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martes, 26 de mayo de 2009

Ronaldo Muñoz: La opción por los pobres después de Aparecida

Publicado por El Blog de X. Pikaza

R. Muñoz es uno de los grandes testigos de la Teología de la Liberación. Le conocí cuando vino a Salamanca, tras el Golpe de Pinochet, con el horror todavía visible en alma, a ofrecer un curso que le habían ofrecido, vivimos unos días en casas contiguas. Su recuerdo me sigue enriqueciendo. Le visité después en Santiago de Chile, en una parroquia de la periferia, entre el barro, las ruinas y el gozo de estar entre los pobres de los pobres. En aquellas condiciones, sin tener siquiera una "pieza" donde trabajar tranquilo escribió sus mejores libros. Hoy quiero recordarle. Le he pedido una nota para mi blog, me ha mandado un trabajo, una lectura "positiva" de la Asamblea de Aparecido. Mucho hemos discutido en este blog de esa asamblea. Ronaldo ha sabido prepararla y leerla desde el Evangelio. Gracias Ronaldo. Quiero que todos mis lectores le recuerden con cariño. Presentaré primero su currículum. Después su trabajo.

MUÑOZ, RONALDO (1933- ).

Teólogo católico chileno, de la Congregación de los Sagrados Corazones. Nació en Santiago y después de estudiar arquitectura, en 1954 ingresó a la Congregación fue ordenado sacerdote, en 1961. Luego hizo estudios de postgrado en la U. Gregoriana de Roma (licenciatura en teología) y en el Instituto Católico de París (habilitación al doctorado).

En 1964 comenzó la docencia académica, entre 1966 y 1979 en la Facultad de Teología de la U. Católica de Chile (Santiago). En Febrero de 1972, culminó su doctorado en teología en la U. de Ratisbona (Alemania), con su tesis "Nueva Conciencia de la Iglesia en América Latina", bajo la dirección de J. Ratizinger. Desde entonces, ha compartido su tiempo entre el acompañamiento pastoral en sectores populares de Santiago-Sur, y el ministerio teológico en la Iglesia chilena y, esporádicamente, latinoamericana.

Ronaldo Muñoz fue alumno del Papa Ratzinger, quien le calificó con distinción máxima una tesis que luego, durante la dictadura, terminó quemada por los militares. Es de los Sagrados Corazones y pudiendo dedicarse a pastorear a los ricos, decidió irse a una población y servir a los pobres. Representa, por ello, a la Iglesia popular, que se escandaliza con la pobreza antes que con el sexo; una iglesia que reclama derechos para el pobre y no caridad. Oírlo, es escuchar fuertes críticas al actual sistema económico, críticas muy ligadas al sentido común, que normalmente no entran en el debate porque los medios las califican de resentidas o de izquierda.

Entre 1965 y 1980 integró el equipo teológico de la CLAR, y luego, el equipo editor de la colección latinoamericana "Teología y Liberación". Participó en equipos asesores de obispos en las Conferencias latinoamericanas de Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007). Ha sido profesor invitado en España (Universidades de Comillas-Madrid y Salamanca) y en Bélgica (Instituto "Lumen Vitae" de Bruselas). Entre 1982 y 1994 fue director de la revista Pastoral Popular (Santiago).

Entre 1986 y 1997 enseñó teología sistemática en el Instituto Alfonsiano de esta misma ciudad. Entre 1998 y 2004 residió en el Sur del país, donde fue vicario en una parroquia rural (Valdivia) y enseñó teología en la U. Católica de Temuco, sirviendo también en el Sur argentino. Desde el 2005 se encuentra de nuevo en Santiago-Sur, como vicario parroquial en un sector marginal, y prosiguiendo su ministerio teológico, especialmente en la formación de laicos.

A partir de los años 60 ha publicado, en Chile y el extranjero, varios libros y numerosos artículos, especialmente sobre la Iglesia en América Latina y sobre el Dios de la fe cristiana.
Nueva Conciencia de la Iglesia en América Latina, (Santiago y Salamanca 1973);
Solidaridad Liberadora: Misión de Iglesia (Santiago y Bogotá Petrópolis1977);
Iglesia y Liberación en América Latina: La teología pastoral de Puebla (Bogotá);
La Iglesia en el Pueblo: Hacia una eclesiología latinoamericana (Lima 1983); todos los libros anteriores tienen traducción brasileña.

