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viernes, 1 de mayo de 2009

IV Domingo de Pascua (Juan 10,11-18): EL MENSAJE DEL DOMINGO


La Iglesia dedica este domingo a la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales y a la Jornada Mundial de la Infancia Misionera. El tema de las Vocaciones Sacerdotales se relaciona con la imagen del Buen Pastor, con la que Jesús indica cómo deben actuar sus elegidos para realizar la misión de ser pastores. Y el tema de la Infancia Misionera se refiera a una obra de la Iglesia fundada con este nombre en 1843 y establecida en más de 120 países, en la que los niños cristianos católicos ayudan a los de lugares de misión con sus oraciones y algo de dinero al mes para formar un fondo de solidaridad a favor de las instituciones que cuidan de los pobres. Meditemos en lo que nos dice el Evangelio, teniendo en cuenta también las otras lecturas de este domingo (Hechos de los Apóstoles 4, 8-12; Salmo 118 [117]; 1ª Carta de Juan 3, 1-2).


1. “Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”

La imagen del pastor es constante en la Biblia. El libro del Génesis describe los orígenes de Israel hacia el siglo 18 a.C. a partir de Abraham, Isaac y Jacob, pastores que recorrieron los territorios desérticos del cercano oriente en busca de agua y pasto para sus ganados de ovejas y cabras. Seis siglos después -hacia el 12 a.C.- Moisés, tal como nos lo presenta el libro del Éxodo, aprende el oficio de pastor junto al monte Sinaí y es escogido por Dios como instrumento para liberar al pueblo de la esclavitud que padecía en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida. Dos siglos más tarde -hacia el 10 a.C.-, según se cuenta en el primer libro de Samuel (16, 1-13), es designado rey de Israel un joven pastor llamado David, que cuidaba el rebaño de su padre Jesé. A David se le atribuyen los salmos que representan a Dios como el Pastor que conduce, alimenta y protege a su pueblo. Finalmente, los profetas Jeremías (23, 1-6) y Ezequiel (34, 1-31) -siglos VII y VI a.C.-, critican a los malos pastores que han descuidado el rebaño, y anuncian como nuevo y buen pastor a un Mesías descendiente de David.

A estas profecías se refieren los Evangelios. Mateo y Lucas, cronológicamente anteriores, presentan la parábola del pastor que encuentra a la oveja perdida y la carga sobre sus hombros (Mateo 18,12-14; Lc 15,3-7), expresando así la misericordia de Dios, manifestada en Jesús que busca y acoge a los pecadores para perdonarlos y reincorporarlos a la comunidad. Juan, por su parte, destaca una característica esencial del Buen Pastor: dar su vida por las ovejas, en lugar de huir como los asalariados. Esta donación de su propia vida, a la que Jesús hace referencia tres veces en el Evangelio de hoy, es libre y voluntaria, y además conlleva el anuncio de su Resurrección.



2. “Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí”

El capítulo 10 del Evangelio de Juan se sitúa en el marco de la fiesta de la Dedicación, en la que se conmemoraba la restauración y consagración del Templo de Jerusalén en el año 164 a. C. En el transcurso de esta fiesta tiene lugar una discusión entre Jesús y los jefes religiosos, en la cual les dice que Él es el buen pastor, lo que implica una crítica a ellos mismos como malos pastores. Jesús se aplica la imagen del pastor a quien sí le importa cada una de sus ovejas, y a quien éstas identifican como el que se preocupa por cada una y va delante de ellas (Juan 10, 4), abriéndoles y mostrándoles el camino.

Sin embargo, existe el peligro de malentender la imagen del pastor cuando se concibe a la Iglesia como una organización autoritaria en la que los jefes imponen su poder a unos borregos pasivos sin libertad ni iniciativa propia. Por el contrario, lo que Jesús quiere es que formemos una comunidad en la que todos sus integrantes seamos reconocidos como “pueblo de Dios”, tal como lo indicó el Concilio Vaticano II (1962-1965). Por eso, en la labor “pastoral” de la Iglesia todos debemos reconocernos mutuamente como hermanos, con distintos dones o carismas y variados oficios, pero todos iguales en dignidad como “hijos de Dios”, como lo recalca la segunda lectura, tomada de la primera cara de Juan.



3. “También tengo otras ovejas que no son de este redil”

Esta frase y las que siguen se refieren a quienes en aquel tiempo no formaban parte del pueblo judío. Para ellos es también la obra redentora de Jesús, más allá de los límites estrechos de un pueblo y de una religión específica con sus ritos tradicionales simbolizados en el Templo de Jerusalén. El mensaje de salvación del Buen Pastor es universal. Y para que sea efectivo, Jesús quiere formar una Iglesia cuya unidad sea un testimonio creíble. Ya desde fines del siglo primero, cuando con base en la predicación del apóstol Juan fue escrito el cuarto Evangelio, se habían comenzado a producir divisiones entre los cristianos y surgían grupos que se enfrentaban a los apóstoles y a sus sucesores. Hoy persiste esta situación, y a pesar de lo que se viene haciendo desde el Concilio Vaticano II -que fue llamado “Ecuménico” por su intención de buscar la unidad respetando la pluralidad-, todavía falta mucho para lograr el ideal de ser “un solo rebaño con un solo Pastor”.

Por eso, sea éste un motivo para renovar la petición de Jesús evocada por el mismo evangelista Juan en su relato de la última cena antes de su pasión: “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén unidos (…), para que el mundo crea que tu me enviaste” (Juan 17, 20-21).

Invocando en este mes de mayo la intercesión de María Santísima, pidámosle al Señor que suscite muchas vocaciones de jóvenes que tengan y realicen el deseo sincero de entregar sus vidas al servicio de la comunidad en el sacerdocio ministerial, y de manera especial oremos hoy por las personas consagradas como diáconos, presbíteros y obispos, para que cada cual cumpla su misión pastoral a imagen y semejanza de Jesús, el Buen Pastor.-

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