pone de manifiesto la fuerza de la fe con que los primeros cristianos cantaban en la liturgia y que Pablo recoge para las generaciones futuras como evangelio vivo del proceso de Dios, de Cristo, el Hijo. El que quiso compartir con nosotros la vida; es más, que quiso llegar más allá de nuestra propia debilidad, hasta la debilidad de la muerte en cruz (añadiría Pablo), que es la muerte más escandalosa de la historia de la humanidad, para que quedara patente que nuestro Dios, al acompañarnos, no lo hace estéticamente, sino radicalmente. No es hoy el día de profundizar en este texto inaudito de Pablo. La Pasión de Marcos debe servir de referencia de cómo el Hijo llegó hasta el final: la muerte en la cruz.

* Evangelio: Marcos (14-15): Pasión según San Marcos

III.1. Hoy la lectura de la Pasión según san Marcos debe ser valorada en su justa medida. La lectura, en sí, debe ser “evangelio” mismo y nosotros, como las primeras comunidades para las que se escribió, debemos poner los cinco sentidos y personalizarla. La pasión según San Marcos es el relato más primitivo que tenemos de los evangelios, aunque no quiere decir que antes no hubiera otras tradiciones de las que él se ha valido. Debemos saber que no podemos explicar el texto de la Pasión en una “homilía”, sino que debemos invitar a todos para que cada uno se sienta protagonista de este hermoso relato y considere dónde podía estar él presente, en qué personaje, cómo hubiera actuado en ese caso. Precisamente porque es un relato que ha nacido, casi con toda seguridad, para la liturgia, es la liturgia el momento adecuado para experimentar su fuerza teológica y espiritual

III.2. No es, pues, el momento de entrar en profundidades históricas y exegéticas sobre este relato, sobre el que se podían decir muchas cosas. Desde el primer momento, en los vv. 1-2 nos vamos a encontrar con los personajes protagonistas. El marco es las fiestas de Pascua que se estaban preparando en Jerusalén (faltaban dos días) y los sumos sacerdotes no querían que Jesús muriera durante la “fiesta”, tenía que ser antes; el relato, no obstante, arreglará las cosas para que todo ocurra en la gran fiesta de la Pascua de los judíos ¡nada más y nada menos! Los responsables, dice el texto, “buscaban cómo arrestar a Jesús para darle muerte!. Era lo lógico, porque era un profeta que iba muy por libre. Era un profeta que estaba en las manos de Dios. Esto era lo que no soportaban.

III.3. Pero si queremos organizar nuestra preparación, tanto a nivel personal como catequético y pastoral para una lectura previa, pausada y reflexiva del relato de la Pasión de Marcos, aquí van algunas pautas que pueden resultar “orientativas”:

Mc estructura el relato de la pasión y muerte de Jesús con un tríptico introductorio (14,1-11), seguido de dos relatos en para­lelo, situados el mismo día (14,12), que le sirven para mostrar la misma realidad bajo dos aspectos diferentes. En el primer relato (14,12-26) se expone en clave teológica la voluntariedad y el sen­tido de la entrega de Jesús (eucaristía); en el segundo (14,17-15,47) describe su entrega en forma narrativa.

El tríptico introductorio está enmarcardo por la decisión de los dirigentes de dar muerte a Jesús (14,1-2) y la traición de Ju­das (14,10-11); en medio se encuentra la escena de la unción en Betania (14,3-9). Esta última presenta las dos actitudes dentro de la comunidad de Jesús ante su muerte inminente. La primera, reflejada en la mujer que unge la cabeza de Jesús, corresponde a la de los verdaderos seguidores, a los que están dispuestos, como Jesús, a entregarse por entero a los demás, a aceptar co­mo rey a Jesús crucificado; la segunda, representada por los que protestan de la acción de la mujer, corresponde a los que ven en la muerte sólo un fracaso, a lo que están dispuestos a dar co­sas, pero no su persona, a los que no comprenden que la verda­dera ayuda a los pobres está en la entrega por ellos hasta el fin.