Su libro clave El Dios de los Cristianos (Madrid y Santiago 1987) tiene traducción al brasileño, alemán, francés e ingles.
Cf. también

Llamados desde el Pueblo (Santiago 1990);
Pueblo, Comunidad, Evangelio (Santiago1994);
Pobres, Evangelio, Poder, (Santiago 1998);
Dios Padre: El Dios de los pobres, Padre de Jesucristo, conocido en las comunidades de América Latina (Buenos Aires y Lima 1999);
La Trinidad de Dios Amor ofrecido en Jesús el Cristo (Santiago, Bogotá 2000);
Ser Iglesia de Jesús en Poblaciones y Campos: Eclesiología de base (Santiago 2002);
Quién es Jesús y qué significa hoy ser sus discípulos y misioneros (Santiago 2006);
Nueva Conciencia Cristiana en un Mundo Globalizado (Santiago 2009).

Ronaldo Muñoz: La opción de Apaecida como opciòn evangélica.

La evangélica Opción por los Pobres es la dimensión más central y característica de la espiritualidad y la práctica pastoral, de la lectura bíblica y la teología, propiamente latinoamericanas.

En la medida, gracias a Dios importante y esperanzadora, en que esta experiencia y este espíritu han estado presentes en Aparecida -- como camino de Iglesia y como acontecimiento protagonizado por los obispos -- encontramos esa opción evangélica sólidamente integrada en la visión creyente de la realidad, la inspiración cristológica, y las orientaciones pastorales y misioneras del Documento Conclusivo de la Conferencia. Y esperamos que esté cada vez más presente en la mirada, las actitudes profundas, y las prácticas pastorales y solidarias, que van “recibiendo” y “aterrizando” ese Documento en la vida real de las iglesias y comunidades del continente.

No se trata, pues, de un tema o capítulo entre otros, sino de una dimensión esencial del camino eclesial de Aparecida, como del Documento conclusivo de la Va Conferencia, en continuidad y profundización de las conferencias postconciliares precedentes. Y esto, comenzando por el mismo lema de Aparecida, propuesto por los Obispos y confirmado por dos Papas: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en él tengan vida”

“Discípulos y misioneros”, no meros consumidores religiosos, ni alumnos pasivos, ni orantes en grupos cerrados, sino seguidores entusiastas y testigos comprometidos de la persona de Jesús, en su camino de vida y comunidad sencilla y alegre, liberada de ambiciones mezquinas, en solidaridad de pobres y con los más pobres, y comprometida con su causa de liberación, hermandad igualitaria y “vida abundante” para todos.

Vida y convivencia alternativas a la actual sociedad y cultura dominantes, con su materialismo posesivo, competitivo y excluyente. Vida y convivencia animadas por el Espíritu de Dios, que van germinando y creciendo desde adentro en las personas (desde “el corazón”) y desde abajo en la sociedad (desde los pobres y los excluidos).

Porque ésa y no otra es la forma de vida y el proyecto de convivencia del único Jesucristo real: el de la historia evangélica de ese “judío marginal”, arraigado en los pobres de su pueblo y afectado entrañablemente por su opresión y miseria; el que se juega por la sanación y liberación de esa muchedumbre abandonada, por congregarla en hermandad y devolverle su dignidad y su esperanza; el que por eso entra en conflicto creciente con los legistas y los pudientes, con los sacerdotes del templo y las autoridades político-militares, pero sigue adelante, fiel a su misión hasta le extremo de la muerte de cruz.

El mismo Jesucristo que es hoy para nosotros “el Viviente”, identificado con los pobres y excluidos de nuestro tiempo, y que nos invita a comprometernos con ese mismo proyecto suyo, en las condiciones de hoy, “para que nuestros pueblos (empobrecidos y excluidos) en él tengan (esa misma) vida”: integralmente humana, y digna de los hijos y las hijas del único “Dios vivo y verdadero”, el “Abbá” de Jesús y Padre nuestro, el que nos repite una y otra vez “Misericordia quiero, no sacrificios”.

