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viernes, 15 de mayo de 2009

Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal: VI Domingo de Pascua - Ciclo B: Amar porque Dios nos ama.


Por José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.
TEMAS Y CONTEXTOS

LOS HECHOS DE APÓSTOLES
Es un suceso que para nosotros no tiene relevancia aparente y, sin embargo, fue de suma importancia para las primeras comunidades de seguidores de Jesús. Pedro, lejos del ambiente y las presiones de Jerusalén, ha entrado a casa de Cornelio, un centurión romano, pagano por consiguiente, quebrantando la Ley. Pedro está ya convencido de que para seguir a Jesús no hay que pasar por la Antigua Ley, y obra en consecuencia. La presencia del Espíritu en aquella comunidad le ratifica en su creencia.
Esta actitud traerá graves problemas, por las protestas de los cristianos judaizantes de Jerusalén. Hasta el mismo Pedro vacilará, y será Pablo quien le recrimine sus indecisiones. El problema explotará a propósito de la comunidad de Antioquía, alborotada porque algunos cristianos judaizantes les han dicho que si no se circuncidan no se podrán salvar, lo que suscitará lo que hemos llamado el “Concilio de Jerusalén”, en el que la cuestión quedará zanjada, aunque las iglesias judaicas seguirán fieles a los preceptos mosaicos mientras que las “griegas” prescindirán de ellos.
El tema es vital: se trata de entender lo de Jesús como una mera culminación de la Antigua Ley, con lo que sus seguidores serán simplemente una secta judaica como otras tantas, o si, por el contrario, la Nueva Alianza ha roto los viejos pellejos de la anterior, y ni Jesús, ni Dios, es “patrimonio preferencial” de los judíos.
De todas maneras, Lucas es muy inteligente al dar tanta importancia a este suceso: se trata de dejar claro que la apertura a los gentiles no es un atrevimiento de Pablo, sino del mismo Pedro, y por tanto está enraizado en Jesús a través del primero de sus Testigos.


LA CARTA DE JUAN
Este párrafo es el centro mismo del mensaje de la carta, y el corazón del mensaje de todos los escritos dependientes del “discípulo amado”. El mensaje central de Jesús es Dios/Abbá, y aquí se expresa en términos menos simbólicos, más conceptuales, como caracteriza a estos escritos. La esencia de Dios no hay que buscarla en el poder, ni en la justicia, sino en el amor. Hemos recibido ya este mensaje varias veces en los domingos anteriores, pero ahora se constituye en el centro mismo de nuestra reflexión, como coronando todo el contenido de las celebraciones de Pascua. Hay varias frases que constituyen la esencia del mensaje de Jesús:
• Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.
• En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.
• En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo …


EL EVANGELIO DE JUAN
Es como la consecuencia lógica de lo que hemos leído en la carta. El amor de Dios se muestra en Jesús, el Hijo. El amor del Hijo se muestra en nosotros, los hijos.
Llamados por él, superada la condición de siervos, de esclavos y de simples asalariados, hemos recibido la Buena Noticia: sois hijos, seguros del amor del Padre, empeñados en la tarea del Padre, solidarios como hermanos. Estamos, sin duda, en el corazón de la Buena Noticia. Repasemos las frases fundamentales.
• Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros
• Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
• Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
• Vosotros sois mis amigos, …. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
• No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros.