El primer relato de la pasión (14,12-26), en clave teológica, forma también un tríptico, enmarcado por la preparación de la última cena (14,12-16) y la eucaristía (14,22-26); en el centro, la denuncia del traidor (14,17-21), en contraste con la figura de la mujer que unge la cabeza de Jesús (14,3-9). Este primer relato expresa la voluntariedad de la entrega y muerte de Jesús. Al ofre­cer a los discípulos «su cuerpo» (= su persona), los invita a to­marlo a él y a su actividad como norma de vida; él mismo les dará la fuerza suficiente para ello (pan/alimento). Al darles a be­ber «su sangre», expresión de su entrega total, los invita a com­prometerse, como él, en la salvación y liberación de los hombres, sin regateos y sin miedo a la muerte. El relato termina encami­nándose todos hacia el Monte de los Olivos, símbolo del estado glorioso (cfr. 11,1; 13,3) que constituye la meta de Jesús y de to­dos cuantos lo sigan en el compromiso.

El segundo relato de la pasión (14,27-15,47), en forma narra­tiva, se compone de un tríptico inicial (14,27-52) y tres secciones: el juicio ante el Consejo Judío (14,53-72), el juicio ante Pilato (15,1-21), y la ejecución de la sentencia (15,22-47).

El tríptico inicial consta: a) 14,27-31: predicción de la huida de los discípulos y anuncio de la negación de Pedro, b) 14,32-42: llegada a Getsemaní; oración de Jesús e insolidaridad y distanciamiento de los dis­cípulos; Jesús desea un final diferente, pero acepta desde el prin­cipio lo que el Padre decida; el Padre no puede impedir su final porque su amor al hombre no fuerza la libertad humana, c) 14,43-50: prendimiento de Jesús y defección de todos los dis­cípulos; hay un intento de defender a Jesús con la violencia, que él rechaza tajantemente; la detención de Jesús muestra la mala conciencia de las autoridades judías, que no se han atrevido a apresarlo en público. El tríptico termina con un colofón (14,51-52), mediante el cual, en el momento de comenzar la pasión, Mc se­ñala simbólicamente su desenlace; el joven, en paralelo con el que aparece en el sepulcro (16,5), es figura de Jesús mismo: he­cho prisionero, deja en manos de sus enemigos su vida mortal («la sábana», cfr. 15,46), pero sigue vivo y libre («huyó desnudo»).

La primera sección (14,50-72) describe el juicio de Jesús an­te el Consejo judío y consta de las siguientes partes:

1. 14,53: Reunión del Consejo, autoridad suprema del pueblo.
2. 14,54: Pedro sigue «de lejos» a Jesús, mostrando así su adhesión a él, pero no la disposición a hacer suyo el destino de Jesús.
3. 4,55-64: Juicio de Jesús; búsqueda inútil de una acusa­ción que justifique la condena a muerte preconcebida; silencio de Jesús ante la mala fe; pregunta decisiva del sumo sacerdote, formulada en correspondencia al título del Evangelio (cfr. 1,1: Me­sías, Hijo de Dios); Jesús declara ser ese Mesías, afirma su rea­leza y condición divina y anuncia una venida gloriosa suya que sus jueces van a presenciar, en ella quedará patente que Dios está con Jesús y en contra de la institución que ellos represen­tan; Jesús es acusado de blasfemia y unánimemente condena­do a muerte.
4. 14,65: Jesús objeto de burla; se desata el odio contra él, se ridiculiza su calidad de profeta y la profecía que acaba de pronunciar.
5. 14,66-72: Triple negación de Pedro.

La segunda sección (15,1-21) describe el juicio de Jesús an­te Pilato y consta de las siguientes partes:

1. 15,1: Entrega de Jesús al poder pagano.
2. 15,2-5: Interrogatorio de Pilato.
3. 15,6-15: Entre Barrabás, un asesino conocido, y Jesús, la multitud, manipulada por sus dirigentes, pide la condena a muerte de Jesús; debilidad de Pilato que traiciona su propia convicción y acaba condenando a Jesús a la cruz.
4. 15,16-20: La burla de los soldados.
5. 15,21: Simón de Cirene, figura del seguidor de Jesús que ejerce la misión universal, es obligado a cargar con la cruz, cum­pliendo así la condición del seguimiento (cfr. 8,34).