El mismo Jesucristo que hoy nuestras comunidades de pobres -- leyendo los evangelios “codo a codo y con los pies en la tierra”-- van descubriendo no como Maestro de doctrinas y normas, no como Fundador de una nueva secta de iniciados, no como Organizador de una gran institución de servicios religiosos, … sino como Servidor y Testigo de ese gran proyecto que él llama el “Reinado de Dios”, la “Vida abundante”, o la “Voluntad de mi Padre”. Van descubriendo que, desde el principio de su misión pública, el Jesús de los evangelios se pasa la vida tratando de mostrar – a la muchedumbre y al grupo de sus discípulos; con sus actitudes, su práctica y su palabra – a qué nos invita ese proyecto, de comienzos tan humildes, pero preñado de enorme fuerza transformadora e indecible alegría, para ellos y para el mundo.

II. P A R R A F O S I N S P I R A D O R E S
D E L D O C U M E N T O E P I S C O P A L

Sobre ese “horizonte evangélico” de Aparecida que acabamos de evocar, releamos ahora algunos párrafos del Documento Conclusivo de esa Conferencia que nos parecen especialmente inspiradores para el camino que como iglesias de Jesucristo estamos recorriendo con nuestros pueblos empobrecidos: ahora, después de Aparecida. Agrupamos estos párrafos según cuatro aspectos, como cuatro miradas (desde los cuatro puntos cardinales) a la misma montaña: (1) Los rostros de quienes sufren... la exclusión social; (2) La práctica y el proyecto de Jesús: El Reino de vida; (3) La evangélica Opción por los pobres; y (4) Promoción humana y liberación.**

(1) Los rostros de quienes sufren... la exclusión social ***

65. (Esta realidad socio-económica) ... nos debería llevar a contemplar
los rostros de quienes sufren. Entre ellos están las comunidades indígenas
y afrodescendientes, que en muchas ocasiones no son tratadas con dignidad
e igualdad de condiciones; muchas mujeres que son su sexo, raza o situación socio-económica; jóvenes que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infan til ligada muchas veces al turismo sexual; también lo niños víctimas del aborto. Millones de personas y familias viven en la miseria e incluso pasan hambre. Nos preocupan también quienes dependen de las drogas, las personas con discapacidad, los portadores de VIH y los enfermos de SIDA que sufren de soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar
y social. No olvidamos tampoco a los secuestrados y a los que son víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana. También los ancianos, que además de sentirse excluidos del sistema productivo, se ven muchas veces rechazados por su familia co mo personas incómodas e inútiles. Nos duele, en fin, la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos, que también necesitan denuestra presencia solidaria y de nuestra ayuda fraterna. Una globaliza-ción sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Yano se trata simplemente de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raiz la pertenencia a la sociedad en la que se vive; pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados”, sino “sobrantes” y “desechables. ****

(2) El proyecto y la práctica de Jesús: el Reino de vida

367. Jesús, el buen pastor, quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida. Lo vemos cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc.10, 46-52), cuando dignifica a la samaritana (cf. Jn.4,7-26), cuando sana a los enfermos (cf. Mt. 11,2-6), cuando alimenta al pueblo hambriento (cf. Mc 6,30-44) cuando libera a los endemoniados (cf. Mc. 5,1-20). En su Reino de vida Jesús incluye a todos: come y bebe con los pecadores (cf. Mc. 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11,19); toca leprosos (cf. Lc 5,13); deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7,36-50), y de noche recibe a Nicodemo para invitarlo a nacer de nuevo (cf. Jn 3,1-15). Igualmente invita a sus discípulos a la reconciliación (cf. Mt 5,24), al amor a los enemigos (cf. Mt. 5,44), a optar por los más pobres (cf. Lc 14,15-24).

370. La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana "en su dimensión personal, familiar, social y cultural". Para ello hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. .... La vida en Cristo incluye la alegría de comer juntos, el entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de aprender, el gozo de servir a quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunitarios, el, placer de una sexualidad vivida según el Evangelio, …

372. Pero las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos cerrar los ojos antes esas realidades, no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte: "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte" (l Jn 3, 14). Hay que subrayar "la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo" que "invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes"(Bto. XVI). Tanto la preocupación por desarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del Evangelio, se sitúan en este contexto de servicio fraterno a la vida digna.

(3) La evangélica opción por los pobres.

a) “Implícita en la fe cristológica”

406. Nuestra fe proclama que "Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre". Por eso "la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecemos con su pobreza" (Bto. XVI). Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2, 11-12).