REFLEXIÓN

La próxima festividad que celebraremos (el jueves o el domingo) será la Ascensión del Señor. Y parece como si la iglesia quisiera, en este último domingo de Pascua, presentar "el testamento de Jesús". Para ello se propone una lectura del evangelio de Juan tomada de la despedida de Jesús, el largo discurso que Juan pone en labios de Jesús al final de la última cena, poco antes de partir para el huerto de los olivos. El mismo tema, meditado y repensado por el mismo Juan, se ofrece en la segunda lectura. La primera lectura presenta un momento clave en la historia de la primera
comunidad: aquél en que Pedro cae en la cuenta de la absoluta novedad del mensaje de Jesús. En nuestra meditación de estos texto vamos a reflexionar en esta Estupenda Novedad, Buenísima Noticia, a partir del el mensaje de Juan.
El resumen final de Juan: el amor.
Ninguno de los escritos del NT. ofrece esa síntesis tan definidamente expresada. El discípulo amado, "el amigo de Jesús" es el que ha captado más profundamente la esencia del mensaje. Y éste es su último resumen. Pero es un resumen rico, matizado, profundo.
La esencia de la revelación es : "Dios es amor". Todo lo demás es consecuencia de esta primera verdad. Esto es objeto de fe, no simplemente de conocimiento. Y exige nuestro asentimiento, porque no se ve, porque supera nuestra razón, y constituye un desafío para la misma. Nuestra razón llega quizá hasta Dios Señor, Creador, Todopoderoso, Juez. Pero no llega al Dios de Lucas 15 ( la viejecita, el pastor, el padre del hijo pródigo...) ni a Dios médico (Mateo 9,12) ni al Dios que arriesga su vida por una prostituta (Juan 8). Y la visión de la vida del hombre con todas sus penalidades, y, sobre todo, la visión de las innumerables desgracias del mundo, hace surgir en nosotros el inmenso enigma del Dios bueno frente al sufrimiento del hombre.
Ante esto se alza Jesús crucificado: "Dios amó tanto al mundo que le entregó su Hijo".
"Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos". Jesús es por lo tanto, antes que nada, la revelación, la visibilidad del amor de Dios, y éste es un punto clave de nuestra fe. Conocemos a Dios porque hemos visto cómo es, porque hemos visto cómo es Jesús: el que cura todo lo que encuentra, el que se compadece siempre incluso quebrantando la ley, el que busca ante todo a los pecadores porque son los que más le necesitan, el que lleva su entrega hasta la muerte y muerte de cruz. Mejor aún que las palabras de Jesús, es Jesús mismo, su manera de ser y de portarse lo que nos revela a Dios. No es sólo un mensaje sobre Dios; es que vemos cómo es Dios.
Esto es lo que constituye un desafío para nuestra fe: no sabemos conciliar esto con el mal del mundo. Se nos pide que demos a Jesús un voto de confianza. Un día entenderemos. Por ahora, le creemos a Jesús.
El amor es la verdad, porque la esencia de Dios es el amor. No se ha dicho que Dios ama sino que es amor. Por ello, el que ama es como Dios y el que no ama es diferente de Dios y por tanto, equivocado. Se ha revelado la esencia de las cosas, la esencia de lo humano, porque Dios es la última esencia de todo y por ello, la fuerza que mueve el universo ( "el amor que mueve el sol y la estrellas", que decía Dante), la fuerza que construye la humanidad, la manera de no equivocarse.
Por esta razón, frente a todos los mandamientos de la ley, que son con seguridad todos buenísimos y necesarios, Jesús proclama que "el suyo" es que nos amemos como Dios ama. Ni más ni menos. Es semejante a aquello de "sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" o "así seréis hijos de vuestro Padre... ". Es decir, nuestra norma fundamental es "Soy Hijo de mi Padre: todo lo que sea indigno de mi Padre no es propio de mí". Es la moral más exigente que se puede pensar. Y la más limpia, porque, además, no se basa en premios ni castigos. Ya sé que el Juez es mi Padre - Abbá - y que se alegra siempre de recibirme, por más que me haya alejado.
Por eso, estoy tranquilo. Pero la conciencia de ser hijo crea en mí la mayor tensión espiritual, la mayor exigencia. Vivir en el amor es lo más exigente.
Al amor tiene dos vertientes. Sentirse amado por Dios y amar como respuesta. La primera es objeto de nuestra fe, confianza en Jesús, experiencia íntima de la vida cristiana, motivo de paz. La segunda es la misión. La presencia del amor de Dios en el mundo somos nosotros que amamos a los hombres y damos la vida por ellos. Porque nos sentimos queridos por Dios.
La palabra amor debe ser analizada hasta lo más profundo. No pocas veces nuestro proceso es el siguiente: primero conocemos a una persona, luego vamos descubriendo sus cualidades, nos cae bien, le cogemos cariño, le queremos. El amor es diferente. No se ama por sus cualidades, se ama antes. Cuando tenemos un buen amigo de toda la vida, un verdadero amigo no le queremos por sus cualidades. Puede ser borracho o pendenciero o insolente o... lo que sea. Pero es mi amigo, le quiero. El amor dentro de la familia es también así. El amor es así: no se aman las cualidades, se ama a la persona, y se sufre por sus defectos, y se sigue amando... Así nos quiere Dios: no porque nos portamos bien, sino porque nos quiere: a eso llama el Evangelio "Padre"- "Hijo", a esa relación de mutuo amor. El amor de Dios es como el amor de la madre; quiere a su hijo antes ya de darlo a luz. No necesita conocerlo para quererle.
Vivir en este estado, sentirse querido, sentirse hijo, más en el fondo que todas las cualidades y que todos los pecados, es la Buena Noticia. Y conlleva un modo de vivir con los demás hombres: primero querer, luego conocer. No querer por cómo son sino por lo que son. Y no tanto a nivel de conceptos, de reflexión, sino a nivel de sentimiento, de que me sale de dentro, si mi corazón se ha convertido a la Buena Noticia, si me he sentido, en lo más íntimo, hijo querido.