La tercera sección (15,22-47) describe la crucifixión, muerte y sepultura de Jesús, y consta de las siguientes partes:

1. 15,22-24: Crucifixión; Jesús rechaza el vino drogado; da su vida voluntariamente y con plena conciencia; reparto de sus vestidos.
2. 15,25-32: Las burlas al rey de los judíos; los transeúntes, sumos sacerdotes y compañeros de suplicio se burlan de la rea­leza de Jesús.
3. 15,33-41: Muerte de Jesús; su grito expresa su confianza plena de Dios en medio de su fracaso; los presentes interpretan mal su grito y uno de ellos le ofrece vinagre, expresión del odio; al morir deja patente al amor de Dios por el hombre («el velo del santuario se rasgó»); el centurión, representante del mundo pa­gano descubre a Dios en Jesús muerto en la cruz; las mujeres miran «desde lejos» (cfr. 14,54), sin identificarse, por falta de com­prensión, con la muerte de Jesús.
4. 15,42-47: Sepultura de Jesús; la losa que tapa su sepul­cro aparentemente acaba con la esperanza que había suscitado su persona.

III.4. El recorrido por los relatos de la pasión del Señor, que Marcos ha preparado con tres anuncios a través de su marcha hacia Jerusalén (8,31; 9,31; 10,33-34), no debería sorprender a sus discípulos, pero, sin embargo, les desconcertará de tal modo, que abandonarán a Jesús, lo negarán, como en el caso de Pedro, y marcharán Galilea. Parece como si la última cena con los suyos no hubiera sido más que un encuentro al que estaban acostumbrados, cuando en ella Jesús les ha adelantado su entrega más radical. A la hora de la verdad, en el Calvario, no estarán a su derecha los hijos del Zebedeo, como arrogantemente le habían pedido al maestro camino de Jerusalén (10,35-40), sino dos malhechores. Esto obliga a Marcos a que el reconocimiento de quién es Jesús, en el momento de su muerte, lo pronuncie un pagano, un ateo, el centurión del pelotón romano de ejecución, quien proclama: «verdaderamente este hombre era el hijo de Dios» (15,39). Como vemos, el relato no queda solamente en lo litúrgico, sino que lo teológica es de mucha más envergadura. ¿Nos hubiéramos nosotros quedado allí, junto al Calvario, o nos habríamos marchado también huyendo a nuestra Galilea?

III.5. Todos los aspectos de la lectura de la pasión en Marcos, entre otros muchos posibles, muestran esa teología de gran alcance cristiano, semejante a aquella que encontramos en Pablo, en la carta a los Corintios: «su fuerza se revela en la debilidad». Es lo que se ha llamado, con gran acierto, la sabiduría de la cruz, que es una sabiduría distinta a la que buscaban los griegos y los judíos. El Dios de la cruz, que es el que Marcos quiere presentarnos, no es Dios por ser poderoso, sino por ser débil y crucificado. Es evidente que este es un Dios que escandaliza; por ello se ha permitido que sea un pagano quien al final de la pasión, en el fracaso aparente de la muerte, se atreva a confesar al crucificado como Hijo de Dios. Sin duda que el relato de la pasión de Marcos busca su punto más alto en la muerte de Jesús como una «teofanía», en cuanto revela el poder de Dios que se manifiesta en la debilidad. Marcos pone de manifiesto, pues, que la lógica de Dios es muy distinta de la lógica humana. Pero es innegable que, desde la cruz, el Hijo de Dios confunde la sabiduría humana, la vanagloria, el poderío desbordante, porque frente a tanta miseria, Dios no puede ser un triunfador, sino un apasionado por el misterio de la muerte de Jesús que ha vivido para darnos la libertad.

Fray Miguel de Burgos Núñez





Pautas para la homilía

* Entrada gloriosa en Jerusalén

Entrada gloriosa por la acogida que la “muchedumbre” le dispensa. No todos entienden esa manifestación del pueblo los personajes importante de la religión judía la censuran y censuran que Jesús la permita. No toleran proclamación de Jesús como hijo de David.