407. Si esta opción está implícita en la fe cristológica, los cristianos como discípulos y misioneros estamos llamados a contemplar en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: "Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo", Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: "Cuanto hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron" (Mt 25, 40).

b) Fuente de solidaridad y compromiso con la justicia social

408. De nuestra fe en Cristo brota también la solidaridad, como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y transformación de su situación. …

409. El Santo Padre nos ha recordado que la Iglesia está convocada a ser "abogada de la justicia y defensora de los pobres"(Bto. XVI) ante "intolerables desigualdades sociales y económicas", que "claman al cielo". Tenemos mucho que ofrecer, ya que "no cabe duda de que la Doctrina Social de la Iglesia es capaz de suscitar esperanza en medio de las situaciones más difíciles, porque si no hay esperanza para los pobres, no lo habrá para nadie, ni siquiera para los llamados ricos" (J. P. II).

410. Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latino-americana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores. Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos.

c) Cercanía y amistad

411. En esta época, suele suceder que defendemos demasiado nuestros espacios de privacidad y disfrute, y nos dejamos contagiar fácilmente por el consumismo individualista. Por eso, nuestra opción por los pobres corre el riesgo de quedarse en un plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientos y en nuestras decisiones. Es necesaria una actitud permanente que se manifieste en opciones y gestos concretos, y evite toda actitud paternalista. Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés, acom-pañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas o años de nuestra vida, y buscando, desde ellos, la transformación de su situación. No podemos olvidar que el mismo Jesús lo propuso con su modo de actuar y con sus palabras: "Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos" (Lc 14, 13).

412. Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe conducimos a la amistad con los pobres. Día a día los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral: educan a sus hijos en la fe, viven una constante solidaridad entre parientes y vecinos, buscan constantemente a Dios y dan vida al peregrinar de la Iglesia. A la luz del Evangelio reconocemos su inmensa dignidad y su valor sagrado a los ojos

de Cristo, pobre como ellos y excluido entre ellos. Desde esta experiencia creyente compartiremos con ellos la defensa de sus derechos.

d) Por los pobres, en sus Comunidades eclesiales de base

194. Queremos decididamente reafirmar y dar nuevo impulso a la vida y misión profética y santificadora de las CEBs, en el seguimiento misionero de Jesús. Ellas han sido una de las grandes manifestaciones del Espíritu en la Iglesia de América Latina y El Caribe después del Vaticano II. Tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad, y la orientación de sus Pastores como guía que asegura la comunión eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y misionero entre los más sencillos y alejados, y son expresión visible de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.

(4) Promoción humana y liberación

a) Toda evangelización implica promoción humana
y liberación de los pobres.

413. Asumiendo con nueva fuerza esta opción por los pobres, ponemos de manifiesto que todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación "sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad" (Bto. XVI). Entendemos además que la verdadera promoción humana no puede reducirse a aspectos particulares: "Debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre", desde la vida nueva en Cristo que transforma a la persona de tal manera que "la hace sujeto de su propio desarrollo" (Pablo VI). Para la Iglesia, el servicio de la caridad, igual que el anuncio de la Palabra y la celebración de los Sacramentos, "es expresión irrenunciable de la propia esencia".

415. Las Conferencias episcopales y las Iglesias locales tienen la misión de promover renovados esfuerzos para fortalecer una Pastoral Social estructurada, orgánica e integral, que con la asistencia y la promoción humana, se haga presente en las nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los grupos más vulnerables, donde la vida está más amenazada. En el centro de esta acción está cada persona, que es acogida y servida con calidez cristiana. En esta actividad a favor de la vida de nuestros pueblos, la Iglesia católica apoya la colaboración mutua con otras comunidades cristianas.

b) Formar la conciencia de los cristianos

420. La Iglesia en América Latina y en El Caribe -siente que tiene una responsabilidad en ...

422. Formar en la ética cristiana que pone como desafío el logro del bien común, la creación de oportunidades para todos, la lucha contra la corrupción, la vigencia de los derechos laborales y sindicales; hay que colocar como prioridad la creación de oportunidades económicas para sectores de la población tradicionalmente marginados, como las mujeres y los jóvenes, desde el reconocimiento de su dignidad. Por ello hay que trabajar por una cultura de la responsabilidad a todo nivel, que involucre a personas, empresas, gobiernos y al mismo sistema internacional.

