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lunes, 8 de junio de 2009

EL SEÍSMO Y LA TEMPESTAD EN LA ECONOMÍA MUNDIAL

Por Claudio Lacaille, s.m.e.
Publicado por Reflexión y Liberación

Los presidentes del Consejo Mundial de Iglesias, en su mensaje de Pentecostés en Ginebra, han publicado una reflexión inspiradora sobre la crisis económica, una manera concreta de releer los acontecimientos de nuestra fe a la luz de la Biblia y de la actualidad.


Una tempestad terrible, así la describen muchos políticos, ha golpeado la economía mundial. Los banqueros, los jefes de las grandes empresas y de la finanza, los expertos han sido sorprendidos por el huracán. No nos hemos dado cuenta de lo que venía. “Como sucedió en tiempos de Noé, así sucederá también cuando regrese el Hijo del hombre. En aquellos tiempos antes de la inundación, y hasta el día en que Noé entró en el arca, la gente comía y bebía y se casaba. Pero cuando menos lo esperaban, vino la inundación y se los llevó a todos.” (Mateo 24, 37) En el Génesis, se nos explica el porqué de tal cataclismo: “El Señor vio que era demasiada la maldad del ser humano en la tierra y que este siempre estaba pensando en hacer lo malo, y le pesó haber hecho al ser humano.” (Génesis, 5, 5)

El primer Pentecostés cristiano queda relatado en los Hechos de los Apóstoles como un viento violento y un temblor fuerte que sacude los cimientos de la casa. Cuando la tierra tiembla, las casas construidas en la arena se derrumben; sólo resisten las que tienen una base firme. (Mateo 7,24) Los discípulos encerrados y enclaustrados desde la ejecución de Jesús, muertos de miedo, son llevados por un Soplo impetuoso: salen de su escondite, llenos de valentía, y con lenguas de fuego salen a dar testimonio de su fe: Aquel que ustedes han asesinado, ese Jesús crucificado, Dios lo relevó. Las multitudes quedan sacudidas por esta gente sin cultura ni instrucción que tiene un discurso encendido y convincente que todos pueden comprender.

¿Pentecostés hoy día? Estoy convencido que esta crisis económica es la ocasión de un nuevo Pentecostés. Estamos sacudidos, la ideología del marcado sagrado, el mal llamado neoliberalismo el cual establece la dictadura del mercado, promovido por los economistas del imperio desde hace 40 años, fracasó estrepitosamente. Todo se ha derrumbado y billones de dólares se han volatizado mientras los capitanes de las grandes empresas de la finanza se retiraban con jubilaciones doradas, recompensas astronómicas por haber provocado un desastre mundial. “Hermanas, hermanos, que debemos hacer?” El edificio estaba construido en la arena; todo se ha derrumbado.

El llamado de Pedro es sencillo: Se han equivocado, cambien sus mentalidades, piensen de otra manera y confiesen sus pecados. Lo primero que hay que hacer, según Pedro, se llama metanoia, conversión, arrepentimiento. Ninguno de los personajes que se han jubilado con pensiones astronómicas o que han invertido el dinero de la gente en empresas riesgosas y han perdido sumas enormes, ninguno de ellos reconoce la menor responsabilidad. Ni el FMI, ni el Banco Mundial, ni todos los que impusieron a los pueblos sacrificios en nombre del Dios Mercado. Estos tristes personajes tienen cara de palo, no se arrepienten, no piden ni disculpas, no tienen culpa. ¡La crisis no se podía prever, es un acto divino, ¡an act of God! Se toma el dinero público para salvar a los ladrones, se roba, se miente, se cometen fraudes, sin embargo ¡nadie es culpable!

Para que tal tempestad nos lleva al amanecer de un mundo nuevo, es preciso que los criminales reconozcan sus faltas y sean dispuestos a reparar el mal cometido. Hace falta que los administradores admiten que tomaron un camino equivocado. El neoliberalismo ha concentrado la riqueza en pocas manos, ha dejado en la miseria a los tres cuartos de la población mundial, ha puesto en peligro la seguridad alimentaria des la poblaciones de la tierra y provocado una crisis ecológica irreparable. La sociedad de consumo es un desastre y una amenaza a la supervivencia de nuestra especie. No se puede seguir así, hace falta un cambio.

La presidencia del Consejo Mundial de Iglesias recuerda que la conversión en el mundo de hoy implica también recuerdan que todos somos responsables de la degradación del ecosistema y que debemos cambiar nuestros modos de actuar y esforzarnos en reducir toda forma de contaminación.

Construyamos una tierra nueva. La conversión proclamada por Jesús y reiterada firmemente en Pentecostés es una fuerza para nuestra transformación espiritual, para el cambio y la renovación. Hace falta restablecer una economía con bases humanas. Por el momento, lo único que se persigue es reproducir el mismo esquema de siempre: favorecer el consumo, restablecer el crédito. Sin embargo tenemos una ocasión histórica de impulsar un Soplo nuevo. Una economía al servicio de la humanidad, intercambios humanos basados en las necesidades básicas. Una vida sencilla para todos, la erradicación de todas las pobrezas, el acceso a la salud para todos los seres humanos de nuestro planeta, el fin de las guerras de dominación, de ocupación, de violencia. Aquel discurso es tan utópico como el discurso de las mujeres y hombres de Pentecostés que salieron a gritar su fe en la venida de un reino de Dios en la tierra. ¡Esta es nuestra fe!

En su discurso, Pedro cita la profecía de Joel, diciendo que el Soplo santo de Dios se derramará en todos los seres humanos, muchachos y muchachas que tendrán visiones, viejitos que tendrán sueños. Los servidores y las servidoras de Dios serán profetas, encargados de anunciar a la humanidad que OTRO MUNDO ES POSIBLE y que ya se está construyendo. El viejo Juan en el Apocalipsis tuvo esta visión: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y la primera tierra había dejado de existir” Llenos del Soplo santo de Jesús, salgamos juntos a construir una tierra nueva. Feliz Pentecostés.

Claudio Lacaille, s.m.e. / Québec.

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