Nosotros celebramos esa entrada con nuestros ramos. Sabemos que Jesús entra al lugar de su suplicio; pero queremos iniciar la semana santa recordando y celebrando que la gente sencilla, antes de ser presionada por las autoridades judías, estaba de parte de Jesús, veía en él alguien que les recordaba a su rey por excelencia, David: “Hosanna al hijo de David”, proclaman.

¿Por qué cambiaron sus ideas y su actitud ante Cristo? Quizás porque el que pierde en el enfrentamiento, pierde también su posición en él: nadie se quiere poner de parte del perdedor, nadie quiere apostar por él. Cuando ve la muchedumbre que las autoridades judías se van a imponer en su deseo de acabar con Jesús, se pasan al bando del vencedor. Algo frecuente en la historia humana. Dios, por el contrario, no se sube al carro del vencedor, está más bien con el que pierde. Por eso el Dios de Jesús no es el de la victoria, sino el de la paz, y en caso de guerra de quien la pierde y sufre. La Liturgia, no se queda con los momentos de gloria de Jesús, tampoco le olvida porque fracase, por ello en el mismo domingo de la entrada triunfal nos presenta el relato de su “derrota”, de su pasión.

* La pasión según san Marcos.

El evangelio de este domingo es el relato de la pasión de Jesús según el evangelista Marcos. Es quizás el primer relato de la pasión que ha llegado a nosotros. Es el relato evangélico en el que aparece con más crudeza la pasión y muerte de Jesús. El relato en el que a su “agonía” en la oración del Huerto, a su tortura que aparece en todos los evangelistas, se une el “abandono” de Dios, “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”. En el que nadie aparece estar de su parte, ni el buen ladrón, ni las mujeres de Jerusalén ni la mujer de Pilatos...Sólo, tras la muerte, se relata la confesión del soldado y a unas mujeres que “miraban desde lejos”.

* Personajes de la Pasión

En el relato de la Pasión de Cristo muchas son las actitudes de distintas personas que aparecen: Unos le buscan matarlo, hay traidores, otros se duermen en medio de la angustia de Jesús, está quien se envalentona y le jura fidelidad y usa la espada contra quienes vienen a prender a Jesús; pero no ha sido capaz de velar con él, y esa misma noche lo niega tres veces. Está quien, en gesto profética, derrama perfume sobre su cabeza y sus pies en un loco acto de amor, mientras que “hipócritas preocupados de los pobres” condenan este acto. Aparecen los que ni le toman en serio y le escarnecen y se burlan de él; los que al verle derrotado en la cruz se mofan al indicarle que realice a favor suyo aquellos signos sorprendentes que realizó a favor de otros.

* Nosotros ante ese relato.

Ante todo hemos de ser conscientes de la intensidad del dolor de Jesús, en modo alguno debilitado por su condición divina. Por el contrario, la pasión de Jesús muestra a un Dios que sufre lo indecible. Pero además hemos de preocuparnos si nos vemos reflejados en la conducta de todos esos que intervienen en su pasión. Si en nosotros, hay traiciones, sueño ante el dolor ajeno, burla del que no es nada, escarnio del perdedor, distancias respecto al injustamente condenado, huida de cualquier compromiso de dar la cara por Jesús...etc.

*
Lo misterioso y profundamente humano de la Pasión de Jesús, de toda pasión.

La Pasión de Cristo es un inmenso misterio de confianza, de entrega, de amor. Sobre todo de amor. En ella cada gesto parece indiscutiblemente humano. Y sin embargo, todos están profundamente teñidos de misterio, de profecías cumplidas, de algo que va mucho más allá de lo que podemos comprender, y que sobredimensiona cada acontecimiento...: de la presencia amorosa del Padre, aún cuando a simple vista parece ausente.

Hoy también la Pasión (revivida en tantos rostros, en tantos nombres) es un misterio que conjuga algo tan humano como el dolor, con lo divino que se insinúa en él. Hoy estamos llamados a descubrir a Dios presente en medio de tanto dolor que no comprendemos: cómo el dolor puede tener algo que ver con Dios o cómo puede ser por Él permitido... Hoy también somos llamados a confiar casi a ciegas, a esperar contra toda esperanza, a entregarnos a la voluntad del Padre... y, sobre todo, a amar. Sólo desde el amor se aclara el misterio del dolor.


Fray Juan José de León Lastra

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