Estos pocos párrafos que aquí citamos -- como muchos párrafos y desarrollos del mismo Documento -- son textos ricos, pertinentes e inspiradores. Son palabras que reflejan la experiencia, la reflexión y el compromiso de sus autores, y que recogen también el vigoroso respaldo cristológico del Papa. De allí su innegable fuerza de interpelación y de esperanza.

En ellos destaco en primer lugar su raigambre bíblica y evangélica, y por lo mismo, el que recuperen con fuerza el tema de “la justicia” a menudo escamoteado entre nosotros por el lenguaje eclesiástico de los últimos decenios. La auténtica caridad cristiana, en efecto, como lo ha reafirmado el Papa Benedicto desde su primera encíclica, incluye no sólo la misericordia que ayuda a los necesitados (en Chile diríamos: el “Hogar de Cristo” y la “Teletón”), sino también -- y especialmente, bajo el actual capitalismo mercantil globali-zado -- el compromiso por la profunda transformación de una sociedad estructuralmente injusta: una sociedad “impregnada de materialismo, que produce pocos ricos cada vez más ricos, a costa de muchos pobres cada vez más pobres” (J. P. II en Puebla).

Por otro lado, me atrevo a observar que estos mismos párrafos reflejan todavía -- y no podía ser de otro modo -- una cierta distancia, muy real en la sociedad latino-americana y en su misma Iglesia católica. Una sociedad no sólo escandalosamente desigual, sino profundamente segregada, en la que persiste esa dualidad (no sólo socio-económica, sino cultural) que Medellín calificó de “colonialismo interno”. Una iglesia todavía (y me temo que más que en los tiempos de Medellín y Puebla) con su clero, su laicado más influyente, e incluso sus comunidades religiosas, más arraigados e identificados en el lado de los pudientes: con el estilo de vida y los vínculos cotidianos, con la mirada “desde arriba” a la sociedad global e incluso el “miedo al pueblo”, que entre nosotros son característicos de los sectores dominantes.

De allí la necesidad urgente -- sentida y bien recogida y profundizada por los obispos -- de que “nosotros”, “los de aquí” (la parte de la sociedad y de la Iglesia, más acomodada y pudiente), nos convirtamos de veras al Evangelio de Jesús y “optemos” como él por “ellos” , “los de allá”, los “marginales” (las mayorías empobrecidas y excluidas). Por eso, a mi entender, la fuerza interpelante y sobre todo liberadora de párrafos como los 410-412 (oficial: 396-398), que nos instan a ser una Iglesia más “compañera de camino de nuestros hermanos más pobres”, a acercarnos concretamente a ellos en nuestro modo de vida, a dedicarles horas y años de nuestro tiempo, avecindándonos en sus espacios, escuchándolos de veras, haciéndonos sus amigos en reciprocidad, dejándonos “domesticar” por ellos. Porque sólo así descubriremos -- con la inteligencia y con el corazón -- no sólo sus carencias y sus derechos sistemáticamente desconocidos, sino “sus valores”, que son mensaje de esperanza y fermento de renovación para nosotros mismos, para la Iglesia y la sociedad toda: su alegría de vivir, en medio de tantas dificultades; la riqueza de su convivencia y de sus prácticas solidarias; su fe y su esperanza, que se van enriqueciendo con la lectura bíblica en sus comunidades de base. Con la lectura del Evangelio de Jesús pobre como ellos, y que es Buena Nueva para ellos, precisamente: “Felices ustedes, los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios… En cambio, ¡Ay de ustedes, los ricos, …” (ver Lc 6, 17-26); y “Te alabo, Padre, … porque has escondido estas cosas a los sabios y los entendidos, y las has revelado a los sencillos”.
(Mt 11 y Lc 10).

III. E X P E R I E N C I A Y C O M P R O M I S O
D E L O S M I S M O S P O B R E S E N S U S C O M U N I D A D E S

1) Los pobres como “sujeto”

Dada esa deuda tan visible que tenemos aquí con el Evangelio de Jesús los que inte-gramos la parte más significativa y autorizada de la Iglesia católica, los laicos pobres que participan en sus Comunidades de base (y en sus Parroquias y Capillas renovadas como comunidades), frente a documentos que les llegan de sus Pastores, se preguntan a menudo si “Opción por los pobres” es una palabra que ellos mismos deban o siquiera puedan hacer suya.