¿NOS HEMOS FIADO DE JESÚS?

Demasiadas veces permanece en nuestra religiosidad el concepto de pecador como “culpable” o “miserable”. Hasta en la más hermosa de las oraciones que hemos inventado, el Ave María, se ha filtrado un residuo de desconfianza: “ruega por nosotros pecadores” puede entenderse como necesidad de un intermediario bondadoso, la madre, ante un Juez lejano y sólo justo; o como el lamento de un ser abandonado y triste.
Ya es hora de que nos fiemos de Jesús, ya es hora de que la muerte en cruz de Jesús sea tomada en serio: Jesús ama hasta el punto de dar la vida: Jesús crucificado muestra el increíble interés del Padre por nosotros: hasta esa barbaridad es capaz de asumir el Padre por nosotros. El Padre nos aprecia, nos quiere, nos busca, se esfuerza hasta el límite por nosotros. Y nosotros, sin enterarnos, seguimos despreciándonos como gusanos, impetrando penosamente un perdón ya regalado, interponiendo intermediarios como nos diera miedo acercarnos al que da la vida por nosotros.
Seguimos sin fiarnos de Jesús, sin aceptar a Abbá. Y en consecuencia, no disfrutamos del Reino, de la vida, de ser hijos queridos, de que todo tiene sentido. Ni nos sentimos estimulados a construir el sueño de Jesús, que es el sueño del Padre. Ni acabamos de asumir que religión es responder al constante interés de mi padre por mí, por todos; interesarme por todos como mi padre. Así fue Jesús, el Hijo Predilecto: a eso estamos invitados. Estamos invitados a una fiesta, a cambiar el agua de la vulgaridad y el cumplimiento por el vino de la fiesta. ¿Cuándo acabaremos de fiarnos de Jesús? ¿Cuándo acabaremos de poner el corazón en fiesta por la Buena Noticia?


PARA NUESTRA ORACIÓN

1.- Contemplación de Jesús crucificado
Repitiendo las palabras "hasta este punto me ha querido Dios".
2.- Contemplación de Jesús curando, atendiendo a los leprosos, comiendo con los publicanos, defendiendo a la adúltera... repitiendo las palabras : "así es Dios, creo en este Dios".
3.- Quedarse en presencia de Dios sintiéndose querido por Él, Sentir, simplemente, "me quiere, como soy, me quiere a mí".
4.- Examen: ¿Es el amor el motor de mi vida?. Si no es así ¿vale mi vida o la estoy tirando?. Y pensar en las cosas que hago: así amo yo, en esas cosas, ése es su sentido.
Y dar gracias a Dios porque todas las cosas pueden valer, lo pequeño, lo intrascendente, lo costoso... todo.


SALMO 145

RECITAMOS JUNTOS EL SALMO 145, UN PRECIOSO HIMNO AL AMOR Y LA
BONDAD DE DIOS.

Yo te aclamo, mi Dios y mi Rey
y bendigo tu nombre por siempre jamás.
Yo quiero bendecirte cada día
alabaré tu nombre para siempre.
Una edad a otra edad ha de narrar sus obras
y hará conocer sus maravillas,
se hará memoria de tu inmensa bondad,
se proclamará tu santidad.
El Señor es ternura y piedad,
lento a la cólera, lleno de amor.
El Señor es bondad para con todos
es ternura para todas sus obras.
Que todas tus obras te den gracias,
que te bendigan tus amigos,
que proclamen la gloria de tu reino
para hacerlo saber a todos los hombres.
El Señor es verdad en todas sus palabras,
el Señor es amor en todas sus obras.
El Señor sostiene a los que caen,
el Señor endereza a los que inclinan.
Todos tienen los ojos en Ti, en Ti esperan;
Tú abres tu mano y sacias a todo viviente.
El Señor es santidad en todos sus caminos
amor en todas sus obras,
el Señor está cercano a los que le invocan,
a todos los que le invocan de verdad.
El satisface a todos los que le buscan,
escucha su grito y les salva.
El Señor guarda a todos los que le aman.
Que mi boca cante la alabanza del Señor
que toda carne bendiga su santo nombre,
ahora y para siempre.

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