Por mi parte, y con todas mis limitaciones, me atrevo a dar una respuesta claramente positiva. Tal vez no siempre respecto al “lenguaje” de la “Opción por los pobres”, pero sí
-- y a menudo con más claridad y consecuencia que en otros sectores sociales -- respecto a lo que más importa de su contenido: la mirada crítica a la realidad, los criterios de juicio y las actitudes profundas, las prácticas cotidianas y cada vez más los compromisos colecti-vos... En todo lo cual, esos hermanos y hermanas pobres van descubriendo lo que el Evan-gelio y el Espíritu de Jesús son para ellos: primero que nada, consolación y sanación, libe-ración de sus miedos y complejos, nueva conciencia de su dignidad y capacidades, espe-
ranza, ... pero también -- como para todos -- exigencia de conversión profunda y cambios concretos de conducta, y fuerza para el compromiso solidario, a contracorriente de los
“valores” y el “sentido común” dominantes en nuestra sociedad.

En términos un poco más concretos, para esos mismos pobres esa “opción” va sig-
nificando, desde luego, resistir críticamente al acoso conquistador y corruptor de la propa- ganda mercantil y la cultura dominante, omnipresentes en los espacios públicos y en los medios de masificación (“mass media”), así como en los sueños y las metas de las mayo-rias. No dejarse engañar ni seducir por esa propaganda, con la carrera en que nos van me- tiendo, de envidias y rivalidades, de ansiedad y endeudamiento, y a menudo de sobreem pleo esclavizante de las personas y destructor de las familias.

Y más positivamente, esa Opción evangélica significa para los mismos pobres, de-jarse conmover cotidianamente por los más necesitados y abandonados que uno, haciéndose
“prójimos” de ellos para atenderlos... y no quedarse encerrados en los problemas propios.
Y también, a medida que va despertando la conciencia más social, “optar”, “jugarse”, por
la solidaridad organizada de los mismos pobres: en agrupaciones de jóvenes para trabajar con niños, en sindicatos y talleres de economía solidaria, en comités de vivienda y juntas de vecinos, en equipos de salud y casas de acogida para alcohólicos y drogadictos, en pro-gramas de formación social y política, etc. ... Asumiendo y valorando que en muchas de esas organizaciones populares las protagonistas suelen ser las mujeres.

Esas son diversas formas -- a menudo pequeñas, como muchas comunidades cristia-
nas, católicas y evangélicas -- en las que los pobres van rehaciendo el tejido social y apren- diendo a organizarse y luchar juntos, por mejores condiciones de vida para su porción de pueblo que los rodea, y a más largo plazo, por una sociedad más justa y fraterna. Todo lo
cual implica superar la resignación pasiva o el “sálvese quien pueda”. Implica optar “con-
tra” el arribismo individualista que da la espalda a la causa colectiva, y “por” esta “causa de los pobres”: la que no es otra que “la causa misma de Cristo” (Puebla), la que va res- pondiendo al “Reino de vida” del proyecto de Jesús (Aparecida).

Por aquí venimos entrando en un aspecto que me parece clave y “piedra de toque”
en la Opción evangélica por los pobres: el de los mismos pobres como “sujeto”. Es un
aspecto que, en los párrafos de Aparecida que hemos citado, asoma dos veces a propósito de la Opción por los Pobres (408 y 411-412, en la versión oficial 394 y 397-398 ), y una
tercera vez a propósito de las Comunidades eclesiales de base (194, muy amortiguado en la
versión oficial 179 ). Pero, un aspecto que aparece como de paso, sin mayores explicacio-nes ni orientaciones prácticas. Se apoya “sus esfuerzos (de los pobres) por ser sujetos de cambio y transformación de su situación”; se reconoce que “día a día se hacen sujetos de la evangelización y la promoción humana (es decir, de la misión de la Iglesia) entre los mismos pobres”; se celebra que sus Comunidades eclesiales de base sean, entre la gente
sencilla, “expresión visible de la opción preferencial (de la Iglesia) por los pobres”. Pero no parece vérseles como actores, ni menos protagonistas, en la transformación de la sociedad global ni en la renovación evangélica de la Iglesia mayor. Estas tareas parecen reservadas a las élites sociales que desde Puebla se llama “los constructores de la sociedad”; y por lo que toca a la Iglesia, reservadas a la jerarquía, y a los movimientos laicales de clase media para arriba.


2) Voces de los pobres

Y ahora, para ser consecuentes, terminemos este capítulo sobre la Opción por los Pobres dándoles la palabra a los mismos pobres. En este caso -- sólo como un ejemplo entre tantos -- gente de las Comunidades del decanato “Cardenal José M. Caro”, de la Zona Sur de Santiago de Chile. Palabra compartida y recogida en dos oportunidades dis- tintas, ambas respondiendo a una convocatoria amplia de nuestros Obispos: la primera,
sobre NUESTRA REALIDAD cotidiana y social, en 2005 y con vistas al Bicentenario de
la independencia nacional; y la segunda, sobre NUESTRA IGLESIA, en 2006 y con
vistas a la Conferencia de Aparecida.

La primera serie, sobre NUESTRA REALIDAD, trae una selección, muy resu- mida por una Comisión decanal “ad hoc”, de las conclusiones de 64 “Mesas de Esperanza” en las que se reunieron según sus temas preferidos los cerca de 300 participantes, de las
CEBs y de otras organizaciones populares del sector. **** Pero, oigamos esas voces:

MUCHA POBREZA:

1) En nuestras poblaciones (barrios populares) se ve mucha pobreza, y hay mucha más pobreza escondida. Nos golpean la cesantía (desocupación) y los salarios
miserables, que no reflejan el progreso del país y a menudo no alcanzan para el pan de cada día.

MUCHA VIOLENCIA:

2) En nuestra comuna hay mucha violencia: por el ejemplo y las heridas de la dic- tadura, por el maltrato en el trabajo y en la casa, por el robo y los asaltos, por el tráfico de drogas.

LA FAMILIA, DAÑADA:

3) Pocas familias valoran la comunicación, en la pareja y con los hijos, por encima
de lo material; ya que la sociedad nos inculca cada día que más valemos mien-
tras más cosas tenemos, y descuidamos el afecto y los valores espirituales.
4) En nuestras familias, a menudo ambos padres deben salir a trabajar para sostener
la casa. Y los niños, abandonados, gran parte del día en la tele, en los juegos electrónicos violentos, o en la calle. Expuestos al ambiente consumista y a las “malas juntas”, al alcohol y la droga, a la tentación de la delincuencia.

EN FAMILIA, COMUNICARNOS MAS:

5) En cada familia, urge un esfuerzo redoblado por el encuentro, la comunicación
serena, la escucha y comprensión mutua, la expresión del cariño, el compartir
las labores domésticas y la recreación.

CUIDAR MAS A LOS NIÑOS:
6) Los padres, tenemos que dedicar más tiempo y cuidado a nuestros niños y adoles-
centes. Entregarles más afecto, escucharlos, confiar en ellos y respetar sus espa-
cios. Pero también, estar más atentos al tipo de gente con que se juntan.

EDUCACION APROPIADA Y DE CALIDAD:

7) Soñamos con una educación integral, que responda a la realidad de nuestros niños
y jóvenes. Una educación que valore la labor de los profesores, y la participación
de los padres y de la comunidad local.

POLITICA Y PODER:

8) Vemos a la clase política más preocupada de su poder y de los intereses de los em-
presarios, que de las necesidades y los derechos de la gente.
9) Nos preocupa el poder que ejercen los grupos empresariales, en lo económico y en
lo político. Lo vemos como un abuso, que crea diferencias abismantes entre ricos
y pobres.

LAS LEYES LABORALES:

10) Hay que rehacer las leyes laborales, con participación de los trabajadores. Para
darles más garantías reales a ellos, que son la parte más débil en el actual sistema económico.
SER MAS SOLIDARIOS Y ORGANIZARNOS:
11) Todos, nos comprometemos a ser más solidarios entre nosotros, a unirnos más y
organizarnos, como vecinos y como trabajadores, adultos y jóvenes.

ALIMENTAR NUESTROS VALORES ESPIRITUALES:

12) Nos comprometemos a cuidar y alimentar nuestros valores espirituales y comuni-
tarios. Nuestra fe en un Dios que a todos nos ama, y nos quiere con más dignidad y más vida, con más libertad y más amor, con más alegría y esperanza.

La segunda serie, sobre NUESTRA IGLESIA, trae también doce puntos, fruto de
las “Mesas” del 2006. Esta vez -- urgidos por el proceso de Aparecida -- alcanzamos a convocar sólo 20 Mesas, donde participaron sobre todo personas más activas en las Comu-
nidades católicas del Decanato.

Estas fueron las
Conclusiones, trabajadas en la asamblea
decanal final:

1) Que la Jerarquía no rechace toda crítica externa como “ataque a la Iglesia”, ni toda crí-
tica interna como deslealtad.

2) Que en un continente donde se ensancha escandalosamente el abismo entre minorías
pudientes y mayorías pobres, se retome y actualice la opción de la Iglesia por los po-
bres, acentuando el compromiso por la justicia.

3) Que sepamos reconocer la distancia o contradicción entre actuales estructuras y prácti-
cas “normales” de la Iglesia católica, y la enseñanza de Jesús y el estilo de las comuni-
dades del Nuevo Testamento, mucho más afines con los valores positivos de la cultura
democrática y con los mejores sueños de los jóvenes.

4) Que caminemos hacia una Iglesia más fraterna y dialogante, y menos clerical y dogmá-
tica. Reconociendo la sociedad pluralista, y estimulando la variedad de carismas y mi-
nisterios que el Espíritu suscita en mujeres y varones del Pueblo de Dios.

5) Que en este mundo cada vez más urbano, masificado y cruelmente competitivo, se re-
impulse y actualice el tejer iglesias como redes (territoriales y ambientales) de comuni-
dades de base. Donde el discipulado compartido, el amor fraterno y la misión común,
puedan tener rostros y nombres.

6) Que entre los carismas, recuperemos el primado absoluto del amor fraterno: solidario y humilde. Y entre los ministerios, la centralidad del profetismo y la evangelización,
siempre en relación con la vida y cultura de las personas y los grupos sociales. Profe-
tismo y evangelización a cuyo servicio tendrían que estar el pastoreo, la doctrina y los
sacramentos.

7) Que los pastores, en todo nivel, abandonemos toda actitud o apariencia de funcionarios,
gobernantes o empresarios; y nos hagamos antes que nada referentes cercanos del dis-
cipulado fraterno de Jesús como aparece en los evangelios. Y especialmente los pres-
bíteros y los obispos, del seguimiento de los apóstoles, como los testigos y misioneros
que aparecen en todo el Nuevo Testamento.

8) Que en la estructura de la Iglesia católica, se abandone las normas de imponer el Vati-
cano el nombramiento de los obispos, y de excluir a las mujeres de los ministerios y las
instancias colegiadas de conducción pastoral.

9) Que caminemos como Iglesia católica hacia la restauración de “presbiterios locales”,
de hombres y mujeres maduros en la fe como en la vida familiar y social, propues-
tos(as) por las respectivas comunidades. Presbiterios que aseguren la Eucaristía domi-
nical de esas comunidades, así como su animación pastoral y misionera.

10) Que los “agentes pastorales” nos preocupemos no sólo de buscar colaboradores para
los equipos y servicios de las comunidades, sino sobre todo de apoyar la vocación de
solidaridad fraterna y testimonio, de todo cristiano y cristiana en los diversos espacios
de su vida cotidiana y social: familia y barrio, trabajo y economía, educación y cul-
tura, salud y medio ambiente, deporte y recreación, organizaciones sociales y polí-
ticas, etc.

11) Que en esa vocación común -- como cristianos y como comunidades eclesiales -- de-
mos especial importancia al testimonio profético y el compromiso transformador,
frente a la creciente inequidad y segregación de nuestra sociedad. En países de mayo-
ría católica, y donde una parte significativa de los que concentran el poder (económi-
co, político y mediático) son formados en colegios católicos y “cumplen” con la misa
dominical.

12) Que frente a niños y jóvenes, la Iglesia revise a fondo sus opciones en educación,
convirtiéndose decididamente a los excluidos, dañados o en grave riesgo.

Santiago de Chile,
Diciembre 2008

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